Notas:Los personajes son de Kubo y Yamamoto, MAPPA.
Para quienes no lo sepan, en el anime Josef es el entrenador de Chris y Masumi es el hombre castaño que los acompaña en el GPF.
Advertencia: Este fic contiene escenas sexuales explícitas entre adultos con adolescentes y niños, embarazo precoz, algo de violencia y muerte. Están avisados.
Para el joven de ya casi quince años todo dentro de esta casa era envuelto en un agobiante silencio aunque estuviera frente a la televisión encendida, luego de haber hecho sus labores y atormentarse con la bonita vista desde las ventanas selladas. A pesar de ya saber lo inútil que era todos los días intentaba abrir cada ventana de la casa pero estaban soldadas, inamovibles, invencibles, riéndose de él.
Su única libertad era estirar su mano a través de los barrotes, imaginando que se fundía con la brisa y flotaba fuera de la hectárea que rodeaba la propiedad e impedía que alguien de afuera lo viera o escuchara. Era como estar atrapado en una dimensión separada del mundo real, y de hecho ya casi ni recordaba cómo era la ciudad que vio una sola vez cuando lo trajeron. Sus memorias se habían trastocado en los siete años que llevaba aquí.
No sabía cuánto tiempo pasó en esa misma posición, pero cuando salió de su ensimismamiento estaban pasando una película diferente y la luz natural era escasa. Lo único que lo hacía volver a la realidad en un reflejo automático era el sonido de la única puerta de entrada y salida de su jaula, asegurada con cuatro cerrojos que abrían con cuatro llaves diferentes y que su marido siempre tenía bien guardadas.
Como perro entrenado Chris abandonó el sillón, encendió las luces y fue a recibir a su dueño mientras se alisaba el delantal blanco adornado con volantes, la única prenda que vestía a diario. La casa tenía calefacción así que el clima de afuera no le estropearía las vistas a Josef, quien había decidido que el rubio no necesitaba más ropa que esa, más que nada para su deleite personal y fácil acceso cuando tuviera ganas de actividad marital.
— Bienvenido, querido. ¿Cómo te fue?
— Uff, siempre es un embrollo negociar dinero, pero no sería yo si no supiera cómo meterle la mano en el bolsillo a la gente. —se carcajeó, poniéndose de espaldas para que Chris le quitara el saco y lo colgara pulcramente en el perchero de la entrada junto a sus abrigos.
Por un segundo los ojos esmeraldas se fijaron en la puerta entreabierta y su cuerpo tembló indeciso. Por una parte su instinto le gritaba que aprovechara y corriera lo más rápido que pudiese, que un hombre regordete y tan mayor jamás lo alcanzaría, pero entonces su cerebro le mostraba los recuerdos de la primera y única vez que lo hizo cuando tenía diez años, y como cada vez terminó agachando la mirada sumisamente para seguir actuando como una buena esposa.
De reojo Josef se había percatado de la batalla interna del chico, sonriendo complacido al ver que finalmente no hizo nada. Con el llavero de cuatro llaves colgando en su mano cerró la puerta cerrojo por cerrojo, produciendo ese ruido de encierro que acercaba a Chris un paso más al abismo de la locura.
— Pero lo mejor del día es venir a casa para verte, hermoso. —le sonrió al menor, metiendo sus dedos gordos y ásperos entre esos rizos de oro.
Para desgracia de Josef su niño estaba cada día más grande, aunque todavía podía disfrutar que la altura de Chris aún no le alcanzara los hombros y que su piel acaramelada se mantuviera tan bonita, que sus ojos siguieran grandes bajo esas pestañas de ángel y que brillaran ilusionados pero resignados. Seguiría disfrutando que aún se viera preciosamente infantil.
Se inclinó tomando la boca de Chris con la suya que era más grande y abarcaba demasiado, al igual que su lengua larga que serpenteaba en la cavidad ajena y se retorcía adentro haciéndolo derramar mucha saliva. Al separarse esos hilos transparentes colgaban entre los labios de ambos.
— Nunca puedo dejar de pensar en ti, ni un solo segundo. ¿También me extrañaste?
— Como siempre. —Christophe le sonrió con un gesto tan practicado que hasta se veía sincero— ¿Qué quieres cenar hoy? Iré a prepararlo.
Rozándole la mejilla Josef entró a la sala y se dejó caer en el sillón, cambiando la tv al canal de noticias y política. El menor lo siguió como un autómata.
— ¿Te gusta cocinar?
— Es divertido.
— Me alegra, pero hoy no será, precioso. Ya comí con unos clientes así que solo tráeme la botella y una copa.
Fue en busca de lo pedido, permitiendo que Josef le viera toda su parte trasera desnuda a través de sus gafas, y que en consecuencia una descarga eléctrica le agitara los huevos al ver ese culito sin ninguna imperfección. Chris puso la copa en la mesita de centro y abrió la botella para dejar caer el líquido color vino, que rápidamente inundó la estancia con su aroma añejo. Al recibir su copa el viejo subió los pies en la mesita para que Chris le quitara los zapatos y luego de retirarle los calcetines el chico se hincó, iniciando su ritual de masajearle los pies.
Los pies de Josef eran planos y lucían hinchados, aunque ese era su aspecto natural; las plantas y los talones estaban agrietados, tenían una pequeña pelusa de pelo cano en el empeine al igual que en cada dedo y sus uñas eran gruesas, con un aspecto casi como de costra. El hombre suspiró bebiendo de su vino sin dejar de mirar las noticias.
— Ahora chúpalos.
El rubio levantó la mirada algo contrariado por esa orden pero no obtuvo ninguna reacción de Josef, de todas formas no es como si pudiera escoger. Aspiró hondo por la boca y aguantó la respiración, lamiéndole por diferentes zonas hasta llegar a los dedos y se metió cada uno en la boca, pasando la lengua entre ellos para limpiar todo rastro de mugre. Luego siguió con el otro pie y al terminar vio la carpa que se había levantado en medio de los pantalones de Josef, no tenía que recibir ninguna orden para saber lo que tenía que hacer y entre más rápido mejor.
Gateó entre las piernas del hombre calvo para soltarle el cinturón seguido del botón de los pantalones y que su barriga fofa respirara, luego le bajó la bragueta y descubrió la ropa interior para que una enorme verga se bamboleara fuera. Todavía no estaba totalmente dura y aun así era imponente.
Christophe la sobó de arriba abajo con ambas manos, presionando de vez en cuando con su dedo en la abertura de la punta que ya soltaba líquido y facilitaba la fricción. Cuando la respiración de Josef se volvió ronca se llevó la polla a la boca y la trabajó con maestría para hacerlo terminar cuanto antes, con suerte quedaría acabado al eyacular.
Una mano grande hizo peso sobre la cabeza de Chris haciendo que bajara y bajara, hasta que el grueso órgano se dobló dentro de su garganta y los pelos ajenos le picaron dentro de las fosas nasales. El menor sabía cómo contener el vómito, aunque inevitablemente los ojos se le llenaban de lágrimas por la asfixia. Bajó más el pantalón de Josef para asomar su lengua por debajo del miembro enterrado en su boca y poder lamerle sus huevos grandes y arrugados, haciéndolo reír.
— Ya viene, bébelo todo. —jaló de los rizos del rubio para que retomara el vaivén rítmico y con un berrido empezó a soltar su semen agrio. Chris dio tragos largos y aun así el esperma no se acababa, entonces Josef sacó la polla y se masturbó con rudeza para soltar las últimas descargas en la boca abierta del muchacho— Uuhmm, muy bueno…
Christophe se limpió los restos que le resbalaron por la barbilla, tosiendo y sobándose la garganta. Por más práctica que tuviera tragar algo tan colosal resultaba difícil. El de lentes rellenó la copa y luego se palmeó el muslo para que se le montara encima con una rodilla a cada lado.
Qué ingenuo de su parte pensar que Josef se cansaría con una sola vez, parece que se volvía anciano solo por fuera.
— La casa está limpia y huele bien, se ve que trabajas duro así que también te mereces un descanso.
Un descanso para él sería no tener que tocarle más la polla en lo que le restaba de vida, pero sabía mejor que nadie que los deseos no se cumplen. Josef le dio de beber toda la copa que no era pequeña y él no se negó, no le gustaba el licor pero aceptaría cualquier cosa que le quitara el sabor a pecueca y semen rancio. Podía entender por qué a los adultos les viciaba tanto según veía en la tv; el alcohol le relajaba la mente y el cuerpo, y le hacía más llevadero el tener que darle placer a su marido hasta que se fuera a trabajar por la mañana.
— Ahora vamos a deshacernos de esto. —dejando la copa vacía a un lado Josef le soltó los nudos del delantal con una enorme sonrisa, exponiendo toda su desnudez— Perfecto.
— Aah, querido…
El mayor lo abrazó, retorciendo su lengua alrededor de cada pezoncito color rosa tostado, y esa carne tierna no tardó en ponerse dura y oscura por el estímulo. Chris notó como la polla ajena le rozaba el culo así que llevó sus manos atrás para meterse el tronco entre las nalgas y luego apretarlas, subiendo y bajando para masturbarlo como si le hiciera una rusa. Volvieron a besarse de forma arrolladora hasta que Josef no pudo aguantar más y se agarró su carne tiesa que casi echaba fuego por lo caliente que estaba, el chico levantó las caderas y se abrió las nalgas para despejarle el camino.
— Mmm, me encanta que sepas lo que tienes que hacer.
Para horror de Christophe a estas alturas su ano estaba demasiado acostumbrado. Ya no era un botoncito rugoso tan apretado que apenas cabría un alfiler, sino que se mantenía flojo con una abertura del grosor de un pulgar, tan flexible como para que Josef le metiera directamente su hambriento glande que apuntaba en la dirección indicada.
— Está tan gorda, ahh… ¡mgh!
— Eso es, engúlleme entero hasta que pueda golpear tus entrañas. Ohh… sí. —con solo empujar las paredes del rubio le absorbieron apretadamente centímetro a centímetro el resto de esa maldita erección que tantas pesadillas lo hizo vivir.
Josef no era más que otro adulto con la mente enferma, igual que todos los que había conocido y lo mantuvieron cautivo en la desgracia.
