Hola! Esta es una historia un tanto loca y extraña, creada por una loca y extraña fanatica a Danny Phantom XD Vale, no es mi primer fanfic, pero si mi primero de Danny Phantom así que espero que es guste.
Disclaimer: Danny Phantom no me pertenece... pero si la loca historia y los personajes que han salido de mi chiflada cabecita :P
I Desconcierto
Su nombre era Cassandra Fenton, pero su familia y amigos la llamaban Cass. En realidad solo su familia pues ella prefería más estar sola que en compañía de otros adolecentes enloquecidos por la hormonas, como ella los llamaba. Era bien conocida como la gótica de Casper High, o como Cass la Fantasma, apodo recibido por su cualidad de pasar desapercibida.
El otro sobrenombre tenía su origen en la madre de Cass, Samantha Fenton, una mujer que en su juventud había sido la gótica de la secundaria y que aún conservaba parte de esos rasgos que tanto la habían caracterizado. Sam, como era conocida por la gran mayoría de personas, era la directora de una recién comenzada organización protectora del medio ambiente.
Sobre su padre, Daniel Fenton, no sabía mucho ya que era un hombre muy reservado, cosa que no le quitaba ser un gran padre. En su vida, Cass nunca había sabido algo sobre su trabajo, si es que tenía uno, pero lo cierto es que se pasaba la mayor parte del tiempo en el laboratorio de sus padres, los abuelos de Cass, quienes eran unos reconocidos cazadores de fantasmas.
Sus abuelos, Jack y Maddie, habían dejado la profesión desde hacía poco tiempo, y ahora se dedicaban a crear inventos cuya única finalidad era la cacería de estos seres ectoplásmicos. Los que usaban estos elementos eran su tía Jazz, hermana de su padre, y su tío Tucker, el cual ahora sí podía ser llamado "tío" pues había empezado a salir con Jazmine desde hacía poco.
Cass había llamado a Tucker así desde que había aprendido a hablar ya que él y sus padres eran mejores amigos desde mucho antes de que ella misma naciera. Según él, había sido alcalde una vez de Amity Park con tan solo quince años, pero Cass siempre había creído que eran parte de los cuentos de su tío, como que los fantasmas existían. Ella pensaba que aquello de que su tío había sido alcalde a tan corta edad era un invento que decía a los niños pequeños para impresionarlos y que la existencia de los fantasmas era locura de su familia.
Cass tenía catorce años y, a decir verdad, era impopular en la secundaría solo por su actitud retraída porque, sin ello, hubiese podido ser casi tan popular como las huecas de las porristas. La chica era bonita, por no decir hermosa. Su cabello azabache que caía con gracia por su espalda y que llegaba a la altura de su codo, y la ropa que siempre llevaba de color negro o colores oscuros, contrastaba con su clara piel y resaltaba sus ojos azul claro, lo que le daba un aspecto entre lo misterioso y lo hermoso.
Aquel día, solo al despertar, supo que iba a ser un día como el anterior. Como siempre, abrió los ojos cinco minutos antes que la alarma del despertador que mantenía en su mesita de noche sonase. Su cuarto aun permanecía completamente oscuro pero era solo en apariencia, pues en el exterior ya había salido el sol y ese día, según las noticias, iba a ser un día soleado. La razón era que, al igual que su ropa, el cuarto de Cass estaba compuesto en su mayoría por colores oscuros. Se quitó de encima las moradas sábanas de su cama y, con un último deseo de quedarse en ella por el resto de la mañana, se levanto de un salto. Perdió el equilibrio, lo que casi hizo que su menudo cuerpo terminase en el suelo, pero lo recuperó nuevamente y se encaminó al cuarto de baño que había en su propia habitación.
Su casa, en comparación con la que tenían sus compañeros de secundaria, era enorme, gracias a la enorme fortuna que heredó su madre de su abuela y también el reconocimiento que tenían sus abuelos paternos, por lo que podía darse el lujo de tener una habitación gigantesca con baño propio. Éste mismo era también de gran tamaño pero, al contrario de su cuarto, era de colores claros, con matices violáceos y dorados. Tenía incorporado un armario con todo estilo de ropa, en su mayoría oscura.
Lo primero que hizo Cass al entrar al cuarto de baño fue mirarse en el espejo. Su cabello estaba completamente desordenado y tenía unas inexplicables ojeras bajo sus ojos. Bostezó, lo que hizo que pequeñas lágrimas salieran de ellos. Esa mañana estaba cansada y no entendía el porqué pues no recordaba haber tenido ningún tipo de sueño y menos una pesadilla. Decidió entonces darse una ducha de agua fría para despertarse. Se tardó bien poco, pero salió completamente despierta y temblando de frío. Había olvidado que se encontraban a mediados de septiembre y las temperaturas estaban descendiendo.
Al estar completamente arreglada se dirigió a la mitad de su cuarto y, de una ligera patada al suelo, se abrió una trampilla junto con unas escaleras que bajaban a la biblioteca que tenía su madre en la enorme casa. La habitación de Cass desde hacía unos años era un altillo que antes se utilizaba para guardar objetos en desuso, pero ella le había pedido a sus padres que le dejaran tenerlo como su propia habitación. Por supuesto, el altillo no venía dispuesto con un baño entre otras cosas, pero éstas fueron instaladas poco después de que Cass se apoderara del lugar. Bajó por las escaleras con cuidado y al tocar suelo firme se encaminó a la cocina por un desayuno. Abrió el refrigerador encontrando un sándwich vegetariano, el cual devoró en poco tiempo, cogió un par de manzanas y, colgándose su maleta en el hombro, salió de la casa.
No se despidió de nadie ya que sus padres aún estaban dormidos. Ella siempre salía de su hogar mucho antes de empezaran las actividad en él. Cierto era que faltaba aun una hora para que empezaran las clases, pero a Cass le gustaba caminar tranquilamente por las calles de Amity Park y si, al llegar a la secundaria le daba tiempo, se sentaba sola en una banca a leer un libro. Y así fue. No tardo demasiado porque al poco rato los otros estudiantes de Casper High empezaron a llegar y la bulla que hacían le impedían leer con la tranquilidad que ella deseaba. Resignada, cerro su libro y entró al salón de clases, donde el ruido se comparaba con el que había fuera.
Pasó al lado de varios de sus compañeros pero no saludó a ninguno y ellos tampoco notaron su presencia. Se sentó en el último de los puestos, al lado de la ventana. Al poco rato llegó el Sr. Lancer, uno de los profesores que llevaba más tiempo dando clase. Según lo que sus padres le habían dicho, llevaba en Casper High desde antes que ellos hubiesen pasado por ahí. La hora pasó igual de monótona y aburrida como también el resto de las otras clases. Llegó el almuerzo y no había pasado nada que le hiciera pensar que aquel día iba a ser diferente a los otros, algo que llevaba deseando desde hace mucho tiempo.
Aquel día en el almuerzo, aunque Cass no lo supiese, iba a cumplirse su deseo. Fue, como normalmente lo hacía, a comprar su comida a la cafetería y, tomando su alimento vegetariano y una de las manzanas que traía consigo, se sentó sola en una de las mesas del lugar. Aquel día había más ruido que lo normal ya que un chico estaba siendo molestado por el bravucón de la secundaria, algo que pasaba con frecuencia. El chico, para defenderse, le echó a su agresor su bandeja junto con la comida que había en ella provocando que en poco tiempo comenzara una épica guerra de comida. Cass, como estaba sin darle importancia a la batalla que ocurría a su alrededor, no se dio cuenta de que un pedazo de pastel iba directamente hacia ella hasta que éste estaba a menos de dos metros. Alcanzó a taparse el rostro con sus brazos antes de que la comida voladora diese de lleno en ella. Pero el impacto nunca se produjo, o eso pensó Cass, ya que el pedazo de pastel estaba justo detrás de la chica, en una posición imposible a no ser que éste la hubiese atravesado.
Éste incidente la dejó pensando el resto de la tarde. No entendía como aquel trozo de comida no había chocado contra ella y luego aparecer justo tras su espalda. Así estuvo en las ultimas clases del día, por lo que le llamaron la atención varias veces y, de regreso a su hogar casi fue atropellada en un par de ocasiones por cruzar la calle sin mirar. Llegó a la casa, y tan en su mundo estaba que no se percató de que su madre la miraba preocupada. Si bien no era extraño que la chica apenas entraba se dirigía a su habitación, aquél aire distraído no era normal, pues Cass era una chica que si bien era muy reservada no se perdía ningún detalle de lo que sucedía a su alrededor.
Ensimismada, tomó la cuerda que colgaba del techo de la biblioteca de su madre, bajando las escaleras que conducían a su habitación, pero estando a la mitad de camino entre los dos pisos, sus pies se enredaron, haciendo que rodara hacia abajo y que casi chocara con la puerta cerrada de la biblioteca, pero como si ésta hubiese estado abierta, Cass llegó al corredor que une las habitaciones. Sam, quien estaba preocupada por el inusual comportamiento de su hija y había ido a buscarla, se encontraba estupefacta por la escena que acababa de pasar frente a ella. Cass había atravesado la puerta que separaba el pasillo de la habitación como si de un fantasma se tratara. Se encontraba pálida, sin saber que decir y la joven, sin querer dar explicaciones y al mismo tiempo asustada por lo sucedido y por la reacción de su madre, abrió la puerta lo más rápido posible, subió las escaleras y se encerró en su habitación.
Ok, ok... Pueden dejar comentarios, críticas, tomatazos, lo que gusten... Pero me harían muy feliz si dejan uno que otro review... si?
Se despide la extraña chica que no sabe escribir notas de despedida (y tampoco ninguna introducción)
Lalanaf
