Primer regalo de Navidad de la temporada. No, no es navideño. Yo no sé escribir de eso. Bueno, posiblemente sí sepa... Pero esto transmite más que lo que podría haber escrito. O no. No sé. Ya me diréis.

¡Feliz Navidad, Sai/Ang/Ryuuju/la otra mitad de Bashiko/dama de los babus! No sé qué decirte. Me expreso de pena. No logro escribirte frases de más de 10 palabras. Doy pena con estas cosas. Así que lee esto y si no te mola te devuelvo el dinero. PERO NO TE DARÉ TICKET. Y ESTA NOTA DE AUTOR NO ES VINCULANTE. Así que no vayas pidiendo. Esto va por cualquiera que lea esto. Pillines~

Disclaimer: Saint Seiya no me pertenece.


Desde el gran templo del Patriarca puedo ver cómo se pone el sol. La luz empieza a abandonar el Santuario y las sombras acechan, impacientes por convertirse en las amas del lugar. Vagarán a sus anchas durante unas horas, creyéndose victoriosas en su lucha por el territorio, pero el amanecer impondrá justicia y dejará cada cosa en el lugar que le corresponde.

Hace aproximadamente dos siglos, yo no era más que un joven que, sin ser del todo ingenuo e inocente, aún no había conocido la crueldad de la fría e implacable noche. No estaba solo, contaba con el apoyo de incontables compañeros con los que compartía unos ideales, un sueño. Queríamos convertirnos en una luz que nunca se extinguiera, que no cediera ante la fuerza bruta de las tinieblas. Lo logramos, pero pagamos un gran precio a cambio.

Cuando llegó el atardecer estábamos preparados, o creíamos estarlo. Las sombras nos ganaban terreno poco a poco, pero nuestra esperanza, nuestro tesón, alimentaba la luz que nos guiaba hacia el tan esperado amanecer.

Eso no impidió que cayera la inevitable noche. Con ella, perdimos a muchos de los nuestros. Diez de las doce casas zodiacales se quedaron sin sus defensores, pero la luz de sus espíritus jamás llegó a apagarse. Sus sacrificios no eran batallas perdidas, eran nuevos motivos por los cuales debíamos brillar más que nunca. Ellos no volverían a hacernos compañía como en los viejos tiempos pero, en cierto modo, nunca habían dejado nuestro lado. Ellos encendieron la chispa que hizo llegar al amanecer. Sin su ayuda, la noche no habría acabado y el frío invadiría nuestros corazones, congelando nuestras almas.

Muchas veces, siendo más joven y teniendo reciente las pesadillas de la noche, me pregunté de qué sirvieron sus sacrificios. Sí, gracias a ellos volvió a salir el sol. Claro que volvió a salir. Pero el astro rey no deja de moverse a cada momento que pasa. Con cada movimiento de las agujas del reloj, la siguiente noche está más cerca. ¿Por qué mis amigos se fueron si aquellos contra quien lucharon están destinados a volver? ¿Cuál es la razón de semejante injusticia? El paso del tiempo me ha hecho madurar, pero no me ha ayudado a hallar las respuestas a mis preguntas. En lugar de seguir dándole vueltas, he decidido hacer todo lo posible para que no se repita semejante masacre.

El sol está cada vez más cerca del horizonte y me pregunto cuán cerca me quedaré de ver el próximo amanecer. Ya no soy ingenuo, sé que mis días están contados. Volveré a luchar a sabiendas de que, si bien no llegaré al final, mi luz abrirá paso a un tiempo nuevo de esperanza. Seguiré el camino de mis compañeros y velaré por las nuevas generaciones. Espero que mi luz baste y que mi muerte, cuando se produzca, tenga un significado.

Todavía brilla el sol. Ojalá nunca deje de hacerlo.

Ojalá nunca se ponga el sol.