Disclaimer: Ansatsu Kyoushitsu y sus personajes son propiedad de Yusei Matsui.
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Oficina del Ministerio de Defensa de Japón. 20 de marzo
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―¿Y bien?
―Revisé los documentos que trajiste, y al parecer todo está perfecto…, a excepción de una cosa ―dijo mientras posaba su mano sobre una carpeta amarilla en su escritorio.
Karasuma permaneció impertérrito, observando desde su sitio al hombre frente a él. Sabía a qué se refería con "una cosa" y que probablemente dificultaría un poco su cometido.
―No puedo contratar a un extranjero así como así. Y más con una visa próxima a vencer. En situaciones normales, debió renovar hace mínimo tres meses, pero dado que era una emergencia creo que tampoco hubiera funcionado.
Habló con voz firme el jefe de Karasuma. Era verdad todo lo que decía, el tipo no era un déspota o un malvado que rechazara un favor a uno de sus mejores agentes, es más, hasta había tenido la osadía de pedírselo personalmente, sin sofisterías ni nada, y él había correspondido de la mejor manera. Ellos llevaban varios años de conocerse y existía cierta confianza, en materia de trabajo por supuesto.
El jefe sabía que siempre podía contar con Karasuma para cualquier misión que pareciera imposible, y él, al ser totalmente dedicado y eficiente en su puesto de trabajo, podría pedir indemnizaciones en cualquier momento, pero no lo hacía. Por eso, le había parecido extraño cuando llegó de la nada con documentos personales de una mujer que, al revisar su identificación, la reconoció como una asesina contratada hace un año atrás.
Karasuma agachó la mirada, algo dentro de él se removía, pero no mostraba ningún cambio de expresión o signo de intranquilidad a su interlocutor. Analizando la situación, pensó en la única opción que le quedaba, pero que no creyó tener que develar.
―¿Está seguro? ¿No podría haber una excepción? ―intentó una última vez―. Ella sirvió al gobierno y fue un factor clave en la eliminación del objetivo que amenazaba la tierra.
―Sí, y estoy consciente de ello ―dijo―. Verás, el problema es que ella no puede residir aquí y empezar a trabajar de un día para otro. Como la visa proporcionada por el gobierno vencerá en un mes, tendrá que irse por aunque sea seis meses, y realizar el trámite en su propio país; eso o ingresar a Japón nuevamente con visa de turista. Después, y tomando en cuenta lo que dices, reconsideraremos esta oferta para ver si su incorporación puede resultar útil; pero, aún con esas facilidades, no puedo garantizarte nada. Al no ser ella japonesa, no posee los mismos beneficios, y no sería justo para los otros empleados.
―Pero…―rayos, debería decirlo, pero no sabía cómo―, de acuerdo, yo entiendo lo que me está diciendo, y… ¿si yo le dijera que de ahora en adelante ella debe, obligatoriamente, quedarse en Japón?
―¿A qué te refieres? ―el mayor se recargó en su silla y, tomando una mejor postura, escuchó con atención el argumento de Karasuma.
―Ella… se convertirá en mi esposa.
―¿Qué? ―la pregunta salió abruptamente de su boca.
—Ella será mi esposa.
—Qué.
Al parecer había oído bien, pero no podía creerlo. ¿Karasuma? ¿ÉL? ¿Casado? ¡Y vaya con quién! No se le habría ocurrido ni por un segundo. Sí que lo había tomado por sorpresa.
Karasuma suspiró debido a la cara de shock que tenía su acompañante.
―Nos vamos a casar, y mi plan es llevarla a vivir conmigo a partir de abril. Por lo tanto, creo que mi petición ahora es inapelable. ―habló firme y muy seguro de sí mismo.
El señor seguía impactado. La verdad no se lo esperaba, pero tampoco le parecía tan extraño. La mujer era preciosa y habían convivido casi por un año. Lo normal sería que terminaran teniendo una relación, o como mínimo una aventura. Pero nunca imaginó que llegarían al matrimonio.
―¿La embarazaste? ―otra pregunta salió disparada.
―¿¡Qué!? ¡No!
―Oh, bueno… entonces debo decir que me sorprendes, Karasuma. Serás de los pocos empleados en el Ministerio que se casan antes de los 30.
El jefe rio, y la cara de Karasuma ardía. ¿Cómo podría pensar que él embarazó a Irina? ¿Y que se casaban solo por eso? ¡Por Dios! Como si no lo conociera.
―Y ahora, reconsiderando la situación y tomando en cuenta su futuro matrimonio contigo, ella obtendrá derechos que aumentan un 80 % que pueda laborar para el gobierno de este país.
―¿Qué pasa con el otro 20 %?
―Oh, ella ya tenía el 10 % con tu recomendación.
El ex maestro frunció el ceño ¿solo un 10 %?
―Solo debo revisar su curriculum, hablaré con alguien y listo, no te preocupes. ―el mayor le sonrió a Karasuma, como estando feliz por la noticia que acababa de recibir y, quizá, porque obtendrían un buen integrante que reforzaría las fuerzas de defensa japonesas.
―Pero, ella era una asesina a sueldo, ¿dónde obtener un curriculum?
―Mmmm, entonces bastará con demostrar su repertorio de habilidades. Recuerdo que escuché rumores de que era experta en técnicas de seducción e infiltración, lo que la hace candidata perfecta para el Departamento de Inteligencia.
―Sí, es lo que yo también había pensado.
―Con una carta del asesino Lovro será suficiente. ¿Ya que él era su jefe, no? Solo necesitamos su recomendación.
―Sí. ―Karasuma suspiró satisfecho, al final sí fue fácil. Pero aun así llevaba un amargo sabor de boca―. Una cosa más, Inteligencia no investigará su pasado ¿cierto? ―preguntó con cautela, solo para asegurarse.
―Sabes que no.
―Entonces, con eso esclarecido, me retiro. Muchas gracias por su atención.
―De nada, hubiera sido más sencillo si hubieras dicho todo desde el principio.
―Era algo que quería mantener en privado ―dijo con el cuerpo algo tenso.
―Te comprendo, no cualquiera se atreve a casarse con una extranjera. Y, con todo respeto hacia ti, una tan hermosa como lo es ella. Tienes buenos gustos Karasuma. ―su jefe le guiñó un ojo y se rio con eso último. Él no se perturbó, pues tampoco le molestó ni se le hizo raro que halagaran a Irina, ella estaría encantada de eso. Aunque él por ser su futuro esposo ¿no debería molestarle? No quiso pensar en ello ni en sus futuras responsabilidades de casado, por ahora.
―Gracias por su comprensión. Hasta mañana ―caminó en dirección a la puerta.
―Karasuma ―le llamó de nuevo, él volteó―. ¿Cuándo es la boda?
Sintiéndose irritado, salió de la oficina sin decir una palabra más.
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