Esta historia contiene lenguaje violento y obsceno, escenas fuertes tanto de violencia como de sexo.

Los personajes, salvo alguna excepción de OCs, no me pertenecen.

La historia se inspira en el anime y las live actions, por lo se toman escenas, diálogos o semejantes de ello.

Se aceptan dudas, sugerencias y criticas constructivas con fundamento, esto es para pasarlo bien y conocer gente, NO soy escritora.

A pesar de seguir ciertas partes de la trama original, la he variado en varias ocasiones para amoldarla a mi historia

AVISO: Esto NO es un Kaoru X Kenshin, sino un Kenshin X OC, es algo diferente así que, si eres un fanático que no puede soportar la idea, no te esfuerces en decirlo, puedes irte a leer una de las 2.000 historias que hay sobre la pareja canon. Kaoru es genial y no tengo nada en su contra, pero esto es un sitio libre, así que hago lo que me gusta y lo comparto con quien quiera leerlo, nadie está obligado.

Marzo del 1877. Décimo año de la era Meiji.

El bullicio del restaurante dejó de escucharse cuando la puerta se cerró, y el grupo del dojo Kamiya comenzaba a dirigirse hacia el hogar después de una buena cena.

En la calle desierta a esas horas sólo se escuchaban las pisadas y comentarios de los presentes.

-¿Por qué no ha venido Megumi? –Lanzó la pregunta al aire Yoshi, mientras ponía su manos detrás de la cabeza y Kaoru contestaba.

-Tenía un paciente de última hora. Parece ser que el carnicero casi se corta la mano.

-Es una lástima, no he probado un estofado mejor que el de esta noche.

-Sanosuke, eres un insensible. –Espetó la morena mirando al chico con sorpresa al ignorar éste la desgracia del carnicero del barrio.

El castaño comenzó a discutir con la chica sobre el tema mientras Kenshin fruncía el ceño, parándose al visualizar a unos metros en la lejanía algo que no le gustó. Un grupo de cuatro hombres rodeaban a una mujer, una chica joven vestida con ropa desgastada y oscura poco típica para una mujer, quien reposaba su mano derecha sobre el mango de una espada.

-Quedaos aquí. – Dijo el pelirrojo con tranquilidad, aunque de forma severa para después seguir avanzando hasta el grupo, haciendo que sus amigos se quedasen quietos intentando entender qué ocurría. Una vez lo hubieron hecho, continuaron andando para ayudar a Kenshin si hacía falta.

Antes de que el ex-samurái consiguiera llegar cerca de la escena, observó como los hombres se abalanzaron contra la chica, intentando atacarla. Kenshin entonces sacó su espada de filo invertido y corrió hacia la zona, deteniéndose en seco asombrado al vislumbrar como aquella joven morena de pelo azabache se defendía del grupo con una increíble rapidez y eficacia, simplemente con sus manos y piernas.

Cuando sólo un hombre quedaba en pie, la misteriosa muchacha desenvainó vertiginosamente su katana, parando al llegar con su fijo a la garganta del hombre.

-No se te ocurra volver a amenazar a nadie en tu vida. –Le ordenó mirándolo a los ojos con frialdad y furia, haciendo que el hombre asintiera repetidamente, para después salir corriendo.

La joven enfundó su arma ignorando al grupo que la contemplaba atónito a unos pocos metros, cuando escuchó la voz de Yoshi hablarla con entusiasmo.

-¿¡Dónde has aprendido a hacer todo eso a esa velocidad?! ¡Ha sido increíble!

La morena se giró mirando al niño, aún seria, para después centrar los ojos en Kaoru, quien tomó la palabra.

-¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda?

-Estoy bien, muchas gracias. – Respondió ella de forma seca, para después girarse y huir de la escena, dejando a los presentes aún aturdidos e impresionados.

-¿Quién es esa mujer? –Preguntó Sanosuke mientras todos continuaban contemplando su partida, menos Kenshin, quien observaba a un punto fijo serio y desconcertado, absorto en sus pensamientos.

-Nunca la había visto antes por la ciudad, debe de ser forastera. Quizá sea comerciante.

-Venga ya. Lleva una espada y lucha como una maestra, además, ¿no te has fijado en sus ropas? No parece ganar mucho dinero si va con esas pintas.

-Sí, sin kimono, con esos pantalones y camiseta raídos. Es muy misteriosa. Me pregunto qué hará aquí. –Añadió Yoshi a las palabras de Sanosuke, mientras Kaoru fijaba la vista en el pelirrojo, dándose cuenta de su ausencia mental.

-Kenshin ¿Estás bien? ¿Qué te ocurre?

-Nada, es sólo que siento como si ya hubiera visto antes a esa chica, pero no recuerdo dónde ni cuándo.

-Quizá te recuerde a alguien.

-Sí, no debería darle importancia; De todos modos puede que lo recuerde en algún momento.

-Sanosuke tiene razón, ya te acordarás, hombre. No es necesario que te lo tomes tan a pecho.

-Sí, claro. Tenéis razón. –Terminó agregando el hombre mientras volvía la vista hacia la morena, sonriéndole amablemente, comenzando a andar junto con el resto, pero aún así, sin poder quitarse de la cabeza aquellos ojos profundos de mirada penetrante que tan familiares le resultaban.

Aquella mujer asomó la cabeza desde detrás de una esquina cuando empezó a escuchar pasos alejándose, pues se había escondido para vigilar al grupo en una calle paralela a la de la lucha.

Cuando ya no pudo distinguirlos en la negrura de la noche, salió de su escondite, encaminándose hasta el punto en el cual los hombres la habían asaltado, vislumbrando con orgullo que aún seguían inconscientes en el suelo. Después, volvió a retomar su primer objetivo: Acercarse hasta un tablón de madera donde se colgaban anuncios, y la mujer anteriormente había visto algo que le llamó la atención sobremanera, pues era la causa por la cual había llegado hasta Tokio.

La morena sintió como su corazón daba un vuelco, para después comenzar a retumbar con fuerza dentro de su pecho al escudriñar el anuncio en concreto, que mostraba el dibujo de un hombre, de un asesino buscado por los recientes crímenes cometidos en la ciudad.

Con toda su atención aún fija en el papel y sus caracteres, la chica lo arrancó de la madera sin dejar de mirarlo fijamente, sintiendo un alegría desmedida crecer en su interior al ver que al fin, la búsqueda daba sus frutos y estaba cerca de él.

-Pronto saldaremos cuentas, Battousai. –Escupió aquella frase mirando fijamente el papel, para después arrugarlo con odio y tirarlo al suelo, saliendo rápidamente de aquella calle, desvaneciéndose entre las sombras nocturnas.


Gritos, furia, suplicas, indiferencia... Y sangre, desde luego mucha sangre.

Aquello era todo lo que se mezclaba en esa estrecha calle de Kyoto, mientras las estrellas centelleaban en el cielo, oscuro y calmado.

Paro en seco tras lanzar otro ataque certero al último hombre que cejaba el morir, levantándose tras varios cortes mortales.

-No puedo morir... Tengo que seguir. –Murmura aquel, poniéndose en pie mientras me giro lentamente, pensando en por qué es tan iluso o idiota, mirándole con suma frialdad mientras el militar se ponía en posición de lucha.

Otra vez el sonido de la katana cortando el viento y la carne con velocidad; Otra vez el tintineo de las gotas de sangre caer sobre la tierra.

Por fin el último asalto, no se levanta de nuevo. Envaino la katana y dejo caer la nota explicando por qué lo he hecho. No hay nada más que hacer aquí. Desaparezco del lugar como si no hubiera pasado nada, y en realidad me doy cuenta de que en mi interior todo es como si sólo hubiera muerto una mosca, no me importa, no me cuestiono lo sucedido; Sólo camino pensando en que el agua para lavarme estará helada.


Las ocho de la mañana. Esperaba que hubiesen encontrado los cuerpos antes, la verdad, pero más vale tarde que nunca, ¿no?.

Observo a la policía recogiendo pruebas, alejando a la gente de la escena, acumulándola a unos escasos metros donde yo me encuentro el último, apartado contemplando mi obra.

Se escuchan las rápidas pisadas de unas geta. Es su mujer, seguro. Puedo desde aquí, sin mirarla, percibir su ansiedad.

Efectivamente, después de dos segundos surge en la escena del crimen, tapándose la boca con las manos cuando contempla el cadáver de su marido. Comienza a llorar, cae de rodillas ante él, grita y lo abraza. No siento nada.

Segundos después veo aparecer a una niña pequeña que contempla la escena con los ojos como platos. No puede dejar de mirar a la mujer y al muerto, pero no llora, sólo contempla con una mirada penetrante y oscura. Parece que no siente nada de su alrededor, me recuerda a mí.

Continúo mirándola, ha llamado mi atención. Veo como las lágrimas empiezan a resbalar por su cara, pero no se mueve, ni habla; Sin embargo sus ojos son pozos vacíos que no puedo dejar de mirar ¿Cómo no puede reaccionar ante aquello? ¿Por qué aquellos ojos cortan como espadas?

De repente, Kenshin despertó de su sueño bañado en un sudor frío, incorporándose de golpe, quedando sentado en el futón mientras su respiración comenzaba desacelerarse.

-Es ella. –Murmuró con horror en la oscuridad del cuarto, sintiendo que los fantasmas de su pasado se le venían encima de forma irremediable.

Gracias a todo aquel que lo haya leído.