N/A: ¡Hola! La idea de este one-shot se me ocurrió de repente. Tendrá dos capítulos aproximadamente, quizás tres. Me hizo gracia la idea en general. No se, pero imaginaros que hubiera pasado si Charlie hubiera encontrado a Bella y a Edward juntos en la habitación de esta una noche cualquiera. ¿Cómo hubiera reaccionado? Bueno, esta es mí idea… ¡Disfruten de su lectura!
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(…´/: ¡AY MÍ PADRE! :/´…)
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CAPITULO I.
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Sumary: Situado en Eclipse: Una noche como cualquier otra Edward se cuela por la ventana de la habitación de Bella y pasa la noche con ella. Bella esta disputes ha hacer lo que haga falta para que Edward cambie de opinión respeto a su decisión de no exponer su vida a altos riesgos. En pleno acto de conquista pasa algo que va ha traerles muchos problemas. ¿Por qué, qué que pasará si Charlie los ve juntos? One-shot. Lemon.
Declimer: Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer. Yo solo juego con ellos al escribir mis historias.
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Crepúsculo- página 316.
-Tus instintos humanos…- comencé. Él esperó-. Bueno, ¿me encuentras atractiva en ese sentido?
Se echó a reír y me despeinó ligeramente la melena casi seca.
-Tal vez no sea humano, pero soy un hombre- me aseguró.
Bostecé involuntariamente.
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Stephenie Meyer.
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Bella POV.
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Estaba sentada en la cocina con la mesa a rebosar de libros y cuadernos. Angela se sentaba a mí derecha y Alice nos observaba des de otro ángulo, respaldada contra la nevera. Habíamos quedado para estudiar para el examen de biología que sería la próxima semana. Alice no estaba con nosotras en aquella asignatura, aún así se había unido a nostras diciendo que a ella no le iba muy bien. Yo sabía perfectamente que no era así, pero no dije nada y dejé que viniera con nosotras. La verdad es que biología era una de mis clases favoritas. El motivo principal era que compartía asiento junto a Edward- como en la mayoría de las clases. Otro motivo era que siempre me había fascinado todo lo relacionado con las plantas y los animales. Lo único que odiaba en esa asignatura era cuando había sangre de por medio. Las últimas semanas habían sido duras. Edward se mostraba distante con migo constantemente y era más estricto con lo de mantener sus limites. Tenía que admitir que había sido culpa mía por haber insistido más de la cuenta en que hiciéramos el amor, pero es que realmente estaba desesperada por poseerlo en aquel aspecto, eso nos uniría y fortalecería como pareja. El se negaba rotundamente en hacerlo. No quería tentar a mí vida de ese modo, y yo lo intentaba una y otra vez siempre en vano. Tenía que encontrar la manera de que el cediera y hacerle cambiar de opinión, pero a esas alturas dudaba lograrlo, ya lo había intentado todas las maneras posibles. Suspiré y ante ese gesto Alice pareció divertida, por que cuando alcé la mirada estaba sonriendo.
-Bella, ¿puedes pasarme mí bolso?- preguntó Angela. Yo lo busqué con la mirada pero no lo encontré por ningún sitio. Si no recordaba mal era de color negro y con una cremallera plateada, de la marca Roxy.- Creo que me lo he olvidado en tú cuarto.- me informó después de meditarlo durante unos minutos.
-En ese caso subo y te lo traigo enseguida.- contesté mientras me reincorporaba sobre mí misma, lo que suponía un reto para mí. Caminé hacia mí habitación y encontré el objeto encima de mí cama. Ese no era el que recordaba pero tanpoco había otro, y des de luego no era mío. Lo sostuve entre mis manos y me encaminé de nuevo hacia el piso de abajo. Pasé por el umbral de la puerta y vi que las chicas habían dejado lo que estaban haciendo y conversaban animadamente.
-¿Es este?- pregunté dudosa. Ella asintió con una sonrisa en sus labios y me lo agradeció con la mirada.- ¿Es nuevo?- yo y mí curiosidad.
-Si, cortesía de Ben.- me contestó estirando su mano hacia el objeto para que yo se lo entregara con cuidado. Durante la difícil operación que llevaba acabo depositar el pequeño bolso en las manos de mí amiga, mis manos se trabaron en el acto y el bolso resbalo cayendo en el suelo y dejando todas las pertenencias de Angela al descubierto, expandidas por el suelo.
-¡Lo siento!- exclamé avergonzada por mí falta de coordinación, era una torpe sin remedio. Imaginé a Edward riéndose de mí ante lo ocurrido. De ninguna manera se lo iba a contar, pero luego pensé que de igual manera lo leería en la mente de Alice.
Me apresuré a recoger el contenido del bolso al igual que Angela que parecía nerviosa. Alice rió al ver nuestro posado y después colaboró en la faena. Lo recogimos todo rápidamente antes de que mí torpeza hiciera acto de presencia de nuevo. Con las manos nerviosas introduje lo que parecía ser el último objeto del suelo en el bolso. Era un pequeño llavero en forma de media luna de un color azul claro, que sostenía una pequeña llave. Supuse que debía de ser la llave de la residencia de los Weber's, pero no le dí mucha importancia y la introduje en el bolso. La media luna del llavero me había recordado a la cicatriz que me había hacho James hacía año y medio en el brazo. Pero al compararlo comprobé que la cicatriz poseía un peculiaridad especial, era fría y más pálida que el resto de mí piel, simétrica. Más bella en comparación al llavero metálico e imperfecto.
-Gracias.- agradeció Angela.
-¿Lo tienes todo?- preguntó Alice automáticamente. En su voz pude notar un cierto matiz de nostalgia repentina. Luego sonrió y miró a un punto fijo. Yo seguí su mirada que se dirigía debajo de la mesa, y allí vi que había una caja cuadrada multicolor, que supuestamente pertenecía a Angela.
Me agaché con sumo cuidado con miedo a darme con la cabeza contra el borde de la mesa, y alargué mí mano para llegar a coger la misteriosa caja hasta que la tuve entre mis manos. Me reincorporé y luego la curiosidad pudo con migo y eché un vistazo a la cajita en mis manos. Me quedé completamente fuera de lugar, perpleja y congelada. En la caja pude leer claramente cual era el contenido de esta con claridad. "Durex, doce preservativos de más grosor y con lubricante extra". Lo leí de nuevo sospesando las palabras una por una, y la última línea resonó en mí cabeza. "Preservativos más espesos y con lubricante extra". Era algo muy normal que Ben y Angela ya hubieran mantenido relaciones, aún así me impresionó. Al principio me quedé sin saber que hacer ni que decir, pero después reaccioné y sentí envidia y rabia. Mucha rabia. Actué con madurez y avancé hacia Angela, la cual estaba buscando lo que yo tenía con desespero. Al parecer había notado que le faltaba, y parecía muy angustiada.
-Angela.- ella se giró de inmediato.- ¿Buscas esto?- pareció reconocerlo y sus ojos se abrieron como platos.
-Si.- yo se lo entregué y no hice ningún comentario al respecto. En cambio Alice parecía divertirse bastante.- Bella…-
-Tranquila, no se lo voy a contar a nadie.- le aseguré. Era su amiga y no estaba enfadada con ella. Con quien si que estaba muy enfadada era con Edward Cullen. Se iba a acabar eso de evitarme y de mantener esos odiosos límites. En mí cabeza había comenzado a idear un plan que iba a acabar con sus limites, iba a dejarlo totalmente desarmado. Esa noche iba a poseerlo aun que se me fuera la vida en ello. Esa noche sería inparable, esa noche iba a ser mío.
-¿Alice?- preguntó Angela.
-Mis labios están sellados.- aceptó.
Luego no pusimos a estudiar y no volvimos a hablar durante toda la tarde. Yo estudié mí plan con entusiasmo y lo medité durante todo el tiempo. Angela se marchó más tarde, y con una sonrisa en los labios abandonó la casa diciendo que ya nos veríamos mañana en el instituto. "Si sigo viva", pensé a mis adentros. Alice iba a marcharse cuando la detuve y la obligué a entrar a mí cuarto. Por una única vez iba a pedirle que me aconsejara en como vestirme por una ocasión tan especial. Miré el reloj apresurada y calculé el tiempo que teníamos, suficiente para arreglarme y preparar la cena a Charlie.
-¿Alice, puedo pedirte un favor?- le pregunté con entusiasmo fingido. Ella me especuló con la mirada y comenzó a reír. Sus carcajadas sonaban en la habitación y eran parecidas a las de Emmett cuando se burlaba de mí.
-Se lo que pretendes Bella.- dijo con una sonrisa traviesa en sus labios. Yo tragué duro y recé para que aceptara mí petición. Ella siguió con la sonrisa y prosiguió.- Te voy a ayudar.- confesó animada. Yo corrí hacia ella y me abalancé envolviendo mis brazos en su cuello y colocando mis piernas alrededor de su diminuta cintura. Ella se dejó caer sobre la cama, y esta gruñó como respuesta.
-Gracias.- exclamé sin soltarla ni un momento. Ella me obligó a deshacer el abrazo y me sentó en la cama. Se dirigió hacia mí pequeño armario y lo abrió de par en par. La ropa comenzó a volar por los aires y vi como a aterrizaba en el suelo sin remedio.
Mientras Alice se dedicaba a esparcirla por toda la habitación yo la recogía y la plegaba sobre la cama. Después de sacar toda la ropa de mí armario, Alice no se dio por vencida. Comenzó a juzgar todo lo que había sobre la cama prenda por prenda. Su cara era una mueca mal disimulada, y cuando hubo inspeccionado de nuevo mí closet en busca de más prendas, al no encontrar nada, su mueca se acentuó frunciendo las cejas. Me observó por el más breve de los instantes y plegó sus finos brazos sobre su plano pecho. Sus labios perfectos se abrieron y se quedaron así por unos minutos.
-¿Bella, donde está tu ropa?- preguntó con seriedad.
-Pues hasta hace unos minutos estaba perfectamente plegada en mí armario, pero ahora está toda esparcida sobre la cama.- dije- ¿No la ves?- dije señalando la montaña de ropa a mí lado.
-Me refiero a donde está tu ropa.- me insistió.
-Y yo te repito que está aquí.- le contesté de mala gana. Su actitud había pasado de entusiasmo a decepción. Arrugó su nariz hacia atrás, como si hubiera escuchado algo que no le gustaba en absoluto. Luego se acarició la sien y se la acarició tratando de masajear y quitar las arrugas que se habían formado en ella involuntariamente. Me miró con incredibilidad y echó un vistazo a su reloj.
-Tenemos un problema muy grave.- dijo con una seriedad nunca vista. Era la primera vez que la veía tan preocupada. Me estaba preocupando cuando vi que cerraba los ojos y se concentraba. Al cabo de unos minutos los abrió de nuevo y parecía más tranquila, pero pronto, la tranquilidad fue substituida por la desesperación.
-¿Cuál es el problema?- pregunté preocupada por su expresión, perfecta como una estatua de cera.
-¡¡Bella, no tenemos material para vestirte, necesitamos ropa urgentemente!!- exclamó.- Dentro de unos minutos Charlie va ha llegar.- dijo ahora más calmada, como si se lo explicara a un niño pequeño, cuando me lo explicaba a mí.
-Pero esto tiene solución, tú siempre tienes una solución hacia los problemas de este tipo.- entonces sus ojos brillaron con intensidad y una sonrisa se formó en sus labios. Alzó la vista y me miró con el entusiasmo que hacia poco había desaparecido de su cara.
-Bella, no te muevas de aquí. Ahora vuelvo.- gritó mientras se impulsaba fuera de la ventana y salía corriendo hacia el exterior. Yo fui al baño y cuando regresé la vi sentada en el escritorio con una bolsa de plástico en sus manos. Me arrepentí de haberle pedido ayuda en aquel asunto. Me asusté al ver su cara y al comprobar que sus ojos seguían igual de iluminados.
-Aquí está la solución a tus problemas.- me dijo sacando un hermoso pijama rojo de la bolsa de plástico.
Des de luego esa debía de ser la solución a mis problemas para seducir a Edward. Aún así yo era incapaz de verme metida dentro del atuendo en cuestión. Alargué la mano y me atreví a tocarlo con la yema de los dedos. Su tacto era delicado y suave, lo que demostraba que era de seda importada. Era de un rojo oscuro y realmente parecido al color de la sangre, lo que no me desagradaba. El atuendo estaba dividido en una camisa de tirantes y un tanga a conjunto. La camisa era de tirantes finos y, en la parte que cubría los senos era transparente. Al imaginarme a mí misma llevándola puesta delante de Edward noté que mis mejillas se teñían de un vivo color escarlata. Entonces pensé que al estar cerca de el las mejillas harían un bonito conjunto con el color de las prendas que llevaría puestas.
-¿De donde lo has sacado?- pregunté aún con la mirada fija en el "pijama", si es que se podía llamar de esa manera.
-Es un secreto.- dijo dándole un cierto aire de misterio a sus palabras.- ¿Te gusta?- No sabía como responder a esa pregunta, por lo que asentí. No quería herirla y la verdad es que no estaba nada mal, pero para mí gusto era demasiado…destapado. Dejé que mi mando cayera a mí costado y clavé mí mirada al pijama de nuevo. No sabía como se lo iba a tomar Edward, pero des de luego que lo iba a dejar impresionado. Y solo quizás, mí plan iba a dar resultado.
-¿Qué te debo por esto?- pregunté después de meditarlo unos minutos. Ella frunció las cejas y me miró con incredibilidad.- Oh vamos Alice, seguro que no te ha salido gratis. Y además lo has conseguido con muy poco tiempo.- insistí.
-Bella, yo siempre tengo un haz en la manga, y este es un buen ejemplo. Tengo un closet repleto de lencería tanto femenina como masculina, por si alguna vez lo necesito. Des de luego que lo que te he dado no ha salido gratis, pero el dinero no es algo de lo que debas preocuparte. Además, me conformo con que diviertas a mí hermano. Te admiro, no se como has sido tan paciente. Suerte que al fin te has decidido a actuar.- dijo con cierta picardía. Yo me sonrojé al máximo.
-Gracias.- dije con la vista al suelo.
-Aún no he terminado con tigo. Tenemos poco tiempo y Charlie va a llegar dentro de unos minutos.- dijo más para ella.
-¡Charlie! Tengo que prepararle la cena.- lo medité y una idea acudió a mí cabeza.- Muy bien. Si no lo recuerdo mal aún queda algo del pollo de ayer en la nevera. Se lo voy a calentar y ahora mismo subo.- dije saliendo por la puerta.
-¡Date prisa, no hay tiempo!- me gritó ella caminando de allí para allá.
-¡No tardo!- dije mientras bajaba los escalones de dos en dos. Sin saber por que me sentía menos torpe. Quizás era por que estaba a punto de hacer que Edward acabara con mí vida y con la de Alice. Saqué el plato de la nevera y le eché un poco de queso por encima. Luego lo metí en el horno y lo dejé veinte minutos. Mientras se gratinaba me preparé un swanwich y me lo comí en unos minutos. Saqué el pollo del horno y Charlie llegó cuando lo servía dentro del plato.
-Hola cariño.- me saludó mientras colocaba su pistola en la mesita de la sala de estar. Yo le sonreí de la mejor manera y le saqué una cerveza de la nevera. -¿Ya te acuestas?- preguntó al ver mis claras intenciones de irme.
-Verás es que…no me encuentro demasiado bien.- me excusé. Recé por que se hubiera tragado mí pequeña mentira, me lo estaba jugando todo a una carta. El me miró preocupado y se acercó con la intención de colocar su mano sobre mí frente.
-No tienes fiebre.- comentó unos minutos después. Yo encogí las espaldas sin saber que contestar.- ¿Ya has cenado? Si estás enferma es mejor que comas algo.- comentó.
-Si, me he comido un swanwich. Pero de todos modos no tengo hambre.- le confesé. En aquellos momentos lo único que me apetecía era estar a solas con Edward. Tenía hambre de sus labios, de su piel, de sus caricias.
-Hasta mañana papá.- dije. "Hasta más tarde, cuando vengas a comprobar si estoy en mí habitación durmiendo", pensé en mis adentros.
-Buenas noches cielo, que duermas bien.- dijo tomando un sorbo de la cerveza. Mientras subía por las escaleras oí que el televisor se encendía. Perfecto, aquella noche habría partido, por lo que mí padre se acostaría más tarde. Antes de entrar en mí habitación me dirigí al baño y me di una rápida ducha. No me olvidé de lavarme los dientes. Caminé hacia mí habitación envuelta con una toalla. Alice me esperaba con cara de pocos amigos. Me arrastró hacia el tocador y comenzó a peinar mí cabello mojado. No dijo nada en el proceso, estaba muy concentrada. Vi como mí cabello se transformaba en un hermoso pero simple peinado. Definió mis rizos con espuma, y cuando yo iba a aplicarme mí perfume favorito me dijo que lo dejara así. Que para Edward yo era la mejor fragancia. Yo sonreí ante su comentario. Cerré los ojos convencida a que cuando los abriera de nueva no me reconocería en el espejo. Alice era una excelente estilista y peluquera.
-Bella, abre los ojos.- me susurró. Me quedé mirando en el espejo, y como había pensado mí reflejo actual no se parecía en nada al anterior. Sonreí y ella me devolvió la sonrisa complacida. Dejé que me maquillara con la certeza que lo haría bien y de que podía confiar en ella. Entonces llegó la hora que más había temido. La hora de probarme lo que me había traído Alice. Me lo puse casi sin mirar dejando que ella fuera la que juzgara mí aspecto.
-¿Qué tal?- pregunté con la vista fija en sus ojos.
-Edward me va a matar.- dijo con una radiante sonrisa en sus labios.
-¿Tan mal estoy?- pregunté.
-Compruébalo tu misma querida.- dijo señalando el reflejo en el espejo.
Yo obedecí y dirigí toda mí atención al frente. ¿Qué podía ser lo peor que podía encontrar? ¿A mí con un camisón de lencería fina excesivamente atrevido, y que sin embargo me quedaba fatal? No era algo a lo que debiera temer demasiado. Al fin y al cabo ya estaba acostumbrada a verme horrible. La diferencia era que quizás me hubiera acostumbrado a los constantes halagos de Edward, y que el tendría que verme con ese aspecto. Eso si que me ponía los pelos de punta. ¿Sería capaz de reírse ante mí aspecto? Edward, el chico más maravilloso, romántico y caballeroso que había conocido nunca. Edward, el vampiro que me había salvado la vida en tantas ocasiones incluso poniendo la suya y la de su familia en peligro. Edward, el amor de mí vida. "No. Tonta Bella, el sería incapaz de hacer eso", me gritó una vocecita en mí interior. Lo que si temía era al rechazo. En aquel aspecto la vocecita no me lo podía discutir. Miré mí reflejo en el espejo y no me reconocí. Alice me había transformado en una persona completamente nueva, y gracias a ella me sentía con el coraje suficiente como para enfrentarme a Edward Cullen. Ahora ya estaba preparada, con las armas sobre la mesa, dispuesta a todo. Casi sin darme cuenta toqué mí cabello castaño y con esos rizos perfectos y definidos. El vestido no me quedaba tan mal, incluso me atrevería a decir que me veía extremadamente sexy. Se moldeaba a la perfección a las curvas de mí cuerpo. Se ceñía en el lugar indicado, era como si estuviera echo a mí medida, perfecto para mí. La camisa era bastante extravagante y rara, pero a la vez me daba un aspecto muy sensual y salvaje. Se ceñía en la parte de mí pecho y luego, justo debajo, se abría y dejaba ver parte de mí vientre, dejándolo al descubierto. El tanga era una prenda diminuta y no cubría demasiado. Digamos que llevando eso puesto no dejaba demasiado a la imaginación. Alice controlaba cada gesto, cada reacción por mí parte, y parecía contenta ante el resultado obtenido. Pero la operación aún no había terminado, ahora venía la parte más importante, la vital. Seducir a Edward.
-Te ves genial, mí hermano caerá rendido a tus pies Isabella.- dijo con picardía.
-Yo no estoy tan segura, últimamente se ha mantenido muy distante con migo, quiero decir físicamente.- dije crispando las manos en un puño por la rabia.
-Pero esto se ha acabado, hoy vas a vencer. Por que hoy vas ha tomar el control, y vas a vencer. Vamos, repítelo con migo.- hico una pausa.- ¡Vas a vencer!- me animó.
-¡Voy a vencer!- exclamé con entusiasmo.
-Así me gusta. Edward no va a tardar en llegar, quiero que seas fuerte Bella. A por cierto, se me olvidaba una cosita. Dentro de la bolsa hay un albornoz a conjunto con lo que vistes. También hay algunos juguetes. Yo te aconsejo el antifaz, siempre funciona.- dijo antes de sonreír.
-Prefiero no hacer preguntas.- ella sonrió. Mientras yo me puse el albornoz sin mirar a los "juguetes", supongo que no los utilizaría, aún que nunca se sabe.- ¿Algún consejo antes de marchar?- pregunté notando el nerviosismo a flor de piel.
-Los vampiros, cuando vamos a cazar nos dejamos llevar por los instintos, nos convertimos en unos animales, unos depredadores. Con los hombres pasa lo mismo. Ya no eres la ovejita indefensa, no te dejes intimidar por el león. Déjate llevar, se salvaje y toma el control.- dijo.-A Jasper le gusta.- añadió. Consideré que aquello último sobraba.
-Vale, me convertiré en un animal sin modales.- dije.
-Así se habla chica.- dijo entre carcajadas. Se acercó a mí y me plantó un beso en la mejilla.- Suerte.- dijo antes de salir por la ventana.
-Gracias.- logré susurrar. La hora de la verdad estaba por llegar. Podía notar que Edward estaba muy cerca, mí corazón lo intuía, lo deseaba. Noté que el fuego ardía en mí cuerpo, por lo que fui al baño a refrescarme. Estaba completamente roja, incapaz de borrar asa sonrisa traviesa de mí rostro. Por que así era como me sentía. Como una niña pequeña la cual está a punto de hacer algo malo. Me lavé los dientes de nuevo y olí mí cuerpo antes de salir hacia mí habitación. Sabía que Edward ya me estaría esperando. Avergonzada, estiré el albornoz al máximo, tratando de cubrir mí cuerpo. Cogí aire y coloqué la mano en la cerradura de la puerta. "¡Se fuerte!", grité a mis adentros. Entonces entré con esa sonrisa en los labios y lo busqué con la mirada.
-¿Edward?- pregunté queriendo aparentar inocencia.
El salió de entre las sombras y se sentó en la cama. Durante unos segundos vi como el oro de sus ojos se congelaba ante mí imagen. Pero luego sus ojos volvieron a la normalidad y abrió los brazos indicándome que me sentara a su regazo. Me iluminó con una de sus sonrisas y "casi" me dejó desarmada. Pero yo ya me había concienciado para lo que venía. Era fuerte, y no iba a rendirme tan fácilmente. Corrí hacia el y me senté encima suyo. Me aferré a su camisa y apoyé mí cabeza en su pecho. Solo pude oír su respiración, solo eso. Noté como me besaba dulcemente en la cabeza y como respiraba entre mi cabello. Recorrió el revés de mí mano con la yema de los dedos, con cuidado a romperme. El, siempre tan preventivo. Su piel era fría y dura, pero al contactar con la mía producía una reacción diferente.
-Buenas noches.- susurró a mí oído. Mí piel se erizó bajo la suya.
-Buenas noches.- le contesté dulcemente. -Me encanta como hueles.- le confesé exhalando el preciado perfume de su piel. El sonrió.
-Tu perfume también es apetecible. De hecho se me hace la boca agua.- dijo con un tono de humor.
-Gracias.- susurré avergonzada. "¡Vas a vencer Isabella, se fuerte!", me grité.
-Tú sonrojo es adorable.- comentó pasando su mano por mis mejillas escarlatas. -Me he encontrado con Alice cuando venía.- dijo cambiando de tema radicalmente.
-¿A si?- pregunté abrazándolo con más fuerza.
-Si. Casi no hemos hablado, pero sin saber por que me ha bloqueado la mente. ¿Tu sabes por qué?- preguntó. La pregunta sonó como una acusación, así que decidí jugar un poco con el al juego de las preguntas no contestadas.
-¿Debería de saber el motivo?- pregunté con picardía mientras mordisqueaba su cuello.
-¿A qué juegas?- me preguntó colocando una mano en mí espalda. Yo la esquivé le besé en la comisura de sus labios.
-¿A qué juegas tú?- pregunté complacida a que mí juego funcionara.
-No me gusta este juego de preguntas, Bella.- me dijo serio. Yo sonreí d nuevo.
-¿No te gusta?- susurré en su oído. Entonces noté su fresco aliento en mí nuca y me estremecí. El lo notó y lo usó como escusa para parar lo que estaba por hacer.
-¿Tienes frío?- preguntó al notar mí temblor. Yo negué con la cabeza y me reincorporé para que me viera directamente a los ojos. El pareció extrañado ante ese gesto. Normalmente era el que se alegaba, y no yo. La verdad es que su pregunta me había sido de gran ayuda. Ahora comenzaba la acción. Comencé a desatar mí albornoz con cuidado dejando al descubierto el "pijama" de Alice. Edward se quedó con la boca abierta y con los ojos desorbitados. ¿Puede que los vampiros entrar en shock? Por que frente a mí tenía un claro ejemplo de ello. Yo aproveché su distracción y lo besé en los labios. Los moví frenéticos sobre los suyos, pero el parecía no darse cuenta, por que seguía igual de quieto, como una estatua. Me separé y le mordí el lóbulo de la oreja.
-En realidad tengo calor.- le susurré, lo que le hico reaccionar.
-Bella, esto no está bien.- dijo colocando sus manos alrededor de mis muñecas, alejándome. Era como tener unas esposas alrededor de mis manos. Por mucho que luchara por deshacerme de su agarre no lo conseguía. Respiré profundamente y dejé que me alejara a una distancia "prudente". Lo miré directamente a los ojos con malicia y me mordí los labios con deseo.
-En realidad esto es fenomenal.- repliqué con una sonrisa traviesa en mis labios. El me miró con seriedad y suspiró. Noté que sus manos aflojaban en mis muñecas. Luego me cogió entre sus brazos y me acunó como a una niña pequeña contra su pecho. Comenzó a tararear una melodía muy conocida para mis oídos humanos, mí nana. Entonces supe que pretendía dormirme, pero yo me mantuve con los ojos bien abiertos.
-¿No estas cansada? Tendrías que descansar un poco, es muy tarde.- dijo depositando un beso en mí cabeza. Yo alcé la cabeza a la altura de su cuello y comencé a besarlo, a recorrerlo de arriba a bajo. Después la miré directamente a los ojos y negué con la cabeza.
-No, no lo estoy. En realidad estoy más despierta que nunca.- dije con un tono sensual en mí voz. No sabía muy bien como hacerlo, no sabia comportarme en esa situación. Quería que el me deseara y que me reclamara, quería que me suplicara. Pero al parecer no era muy buena por que no aflojaba.
Coloqué mis anos alrededor de su rostro y me acerqué hasta unir sus labios con los míos. Noté que mí corazón latía con fuerza y como su gélida piel quemaba debajo de la mía. Recorrí sus labios con impaciencia, deseando que el se entregara a aquel beso tanto como yo lo hacia. Pero el seguía tenso, con la misma postura defensiva. Mis manos viajaron hacia su camisa y las pasé por debajo de esta, tocando su torso desnudo. El me separó bruscamente y me alargó encima de la cama. Luego se colocó junto a la puerta con la mirada seria.
-Puede que no sea una mala idea. No eres la única que puede dejarse llevar.- dijo en un susurro, pero su voz demostraba frialdad. Ese comentario me hirió. ¿A caso el no me deseaba? Entonces lo vi reflejado en sus ojos, el si que me deseaba.
-Si que lo soy- repliqué. El rió cínicamente entre dientes. Yo me levanté y me puse justo delante de el. Dejé que el albornoz cayera por mis brazos dejando parte de mí cuerpo al descubierto- la parte que no estaba cubierta. Edward me recorrió con la mirada y pude ver como crispaba sus manos en puños. Luego cogió aire y apartó la mirada bruscamente.
-No tienes ni idea, Bella. Tampoco ayuda demasiado que quieras evitar mí control.- dijo entre dientes, tenso, loco por mí. El también me deseaba, pero tenía miedo de hacerme daño, pero me deseaba. Más que a mí sangre, me deseaba por mí cuerpo, me deseaba en ese aspecto. Sonreí feliz por eso. Había terminado a que me rechazara, pero no era así.
-No me voy a disculpar por esto. Se que tu también lo deseas, ven.- me acerqué a el y comencé a besarle frenéticamente en los labios. No quería que ese momento acabara, deseaba continuar así, con sus labios unidos a los míos. El me hico retroceder y me miró directamente.
-¡No!- exclamó.- Es demasiado peligroso, comprende que no puedo dejar que eso ocurra.- dijo ahora susurrando. Ese comentario me enfadó más de lo que ya lo estaba.
-¡Estoy cansada de tus limites! ¡Escúchame tu a mí, me he puesto así solo para ti, así que ahora vamos ha hacer lo que yo diga!- exclamé. Deposité un corto beso en sus labios y lo arrastré hacia la cama. El no se negó y dejo que lo tirara encima de ella. Le sonreí, y el me miró impresionado y sin saber que hacer. Por primera vez me pareció verle nervioso. ¿Era eso posible? Sin embargo quedé complacida. Me coloqué encima suyo quedando a pocos centímetros de su boca. Antes de juntarla a la mía la reseguí con la punta de los dedos. Sus labios estaban húmedos, y en aquel momento los deseaba. Noté su bien delineado pecho contra el mío a medida que acortaba la distancia, pero cuando estaba por finalizar y encontrarme con sus labios, lo único que me encontré fue con la almohada. Gruñí histérica e impaciente.
-¿No creerás que me he rendido? ¿Verdad?- susurró justo detrás de mí, pero cuando me giré su figura había desaparecido.- Esto es un solo ejemplo de lo rápido que puede llegar a ser. Si perdiera el control con tigo me bastaría menos de un segundo para acabar con tú vida. Mí veneno es letal y te mataría al instante. ¿Comprendes? No puedo arriesgarme.- dijo. Entonces lo vi junto a la ventana, con la luz de la luna penetrando en su piel de mármol.
-No te atreves.- le reté. Quizás así lo haría actuar, si se lo proponía como un reto el orgullo podría con el. Solo tenía enojarlo un rato y luego sería todo mío.
-¿Qué estas diciendo?- preguntó en un gruñido.
-Nada que no sea cierto, solo la pura verdad. ¡Edward Cullen, tú no te atreves!- le grité disfrutando al ver la rabia reflejada en las pupilas de sus ojos. El rió amargamente.
-Sabes perfectamente que ese no es el motivo.- dijo.
-Como quieres. Pero si quieres un consejo será mejor que lo aceptes cuanto antes. Aun que si quieres seguir con la mentira es tu decisión.- le dije aguantando las ganas de reír ante la cara que se le había puesto.
-¿Me estás llamando cobarde?- preguntó entre dientes, con las manos crispadas y con la frente arrugada.
-¿Quién, yo? Por supuesto que no. ¿Edward Cullen cobarde? Y aún que así fuera yo te seguiría queriendo, así que por esto no te preocupes.- dije con nostalgia.
-¡Yo no soy un cobarde!- rugió.
-Claro que no.- le contesté con una sonrisa. Sus ojos se abrieron y entonces supe que había vencido.
Se acercó a mí muy lentamente y se me hizo eterno. Pude ver que el deseo estaba claramente en su mirada, al igual que la malicia. Se lamió la boca pasando su luenga por el lugar varias veces, y yo pude sentir que mis mejillas ardían. Ese vampiro era la comparación pura de lo que hubiera sido un dios griego. Con su pelo color bronce que le caía hasta la frente y que traía desordenado y le daba otro toque más sexy y rebelde. Sus ojos acaramelados que la hacían arder me deseo cuando me miraba seriamente; estaban enmarcados por pestañas largas y espesas como la noche. Su nariz recta y perfecta; Su boca carnosa y suave- cuando te regalaba una de sus sonrisas era algo por lo que valía la pena morir. Cuando lo hacía podía sentir mariposas revoleteando por mí estomago, y sentía un hormigueo recorriendo todo mí cuerpo. Entonces comenzó a devorar mis labios mientras me cogía por la cintura y me alzaba un poco. Yo levanté mis piernas y las enredé en su cintura, para darme un mayor agarré y profundizar el beso. El mordisqueaba mí labio inferior e introducía su lengua dentro de mí boca. Ese simple beso era capaz de transmitirme muchas sensaciones. Yo solté un gemido placer mientras el seguía explorando mí boca con destreza y sensualidad. Separó sus labios de los míos y recorrió mí cuello mientras yo exhalaba el aire que me faltaba. Empezó a besarlo, acariciarlo y a lamerlo.
-Ahora verás de lo que soy capaz, preciosa.- susurró. Mí cuerpo se estremeció por completo y no pude evitar el gemido que salió de mí boca al notar sus manos viajando por mí piel.
Puso sus manos en mis piernas y comenzó a acariciarlas con sigilo. Pude notar que aún con la excitación por parte de ambos el se contenía y me trataba como si tuviera una frágil muñeca de porcelana entre sus manos. Empezando su cruel tortura, noté que masajeaba uno de mis senos mientras yo me recargaba en el, sintiendo que el placer que me proporcionaban sus caricias llegaba y inundaba todas las células de mí cuerpo. Me apreté más contra el y sentí ganas de gritar, pero no podía hacerlo. Una de sus manos se acercó a mí parte más intima. Primero acariciaba despacio y luego más fuerte, más fuerte y más rápido. Con una mano en mí seno y otra en mí entrepierna me proporcionó placer. Callo todos los jadeos que iban saliendo de mí boca con sus labios. Cansada me separé de su cuerpo y lo miré a los ojos, inundados por el deseo y la lujuria. Me tomó entre sus brazos y me depositó encima de la cama. Se clocó encima de mí y continuó su labor besando mis labios de nuevo. Me sentí muy humana, cansada. Aún así aún no estaba saciada, aún sentía mucha hambre por Edward. Lo necesitaba como a una droga, era imprescindible para mí supervivencia. Poco después se levantó un poco y desbotonó su camisa. Loca por el placer me separé un poco más y le quité los pantalones dejándolo en los boxers. Acaricié su torso desudo, su espala suave y fría como el hielo. Noté que su aliento impactaba contra mí piel y me gustaba mucho, lo disfrutaba. Tomé el control y me volteé dejándolo debajo de mí. Era la primera vez que nos encontrábamos en esa situación: el con unos simples boxers cubriendo su cuerpo y yo completamente fuera de control. Nos besamos como si de eso dependieran nuestras vidas, en su caso de su existencia. Cada segundo pegada a sus labios me resultaba un exquisito placer que no podía desperdiciar. En cada beso dejábamos un pequeño rastro de nuestra respiración por cada espacio disponible que podíamos obtener. La cantidad de adrenalina que en aquel momento corría por mis venas tenía parte de la culpa. El olor de su cabello me recordó a la primera vez que lo vi, en el comedor del instituto, sentado en la mesa junto a sus hermanos, tan misterioso y perfecto. Crucé mí mirada con la suya por un segundo, solo uno, y en ese momento supe que en algún punto de nuestras vida nos pertenecíamos. Lamió mí cuello lentamente, provocando un disfrute y un delirio que me incitaba a morder su hombro y saborearlo lentamente. Como a un delicioso manjar.
Pude observar maravillada cada detalle de su cuerpo mientras se levantaba lentamente para deshacerse de mí molesto traje. Lamí mis labios instintivamente mientras mí torpe mirada subía hasta la suya. El me observaba como si fuera una maravilla y totalmente suya. Yo, sin poder evitarlo, me encogí debajo de el y rocé mí pierna con su miembro; el se sobresaltó y suspiró aún con su boca abierta por el placer. Se acercó a mí de nuevo y pude sentir el calor de su aliento hasta mí garganta y me sentí segura de que iba a pasar. Esa noche, Edward Cullen iba a ser mío. Completamente mío. Justo en aquel momento pasó algo que nos dejó helados tanto a mí como a Edward. Charlie acababa de entrar en la habitación y nos estaba mirando con espanto. "¡Ay mí padre", grité a mis adentros. ¿Y ahora que iba a pasar?
CONTINUARÁ…
N/A: ¿Qué les ha parecido? ¿Cómo reaccionará Charlie? Bueno, si les ha gustado coméntenme y déjenme sus teorías, estoy abierta a cualquier sugerencia, así que no duden. Muchas gracias por entrar y leer chicas, se agradece mucho. Besos y abrazos.
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Rcullen.95.
