N/A: El fic se supone sucede al final de la temporada 11, pero NO contiene ningún spoiler, ni nada de relevancia sobre la temporada, así que siéntanse libres de leerlo.
Espero que lo disfruten.
~Stand By Me~
Prólogo
Había terminado. Todo había terminado y el aire parecía flotar más ligero.
Dean arrojó una cerveza a Sam quién leía un libro en la biblioteca, el menor la atrapó en el aire y se la agradeció su hermano con una sonrisa. El rubio continuó su camino hacia la cochera para husmear uno de esos autos que tenían allí apiñados y a los que nunca tuvo tiempo para echarles un vistazo.
Estaban decididos a no dejar el búnker, a recibir llamadas de algunos cazadores y a ayudar con información a quienes pudiesen como lo había hecho Bobby. Pero los días de perseguir monstruos, de detener catástrofes y causarlas, se habían terminado.
Dean tomó un sorbo de su cerveza, de pie ante el Impala. Por fin sintió que no tenía ese horrible peso sobre los hombros, que podía tomar ese auto, conducir al pueblo para hacer compras, o quizá algún día conducir unas cuantas horas hasta una playa.
Sonrió sin darse cuenta que lo hacía al escuchar un batir de alas a sus espaldas.
El apocalipsis había pasado, así mismo todo el problema con el cielo y el infierno y también el embrollo que tuvieron con la Oscuridad. Dean había dejado la marca de Caín atrás, y así mismo sus ojos negros.
Volteó, sabiendo que nada de eso hubiera sido posible, consciente de que todo sería un auténtico caos, de no ser por él.
-Hola, Dean.
El rubio observó de pies a cabeza a aquel ángel de cabellos oscuros, ojos azules y gabardina. Repasó las facciones de su rostro, pero no respondió.
-¿Ocurre algo? –inquirió Cas, ladeando la cabeza tras la larga mirada de Dean.
Castiel había sacrificado su lugar en el cielo, sus alas, su cordura, todo, por ellos –pensó Dean.
-No. No ocurre nada, Cas –Dean dejó su cerveza en el suelo y se aproximó hacia el ángel.
Antes de que Castiel pudiera darse cuenta los labios del rubio devoraban los suyos. Tardó un poco en acoplarse a la sensación de las manos de Dean en sus caderas, y otro tanto en responder al beso. Pero una vez lo consiguió apretó el cuerpo de Dean, de su humano, contra su recipiente como deseando fundir gracia y alma.
Se separaron con los labios cosquilleando y las respiraciones agitadas. Castiel esbozó una sonrisa y Dean se sintió ruborizar.
Después de haber solucionado todo el lío de la Oscuridad, embriagados por la sensación de alivio una vez Dean volvió a tener a Cas cerca no lo dudó un instante. No le importó quién los estuviese mirando, lo tomó por las solapas de esa gabardina y le plantó un beso. Su primer beso.
Había estado deseando hacerlo por tanto tiempo, pero siempre habían demasiados problemas, demasiadas dudas. Una vez habían estado en peligro de verlo perecer todo, Dean había comprendido que si amaba a Cas, no podía continuar esperando. Lo había besado y el ángel, aunque conmocionado, no había tardado en responder, algo nervioso, bastante torpe, y casi temblando de emoción.
-¿Así que eres gay por Cas? –había preguntado Sam, después de haberlos visto besarse descaradamente.
-No –respondió Dean, tajante.
-Lo besaste, Dean. Si eso no es ser gay…
-Cierra la boca.
-Idiota.
-Perra.
Y esa había sido toda la discusión. Después de ello Cas había dicho que tenía que ir a hacer un par de cosas, y a las pocas horas de que los hermanos Winchester estuviesen de vuelta en el búnker, el ángel había aparecido.
-¿Así que… se quedarán en el búnker? –inquirió Castiel con un toque de duda, escrutando los ojos verdes de Dean.
-Eso parece –el rubio se inclinó un poco más hacia Cas, pero el ángel retrocedió.
-¿Y todo esto, en qué nos convierte? –preguntó el ángel, frunciendo el entrecejo. Una parte de él sabía que Dean estaba siendo sincero, otra parte temía ser sólo otra parte de su colección de relaciones pasajeras.
-¿Quieres que te lo diga? –respondió Dean, su voz más profunda de lo normal. Aprisionó a Castiel por los hombros y después deslizó sus manos hasta los antebrazos del ángel. Sentía un nudo en la garganta al hablar de sentimientos pero si Cas quería que le dijese algo bonito, lo haría, por él.
Castiel negó con la cabeza y ésta vez fue él quien tomó la iniciativa al besarlo, al entreabrir la boca dejando que la lengua de Dean se colara presionando sobre la suya en ese beso húmedo, al atraer a Dean por la cintura mientras las manos de éste se colaban bajo su gabardina, acariciando.
El beso fue roto, pero la distancia continuó inexistente entre sus cuerpos. Con las respiraciones agitadas Dean comenzó a colar las manos bajo la camisa de Cas, y el ángel sólo atinó a respirar pesadamente en el cuello del rubio, besándolo a veces, mordiendo otras.
Estaba tan sumidos el uno en el otro que ni siquiera se habían dado cuenta cuando Sam entró.
-¡Ey, Dean! –El más alto se paralizó al instante-. ¡Oh! Yo… yo lo siento. ¿Saben? No importa. Iré a… comprar comida… tailandesa –volvió sobre sus pasos, retirando la vista de Cas y de su hermano-. Iré caminando, probablemente me tarde, porque está muy lejos. ¡Quizá me tarde!
El grito de Sam y el estrépito de su salida, dejó a Cas y Dean más turbados que por el beso.
-¿Por qué ha repetido que se tardará? –Castiel ladeó su cabeza.
Dean soltó una risotada.
-¿Qué?
-Nada, Cas –el rubio lo besó, entrelazando los dedos en esos mechones oscuros-. ¿Quieres ir a la habitación? –preguntó cuándo Castiel le mordió el labio, insistente.
-Vamos –alcanzó a jadear Cas, antes de aparecerlos a ambos en la habitación de Dean.
Dean se sintió algo mareado al simplemente aparecer, por lo que por un instante Castiel tuvo el control. Lo empujó sobre la cama, mientras lo besaba y le mordía el cuello. Paseó las manos por el pecho del rubio, retirándole la camisa y acariciando esos brazos fuertes que recuperaron la compostura.
-Este juego es de dos –bromeó Dean, atrapando las manos de Cas, besándolo en el hombro para distraerlo y arrojándolo a la cama.
La cabeza de Castiel se hundió en las almohadas, con los cabellos oscuros alborotados. Dean sostuvo los brazos del ángel a cada costado de su rostro y se inclinó para besarlo. Se abrió paso entre las piernas aun vestidas del ángel, y comenzó a mecer las caderas.
Cas perdió los zapatos, y la gabardina. Dean se retiró el pantalón e hizo lo mismo con el de Castiel. Las manos del ángel pasearon por la espalda del rubio a la vez que éste le despojaba de su elegante camisa blanca agradeciendo que no trajera corbata.
El ángel empezó a descubrir entonces que hacer el amor era mágico, por los besos, las mordidas, las sensaciones, y también porque la ropa desaparecía en un chasquear de dedos.
Cuando las pieles desnudas de ambos se encontraron, y las entrepiernas de ambos empezaron a rozarse entre sí, Dean extendió una mano torpe hacia la vieja radio que tenía en la mesa de noche. La encendió de un manotazo, sonriendo por la canción que se reprodujo.
Stand By Me de The Beatles, no podía ser más apropiada. Le subió el volumen, y regresó a Castiel.
Paseó su lengua perezosamente por cada parte de Cas, y el ángel gemía. La canción parecía absorber cualquier sonido, pero Dean conseguía escuchar a Cas, lo cual le hizo pensar que, así, gimiendo con los ojos apretados era sólo para él.
El algún momento las piernas de Cas rodearon a Dean en busca de mayor contacto; Dean frotó su dura erección en el trasero del moreno, y a la vez que le besaba el cuello, hundió sus dedos en la entrada del ángel. Conforme lo iba preparando el moreno empezó a retorcerse, a veces suplicando por más, otras sólo soltando incoherencias.
Dean era paciente y cuidadoso en el sexo, y por ello se tomó su tiempo para preparar a Cas, pero llegó un punto en el que ninguno de los dos lo soportó más.
-Ven aquí –le susurró al ángel, tomándolo por las caderas parar girar en la cama.
Un confundido Castiel quedó encima, sentado a horcajadas sobre Dean cuyos dedos al retirarse le habían dejado una desagradable sensación de vacío. El ángel no tardó en comprender lo que debía hacer, y empezó a mecer sus caderas sobre la erección de Dean. Tomó la dureza del rubio, guiándola a su entrada.
-¡Oh por Dios, Cas! –Dean suplicó al sentir los dedos ásperos del ángel en la punta de su polla.
Cas descendió un poco, sintiéndose seguro con las manos de Dean apretándole las caderas. Descendió otro poco más e hizo una mueca de dolor, pero siguió.
-Espera, espera –lo detuvo Dean-, tranquilo –el pulgar del rubio fue hasta la barbilla de Cas atrayéndolo a otro beso. Saboreándole la boca, rodeó al ángel con ambos brazos.
La canción se estaba repitiendo cuando Cas se empujó a sí mismo llevando a Dean hasta el fondo. Ambos soltaron sus alientos en la boca contraria, y el ángel empezó a moverse. Al principio erráticamente, después con mayor confianza hasta que el dolor hubo desaparecido.
Las manos de Dean volvieron a las caderas del moreno; las manos del ángel sujetaron a Dean por los hombros. La erección del rubio ingresaba en Castiel cada vez con mayor velocidad, y el ángel se movía en círculos, temblando y gimiendo. El placer fue en aumento, y cuando la canción se repetía por octava vez quizá, cayeron en picada.
Castiel se corrió primero, sin siquiera haber tocado su polla. Abrió los ojos desmesuradamente clavando los dedos en los brazos de Dean; y moviendo frenéticamente las caderas en busca de prolongar ese momento. El rubio no tardó en correrse dentro del ángel, sintiendo sus espasmos, escuchando sus gemidos y observando maravillado como Castiel se volvía loco, y desplegaba las alas. Éstas sólo proyectaron sus sombras en la habitación, pero su poder hizo que la radio se interfiriera.
Dean sonrió embobado, había sido el mejor orgasmo de su vida, pero fue aún más sublime cuando Cas volvió a esconder las temblorosas alas y se dejó caer sobre su pecho. El rubio lo rodeó, besándolo en la sien.
-¿Esto está bien? –preguntó Castiel, algo fuera de sí, muy confundido, y muy abrumado por su reciente orgasmo.
-Demasiado bien –sonrió Dean, disfrutando del jadeo que el ángel soltó una vez la erección del rubio abandonó su interior.
-Te amo, Dean.
Dean se quedó estupefacto ante esas palabras. Consideró hacerse el dormido, pero enseguida reparó en que sólo estaba siendo un idiota.
-También te amo, cariño –dijo. Castiel alzó su azul mirada asombrada hacia el rostro de Dean-. ¿Qué? ¿Te sorprende que te amé?
-¿Cariño? –repitió el ángel.
Una risa escapó de los labios del rubio, al entender el porqué del asombro. Quiso besarlo pero Cas se apartó, con una mirada triste, que escondía algo. Dean no quiso ponerse paranoico.
-¿Qué tienes? –le preguntó.
-Nada –respondió el moreno.
Dean consiguió besarlo una vez más, y con los brazos alrededor del cuerpo desnudo del ángel, se quedó dormido, agradecido por la sensación de la barba de Cas sobre su pecho.
El moreno no necesitaba dormir pero observando a Dean terminó por cerrar los ojos, presa de un dulce aletargo.
…
Castiel abrió los ojos. De alguna forma, durante la noche Dean los había hecho rodar bajo el revoltijo de mantas. Se abrió paso entre los brazos de Dean, sin despertarlo, y logró salir de la cama, sin retirarle la mirada a él. A su humano.
Sintió un nudo en el pecho. Algo muy raro, porque era un ángel, pero la escena de Dean dormido, con un hilillo de saliva corriendo por la comisura de sus labios, y los moretones que Cas había dejado en su cuello, era demasiado sobrecogedora. En especial porque el ángel sabía que no lo volvería a ver.
O quizá lo volvería a hacer, pero Dean no lo sabría. Dean ni siquiera lo recordaría.
Castiel se vistió en un abrir y cerrar de ojos, sintiéndose egoísta por no querer lo que venía a continuación. Un aleteo a su lado le obligó a recordar que era lo mejor para Dean, a quién tanto amaba; y también para Sam, que con los años se había convertido en un hermano para el ángel.
-¿Listo Castiel? –preguntó uno hombre larguirucho, de cabello negro y tez bronceada-. Es tiempo
Era uno de sus hermanos. Había llegado a Castiel justo después de que el problema de la Oscuridad fuese solucionado, poco después de que el ángel hubiese sido besado por Dean, justo cuando ya se empezaba a forjar la ilusión de amar a Dean como en una especie de felices por siempre.
-No –respondió.
-Era de esperarse. Pero sabes lo que ocurrirá si ellos…
-Lo sé –gruñó Castiel, sin despegar sus ojos de Dean, porque realmente no quería dejarlo ir.
Pero sus hermanos lo habían advertido, le habían permitido ver el futuro. Después de que Dean y Sam terminasen con el lío de la Oscuridad, se dedicarían a ayudar a Cazadores desde el búnker; Castiel se quedaría con ellos por varios años, pero al final… al final el pasado los alcanzaría. Alguien se llevaría a Sam, Dean intentaría salvarlo…
-Una bala en el corazón, Castiel. Una bala y regresará al infierno, y esta vez no lo podrás sacar de allí –le había advertido su hermano-. Incluso si logras impedir que lo maten, cuando llegue a viejo y muera, no irá al cielo.
-Debe haber otra forma –había suplicado Cas.
-La hay.
Y por ello allí estaba Cas, justo después de haber hecho el amor con Dean, dispuesto a salvar el alma de su humano a costa de sus propios sentimientos.
-Es tiempo –repitió su hermano.
Castiel asintió. Avanzó hasta Dean, con paso titubeante y los brazos rígidos a los costados. Se arrodilló junto a la cama, con el dolor plagando sus ojos azules que no dejaban de mirar a Dean. Extendió una mano hasta la frente del humano pero no se atrevió a tocarlo todavía.
La única forma de salvar el alma del rubio era borrar su memoria. Hacerle olvidar todo lo ocurrido, purificar su alma de todo el dolor que había sufrido, y darle la vida normal que siempre mereció. De esta manera, por supuesto que iría al cielo, salvo que… allí tampoco podría recordar nada de su vida como cazador, ni siquiera a su ángel.
-¿Qué ocurrirá con Sam? –preguntó Cas antes de presionar sus dedos en la cabeza de Dean.
-También olvidará. También su alma será purificada, sus recuerdos desaparecerán y cambiarán. Sus padres habrán muerto en un accidente automovilístico, Sam y Dean tendrán vidas normales, trabajos normales, una vida normal.
Castiel no quería hacerlo, porque amaba a Dean, pero lo hizo por esa misma razón. Lo amaba tanto que sabía que se merecía una vida normal, se merecía ser feliz.
Presionó sus dedos, sintiendo que ese nudo en su garganta se convertía en lágrimas agolpadas en sus ojos.
-Por favor, Dean –susurró Castiel-. Por favor, no me olvides -y todo se desvaneció.
Continuará…
Meto las narices en demasiados proyectos y luego me vuelvo loca, pero es que no se puede matar a la inspiración así como no se puede matar a los Winchester.
