N/A: Buenas chicas, estoy reeditando esto, corrigiendo cosas, alargando los capítulos…. Será la misma historia pero los capítulos serán mas largos por eso habrá menos.


Cuarto año llegaba a su fin y las vacaciones iniciaban, como cada verano, los merodeadores, Remus Lupin, James Potter y Sirius Black, debían separarse al menos dos meses y cada uno de ellos iría a su casa, excepto Sirius, pues la Mansión de Grimmauld Place, no le parecía un hogar, él no creía pertenecer a aquella familia.

A cada uno de los muchachos, se les pasaba el tiempo de forma diferente.
Para Sirius, eran eternos los dos meses que pasaba en casa porque no soportaba a su madre, una mujer egocéntrica, estirada y narcisista, por no hablar de su padre, que también tenía lo suyo.

A Remus, sin embargo, se le hacían largas por el hecho de que siempre deseaba volver a ver a sus amigos. En cambio, para James, eran extremadamente cortas, pues no estaba quieto ni un solo segundo.

—A lo mejor soy adoptado —les decía Sirius a sus dos amigos, mientras caminaban hacia la estación a coger el Expreso.

—Qué dices, Canuto —le reprochó James—. Si eres igual de testarudo y orgulloso que cualquier miembro de la familia Black.

—Eso es porque se me ha pegado —afirmó el muchacho con molestia.

—Acepta a tu familia de una buena vez.

—Que me acepten ellos a mí como soy, si no que se molesten —manifestaba Black, en tono de suficiencia.

—Sirius —lo reprendió Remus—, lo quieras o no son tu familia.

Sirius puso los ojos en blanco como resignándose.

Durante el resto del viaje hacia la estación de King Cross, fueron hablando de las bromas que le harían a Quejicus el siguiente año. Todavía no se habían subido al tren de vuelta y ya hacían planes. Eso era lo que les permitía la buena amistad que tenían.

Pronto, oyeron un silbido que anunciaba la llegada a la estación, a cada uno de sus amigos los habían ido a buscar, pero como de costumbre a Sirius no; a su familia no le importaba que viajase solo desde la estación hasta la Mansión, es más si desaparecía por el camino, mucho mejor. Era considerado un traidor al apellido Black, el simple hecho de no estar en la casa de Slytherin ya había ofendido suficiente a su familia, sin considerar que no sabían que era amigo de un hombre lobo y de Potter, el muchacho con la peor reputación de Hogwarts. Eso, definitivamente, sería una deshonra para la familia.

Los tres amigos se despidieron y partieron a su destino, esperando que el verano pasara rápido para volver a verse.

En cuanto llegaron los primeros días de agosto, los tres amigos se habían reunido, nuevamente, en casa de los Potter, como de costumbre, James y Sirius hacían de las suyas y Remus era el único que se comportaba correctamente. A partir de ese día las vacaciones se les hicieron demasiado cortas, justo cuando empezaban a disfrutarlas realmente; ya estaban en el tren de regreso a Hogwarts.

Los tres hablaban, animadamente, dentro del compartimiento que habían elegido, cuando alguien los interrumpió:

—Perdonad, ¿me puedo sentar aquí? El resto está todo ocupado.

Los tres miraron hacia donde provenía la voz y vieron a una muchacha alta, de piel morena, pelo oscuro y ojos azules, parada en la puerta del compartimiento.

—Por supuesto —se apresuraron a contestar James y Sirius al ver tal belleza.

—Gracias —dijo ella con una sonrisa.

—Ellos son James y Sirius —le presentó Remus a sus amigos al ver que ninguno de los dos hablaba—. Yo soy Remus.

—Encantada, yo soy Althea Steffanof —dijo la muchacha.

— ¿Eres nueva en el colegio? —se aventuró a preguntar James, pues no había visto antes a esa belleza.

—Sí, vengo de Durmstrang, por asuntos personales —contestó escuetamente la muchacha, dando a entender que no quería que se le preguntase el porqué del traslado.

—Lo que nos faltaba, una alumna de Durmstrang, a los que tanto aprecio les tenemos por ser tan amables —musitó Sirius, ironizando.

— ¿Sirius, verdad? —Él asintió con la cabeza—. ¿Acaso me conoces? Para juzgarme, haz el favor de no hablar de la gente sin conocerla —terció la joven, airada.

Los tres se quedaron asombrados ante la reacción de la muchacha, Remus y James aceptaron que ella tenía razón, pero Sirius… era un Black, sabía que ella tenía razón, pero no se lo iba a decir.

El tren emitió un silbido, un ruido de frenos se escuchó al final y poco a poco el movimiento fue haciéndose más lento.

—Hemos llegado —anunció Remus.

Todo el mundo bajó del tren, Althea estaba un poco desorientada, no sabía hacia donde tenía que ir.

—Ven con nosotros —le ofreció Sirius con una sonrisa canina, notando la actitud perdida de la joven.

Se subieron en aquellos extraños carros que parecían andar solos. Pasados unos minutos, se empezó a divisar el castillo, la muchacha se quedó maravillada con la visión.

— ¿A que es bonito? —le susurró Sirius.

—Sí, una auténtica maravilla para la vista —asintió sin salir de su ensimismamiento.

Unos instantes después, el carro se paró, los tres muchachos bajaron, pero ella pareció no haberse dado cuenta.

—Abajo, ya se acabaron los cinco "céntimos" —dijo James.

Con esto la hizo reaccionar; Sirius le ofreció ayuda para bajar del carro y ella aceptó encantada.
Albus Dumbledore, se encontraba en la puerta del Gran Comedor para darles la bienvenida a los estudiantes.

—Pero, ¿qué milagro es éste? ¡Se debe estar cayendo la torre de astronomía! —exclamó James con sorpresa al ver a Dumbledore.