Prólogo.
Chrom vagaba por el castillo de la forma más pasiva posible. Su hermana Emmeryn le había hecho llamar junto con su hermana Lissa. Sin embargo, el varón tenía tan pocas ganas de ir como de tirarse desde un peñasco, a lo que Frederick, horrorizado, pero a su vez impasible, le había regañado por aquella decisión, por lo cual se vio obligado a asistir a esa pequeña reunión sin previo aviso.
Abrió la puerta lentamente, sin haber llamado previamente, algo que seguramente hará que Emmeryn le regañe por sus modales, aunque posiblemente algo como "pero no te preocupes, que yo también lo hacía" saldría de entre sus labios, así que, ignorando el regaño, entró a la sala del trono. Allí escuchó como las risas femeninas inundaban la sala, anunciándole que su hermana menor también estaba allí, sin embargo, una tercera voz, más aguda que la de Emmeryn, pero no llegaba al tono de Lissa; fue lo que alarmó al chico.
Una tercera silueta se presentaba justo delante del trono, al lado de su hermana mayor. Lo que más resaltaba de ella era la extraña túnica morada oscuro con toques más claros y detalles dorados, pero también los pantalones abombados claros que vestía. No logró verle el rostro, pues lo traía oculto bajo la capucha que traía aquella extravagante túnica. ¿Quién sería? ¿Por qué había una extraña allí?
- Buenos días. – Saludó el príncipe una vez se reunió con las mujeres. - ¿Para qué me necesitabas, Emmeryn?
- Buenos días espero que tengas, Chrom. – Saludó su hermana con una breve inclinación de cabeza. – Esta mañana he tenido la grata sorpresa de conocer a nuestra acompañante hoy, la cual se quedará por tiempo ahora mismo indefinido bajo nuestra custodia aquí, con nosotros.
Chrom la miró, asombrado.
- He hecho avisar a los guardias para que tengan el conocimiento de que reside aquí, sin embargo, es un tema delicado, por lo cual espero que se mantenga con la más estricta discreción. – Tomó aire suavemente y luego se giró a Robin. – Robin, estoy encantada de que puedas quedarte aquí, con nosotros, y por ello quiero presentarte a mis hermanos, Lissa y Chrom.
- ¡Es un placer! – Exclamó Lissa, tomándola de la mano con suavidad.
Chrom dudó por un momento, no porque no quisiese saludar a su inesperada nueva compañía, sino porque aquello era demasiado repentino. ¿Emmeryn invitando a quedarse al castillo a una completa desconocida? ¿Por qué? Miró a su hermana en busca de respuestas, pero lo único que encontró fue una mirada tan llena de bondad y comprensión, que no pudo rebatírselo. Por ello posó su azulada vista en la joven.
- ¡Oh! – Exclamó la invitada, llevándose ambas manos a la cabeza para quitarse la capucha. – Lo siento por mis modales, llevo tantos días con ella puesta que he debido olvidar que la llevaba, mis disculpas excelencia.
Tenía los ojos oscuros y un cabello de peculiar color blanco, sujeto en dos coletas que caían a ambos lados de su redondo rostro. Mostraba una amplia sonrisa mientras le tendía la mano de manera amigable.
- Encantado. – Pronunció, al cabo de unos segundos. – Yo soy Chrom.
- Chrom… - Repitió ella, como si quisiera recordarlo. – Igualmente, Chrom.
De sus labios parecía que su nombre sonase como si fuese algo superior a lo que venerar, por lo cual, avergonzado, bajó la mirada ante la desconocida. No se esperaba aquel comportamiento, por ello no sabía cómo reaccionar de la manera más adecuada posible.
- Por cierto, Chrom. – Llamó su hermana mayor. – Estarás al cargo de ella y de su instrucción en combate.
- ¿Qué?
¡Hola!
Con este breve prólogo me propongo hacer algo diferente: escribir sobre Fire Emblem. Estoy terriblemente obsesionada con esta saga de juegos, y aunque todavía soy nueva, quería escribir sobre mi juego favorito y sobre esta pareja en general. Se puede considerar una historia alternativa sin alejarnos del lore real de FE, así que no sé, espero que os guste.
¿Qué os parece?
