SEXTO CURSO

¿Qué ha pasado¿Estoy en...¿Señorita Pomfrey¿Ron? Hola, como ya sabéis soy Hermione Granger. Ron acaba de decirme lo mejor que he oído jamás, pero para que me entendáis, tenemos que regresar al pasado, al sexto curso.

Fue un curso diferente a los cinco anteriores: Voldemort y sus siervos descansaron, pero para mí fue el más intenso hasta éste, claro. Pues conocí el amor, eso de lo que tanto se habla y tan poco se conoce.

Ese verano había reflexionado sobre mi vida, me di cuenta de que era monótona y aburrida, ya me veía en mi edad adulta junto a Harry y Ron, sin compañía sentimental y obsesionada con mi trabajo. Necesitaba cambiar. Desde mi llegada a Hogwarts fui aplicada en el estudio, no vivía el momento, Harry y Ron me cambiaron un poco pero aún así me faltaba un... nosequé.

Mientras me carteaba con Harry y Ron mediante lechuzas a lo largo de todo el verano, me llegó una lechuza extraña. Primero sentí miedo¿quién podía haberme escrito aparte de ellos? Era obvio que Viktor Krum no era... Cogí la carta con desconfianza, leí lo que ponía en el dorso del pergamino enrollado que llevaba atado a la pata derecha: para Hermione Granger, 256 de la calle Helmet en Liverpool; de: Ginny Weasley, La Madriguera.

Suspiré de alivio tan fuerte que parecía que estaba intentando derruir mi casa a base de soplidos. Abrí la carta y me preguntaba qué le podía decir del amor. Al parecer, después del ajetreo del año anterior, no había tenido suficiente y había conocido a un chico que le atraía llamativamente. Me quedé sumida en mis pensamientos. ¿De veras iba yo a hablarle a Ginny Weasley a cerca del amor? Pues no lo conocía. Me dio mucho en qué concentrarme. No le pude contestar, así que la única carta que recibí de ella era de por qué no le contestaba, a lo que respondí con un simple " no puedo ayudarte".

Pasó el tiempo, llegó la carta con el material para el nuevo curso y mi madre me dijo que en media hora saldríamos hacia el callejón Diagon.

El callejón Diagon era el sitio más sorprendente que puedes encontrar fuera de Hogwarts, hay tiendas de todo tipo de artilugios mágicos así que todo el mundo mágico ha entrado alguna vez allí a comprar material.

Entramos en Flourish y Blotts, una tienda donde la mayoría de su mercancía esta destinada a la enseñanza y a los lectores, compramos todos los libros del nuevo año y al salir, me encontré con la persona a la que menos ganas tenía de ver en ese momento, o mejor dicho, en cualquier momento. Sí, era Draco Malfoy. Intenté evitar esa mirada intimidadora que siempre utiliza con sus peores enemigos, te fulmina con unos ojos grises, oscuros, malvados. Cuando iba a girar para bajar por la calle y deshacerme de él lo más rápido posible, sucedió lo que menos esperaba escuchar:

-Hola- dijo agradablemente Draco, como si se alegrara de verme. Por un momento creí que soñaba. Me había dicho un simple hola, sin ningún insulto que lo acompañase.

-Lárgate Malfoy- le repuse de muy mala gana. Era obvio que no tenía ninguna buena intención.

-Oye, no he venido a meterme contigo, he estado pensando todas las vacaciones y creo que...-

-Ignoraba que supieras pensar- le corté sarcásticamente.

-Voy en serio¿de acuerdo- al decir esto alzó la voz- he decidido hacer las paces con todos. He madurado y creo que estar enemistado con casi todos los que te rodean no sirve absolutamente para nada y da la casualidad que eras una de las tres personas con las que quería perdonarme antes. ¿Sabes dónde están Harry y Ron?

Después de esta confesión me quedé sin palabra alguna, se produjo un silencio incómodo de unos largos segundos en los que me pregunté¿podía ser cierto¿Draco¿Draco Malfoy se estaba sincerando y disculpándose de todo lo que me había hecho sufrir¿Se estaba quedando conmigo?

Todas esas preguntas acudieron a mi cabeza de golpe produciéndome un ligero mareo. Iba a contestar a la pregunta cuando se adelantó:

¿Hermione, Hermione, te pasa algo- me despertó de mi ensimismamiento la simple pronunciación de mi nombre por la voz que sólo me llamaba "Granger" con odio y desprecio.

-No no no no no...- tartamudeé

¿No qué- me preguntó sin faltar al respeto en ningún sólo momento.

-No los he visto- le dije consternada.

-De acuerdo, hasta el próximo curso pues- sentenció decidido.

-A-adiós- acabé aún dominada por la impresión que me acababa de provocar toda la conversación.

No ocurrió nada más que pueda destacar hasta la llegada a la estación de King Cross, simplemente que no pude quitarme ese diálogo en todo el verano. Llegué con mis padres al andén nueve y tres cuartos y me encontré de nuevo con Harry y toda la familia Weasly. Molly, la madre de Ron, me deseó como a Harry y a todos sus hijos un feliz viaje y un feliz curso. Después entramos todos al tren y Ron y yo fuimos al vagón de los prefectos, pues nos dijeron que había habido unos cambios en nuestro cargo. Harry se fue con Ginny.

En el vagón encontramos a los demás prefectos, incluido Draco. Entonces recodé el encuentro en el callejón Diagon¡Aún no les había dicho nada a Harry y a Ron! Simplemente, habíamos hablado acerca de cómo queríamos que fuera el profesor de Defensa contra las Artes Oscuras. También Ron nos había contado que el Ministerio de Magia ya tenía nuevo director, se llamaba Johnny Shit, quien trabajó con Arthur una temporada.

Una vez pudimos volver con Harry le pregunté:

¿Dónde está Ginny- en un tono de preocupación.

-Se ha ido, entré en el vagón y pasó de largo sin decirme nada.-dijo con desagrado.¿Qué os han dicho-

-Nada especial, simplemente que a partir de ahora sólo podremos castigar a los alumnos de nuestra propia casa. Así que se acabó el castigar a los Slytherin.- explicó Ron seguido de una carcajada.

No pude esperar ni un minuto más y dije rápidamente:

-Chicos, he de contaros algo que es francamente increíble.-

¿Qué-contestaron ellos casi al unísono.

-Se trata de Draco, me lo encontré en callejón Diagon-

Les expliqué todo lo sucedido y el modo en que me habló. Se quedaron perplejos.

-Se rió de ti y encima te crees su mentira- farfulló Ron inmediatamente.

¡No! No mentía, estoy segura...-

En ese momento la puerta se abrió y apareció Draco, sorprendentemente sin Crabbe y Goyle.

¡¿Qué le has hecho a Hermione- dijo gritando fuertemente Ron, de manera que se encaró con Draco casi sin darse cuenta.

-Calma, Ron. He venido a disculparme a ti y a Harry. He sido un idiota por trataros mal. Bueno, vosotros ya sabéis que mi padre es un mortífago, sí, lo reconozco. Desde pequeño ha intentado persuadirme que al alcanzar los dieciocho años me una a ellos. Pero me he dado cuenta de que es mejor luchar contra Voldemort.

¡Mientes- replicó Harry sin dar crédito a sus oídos.¡Vete-

-De acuerdo, pero que sepáis que, de ahora en adelante, no tengo nada en contra vuestra. Adiós.- y se fue por el pasillo hacia el vagón donde estaban sus amigos. De pronto se oyó un silencio sepulcral. Sospechamos que todos los alumnos de nuestro alrededor oyeron nuestra conversación.

¡Yo le creo- dije rápidamente en tono molesto.

-Vamos Hermione¿De veras crees que ha venido a pedirnos perdón¡Es absurdo- dijo Harry que en su voz había un cierto aire burlón.

-Me llamó Hermione, Harry. Ni sangre sucia, ni Granger. Sólo Hermione.- me apresuré a explicar.

-Opinaremos al final de este curso.- sentenció Ron.

Llegamos a Hogwarts hablando del tema. Todo el curso fue normal y tranquilo, sin duda un curso para relajarse. Además, Harry y Ron se hicieron cada vez más amigos de Draco, confirmando así, que era una persona nueva.

Llegó la primavera y, con ello, la primera excursión a Hogsmeade. Los cuatro, que ahora éramos amigos inseparables, fuimos a la tienda de artículos de broma de los gemelos Weasley y hablamos con ellos un rato (nos costó convencerles de que dejaran entrar a Draco).

Y luego ocurrió. Entramos en Honeydukes y vimos a un niño de primer curso de pelo rubio platino que no llevaba dinero y miraba apetitosamente una caja de grageas de todos los sabores. Draco se adelantó y le compró dos cajas de grageas.

Entonces lo supe, me habló pero no recuerdo sus palabras, sólo que sonaron como un caramelo dulce que pronto se convirtió en un cosquilleo en el estómago. Desde ese día sólo pensé en él. Cada vez que me levantaba, cada vez que me acostaba, cada vez. Recordaba su sonrisa, sus ojos, esos ojos¡Qué ojos, ya no me parecían oscuros y amenazadores, sino claros, amables, cariñosos... Me di cuenta de que estaba, por primera vez, enamorada.

Al día siguiente no atendí a ninguna clase de las que recibí. Y esa misma noche le mandé una lechuza con una carta escrita diciendo:

Querido Draco:

Llevo dos días pensando en ti, te quiero Draco. Te he querido desde el encuentro en el callejón Diagon pero no me he dado cuenta hasta ahora. Tan generoso, tan cariñoso.

Ansío volverte a ver. Con amor. Hermione.

Y a la mañana siguiente, pude leer:

Querida Hermione:

Es una lástima que te hayas percatado tan tarde. Pues tengo que confesar que yo también he llegado a sentir algo por ti, pero el tiempo ha amansado mi amor.

Espero que esto no afecte a nuestra amistad. Con cariño, Draco.

Luego pensé¿¡Cómo he podido ser tan idiota!. Pero esto no acaba aquí. El séptimo curso fue mucho más intenso.