Capítulo 1
Nadja serró el diario de su madre, era la enésima vez que lo leía y aunque sabía la historia que contenía, por mucho que se esforzara no comprendía el alemán. Quizá alguna que otra palabra que se repetía en varias páginas. Su madre se lo había leído incontables veces y le había ayudado a aprender el idioma, pero aun así sentía la gran barrera lingüística que le impedía entenderlo.
No podía dormirse y no era por los sonoros ronquidos que Kennosuke que le llegaban de la litera de arriba, estaba nerviosa.
Después de reencontrarse con su madre, había tomado la decisión de volver junto a la compañía Dandelyon, por mucho que quisiera a su familia biológica, había vivido demasiado con sus compañeros de espectáculo como para dejarles en la estacada. Sin embargo, otro asunto pesaba sobre la conciencia de Nadja: el orfanato Applefield, que también había sido su hogar desde que tenía memoria.
Así pues, muy a su pesar había vuelto al orfanato para asegurarse de que todo iba bien, aún recordaba el incendio que le sacó de allí. Se sentía en deuda con aquel lugar y con los niños que cada día llegaban a sus puertas.
Tampoco había sido tanto tiempo, cinco años, tan sólo cinco años. En los que, el primero logró convencer al líder, George Haskill, de que se quedaran con ella en el orfanato. Estuvo bien no tener que cambiar de sitio cada dos semanas durante un tiempo. Pero en cuanto se cumplió el plazo de un año, volvieron a sus viajes.
Esta vez tomaron un rumbo diferente, a Estados unidos, concretamente. Fue toda una experiencia el conocer todos aquellos sitios. Muy diferentes a las ciudades europeas demasiado barrocas o demasiado góticas.
Aquellos cinco años le habían hecho cambiar a Nadja, ya no era una niña, como reflejaba su aspecto físico. La redondez de su rostro desapareció dando paso a unos rasgos suaves y sofisticados. Su pelo había crecido hasta la altura de sus codos, le parecía precioso pero en cuanto hacía un poco de calor resultaba bastante molesto. De ahí que lo llevara casi siempre en una trenza, una coleta o un moño. Sus pechos habían crecido hasta un tamaño un poco más grande que la media, no exageradamente grandes, pero estaba claro que llamaba la atención. Su cuerpo recto de niña ahora se estrechaba en la cintura y redondeaba las caderas. Podría decirse que lo único que no había cambiado de ella eran sus grandes y brillantes ojos azules.
Pero no solo su exterior había cambiado, sino también su carácter. A sus dieciocho años, Nadja era mucho más decidida, ya sabía lo que era trabajar como artista ambulante: duro, cansado, constante. Pero aun así le gustaba. «Lo que uno quiere, algo le cuesta» esas palabras le habían acompañado esos últimos cinco años. Puede que fuera la distancia o el tiempo lo que le hubiera hecho madurar sus ideas, pero cada día estaba más segura de lo que quería para sí misma.
Kennosuke se removió en la litera y dejó colgando un brazo fuera de ella al ponerse de lado.
«Al menos algunos sí que pueden dormir» Pensó e inmediatamente apareció una sonrisa en sus labios.
Pero la semioscuridad del cuarto duró poco. Lentamente la puerta se abrió y la pequeña y arrugada abuelita asomó la cabeza.
̶ Chicos, despertad.̶ Aunque para querer que se despertaran lo dijo en un tono demasiado bajo.̶ Ya estamos entrando en París.
El corazón de Nadja dio un vuelco, en París. Aunque hacía casi una semana que habían desembarcado en Londres, no se había sentido tan emocionada hasta que abandonó la isla y pisó el continente. Lo que más le ilusionaba era volver a ver a su madre, con la que había mantenido correspondencia. Al contrario que con Keith y Francis, lo había intentado, había empezado miles de cartas que planeaba mandarles. Pero, por otro lado no le parecía justo. No podía darles esperanzas a ninguno de los dos antes de tomar su decisión. Y justo en su segundo año en Estado Unidos lo vio claro, no podía elegir a ninguno de los dos. Por mucho que le doliese a ella, no podía hacerles eso. Así que cortó toda comunicación y esperó que ellos hubieran rehecho su vida. ¿Quién iba a esperar a una niña como ella?
Nadja se levantó de la cama y buscó su vestido rojo de manga corta y cuello barco que apenas llegaba a sus rodillas. Con el cuello blanco y una cinta gruesa también alta a la altura de su cintura. Se vistió en la oscuridad mientras Kennosuke seguía durmiendo.
«¡Da gusto oírle roncar!» pensó aguantándose la risa.
Buscó con las manos sus botas marrones por debajo de la rodilla y se las ató con dos lazos de cordones marrones.
Al levantarse, se acercó a la litera de Kennosuke para despertarle como ella solía hacer. Se acercó a su rostro con cautela, sin hacer ningún ruido y le acarició el tabique nasal con el dedo. Él apretó los parpados molesto y aún dormido. Nadja soltó una risita baja y entonces con el dedo pulgar e índice, le pinzó la nariz. Kennosuke se removió inquieto por la falta de aire y finalmente se despertó.
̶ ¡Nadja! ̶ Se quejó adormilado, apoyado con una sola mano sobre el colchón y con la otra rascándose la cabeza.
Él también había cambiado mucho, era más alto que ella, musculoso, se había dejado el pelo largo y una atractiva barba de tres días. La misma barba que utilizaba para molestarla. Se acercaba y se rascaba contra su mejilla hasta que ella le apartaba de un manotazo.
̶ ¡Arriba bello durmiente! ̶ Dijo ella mientras salía a la zona de mandos de la caravana con una risa cantarina.
A los mandos, el líder guiaba el vehículo ya por las calles de París, el bullicio de las calles, el olor de las pastelerías recién abiertas. El sol anaranjado subiendo por el cielo parisino. Nadja estaba eufórica por volver, le parecía que había pasado mucho más tiempo.
...
El líquido ambarino brillaba al fondo del vaso y no podía creer lo que estaba a punto de hacer. Sentado a la mesa de madera de un bar que parecía que no cerrara nuca, y no porque hubiera pasado allí toda la noche, no, eso ya se acabó, sino que en la semana que llevaba en la capital francesa siempre había visto el local abierto y le había llamado la atención.
Por eso había citado a su hermano en aquel local, lleno de humo y gente animada a aquellas horas. Nadie repararía en ellos.
La puerta se abrió y entró un joven alto, rubio, sus angelicales ojos azules iban a provocar que le echaran del local. Como siempre, su hermano Francis dando la nota. Vestido con un tres pieza muy elegante, blanco marfil, con chaleco azul y corbata a juego.
«Dios, casi me hace sentir sucio» Pensó con la mirada fija en él.
Keith iba con unos pantalones negros, su habitual camisa blanca con los dos primeros botones desabrochados y una chaqueta de lino marrón claro.
Francis localizó a su hermano en seguida y camino hasta la mesa en donde estaba. Al sentarse frente a él le dedicó una mirada tajante tras ver el contenido de su vaso.
̶ ¿Whisky? Son las once de la mañana.
̶ Lo sé. ̶ Contestó Keith, no iba a entrar en aquel asunto.
Cuando Nadja y él se separaron tenía muy claro que iba a pasar algún tiempo sin comunicarse con ella. Ella necesitaba pensar y él desaparecer. Nadie se creería que "por casualidad" el otro hijo de los Harcourt había vuelto justo cuando desapareció Rosa Negra. Pero la espera se hizo demasiado larga, la ausencia de noticias de Nadja le hizo temer que ya no volvería a verla. Comenzó a pasar las noches en vela, esperando alguna carta suya, alguna señal. Él le había enviado cartas al orfanato meses después de que cada uno se fuera por su lado, pero nunca fueron respondidas. Comenzó a frecuentar bares a altas horas de la noche y a salir de ellos de madrugada. Durante casi tres meses su único compañero fue el whisky.
Pero su hermano le encontró y le obligó a dejar todo aquello. Se acabaron los bares después de las dos de la mañana. Sin embargo pronto se acercaba el quinto aniversario de su despedida de la pequeña y frágil rubita, y eso le había más vulnerable.
̶ Se lo que piensas y no hay un solo día en el que no la recuerde.̶ Dijo Francis con un tono melancólico en su voz. ̶ Pero tengo que pensar que todo esto lo hace por una razón, porque piensa que es bueno para ella… o bueno para nosotros.
Keith apretó los dientes cuando su recuerdo fugaz pasó por su mente y le dio un trago al whisky. Todavía era demasiado doloroso.
Francis respiró hondo, para él tampoco había sido nada fácil. Con su padre presionando para que se casara. Tratando de convencerle de que su hermano estaba vivo y "quería", más bien le convenía, volver a la familia. Y con todo esto, Nadja no daba señales de vida.
̶ Bueno, he hablado con papá.
Keith intentó evitar la sonrisa sarcástica que le producía el tono de su hermano al decir "papá".
̶ Por fin parece que está totalmente de acuerdo con que vuelvas. Así que… ̶ Francis se detuvo al ver que su hermano no le escuchaba.̶ Keith esto es importante.
Trató de llamar su atención pero su hermano no podía apartar la vista de la única ventana del local.
̶ Hay niños corriendo por la calle…̶ Un rayo de esperanza cruzó su mente y con rapidez sacó tres francos de su bolsillo y los dejó sobre la mesa antes de salir del local.
̶ ¡Keith! ̶ Lo llamó su hermano, pero al ver que no le hacía caso no le quedó otra que seguirle.
...
̶ ¡Y ahora, para el deleite de nuestro querido público, presentamos a la mejor bailarina de la compañía! ¡Un ángel caído del cielo! ¡Tiene la gracia de un cisne! ̶ Gritaba el líder desde el escenario. ̶ ¡La asombrosa Nadja!
«Este hombre cada día exagera más» pensó Nadja desde detrás del escenario. Con gran agilidad salió al escenario con su atuendo de ballet de cisne blanco y espero a que comenzara a sonar la música para bailar.
Francis llego a la carrera tras su hermano que se había detenido en seco a admirar a aquella joven rubia que bailaba en el escenario. Casi se le sale el corazón del pecho al reconocerla ¡estaba preciosa! Con su pelo perfectamente recogido en un moño, los movimientos gráciles de su coreografía. Nadja había cambiado, había crecido, se había hecho más hermosa y eso a Francis ya le parecía casi imposible.
La música cesó y Nadja adoptó su pose final mientras el público la cubría de aplausos. Tras unos segundos totalmente quieta, deshizo su posición y se inclinó ante su público en señal de agradecimiento. Fue entonces cuando distinguió dos figuras que le eran familiares.
Su mirada fue a parar a Francis y luego a Keith. ¿Qué hacían ellos dos allí? ¿Juntos en la misma cuidad? Nadja notó como se le encogía el estómago a causa del vértigo y se apresuró a salir del escenario mientras el líder presentaba el siguiente número.
̶ ¿Qué sucede? ̶ Le preguntó Sylvie preocupada al ver como Nadja se dirigía a la parte trasera de la caravana.
Notaba que le faltaba el aire, que le costaba respirar. Pero debía mantenerse tranquila.
̶ Nadja ¿qué pasa? ̶ Volvió a preguntar Sylvie que la había seguido.
Nadja daba vueltas en círculos pensando en qué hacer, con las manos deshaciéndose el perfecto moño que le recogía el pelo.
̶ ¿Nadja? ̶ sonó una voz dulce y masculina.
Al darse la vuelta, les vio. Francis perfectamente vestido con aquella cara de alegría inesperada. Eso era lo que le gustaba de él, que fuera tan puro en emociones. Y Keith a su lado, con el desorden tan característico de él, pero que resaltaba su belleza. Aunque esperó verle con una media sonrisa, o que ni siquiera la mirara. Pero lo que se encontró fueron unos ojos anhelantes, la mandíbula apretada, parecía enfadado y no le faltaban razones.
Ella no sabía que hacer sentía su cuerpo paralizado, su mirada iba de Keith a Francis y de Francis a Keith a una velocidad que incluso llegaría a marearla.
Sylvie la miró de reojo sin saber muy bien si quedarse o marcharse, había vivido las dudas de la chica durante aquellos cinco años y como se había convencido así misma de que lo mejor era decirles a ambos que siguieran con sus vidas. Sin embargo, ahora, tan de repente parecía que Nadja iba a romperse en mil pedacitos.
̶ ¿Podemos hablar? ̶ Volvió a sonar la cariñosa voz de Francis. Esa voz que la llenaba de un reconfortante calor.
«No me hagáis esto.» Pensó para sí, pero también sabía que ellos necesitaban una explicación.
̶ Yo… ̶ Comenzó Sylvie sin saber muy bien que decir. ̶ Estaré dentro por si me necesitas.
Nadja pudo ver como Keith seguía a Sylvie con la mirada, una mirada desafiante y llena de rabia. Notó como un escalofrío recorría su espalda. Francis iba a ser benévolo con ella pero Keith…
Keith no iba a andarse con delicadezas.
Francis esperó a que Sylvie entrara de nuevo en la caravana para volver a hablar. Se le veía nervioso y feliz, seguramente, si no estuviera su hermano ya la estaría abrazando y cubriendo de besos, preguntándole por qué lo hizo pero respetando su decisión, hablaría con ella, le diría todo lo que siente… y eso solo haría las cosas más difíciles.
̶ Has…crecido. ̶ Para el desconcierto de Nadja esas fueron sus primeras palabras.
De forma nerviosa ella se cruzó de brazos sobre el pecho, de pronto le parecía que el traje de bailarina revelaba demasiado.
̶ Si… ̶ Dijo ella con un hilillo de voz.
Francis cambio el peso de su cuerpo al pie contrario moviendo los dedos de forma ligera y algo nervioso.
̶ ¿Por…Por qué no escribiste? ̶ Francis fue directo al grano mientras su hermano guardaba silencio un paso tras él.
«¿Por qué no hablas? ¡Di algo! ¿O es que ya no te importo?» Pensó ella «No, no, Nadja esto es justamente lo que quieres, que cada cual siga con su vida.» se trató de convencer. Iba a decirles algo que ellos seguramente ya se figuraban por su comportamiento durante los últimos años y aun así estaba nerviosa.
̶ Esto no va a funcionar. ̶ Comenzó a hablar, tenía un discurso preparado y memorizado para aquel momento, pero su cerebro había decidido borrarlo y dejarla allí con todas las emociones a flor de piel.
Francis abrió mucho los ojos de repente ¿Acaso no se lo esperaba? Al contrario que Keith que seguía como había llegado.
̶ Esto solo nos hace daño, a los tres. ̶ Nadja tuvo que morderse el interior de las mejillas para contener los nervios. ̶ Fue una decisión muy egoísta por mi parte el haceros esperar y no quiero que sigáis haciéndolo. A partir de ahora, si nos vemos será en calidad de amigos, nada más.
