N. de la A.: ¡Sean muy bienvenidos a este nuevo proyecto de Slam Dunk!
Antes de partir, esto va para los nuevos lectores: «Melodía de Invierno» es la continuación del fic «Melodía de Verano», en el cual exploramos el camino que siguió Fujii para enamorarse de Yohei Mito. Si bien no es necesario leer «Verano» para comprender lo que pasará en esta historia, en la cual habrá una profundización importante de los sentimientos que experimentan ambos personajes principales, evolucionando desde el enamoramiento hacia el amor propiamente tal, sí creo que sería mejor partir con dicho fic para interiorizarse de mejor manera en todo lo que ocurrirá a continuación.
Otra cosa que quisiera destacar es que este fanfiction califica perfectamente como una versión literaria de un manga shoujo. Soy una gran fanática del manga en general, y he leído desde Gantz hasta Candy Candy, pero mi género favorito siempre es el shoujo. No obstante, tiene puntos que me son desagradables, como la personalidad que suelen tener las protagonistas femeninas. En mangas donde la temática se centra en la «vida escolar» (como es el caso de esta historia) la prota suele ser una chica tímida al extremo, de volverse loca con un simple abrazo, hasta no ser capaz de explicar decentemente lo que quiere al pobre prota. Y el prota, muchacho que, o tiene mucha experiencia sexual pero nunca se había enamorado, o jamás en la vida ha sido capaz de enamorarse por lo que nunca ha tenido contacto sexual ni nada (gracias a dios Marmalade Boy no es así XD y varios otros como KareKano, pero la mayoría son del estilo).
Mi objetivo con Fujii y Yohei es no situarlos en ninguno de los dos extremos. Okay, Fujii es tímida, pero eso no significa que sea estúpida. Y Yohei también carece de experiencia en relaciones románticas, pero no es idiota. Fin de la premisa xD
Los capítulos de este fic también serán cortos, pero no tanto como «Verano» XD dos mil palabras aproximadamente. Es menos de lo que suelo publicar en otros fics, pero no quiero que se vuelva tedioso, por eso lo dejé en esa extensión. La frecuencia de publicación será alrededor de una vez por semana. Aunque quería subir a fines de marzo este fic, tuve un retraso porque me operé XD esa fue la razón de la demora extra, pero ya estoy aquí.
Y bueno, basta de blah blah. ¡Pasemos a la acción!
Disclaimer: Los personajes utilizados aquí son propiedad de Takehiko Inoue. ¡Gracias por dibujar y escribir una historia tan hermosa!
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Atravieso corriendo la ciudad.
Tras pasar una hora y algo viendo al peleador belga Jean-Claude Van Damme ejecutar todo tipo de movimientos acrobáticos de artes marciales para derrotar a sus rivales, el buen Yohei Mito salió casi en éxtasis del cine tras disfrutar de una excelente función, butacas cómodas, y la chica con la que recién empezaba a salir, que se le introducía en el corazón con cada vez mayor fuerza.
—¡Maravilloso! —exclamó con ambas manos en los bolsillos—. ¿Verdad que sí, Fujii?
La aludida, Fujii Koizumi, caminaba tras Yohei roja como un tomate. No solo la ruborizaba su acompañante sino también el esbelto cuerpo de aquel actor extranjero que analizó hasta el cansancio durante toda la película. ¿Cómo conseguía un hombre tener un físico de ese tipo? Ni se le pasaba por la cabeza el tipo de entrenamiento y dieta que debía seguir un deportista así.
Quizás lo más llamativo para ella era pensar que Yohei podía compartir cierta similitud con el actor. Como siempre usaba camisas amplias no era mucho lo que podía atisbar de sus brazos, pero no le cabía duda de que si los tocaba encontraría una buena cantidad de masa muscular. También su torso y espalda se veían fuertes. Y entonces... el sonrojo que ya llevaba encima explotó como una tetera hirviendo. Yohei alcanzó a presenciar el momento justo cuando parecía echar humo.
—¿Qué...? —La miró como si estuviera loca. Después se le ocurrió una idea—: No me digas que te gustó Van Damme. —Puso mala cara.
Fujii volvió a explotar.
—Uhm... no lo conocía, es muy bueno... —Trató de salirse por la tangente.
—Ya, no es para emocionarse tanto —gruñó en voz baja.
No le hacía gracia admitir que estaba un poquitito celoso de no ser él quien había sonrojado a Fujii (o eso creía). Le parecía absurdo, pero ya venía habituándose a sentir cosas nuevas desde que estaba con ella... hasta que su propia actitud le hizo tanta gracia que terminó riéndose sin control.
—¿Tienes hambre? —preguntó todavía carcajeándose. Fujii asintió en silencio disimulando su extrañeza—. ¿Qué te gustaría comer?
—¡Okonomiyaki! —exclamó sin pensar. Se arrepintió casi al instante por haber mostrado tanto entusiasmo, pero como Yohei parecía feliz de verla contenta dejó de importarle.
Para Fujii, una cosa era proponerse un comportamiento relajado con el chico que le gustaba y otra muy distinta era conseguirlo de verdad. Estaba poniendo todo de su parte y él podía ver sus esfuerzos, por eso la premiaba con sus mejores sonrisas en cada momento que el verdadero carácter de Fujii emergía desde los rincones de su arraigada timidez.
Comenzaron a caminar bajo el sol cogidos de la mano.
—¡Muy bien! Comamos hasta reventar.
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El restaurante especializado en Okonomiyaki que eligieron para cenar se encontraba a medio camino entre el cine y la estación de tren más cercana. Estaba resultando una comida llena de risas por parte de Yohei, y exclamaciones de gusto por el lado de Fujii. Era su platillo favorito, y al joven de pelo negro le quedó muy claro de solo contemplar su expresión con cada bocado.
—¿Quiere preparar uno, señorita? —preguntó de pronto el cocinero con una sonrisa, entregándole dos paletas a Fujii. Le encantaba ver parejas jóvenes, y cada vez que se encontraba con una los instaba a cocinarse. No necesitó observarlos mucho rato para darse cuenta de que había algo más que amistad entre ellos, a pesar de que sus interacciones no eran evidentes para cualquiera.
Fujii aceptó cohibida el ofrecimiento. Se cambió de lado ocupando lugar frente a la plancha caliente, aplicó un poco de desinfectante en sus manos y vertió la mezcla.
—Yohei-kun, ¿qué ingredientes quieres? —inquirió concentrada.
—Cebolla, carne y queso. —Casi se le dividía la cara de la enorme sonrisa que llevaba puesta.
El cocinero le alcanzó a Fujii los alimentos, quien comenzó a mover las paletas con una habilidad impensada para cualquiera de los presentes. Yohei, que tenía el mentón apoyado en su puño, bajó el brazo para no perderse detalle de la exhibición que estaba dando la chiquilla. Casi aplaudió cuando vio la tortilla dar un par de vueltas en el aire antes de aterrizar perfectamente sobre la plancha caliente. Fujii puso a asar la carne y la cebolla con algunos condimentos, cuando consideró que estaban bien cocidos los dejó sobre la tortilla. Inmediatamente después derritió un poco el queso y lo dejó caer en hilos hacia los demás ingredientes. Quedó como si hubiera hecho algunas figuras sin sentido visto de cerca, pero de lejos alcanzaba cierta armonía. Yohei se apartó un poco de la silla para apreciar el efecto artístico, así se dio cuenta de que no era el único observando las habilidades de Fujii.
El cocinero comenzó a aplaudir secundado por los demás comensales, provocándole a la niña unas ganas tremendas de esconderse debajo de la mesa. Intentando ocultar lo más posible su rostro avergonzado, Fujii deslizó el Okonomiyaki terminado al plato de Yohei con una última floritura.
—¡Señorita, qué habilidad!, ¿en qué curso va? —preguntó el cocinero poniéndole una mano en el hombro.
—Primer año de preparatoria... —Suspiró aliviada de que la gente ya estuviera dispersándose.
—Si quiere trabajar aquí medio tiempo tiene un puesto asegurado. Piénselo. —Le dedicó un gracioso guiño—. Ahora, el siguiente Okonomiyaki corre por cuenta de la casa. ¿De qué le gustaría?
—I-igual... que el anterior —respondió tartamudeando.
—¡Marchando! Ya puede volver a sentarse con su novio.
El sonrojo de Fujii volvió a estallar como fuegos artificiales en año nuevo. Caminó robóticamente hacia Yohei para instalarse en el asiento contiguo. Iba a preguntarle si le había gustado el Okonomiyaki que había preparado para él... y lo encontró atacándolo como un desesperado. ¡Ni siquiera parecía haberse tragado dos tortillas antes! Increíble cuánto podía zampar un hombre.
No le cupo duda de que estaba muy contento con la comida, tal era la cara de gusto que mostraba. Y no se contenía un pelo. Fujii se dio cuenta de lo mucho que adoraba esa forma de ser tan honesta, que le daba ánimo constante para continuar esforzándose en superar de a poco su timidez con él.
—Cocinas increíble —la alabó Yohei en una pausa para tomar agua.
—Mi familia está en la industria hotelera —explicó cortando un trozo del Okonomiyaki que le había regalado el cocinero—. Me siento un poco tramposa.
—Se requiere habilidad para cocinar así, no solo conocimiento. Mira —le quitó un pedacito de tortilla y se la echó a la boca rápidamente—, esto —dijo todavía masticando— que preparó el chef está buenísimo, pero creo que el tuyo sabe igual o mejor.
Algo impactada, Fujii tragó lo que tenía en la boca antes de ahogarse por la emoción.
—Vas a hacer que me lo crea —murmuró.
Yohei volvió a apoyar el mentón en su puño cerrado para mirarla con suspicacia, resaltando la sonrisa tierna que le había brotado en el rostro sin proponérselo.
—Pues créelo.
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Llegaron a la casa de Fujii a eso de las siete de la tarde. Como era una noche despejada, se podía divisar claramente a las estrellas titilando en compañía de la luna, que para ese momento se encontraba en cuarto menguante y opacaba un poco el brillo de la competencia. Lo habían pasado tan bien juntos que ni siquiera se dieron cuenta de la hora.
Fujii sentía que caminar de la mano con Yohei era cada vez más natural, aunque continuaba luchando contra el pudor. Para él iba incluso más allá: cuando debía soltarla quedaba con una sensación de vacío en sus dedos. Echaba de menos su tacto delicado casi desde el momento de apartarse, y esa tarde lo pudo comprobar cuando se detuvieron frente a la entrada de la casa. Tras liberar su mano ella le clavó la mirada, y su color chocolate pareció irse derritiendo conforme pasaban los segundos.
—Yohei-kun... hay algo que quiero hacer desde tiempo atrás, pero me da tanta vergüenza... —Sus mejillas encendidas respaldaban aquellas tímidas palabras.
Yohei se empezó a poner nervioso con la resolución que adoptaron los ojos de la niña. Era su primera novia así que no tenía ninguna experiencia en el tema más que lo indicado por su intuición, la cual solía dar resultado cuando la aplicaba... en otras situaciones. Pero claro, que eso no le daba garantía de nada, y dejarse llevar por las circunstancias no era precisamente su especialidad. Le gustaba tener todo más o menos previsto para no sufrir sorpresas, aunque también comprendía que no podía esquematizar cada evento de su vida, menos cuando se trataba de relaciones humanas. ¡Y con una chica!, era incluso más imprevisible. Tragó saliva mientras Fujii se colocaba justo enfrente.
—Por favor... ¿quieres inclinarte un poco y cerrar los ojos? —murmuró despacio.
Él le hizo caso metiéndose ambas manos en sus bolsillos para no delatar lo nervioso que estaba. Lo mejor que podía hacer era concentrarse en mantenerse relajado, como cuando iba a pelear... ¿Era momento de aplicar esa premisa?
«Inspirar y exhalar. Con ritmo continuo. No hay razón para volverse loco».
Claro que todo eso se le fue al garete apenas advirtió la respiración de Fujii en su rostro. ¡Mierda! Sí, se iba a volver loco en cualquier minuto. La expectación lo estaba matando.
De pronto, dejó de sentirla.
«¿Eh...?».
Abrió los ojos bruscamente y se encontró con el bonito mentón de la chica, que parecía estirarse como si estuviera mirando por encima de su cabeza. Casi volvió a bajar los párpados para inspirar el tenue aroma de su colonia, pero se distrajo cuando percibió que le estaba tocando el pelo.
—¿Qué haces, Fujii? —Aquello no se parecía en nada a lo que creía que iba a ocurrir.
—Tu cabello... llevo meses queriendo tocarlo —confesó en voz queda.
Yohei soltó una exclamación sin sentido. En verdad creía que lo iba a besar; jamás se le pasó por la cabeza que era su pelo lo que estaba buscando.
—¿Te molesta, Yohei-kun? —inquirió tímidamente.
—No... —Lo cierto era que normalmente sí, no le gustaba que le manosearan el cabello, pero se sorprendió de descubrir que con Fujii no le afectaba en absoluto.
—Pensé que usabas espray en vez de gel. —El tacto de su pelo era casi húmedo y se sentía suave. Tuvo que refrenarse de hundirle los dedos y revolverle los mechones. ¿Cómo se vería sin ese peinado? Era una de las muchas facetas que anhelaba descubrir de él.
—El espray reseca mucho —explicó.
Fujii utilizó sus palmas para ordenarle un par de mechas que parecían estar escapándose hacia delante, y cuando tenía ambas manos por arriba de sus orejas se quedó quieta. Bajó un poco la cara, encontró la expresión provocativa de Yohei, no pudo seguir resistiendo otro impulso mucho más fuerte que revolverle el pelo: le echó los brazos al cuello en un apretado abrazo.
Ahora sí, el pobre Yohei iba a explotar. No estaba preparado para un contacto tan directo con Fujii, que con su cuerpo delgado se acoplaba maravillosamente al suyo. Sacó una de sus manos del bolsillo y la pasó por la cintura de la chica apretando delicadamente.
—Hoy fue el día más feliz para mí, Yohei-kun... Gracias —murmuró contra la piel de su cuello.
Lo soltó tan repentinamente como lo había abrazado.
—Eh... ¿gracias a ti? —No era una pregunta, pero sonó como tal.
En ese momento, Fujii soltó unas tímidas risitas que se vieron adorables en combinación con su permanente rubor. No era muy dada a reír, y por eso Yohei se alegraba cuando conseguía ese efecto. Le encantaba que fuera tímida tanto como deseaba verla feliz y relajada. A ser posible, lograrlo él mismo. Reflexionar sobre sus sentimientos le llevó todo el camino hacia su casa y un par de cigarrillos que se arriesgó a fumar en plena calle sabiendo que podían cursarle una multa; en ese momento le importaba más pensar. Los disfrutó a fondo con la intención de empezar a dejarlo. Fujii le había dicho que ese era «un mal hábito», y dado que ella se esforzaba tanto por él, bien podía hacer lo mismo y darle en el gusto. Finalmente, era el único del grupo que todavía fumaba sabiendo que no le hacía bien para la salud.
Botó la última colilla en un basurero antes de ingresar a su casa quitándose rápidamente los zapatos. Al dejarlos en el suelo se dio cuenta de que no estaba solo.
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Y así llegamos al final de este primer capítulo. A lo largo de la historia nos encontraremos con una que otra sorpresa. Estaré feliz de leer sus reviews, de recibir sus estrellitas, y todo su cariño si cumplo con las expectativas. ¡Nos vemos muy pronto!
Amor y felicidad para todos.
Stacy Adler.
