The same deep water as u

Por BERPSI

Hacía horas que él estaba ahí, mirando pasar a las personas, indiferente. ¿Cuánto tiempo llevaba esperando¿Dos, tres horas? No lo sabía, ni le importaba. Cualquier cosa era mejor que estar en casa. No soportaba la soledad ni los recuerdos que guardaban las paredes de su habitación. Pero sobre todo no soportaba el recuerdo de esa mirada. Una mirada que a veces parecía tranquila y llena de compasión y otras veces acusadora. Y aunque a veces no quería admitirlo, sentía que todo había sido su culpa. Si no hubiera sido por su estupidez, por su maldita estupidez, él aún estaría a su lado, vivo. ¿Cómo permitió que pasara? Quizá si él nunca hubiera aparecido en sus vidas, entonces... No, pensó, no existen los "hubiera", el destino ya está predestinado. Y en su caso, su destino estaba predestinado desde hacia mucho tiempo atrás…

Desde el momento en que nació sabía cual era su destino. Como heredero de una de las familias más poderosas de todo Japón, era su deber velar por el bienestar y prestigio de su clan. Tarea que, con el paso del tiempo, comprobaría no era nada fácil. Su clan, los Sumeragi eran hechiceros expertos en las ciencias ocultas y habían sido por siglos los protectores espirituales del Japón. Por lo tanto, su vida había transcurrido entre los miembros ancianos de su clan, aprendiendo las técnicas secretas del onmyoujitsu, arte que su familia había usado por generaciones en su lucha contra el mal. A pesar del duro entrenamiento y de las penurias que pasó al ser un niño huérfano, aquella fue la etapa más feliz de su vida. Si tan sólo pudiera volver a esos días, pensó, cuando aun podía creer en algo, en alguien. ¿Por qué sentía un dolor tan profundo en el lugar donde antes solía estar su corazón? Ya nada tenía sentido. Ni la vida misma. Todo lo que había a su alrededor era desolación y muerte.

Y él había sido el culpable. Una cruel broma del destino quiso que ellos dos se conocieran. Pero¿desde cuando la vida es justa¿Tiene algún sentido? No lo sé y quizás nunca lo sepa. Lo que si sé, pensó, es que nunca podré dejar de amarle. A pesar de todo y contra todos. Aunque me condenen y digan que es una aberración, un crimen amar al asesino de mi propia sangre. No me importa. No necesito su perdón ni mucho menos su aprobación. La opinión de la única persona que me importaba no podré oírla puesto que ella ya no esta aquí conmigo. Pero yo sé que ella entendería. O al menos trataría de hacerlo. Y no digo esto como una mera excusa para acallar mi conciencia. Sé que donde quiera que esté, ella sabe que nunca podré perdonarme por haberla puesto en medio de todo esto.

Pero tampoco puedo perdonarlo a él. Porque si me amaba debería haber sabido que la vida sin él es una agonía interminable, una muerte en vida. Por las noches, en la soledad de mi recámara, no puedo dejar de reprocharle su egoísmo por haberme dejado abandonado a mi propia suerte.

Pero la única razón por la que sigo con vida es porque tengo la certeza de que pronto estaremos juntos de nuevo en la eternidad si es que realmente existe. Y si no, como Orfeo, bajaré a buscarte en las profundidades del infierno y me enfrentaré a quien sea a los dioses si es necesario, para poder estar a tu lado hasta que este mundo y el otro se acabe, hasta que nuestras almas vuelvan a encontrarse y no separarse jamás. Sólo te pido que no desesperes, amor, pronto terminaré mi misión aquí. Hasta entonces, no me queda más que continuar con la farsa y representar el papel que me tocó. Espérame.

Como si el recuerdo de la promesa le diera el impulso y las fuerzas que necesitaba, Subaru abandonó el rincón donde se encontraba y emprendió la marcha, adentrándose en la gran metrópoli, con rumbo desconocido hasta que su silueta se perdió en la oscuridad de la noche.

OWARI