Disclaimer: Supernatural y sus personajes siguen perteneciendo a Eric Kripke. Debería compartirlos un poquito... Sólo un poquito.
Advertencia: Si buscas una trama clara y compleja, éste no es tu fic. Esto es puro porno pobremente justificado y escrito. Feliz cumpleaños de nuevo a la personita a la que está dedicado.
But I still don't understand,
Just how your love can do what no one else can.
Ellos no hacían el amor. Sólo sabían follar.
Follar. Era la única palabra que entendían en toda su extensión. La única que eran capaces de representar una y otra vez hasta el agotamiento.
Hubo una época en la que al sexo le encontraron un sentido romántico, delicado, místico.
Todo aquello había desaparecido.
Sus gemidos eran aullidos de dolor, locura, desahogo, ira y éxtasis. Sus caricias eran uñas clavadas en heridas mal cicatrizadas, invasiones bruscas en recovecos sinuosos moldeados con el paso de los años y las batallas. Sus besos eran dientes hundidos hasta los huesos, lenguas enzarzadas en disputas interminables, continuas y asfixiantes, tal y como las del día a día de sus propios dueños.
Una lucha de poder eterna, donde toda posibilidad de existencia de un ganador se deshacía en el ácido que conformaban la saliva que marcaba ambos cuerpos y los fluidos del clímax.
Una lucha donde sólo importaba quién golpeaba más duramente.
Y en ocasiones era Sam quien lo conseguía. Presionaba con una mano el cuello del rubio y el enrojecimiento de el rostro de éste hacía resaltar sus pecas. Mientras tanto, sus labios insultantemente hinchados y grandes exhalaban el poco aliento y la aún más escasa cordura que le quedaba, y el más alto sentía que no podía haber nada más delicioso que correrse dentro de su hermano contemplando aquella imagen.
Pero Dean siempre contraatacaba. Y su forma favorita de hacerlo era agarrar con violencia y por descuido al menor por la melena, benditos cabellos que le permitían manejarlo a su antojo cual marioneta, y obligarlo a tragar su virilidad hasta que sus labios chocaban con la piel de su pelvis; o sujetarlo mientras embestía hasta lo más profundo de sus entrañas como si buscara domar por la fuerza a un potro salvaje.
Enloquecidos pero inevitablemente sincronizados en ritmo, jadeos y pulso sanguíneo.
Conocedores de cada recoveco del cuerpo ajeno. Adaptables a los caprichos que el otro se permitía darse. Sádicos unos días, masoquistas otros. Tanto lloraban por un orgasmo negado como reían ante la desesperación ajena.
Era su forma de sentirse vivos, humanos, cuerdos y amados.
Provocaban que las mesas temblaran bajo su peso de la misma manera en que sus piernas lo hacían cuando bajo el agua de la ducha sentían una nalgada o una lengua adentrándose en su intimidad siempre deseosa de más; se hundían en los rincones de mil camas diferentes ahogándose en el calor de unas sábanas inútiles para ellos, y así eran felices. Felices porque tras todos esos rituales sólo había heridas físicas, no psicológicas.
Por eso cuando Dean obligaba al menor a dejarse follar de cara al cristal de la ventana del motel de turno y éste le arreaba después una bofetada por haber sido descubierto, el rubio se reía de forma limpia y sincera.
Y por eso Sam sonreía cuando el mayor lo amenazaba con meterle el puño por el culo si no paraba de protestar mientras le curaba las heridas de cualquier pelea.
Era su juego siniestro, su inmoralidad favorita teñida con cierto aire infantil.
Casi me haces vomitar de lo duro que me has follado la boca.
¿Creías que no me vengaría de tu estúpida idea del tanga, imbécil?
Oh, vamos, no finjas que no te gustó aquello.
Quizá lo hubiese disfrutado más si no lo hubieras acompañado de esa maldita correa de perro. ¿Desde cuándo te la pone dura usar esas mierdas?
Desde que empecé a tomarme en serio lo de que te encanta ser mi perra.
Y así actuaban siempre que sentían que lo necesitaban, sirviéndose de todo aquel espectáculo para opacar el dolor de su rutina y las voces que atormentaban sus cabezas. Follaban, reían, caían rendidos en la cama y entrelazaban sutilmente sus manos sabiendo que cuando el sueño pudiera con ellos, dormirían en paz antes de que volviera la tormenta de la mañana.
Gracias por leer.
