Prológo
– ¡Corran!
Severus cargaba a un asustado Draco sujetado a su cuello. Narcisa lo seguía, con Lucius a su espalada, lanzando hechizos a sus atacantes.
– ¿A dónde carajo vamos, Snape?- Grito Lucius, quitándose a un encapuchado de encima.
– Devon
Narcisa no sabía que pasaba. Meses antes su esposo había llegado asustado a Malfoy Manor y, sin decir nada, agarró una maleta dirigiéndose al sótano. Decidió no seguirlo, sabía que no debía hacerlo. Tiempo después subió con la maleta llena y cerrada. No preguntó. Confiaba en su marido. Sabía que si algo malo estaba pasando, Lucius la protegería a ella y, sobretodo, a Draco; pero era en este momento en el que arrepentía por no haber preguntado. Al menos sabría de quienes huían.
– ¿Devon? ¿Quieres explicarte?
– Campamento. America. Translador.
Aparecerse en Devon no era una opción. Draco solo tenía 7 años. Narcisa, embarazada. Pero estaban en medio de un bosque alejado de toda civilización, muggle o mágica. Tenían que arriesgarse. Se escondieron detrás de un gran árbol, todos sujetando a Snape.
– Listos. –No espero contestación.
Nunca antes se habría alegrado tanto de ver a un Weasley, pero en ese momento incluso una pequeña pelirroja de 5 años era bien recibida; hasta que recordó quienes lo seguían.
– Niña, vuelve con tus padres y ocúltense en un lugar seguro. –dijo Lucius mientras se alejaba de le daba la espalda a la niña
– ¿Por qué? ¿Quién es usted? –contesto la niña frunciendo el señor.
– Mira, mocosa. No tengo tiempo, y si lo tuviera, no lo desperdiciaría contigo. Solo ve.
Ginny obedeció. No porque ese alto señor la intimidara, sino por que vio al niño sangrado de la nariz, asustado, con los ojos abiertos, esperado que el desastre empezara. La Weasley salió corriendo directo a la Madriguera.
Severus ya se había alejado cuando el matrimonio Malfoy se dio cuenta. El pequeño lloraba en su hombro. Se suponía que ese sería un gran día. Era su cumpleaños. Siete años no se cumplen todos los días, pero su padre tenía otros planes. Un día antes le dijo que estaba por convertirse en todo un hombre, por lo tanto debía a empezar a comportase como uno. Era una sangre pura. Miembro de una de las familias más importantes del mundo mágico. Lo que Draco no sabía era que, para convertirse en un hombre, tenía que pasar todo eso. El solo quería seguir siendo un niño. Con escobas y Quidditch.
Llegaron a una la cima de una alta colina. Ahí, los esperaba una llanta vieja y gastada. Snape bajo al niño.
– Hasta aquí llego yo. Un encargado en Nueva York los espera en el punto de reunión.
– ¡No, van a explicarme los dos que está pasando, en este momento! –Narcisa no era una persona particularmente paciente.
– No hay tiempo. Es hora de que se vayan. –Snape miro a Lucius. –Salúdalo por mí.
– Mantente vivo. Cuídalos, Severus. –dijo Lucius mientras lo abrazaba.
Esa fue la última noche que hubo noticias de los Malfoy. El profeta hablo del hecho por meses. La familia había desaparecido de Malfoy Manor la noche del cumpleaños número siete de su primogénito. La mansión era un desastre. Pero no faltaba nada de valor. Parecía un secuestro. Tal vez los motifagos estaban molestos. Tal vez, habían huido antes de que la mansión explotara…
Por eso sorprendió a todos cuando, el 1° de septiembre la familia entro al andén 9 ¾ como si el mundo les perteneciera. Impecables. Como si nada hubiera pasado. Con su hijo crecido, listo para iniciar su estadía en Hogwarts.
