» Disclaimer: Naruto y todos sus personajes son propiedad de Masashi Kishimoto. Sin embargo, Nuestro lugar soleado me pertenece, y se prohíbe su reproducción total o parcial. La imagen de portada fue encontrada en internet y su uso es sin fines lucrativos. Ha sido modificada para la historia.
» Clasificación: +15 años. Por lenguaje fuerte.
» Pareja: Hyuga Hinata y Hatake Kakashi.
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Primera parte
» La primera vez que se vieron y compartieron la soledad «
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La Cuarta Guerra había terminado hacía un buen tiempo, casi medio año. Sin embargo, las secuelas de la misma aún permanecían latentes. Las reconstrucciones continuaban y muchos aún lloraban la pérdida de sus seres queridos. Era una contradicción entre la felicidad por la paz y la tristeza hacia los que ya no estarían. Era como si nadie quisiera terminar con aquel hilo invisible que ataba a Konoha con el pasado. Un pasado que apenas se iba dejando atrás en realidad.
Por otro lado, los nuevos tratados, las futuras alianzas y demás asuntos políticos eran temas de los que el País del Fuego no se quedaba fuera. Había muchas cosas que debían volver a establecerse y, por esa misma razón, la oficina de la Hokage se había convertido en el lugar menos deseado, por cualquier Ninja, para visitar. Hasta los Anbus preferían no aparecerse por allí si no era extremadamente necesario. ¿La razón? La Quinta parecía estar del peor humor jamás visto. Hasta posiblemente esa descripción se quedaba corta. Y quizás, solo quizás, esa sería la causa del porqué Hatake Kakashi se encontraba caminando a paso calmado, hacia el despacho de la Quinta, por los tejados de la aldea.
Llevaba dos meses fuera de la villa. La misión Anbu que se le había encomendado le había acarreado más tiempo del planeado. Varias veces, durante la misión, se había replanteado que quizás volver a su puesto Anbu no había sido la mejor idea. Estaba pensando seriamente en hablar con Tsunade-sama y pedirle, sin usar un tono muy imperativo, su restitución como Jounin. Aunque, no estaba muy seguro de querer tocar el tema. Sobre todo por las palabras de la Sannin aquella vez...
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—Kakashi, necesito de tus habilidades entre los Anbu. Hubo muchas bajas y tenemos demasiados novatos—dijo con determinación mientras enrollaba el pergamino.
—¿Qué pasa con mi nuevo equipo? —preguntó él intentando mostrar un leve rechazo ante aquel puesto que le ofrecía la rubia.
Los ojos de Tsunade se clavaron en el rostro masculino con una clara expresión de molestia. Kakashi suspiró mentalmente. Si, había sido mala idea siquiera pretender negarse.
—Es una orden—espetó entonces la Quinta.
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No se sentía viejo, ni nada por el estilo, pero ya no se veía para los cometidos de un Anbu. Se podía decir que se había encariñado de alguna forma de su trabajo como maestro. ¡Hasta se había puesto ansioso imaginando como serían sus nuevos alumnos! Y había pensado en llevar acabo alguna nueva travesía. Una más calmada de la que había tenido con el antiguo Equipo 7, obviamente.
—¡Kakashi-sensei!
El grito de su nombre hizo detener sus pasos. Sonrió tras la máscara sin poder evitarlo. Él nunca cambiaría. Ni siquiera después de tanto tiempo y de tantas cosas. A pesar de que era de conocimiento común que nadie, sin excepción, salvo la Hokage, podía saber la identidad de un Anbu, Naruto lo reconocía fácilmente. Y se daba el lujo de gritar su nombre. Menos mal que no caminaba por la calle, entre los aldeanos.
Alzó su mano izquierda a modo de saludo sin emitir palabra alguna.
—Hace tiempo que no lo veía.—La típica sonrisa zorruna apareció en el rostro del Uzumaki—. La vieja Tsunade me dijo que estaba ocupado lejos de la aldea. No puedo imaginar el motivo con esta paz que hay ahora.
Kakashi solo se encogió de hombros sin saber que responder. Bueno, la realidad era que no podía compartir la información. Era un asunto confidencial y temas delicados de los que solo la Hokage era conocedora.
—Olvido que con esa máscara de Anbu se convierte en otra persona—comentó entonces el rubio.
El Kopi Ninja se rascó la nuca. Eso era cierto. Tras su máscara Anbu él dejaba de ser Hatake Kakashi y se convertía en alguien sin nombre dispuesto a todo por su aldea.
—¿Desde cuándo ha regresado a ese puesto? —preguntó Naruto con sorpresa, como dándose cuenta recién del atuendo que llevaba el hombre.
Kakashi pensó que su ex-alumno podía ser muy despistado cuando quería. Y no supo si reír o hacerle alguna broma con respecto a ello.
—Poco más de dos meses—contestó finalmente.
Naruto pestañó una vez y luego otra. Parecía estar procesando el hecho de que su antiguo maestro volvía a ser un asesino, espía y rastreador de élite trabajando en secreto.
—Hokage-sama me espera—dijo entonces Hatake rompiendo el silencio.
—Oh, sí.—Naruto sonrió otra vez—. Yo iba de camino a Ichiraku Ramen. Sakura-chan y el teme me están esperando, quedamos de comer juntos.
Entonces, Kakashi recordó que no había tenido oportunidad de entablar una conversación seria con Sasuke después finalizada la guerra. Por alguna extraña razón, nunca encontraba la oportunidad de hacerlo y los días iban pasando, obligándolo a postergar su charla. Y cuando por fin había decidido no dejar pasar más tiempo, la Quinta lo había enviado a su misión. ¿Sería esa una señal de que no era tiempo aún de hablar con el último Uchiha? No estaba seguro. Pero por el momento no intentaría forzar la situación. Que se diera por si sola si fuese el caso.
—¡Ah! ¡Sakura-chan va a regañarme por llegar tarde!
El grito de Naruto, mientras corría, provocó que soltara una risa. Definitivamente, había cosas que nunca cambiarían. Como que la alumna de la última Sannin, a pesar de ser la novia del salvador y una de las mejores ninja médico de Konoha, siguiera sermoneando y golpeando a Naruto como si aún fueran niños pequeños.
Justo en ese instante, un mal presentimiento se apoderó de él. Estaba llegando tarde. La Hokage seguramente ya estaría enterada de su llegada y se encontraría esperándolo impacientemente. Las novedades que traía eran sin duda importantes. Sin perder más tiempo desapareció en una nube de humo justo para asomarse en una de las ventanas del despacho de la Hokage. Estaba por saludar a la Quinta, como lo haría él comúnmente, cuando la presencia de alguien más se lo impidió.
Sus ojos se posaron en la pequeña figura femenina que sujetaba unos papeles contra su pecho y hablaba pausadamente con la líder del País del Fuego. Su cabello azulino colgaba en una trenza sobre su hombro izquierdo mientras el flequillo ocultaba su mirada. La desconocida llevaba una camiseta lila debajo de un abrigo blanco, el cual hacía juego con una mini falda del mismo color. Sus esbeltas piernas se encontraban enfundadas en unas medias color negro transparente, que por encima llevaban unas botas ninja que le llegaban por debajo de las rodillas.
Tragó saliva al sentir su corazón cambiar de ritmo. Esa sensación que lo envolvía era una que hacía mucho no lo sacudía.
Atracción.
¿Quién era esa mujer? Necesitaba saberlo. Con urgencia.
—¿Los Hyuga han dejado de molestarte?
La pregunta de la Hokage lo despertó de sus pensamientos.
—Si.—La suave respuesta de la joven le llamó la atención. Se le hacía muy familiar su voz—. Creo que mi pa… Digo, Hiashi-sama, por fin entendió que una simple cocinera no vale la pena.
La vio sonreír, una dulce sonrisa surcaba el rostro femenino. De reojo notó a Tsunade asentir como estando de acuerdo con aquellas palabras.
—Cualquier inconveniente que tengas me avisas. En el trabajo y en lo personal, ¿de acuerdo?
Ante lo dicho por la Quinta ella alzó la mirada y Kakashi pensó que su acelerado corazón dejaba de latir. Imposible, fue lo primero que cruzó por sus pensamientos. Esos ojos opalinos solo podía pertenecer a una persona... ¿Esa era Hyuga Hinata?
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Hinata dejó escapar un fuerte suspiro cuando cerró la puerta del despacho tras de sí y se alejaba por el pasillo. Hacía poco más de mes y medio, desde que se marchó de la mansión Hyuga, que la Hokage la llamaba en ciertas ocasiones para hablar. Ella entendía perfectamente que Tsunade-sama lo hacía con la mejor intención, no obstante, ya no quería ir allí para responder las mismas preguntas con las mismas respuestas. Se encontraba estupenda, tanto física como mentalmente. Si, admitía que las dos primeras semanas se había convertido en un ente que lloraba cada vez que podía, y también aceptaba que gracias a la Quinta ella había podido seguir adelante, pero estaba cansada de aquello. Ya no quería ver en los ojos de Tsunade lástima.
Ella estaba bien. Estaba saliendo adelante.
Ya no le importaba que hubiera sido desterrada del clan y que su padre le gritara que jamás se sentiría orgulloso. Que la culpara de la muerte de Neji o que admitiera que Hanabi lo era todo para él en realidad.
Dolería siempre, si. Sin embargo, lo había superado y deseaba que los que la rodeaban se dieran cuenta también. Porque solo de esa forma podrían dejar de mirarla como si se fuera a romper de un momento a otro, como si ella fuera una frágil muñeca de cristal.
—Hinata.
—¡Hinata-chan!
Despertó de sus pensamientos cuando se encontró con Shino y Kiba caminando hacia ella. Sonrió y apresuró el paso para darles alcance. Empero el can del joven Inuzuka se le adelantó tirándose encima.
La Hyuga rió suavemente.
—Hola, Akamaru. Yo también te extrañé. —Saludó Hinata al compañero extra que había tenido el Equipo 8 desde los inicios—. ¿Cómo les fue en su misión? —interrogó a los dos chicos cuando estuvieron frente a ella.
Kiba se encogió de hombros.
—Aburrida—contestó—. Creo que no habrá emoción por un tiempo.
—Pero eso significa que hay paz, ¿no? —Hinata comentó mientras acariciaba la cabeza de Akamaru—. Bueno, eso es lo que pienso.
—Estoy de acuerdo—aseguró Shino afirmando con la cabeza.
Kiba se cruzó de brazos y resopló.
—Me hacen sentir como si fuera un despiadado que solo le gusta pelear. —Tres pares de ojos se posaron en él—. Ok, si me gusta, pero no por eso deseo que volvamos a estar en guerra.
—Lo sabemos, Kiba-kun.—Hinata sonrió.
—¿Has estado bien?
La pregunta de Shino la tomó por sorpresa y notó como los ojos de Kiba se posaban en ella esperando, entre paciente y ansioso, su respuesta.
Se encogió de hombros y se concentró en acariciar a Akamaru como distracción y al mismo tiempo un salvavidas para no quebrar.
Sonrió.
—Supongo que sí. He dejado de llorar. —Escuchó como Kiba soltaba un gruñido y su sonrisa se acentuó—. Estoy bien—aseguró.
—¿Te gusta tu nuevo trabajo?
—Me encanta, Shino-kun—murmuró con emoción—. Encontrar aquel piso con un pequeño local abajo fue lo mejor que me pudo pasar.
Sus amigos sonrieron en respuesta. Estaba segura que habían notado ese brillo especial, que Ino-chan le había dicho en más de una ocasión, que se presentaba en su mirada cada vez que cocinaba y terminaba alguno de sus pasteles para aquellas clientas habituales que comenzaba a tener.
—Nos alegramos por ti. Aunque tu lugar siempre estará disponible para cuando quieras volver.
Las palabras de Kiba la hicieron sobresaltar. Haber dejado al Equipo 8, a sus amigos, sin alguna razón, era algo que Kiba no aceptaba y, aunque no lo dijera, Shino se encontraba en la misma situación.
Se sentía terrible por eso, demasiado, pero le era imposible confesarles la verdad. Simplemente, no podía. Bastante había tenido con el desprecio de su propio progenitor. No quería ver lástima en los ojos de sus dos mejores amigos. De sus hermanos. No lo deseaba y tampoco estaba lista para ese disparo. Más aún cuando recién comenzaba a reconstruir su vida.
Porque su existencia como kunoichi había terminado. Esa era la cruda realidad.
—Lo sé…—respondió en un susurro ahogado—. Lamento mucho todo, yo…
—Te entendemos. —Shino interrumpió sus palabras—. Y siempre seremos un equipo, no importa qué. Tu lugar no será ocupado por nadie.
Sonrió. Una lenta y genuina sonrisa apareció en su rostro y tanto Kiba como Shino lo hicieron con ella. Akamaru ladró estando de acuerdo. Por primera vez, en varias semanas, Hinata se sintió feliz desde el fondo de su alma.
—Debemos ir a presentarnos ante Hokage-sama.
Las palabras de Shino provocaron un escalofrío en Kiba y Hinata no pudo más que soltar una suave risa cuando el joven Inuzuka le gritó algo como que les comprara flores para visitarlos en el hospital al mismo tiempo que ambos muchachos se alejaban a grandes saltos por los tejados.
A su parecer, muchos exageraban con respeto a Tsunade-sama. Si, podía ser que estuviera de un humor peor de lo normal, pero era entendible. Al menos así lo creía Hinata. Porque ella misma había notado el trabajo en exceso que sobrecargaba los días de la Sannin. No eran solo responsabilidades de la reconstrucción de la aldea, de reagrupar y organizar a los nuevos y antiguos ninjas de Konoha, sino también sobre aquellos temas relacionados con las demás aldeas y tratados. Sin duda, era algo estresante toda aquella situación por la que pasaba el Hokage.
Suspiró y se encaminó hacia la tienda Flores Yamanaka. Ese día también hacía su visita especial y no podía llegar sin su ramo de lirios amarillos. Ese ramillete de flores se había convertido en una especie de tradición en cada encuentro. Su significado lo expresaba todo sin necesidad de palabras.
Lealtad.
Tras la breve estadía en la florería, Hinata se enteró que el Equipo 10 había salido de misión hacía apenas dos días y que Ino prometía pasar por su casa apenas regresara.
Que Ino Yamanaka se hubiera vuelto una gran amiga suya era algo que había sorprendido a muchos, sobre todo a ella misma. Sin embargo, agradecía a Kami por esa amistad. Nunca se hubiera imaginado que el encuentro en Amaguriama, aquella tarde hacía un mes atrás, donde Ino la había cruzado e invitado a desahogarse al verla tan triste, desencadenaría el acercamiento entre ambas.
Sonrió y observó el azul cielo mientras caminaba a destino.
—Hace un hermoso día—comentó sin perder la sonrisa. Su mirada entonces descendió sobre el gran monumento frente ella—. ¿No lo crees así, Neji-niisan?
Depositó el ramo de lirios justo frente a la Piedra de los Héroes y se arrodilló para rezar. Siempre hacía una oración de agradecimiento por permitir que Neji hubiera sido reconocido como el héroe de Konoha que era. Sentía orgullo y una enorme paz ver el nombre de su primo tallado en esa piedra.
—Así que, eras tú quien deja los lirios.
Hinata se sobresaltó ante aquellas palabras y se puso de pie de golpe.
—¿Kakashi-sensei?
—Yo, Hinata-chan—saludó el Kopi Ninja.
—Buenas tardes…—murmuró ella avergonzada. No sabía la razón pero la repentina aparición del Jounin la ponía un poco nerviosa.
—Siempre que he venido a saludar a un viejo amigo encontraba las flores—comentó él colocando las manos en los bolsillos de su pantalón y observando el monumento fijamente—. Sentía curiosidad de saber quién era la persona que las traía. Esa lealtad tan genuina.
Hinata no supo cómo pero estaba segura que él sonreía por debajo de su máscara sin siquiera verlo.
—Me alegra saber que eras tú esa persona—agregó entonces.
La joven Hyuga sintió sus mejillas arder y percibió que un sonrojo indiscutible cubría su rostro por completo.
Aún así lo observó directamente a los ojos.
—¿Por qué? —inquirió tan bajo que temió no haber sido escuchada.
—¿La verdad? —Él la observó de reojo y ella intentó no hiperventilar de los nervios—. No lo sé, pero así mismo es como lo siento.
Y Hinata no supo que contestar. Solo pudo percibir su corazón acelerarse con fuerza y retumbar en su pecho. No sabía la razón, pero esas simples palabras habían calado profundo en ella. Tan profundo que eso la aterraba. Hacía tiempo que no se sentía igual. O mejor dicho, nunca había sentido algo como aquello.
Esas extrañas sensaciones que la cubrían junto al Hatake eran imposibles de describir.
Así que, sin saber que más hacer o que contestar, simplemente sonrió y observó como el cielo se teñía de rojo bañando la Piedra de los Héroes en fuego.
El silencio que los rodeaba era tranquilo, cálido y reconfortante. Tanto Hinata como Kakashi concebían la idea de que estar así, juntos, en compañía del otro, era lo correcto.
Era como si aquello que les faltaba a su alma se hubiera hecho presente en ese momento. Junto aquel atardecer rojizo.
Era como si ambos se hubieran visto por primera vez.
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3 Semanas después
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El cartel de cerrado ya estaba colgado en la puerta, pero ella aún se encontraba en la pequeña cocina del local preparando los últimos pasteles para el día siguiente. Sonrió, sintiéndose en tranquilidad, mientras batía con suavidad la mezcla del bizcochuelo. Aunque le encantaba el bullicio de la tienda cuando se llenaba de clientes por la mañana o las visitas de sus clientas habituales por la tarde, no podía negar que quedarse un rato más en aquel silencio le reconfortaba a lo grande. Era como si en ese rato de soledad ella pudiera recopilar las sensaciones del día y guardarlas bien profundo en su corazón para no olvidarlas nunca.
Aspiró hondo al mismo tiempo que cerraba los ojos y luego, tras un largo suspiro, otra sonrisa surcó su rostro.
—Esto es paz…—susurró feliz.
Así mismo es como se sentía. Feliz. Porque tenía un trabajo que le encantaba, amigos fieles que seguían a su lado y llevaba una vida tranquila. Podía haber perdido el contacto con su hermana y su padre, haber sido despreciada por su propio Clan, pero había aprendido a atesorar las cosas buenas que seguían rodeándola. Había decidido seguir adelante, como siempre, porque ese era también su camino ninja. Continuar andando a pesar de los tropiezos. Como así mismo le había enseñado Naruto sin proponérselo.
Sintió sus ojos humedecerse sin poder evitarlo. Podía haber sobrevivido a la guerra, superado demasiadas dificultades, pero había una sola cosa por la que su corazón aún sangraba en silencio. Era por una sola persona que su alma aún lloraba.
Uzumaki Naruto.
Parecía ayer cuando, días después de finalizara la Cuarta Guerra, el portador del Nueve Colas se le había acercado a la salida del hospital para hablar con ella.
Sabía que era por su culpa, pero no había sido su intención verlos. Era lo menos que hubiera deseado, empero así había sucedido. Los había encontrado justo cuando se daban un suave y casto beso al salir de la habitación donde Naruto se encontraba hospitalizado. Al parecer, le habían dado el alta y Sakura lo estaba ayudando a caminar para irse a casa.
Cerró los ojos recordando ese momento. La espátula que usaba para batir cayó dentro del recipiente hundiéndose lentamente en la mezcla. Si, tenía ese día grabado en su memoria como una película.
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Iba a dar media vuelta sin hacerse notar. Quería desaparecer y fingir que jamás se había encontrado con aquella escena. Reprimió un sollozo y, girando sobre sus pies dispuesta a irse, apretujó el pote de ramen instantáneo contra su pecho. El regalo que le había traído.
El primer pedazo de su corazón cayó allí mismo.
¡Que tonta había sido! Y no era culpa de él, sino de ella. De ella por hacerse ilusiones falsas, de pensar que su primer amor iba a hacer correspondido. De mantener aquella esperanza. Se arrepentía tanto. Tenía que haber supuesto que Naruto nunca se rendía y no perdía una batalla. Era más que sabido que Sakura terminaría correspondiéndolo.
¡Estúpida! ¡Estúpida!
Comenzó a caminar con más prisa. Debía alejarse, correr lejos, para estar sola y lamer sus propias heridas. Pero entonces, su plan tambaleó.
—¡Hinata-chan!
La voz de Kiba la hizo detener abruptamente. ¿Por qué le pasaba eso a ella? ¿Por qué? ¿Era mucho pedir estar sola? ¿Pasar desapercibida como era la mayoría del tiempo?
Sonrió. Se forzó a sonreír a su amigo y espero quieta en su sitio a que él se acercara. Cualquier movimiento, cualquier cosa que hiciera, detonaría la bomba del llanto. Estaba completamente segura.
—Hola, Kiba-kun…
El susurro estrangulado que pasó por su garganta la dejó en evidencia. Lo supo al instante en que Kiba posó sus ojos más allá de ella y lo vio apretar la mandíbula. Se había dado cuenta de su patético y por fin desengaño amoroso.
—¿Estás bien?
La pregunta la descolocó. ¿De verdad le preguntaba algo así en ese momento? Y al instante supo que solo su amigo lo haría. Porque Kiba era así. Soltaba lo primero que se le venía a la mente y no pudo reprochárselo.
Asintió.
—¿V-vamos…?—tartamudeó. Hacía bastante que no lo hacía. Al menos delante de sus amigos.
Quería irse, y cuanto antes.
—¿Hinata-chan? ¿Kiba?
La joven Hyuga tembló ante el llamado del rubio y presionó con más fuerza el paquete que sostenía. Su compañero la observó y pasó un brazo alrededor de sus hombros para reconfortarla.
—Ey—Inuzuka alzó la mano que tenía libre a modo de saludo, pero no se movió—, ¿te dan el alta?
—¡Si! ¡Por fin! ¡Ya me aburría allí dentro, de veras! —exclamó con emoción.
Y Hinata se alegró. No pudo evitarlo, se alegró por la felicidad de él y se repudió a sí misma. ¿Dónde quedaba su orgullo? ¿Dónde estaba aquel orgullo que los Hyuga tanto se jactaban en demostrar? En ningún lado. Porque ella simplemente nunca lo había tenido. Nunca había sido una Hyuga realmente. Pero Hinata… Hinata si tenía su propio orgullo y era lo que al menos quería guardar intacto.
Otra parte de su corazón se rompió.
Se volteó suavemente, entre el brazo que Kiba aún tenía sobre ella, y sonrió a la pareja.
—Me alegro por ti, Naruto-kun…
Su voz salió suave y tranquila, como si por dentro no se estuviera desgarrando.
Se acercó despacio a ellos y extendió el pote de ramen hacia el rubio. Sonrió. Una sonrisa llena de dolor, pero sincera floreció en su rostro cuando él tomó el regalo en sus manos.
—Espero que te recuperes pronto—murmuró tras una reverencia—. Hasta luego, Sakura-san…
Y con la misma tranquilidad que se acercó, se alejó. Pasó de largo junto a Kiba y se encaminó a la salida. Empero no había dado tres pasos fuera del hospital cuando la voz del Héroe de Konoha le impidió huir de su presencia.
—¡Hinata-chan! ¡Espera!
No quería, ni podía. No tenía la fuerza para enfrentarlo.
—Voy atrasada, lo siento… Naruto-kun…—Se giró lo suficiente para que verlo y no ser maleducada al contestar.
Al parecer, había corrido tras ella, sin importarle las heridas o lo que eso acarreaba.
—Tengo que hablar contigo, Hinata-chan…
Su rostro mostraba aflicción absoluta.
Dudó unos instantes ante aquella confesión. Sin embargo, asintió y esperó que él volviera a hablar. Mientras lo hacía, frotó sus manos con total nerviosismo y observó la copa de los árboles como si fueran de los más interesantes.
—Te debo una respuesta—dijo momentos después.
—No hace falta…—murmuró sin mirarlo—. Sé cual es…
Sin escuchar otra cosa más, se marchó. Bastante tenía con la escena que había visto. Escucharlo de los propios labios de él sería desgarrador. Podía ser inmadura esa acción pero no le importaba. Porque lo que quedaba de su corazón se quebró por completo allí mismo.
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Dejando atrás esa escena de su pasado, enfocó la mirada de nuevo sobre el recipiente con la mezcla aún sin terminar y notó como una solitaria lágrima se deslizaba por su mejilla para aterrizar sobre la mesada.
Definitivamente, había heridas que terminaban en cicatrices permanentes. Solo rogaba que en algún momento dejaran de sangrar.
Suspiró y se limpió la mejilla con el dorso de su mano. Era mejor dejar de pensar en eso. Tenía que olvidarlo de alguna manera.
En ese instante, sus ojos se posaron en el reloj que colgaba de la pared.
—¡Oh! —exclamó al ver la hora.
Sin darse cuenta, viajando a los recuerdos, se le había pasado el resto de la tarde. No iba a llegar a horario, aún tenía que pasar por la florería a buscar los lirios, y…
Detuvo sus pensamientos abruptamente. ¿De verdad estaba tomando esos encuentros como citas? Era una locura. Él ni siquiera la miraría como algo más que una conocida o una alumna. Pero, ¿por qué sentía que los encuentros ya no eran casualidad? En la primera semana, cuando se habían encontrado las dos veces, supuso que era así mismo, casualidad. No obstante, en la siguiente semana, y en la que siguió a esa, el encuentro también había ocurrido. Entonces, no supo en qué momento surgió, empero el deseo de verlo allí, cada vez que iba a visitar a Neji, floreció en su pecho.
¿Cómo era posible? Jamás habían cruzado más que las palabras necesarias. Solo habían compartido alguna que otra misión y el haber luchado en la misma guerra. Ni siquiera hablaban más de unas cuantas frases cuando se veían en esos nuevos encuentros. Sin embargo, ahí estaba esa sensación, ese extraño sentimiento que la invadía. Esa sacudida de que era lo correcto, que era lo que ella y su corazón necesitaban.
Aún no lo comprendía, pero no iba a ponerse a analizar algo que le hacía bien. Al menos, por el momento no. Porque él con su silenciosa compañía le hacía bien.
Tapó la mezcla con un film para cocina, colgó su delantal en el perchero de la pared y salió corriendo por la puerta trasera del local.
Quizás aún estaba a tiempo de toparlo.
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Cuando cruzó la entrada de la aldea, después de regresar de la última misión que le llevó dos días, lo primero que hizo fue encaminarse hacia el monumento. Ni siquiera había pensando en reportarse con la Hokage o lo que provocaría su desvío hacia la torre. Porque lo único que tenía en su mente era llegar hasta la Piedra de los Héroes y ver a Hinata allí, esperándolo de pie, con los lirios amarillos en mano. Tenía esa imagen grabada en su mente. Y era puramente literal, porque la primera vez que la había encontrado, había levantado su banda de ninja, destapando su ojo izquierdo, y lo había grabado con el Sharingan.
No obstante, pensar que ella lo esperaba parecía bastante irreal a decir verdad. Ellos no eran nada, ni siquiera amigos. Él no era más que un líder que había tenido en ciertas misiones y un compañero de batalla en la guerra. No eran más que dos conocidos que frecuentaban el mismo lugar para visitar a un ser querido.
Y tampoco iba a mentir en decir que no iba allí buscándola. Quizás, la primera semana había sido casualidad, pero después de la segunda vez ya no pudo evitar aparecerse para verla. Era algo que en su interior, que su oscuro corazón, le pedía a gritos. ¿La razón? Aún no estaba seguro. Sospechaba que era curiosidad mezclada con atracción. Porque sí, eso era otra cosa que no podía negar, sentía una explosiva atracción por Hinata Hyuga.
Y cada vez que lo pensaba sentía cierta repulsión acompañando al otro sentimiento. ¿Cómo era posible que le atrajera una joven a la que le llevaba 15 años de diferencia? Entonces, cuando lo analizaba, encontraba una sola respuesta. Podía haber todos esos años de por medio, pero Hinata ya no era una joven niña, era una joven mujer de 17 años que dentro de unos cuantos meses cumpliría la mayoría de edad.
Y la edad era lo de menos en realidad si de por medio había sentimientos verdaderos.
—Buenas tardes…
Salió de sus pensamientos y volteó ligeramente para observarla.
Su pecho subía y bajaba como buscando aire con desespero. Tenía las mejillas sonrojadas y, como de costumbre, llevaba entre sus brazos un ramo de lirios amarillos.
Sonrió. Una lenta y sincera sonrisa surcó en su rostro por debajo de la máscara Anbu, aprovechando que ella no podía notarlo.
—Buenas, Hinata-chan—saludó sin moverse.
La vio sonreír levemente mientras se inclinaba a cambiar el ramo de lirios y rezaba una corta oración como lo hacía comúnmente.
La observó en silencio todo el tiempo. No sabía que decir o hacer, mucho menos al verla llegar allí, corriendo con desespero, como si hubiera deseado encontrarlo aún en ese lugar. ¿Desearía verlo, como él a ella?
—¿Acaba de regresar?
Por una milésima de segundo, se asombró. Ella nunca había iniciado una conversación. Más bien solo respondía a las preguntas tontas que él hacía solo para escuchar su melodiosa voz que lo llenaba de paz.
—Sí. Estuve fuera tres días.
Hinata asintió sin emitir comentario alguno. No quería parecer entrometida y que él portara su uniforme Anbu no ayudaba tampoco.
—¿Cómo se… encuentra? —inquirió al fin.
—Bien—contestó Kakashi metiendo las manos en los bolsillos—. ¿Cómo va la tienda?
Notó como Hinata volteaba a mirarlo sorprendida unos segundos. ¿Se sorprendía que él supiera sobre ella? Al parecer sí.
—Bien. Me gusta cocinar… Sobre todo cosas dulces—respondió instantes después. Sus ojos miraban fijo la piedra y Kakashi estaba seguro que ella observaba el nombre de Neji—. Agradezco mucho a Tsunade-sama por darme esta oportunidad. Tengo un lugar donde dormir y un trabajo que me encanta. Clientas adorables y días tranquilos.
Él no pudo evitar resaltar en su mente que ella había dicho un lugar donde dormir y no un hogar… Algo se oprimió en su pecho. Aunque pareciera tonto había una gran diferencia de significados en esas dos oraciones. Él mismo lo sabía en carne propia. Porque él aún no tenía un lugar al que llamar hogar.
—La Hokage es una gran persona—atinó a decir.
—Lo sé…
Entonces, Kakashi notó que ella jugaba con un mechón de su cabello y fruncía los labios nerviosa.
—¿Estás bien? —indagó preocupado girando sobre sí mismo para verla mejor.
—Es que… —Se mordió el labio inferior. Aspiró hondo varias veces y luego habló pausadamente—: Ahora mismo, me intimida… un poco su porte.
Kakashi pestañó varias veces al mismo tiempo que procesaba las palabras de la joven y luego sucedió algo que él, ni Hinata, hubieran imagino que pasaría alguna vez.
Hatake Kakashi, el Kopy Ninja, estaba riendo con sinceridad. Con aquella risa que brota desde lo profundo del alma y explota a través del corazón.
Entonces, ella no pudo evitar sonreír al escucharlo. Una enorme sonrisa se dibujó por completo en su rostro y sintió las mejillas arder con intensidad ante lo que aquello provocaba en su herido corazón.
—Perdona, Hinata-chan—dijo a la vez que tomaba el mismo mechón de cabello que, momentos antes, ella sujetaba. Lo tomó entre sus dedos y lo acarició—. La próxima vez prometo no vestir el traje.
Hinata inclinó suavemente el rostro buscando el tacto de la mano de él. Kakashi acarició su mejilla con infinita ternura y suavidad.
Ella volvió a sonreir y él le devolvió la sonrisa, aunque Hinata no pudiera verlo.
Y fue allí. En ese instante. En que ambos entendieron que si seguían caminando a través de la soledad, ya no lo harían solos, sino en compañía.
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» Notas de la autora: ¡Hola! ¿Cómo están? Aquí estoy retomando la historia pausada, pero no olvidada de mis queridos Hinata y Kakashi. Como verán, ahora se llama Nuestro lugar soleado y contendrá alrededor de 5 partes y un epílogo. La tengo casi terminada. Las diferencias con Mi lugar soleado (descanse en paz) son pocas. Una por ejemplo es que aquí Hinata no es maestra sino tiene una tienda de repostería. Luego verán alguno que otro cambio de líneas y conversaciones.
Espero que aún así, disfruten de ésta historia y le den una oportunidad.
» Extras: Aquí dejo algunos datos para tener en cuenta de la historia.
—Hinata tiene 17 años y Kakashi 32 años.
—Nuestro lugar soleado se ubica después de la cuarta guerra y antes de lo que sería The Last.
—Si bien la historia se centra en la relación de Hinata y Kakashi se verá un poco de acción, porque además hay que explicar el porqué de la baja de Hinata como Ninja.
—Aunque parezca acelerado todo, como la historia será corta se deja ver que pasan días o semanas en la misma.
Si tienen alguna duda o consulta para entender Nuestro lugar soleado no duden en dejarme un inbox o comenario.
¡Nos vemos en la próxima actualización!
Gracias por leer.
Hatake Mary
