EDITADO. ACTUALIZADO - 11 de Septiembre del 2012


Summary: Bella es arrastrada por Alice a entrar en un Sex-Shop; y para sorpresa de ella se encuentra con un dios griego que le hará descrubrir lo que es el sexo. Minific. EdxBe Lemmon...


Disclaimer: Twilight y sus personajes no me pertenecen; sólo ésta extraña idea...


Capítulo 1: "Primer Encuentro"

– ¡Isabella Marie Swan! – gritó con su peculiar voz de soprano–. ¿Quieres hacer el favor de andar? ¡Aún nos queda por recorrer la última planta del centro comercial!

– ¡Estoy cansada, Alice! – rugió Bella–. Sólo me habías dicho que tenías que comprar un regalo a Jasper, pero esto es excesivo. ¡No pienso ir de compras contigo nunca más!

Nada más decírselo, se arrepintió, más no lo demostró. El rostro de su amiga se desencajó y para su propio beneficio empezó a hacer su adulador mohín, temblándole débilmente el labio inferior e incrustó sus cristalinos ojos azules en los castaños de Bella.

– ¿Tanto te molesta ir de compras conmigo? Bella, creí que te gustaba, que lo pasabas bien – murmuró atropelladamente.

–Alice – suspiró pesadamente–. Aunque creo que tienes un problema con las compras, reconozco que lo paso bien contigo, ¡pero llevó 9 horas, con apenas un descanso de 25 minutos para la comida, en las que no paro de mirar tiendas, de arrastrar bolsas de ropa y de complementos que seguramente no usaré!

– Está bien, creo que es suficiente por hoy – repuso Alice recuperando su estimulante ánimo.

¿Suficiente por hoy?– Bella cuestionó firmemente el tener que cambiar de amistades.

Tras andar un par de calles y, justo antes de llegar al llamativo Porshe de Alice, ésta desvió su atención a un pequeño comercio que hacia esquina en el próximo cruce.

Bella, en cambio se estaba rompiendo la cabeza intentando hacer cuentas de todo el dinero que había gastado ese día. Y el resultado no fue muy alentador; sólo de pensarlo, se le nublaba la vista...

– ¡Oh, dios mío! ¡Más de 40% en descuentos!

Para Bella, no fue una sorpresa su reacción; pero sí una decepción: Alice nunca cambiaría. Ella se acercó más lentamente al escaparate de la huraña tienda. A simple vista, le pareció una tienda de figuritas o pequeños detalles para el hogar. Pero, al ver a las extrañas dependientas tan escasas de ropa y los obscenos productos que la tienda ofrecía, Isabella entendió que era todo menos un simple comerció: era un harén del sexo.

Ahora veía con claridad todos los productos que le habían pasado desadvertidos: los llamativos letreros que brillaban a causa del neón, las inocentes figuras que había creído ver en un primer momento de todo menos inocentes...

Bella se estremeció sólo de pensar que Alice había entrado y que se encontraba hablando animadamente con las atentas dependientas, no quería pensar en qué cosas le estarían enseñando...

En un impulso por sacar a su amiga de allí entró casi sin medir las consecuencias.

Se asombró y consternó al oír la seductora melodía que proveía del ambiente y el olor peor: una mezcla de sabores y perfumes desconocidos para Bella lo hacían aún más excitante y no logró formar un pensamiento coherente.

Incapaz de hacer lo que se proponía una vez en la tienda, miró con curiosidad sus estantes con mil libros fotográficos y tentadores aparatos. Sus ojos se salieron de sus órbitas viendo que también había comida con curiosas formas. Irremediablemente se sonrojó y admiró toda la superficie de la tan distinta tienda. Nunca había estado en un sex-shop. Y mucho menos se imaginaba que fuera algo así.

Vislumbró a Alice riendo apaciblemente con una chica de unos 30 años que sostenía un consolador de un color verde moco. Se horrorizó aun más cuando vio la decidida mirada de su amiga, lo iba a comprar. Pero se entretuvo con el apretado corset que llevaba la chica rubia. Era negro y con gasa roja, enseñaba lo suficiente y hacia que toda autoestima cayese deliberadamente; acompañaba el conjunto con unos buenos tacones rojos y un deslumbrante maquillaje.

– Alice –llamó Bella encontrando por fin su voz.

La chica duende, como a veces la llamaban los amigos a Alice, se acercó a Bella tras decirle a la dependienta que su amiga era un tanto insegura en tiendas como ésta y disculpó por marcharse un momento.

– ¿¡Pero qué mierda hacemos aquí!? –soltó. Su amiga sólo la miró con asombró y un extraño brillo llegó a sus ojos.

– ¿Hace cuánto no estás con alguien? ¡Bella, te conozco! Eres demasiado insegura para tener citas y conocer gente, pero eso no quiere decir que tengas que ser una mojigata. Y, aunque me contradigas, todos tenemos necesidades.

Isabella se sintió abrumada. Sabía que tenía razón, pero nunca lo admitiría.

– No es el momento, por favor vayámonos – suplicó con penetrante mirada.

– Alice, me prometiste que no habrían más tiendas – dijo haciendo ahora ella la mueca.

– ¿Necesitan ayuda? – interrumpió una aterciopelada y ronca voz. Bella se sonrojó nuevamente y no abandonó el rostro de Alice, intentando nulamente, convencerla con la mirada para volver a casa.

– En realidad mi amiga sí, a mi me estaba atendiendo Rose – huyó.

– Está bien –respondió el individuo hacia Alice antes de que se marchara–. ¿Buscas algo en particular?

Bella se estremeció al sentir el timbre de su voz, y le pareció muy sensual. Lentamente se giró para encararlo y decirle amablemente que esperaría a que su amiga hiciera las dichosas compras. Pero al girar el rostro se quedó completamente muda. Todos sus músculos se agarrotaron y se le secó la garganta instantáneamente.

Era, simplemente un dios, un dios griego caído del cielo – pensó Bella.

Su rostro, rivalizaba con el concepto de belleza que ella conocía; facciones finas pero nada femeninas; su pelo, cobrizo con algunos tonos rojizos estaba totalmente alborotado y sus ojos de un verde esmeralda, la taladraban fieramente deslumbrándola. Bajó la mirada a su angulosa nariz y se le fueron los ojos a su fuerte y masculina quijada. Un jadeó se le escapó de los labios al ver la sexy sonrisa que sus labios le mostraban. ¡Y es qué, esos labios – se dijo Bella – serían mi perdición!

Aún sin mediar palabra, el amplió sus encantadores labios y con un gesto de cabeza esperó la respuesta de la chica.

Ella siguió la inspección a su cuerpo.

Sus hombros estaban bien posicionados, cuadrando su fuerte y trabajado cuerpo. Los brazos, los tenía en ambos lados de su cuerpo inertes, sus piernas eran demasiado largas y Bella dejó la mirada en sus zapatos, sintiéndose imbécil por la exhaustiva mirada que le había hecho al total desconocido.

La ropa que llevaba, no era tan descarada como la de la chica rubia, pero era totalmente erótica. Una camisa blanca con varios botones del inicio desabrochados deliberadamente, y un pantalón tejano oscuro ajustado con el que se le marcaba su pelvis.

Después de hiperventilar por unos segundos se lamió los labios tratando de recuperar el habla. Y eso le pareció gracioso al chico.

– No gracias, – consiguió pronunciar – no compraré nada.

– ¿Ni mirar? – probó el chico sexy.

Bella negó con la cabeza y miró en dirección a su amiga buscándola.
Él se encogió de hombros y se retiró tras el mostrador, ofreciéndole una grata visión de su trasero. De lejos se veía más que atractivo, pero la chica se obligó apartar la vista. Y le resulto muy difícil, había usado todo su autocontrol.

Alice no se decidía y cambiaba rápidamente de opinión. Ella sólo pensaba en qué situaciones usaría esos excitantes juguetes o cómo convencer a su amiga para que los usase sin sentirse avergonzada.

Bella, exasperada por la parsimonia de Alice se alejó al lado opuesto de la tienda – librándose así de las tentadoras miradas del dependiente– dónde había una pequeña librería que se veía extrañamente normal y sin poder contenerse, ya que los libros eran su pasión, cogió un libro que el título le pareció tentador.

"Calmar la fiera de la noche"

Era un libro grueso y eso a Bella le gustó, abrió el libro por una página al azar sin mirar la portada.

Y la imagen que vieron sus ojos la dejó atónita. Mostraba una postura sexual casi imposible de asimilar. Sorprendida como estaba acercó su cara al libro y buscó todos los detalles de aquella fotografía. No sabía decir donde comenzaba y acababa los cuerpos de la pareja. Y se quedó anonada.

Ella a sus 24, no era virgen, pero cabía reconocer que no tenía mucha experiencia en posturas tan poco ortodoxas. Se sintió desfallecer cuando oyó una cálida risa detrás de ella, sintiendo una respiración en su cuello y un susurro en su oído.

– ¿No decías que no ibas a mirar?

Sin esperar oír esa seductora voz, tiró el libro, totalmente asustada.

El dependiente se acercó y grácilmente recogió el libro, miró con asombró la página en que Bella – accidentalmente– se había quedado mirando y su sonrisa se ensancho.

– ¿Cultivando nuevas ideas? – preguntó claramente divertido.

– Dios – respondió ella con la respiración agitada–. ¿Es eso posible?

El chico sexy rió sonoramente y colocó el libro en su lugar. Miró a Bella intentando leer su próxima acción, pero la cara asustada de la joven le resultó inexpugnable.

– Claro –habló francamente, imaginándose esa postura con ella, en su cama completamente desnudos.

Isabella jadeó y apartó sus ojos de él. Estaba ardiendo, sentía el fuego correr por sus venas.

– Por cierto, no me he presentado. Soy Edward – extendió su pálida mano hasta Bella que no dejaba de respirar atropelladamente.

– Bella – dijo simplemente y alcanzó su mano.

Para ambos, la corriente eléctrica que sintieron fue espeluznante, como un cortocircuito, pero indudablemente atrayente. Y no soltaron sus manos, sino al contrario. Edward la acercó a él y miró profundamente sus expresivos ojos chocolates.

Para él, verla entrar en el establecimiento fue emocionante. Nunca había entrado ninguna chica como ella y se asombró de encontrarla en medio de la tienda con puro horror en su rostro.
La amiga en cambio, parecía divertida y libertina. Curiosa ante nuevas maneras de alcanzar placer.

Vio sus manos, cargadas de bolsas del centro comercial temblorosas. Era pálida, quizás más que él, eso le resaltaba notablemente su cabello caoba que caía en suaves ondas por su espalda. Tenía buen cuerpo y unas piernas que le parecieron tremendamente largas.

Leyó en todo momento sus labios cuándo hablaba con la duendecilla y no deseaba que se marchara, no aún.

Bella se sintió débil ante su inminente agarre. Daba gracias de haber dejado las bolsas en un rincón, porque de no ser así, hubieran escapado junto con el libro.

Sintió el aliento de Edward y extasiada por su olor acercó su cabeza a su cuello. Él era mucho más alto que ella y él no dubitó en agachar su rostro para quedar a la altura.

Edward respiró de Bella. Su esencia le recordó a lilas y fressias y no dudó en acercarla más a él. Excitado sólo de tenerla cerca.

Colocó la otra mano que no estaba entrelazada con la de Bella y la pusó en su cintura. Bella jadeó igual de encendida que Edward y se acercó bruscamente a él, sus narices casi tocándose.

– Bella– habló con dificultad.

–¡Edward! ¿Recuerdas si hay disfraces para chica de la talla S?

El chico gruñó con frustración pillando desprevenida a Isabella, que se había separado de él al oír su nombre.

– Sí, los buscaré ahora del almacén – dijo cortando toda existente distancia con la cálida chica. Aunque no quería separarse de ella, lo hizo. Nunca había sentido tanto deseo por alguien y no era ni el lugar ni el momento para hacérselo saber.

El rostro de Bella decayó en decepción. ¿Qué había estado a punto de pasar hace un momento?– se preguntó manteniendo a raya su acelerada respiración. No pudo evitar mirar a dónde se dirigía Edward y como él le devolvía la mirada con sus penetrantes orbes.

Intranquila como se sentía fue al lado opuesto de la tienda, cerca del mostrador y suficiente lejos de Alice para que la encontrara. No pudo evitar jadear al ver salir a Edward con un par de cajas en sus fuertes brazos y desconociéndose por completo se dirigió frente la puerta del almacén.

El chico volvió y sintió su miembro palpitar al conocerla tan cerca; con su rostro desencajado. Su sentido común quiso protegerla y acunarla en sus brazos hasta recuperar su normal facción. Pero su instinto quería hacerla suya en la mesa junto la caja registradora, queriendo que gritara su nombre y haciéndole llegar al más placentero orgasmo.

Isabella se acercó dos pasos en donde Edward se había quedado estático. Sus ojos estaban plagados de lujuria y su cuerpo respondía a cualquier impulso de él.

Edward avanzó hábilmente hasta Isabella y le cogió la cintura con ambas manos, no permitiéndole escapatoria alguna.

Bella se sintió fuerte y deseada. Tocó su rostro con dedos temblorosos y con la otra mano le acercó a su pelvis por el bolsillo delantero de su tejando, notando su notable excitación.

Ambos jadearon por la cercanía y ella acercó sus labios a los suyos. Edward alejó su rostro y miró a ambos lados tras de sí y en un empujón, arrastró a Bella dentro del almacén, cerrando la puerta y presionándola a ella con su cuerpo.

En un abrir y cerrar de ojos sus labios se presionaron violentamente en innumerables ocasiones. Tan sólo se oían sus jadeos y los húmedos besos que compartían.

Edward recorría todo el cuerpo y cara de Bella acariciando cada porción de piel y frotaba su excitación por su cavidad. Ella instintivamente enrolló sus manos a su cuello, estrechando la cercanía y despeinando toda la extensión de su sedoso cabello cobrizo. Él jadeó en su boca, mientras succionaba su labio inferior, estremeciéndola y excitándola aún más.

Separaron sus bocas sólo para respirar y Edward fijó un camino de besos por toda su quijada y cuello. Ella, aturdida por las sensaciones que estaba sufriendo enrolló una de sus piernas acercando a Edward, sintiendo su cálido cuerpo amoldarse al suyo.

Sus bocas seguían acariciándose y la lengua de Edward no cesaba de golpear la de Bella apresurando el ritmo de ambos. Finalmente, Bella alzó la otra pierna y la anudó a la primera por los tobillos sabiendo que él la sostendría. Edward la abrazó duramente y embustió su cuerpo contra la pared capturando en los labios de Bella un espectacular gemido que le provocó una sacudida a su miembro. Separó la unión de sus húmedas bocas y succionó su cuello mordiendo sensualmente su piel expuesta de ésta. Su mano hizo círculos relajantes bajo su camisa, y sin más, subió hacia su endurecido pezón, tocando el suave encaje de su ropa interior. Bella jadeó alto y Edward gruñó sonoramente masajeando su pecho y supo que no la dejaría escapar del almacén, no hasta que hubiese acabado con ella.


¿Qué tal? Espero vuestros comentarios (buenos y malos) y agradecería criticas constructivas.

R&R

K.