*DISCLAIMER: Los Personajes y la trama original pertenecen al manga de Takao Aoki, adaptado en anime por TVTokyo, ha excepción de los OC (Original Characters) esos provienen de mi imaginación*
Prólogo
El segundo campeonato mundial de Beyblade había finalizado y nuevamente los campeones eran los Bladebreakers. Tyson y sus compañeros Kai, Max y Ray habían ganado por segunda vez. Era una gran noticia y alegría para todos; la noticia del segundo trofeo de Beyblade para el equipo voló a la velocidad de la luz por los medios de comunicación:
"Y nuevamente los Bladebreakers son campeones mundiales del Beyblade." Se decía en cada noticia de la televisión.
"¡Que sorpresa! Los Bladebreakers nuevamente campeones del Beyblade." Se escribía en los titulares de periódicos y revistas.
La imagen era la misma en cada lugar: los campeones alzando el trofeo y en su rostro unas enormes sonrisas llenas de felicidad y orgullo. Un grupo de jóvenes chicas, las cuales estaban vestidas iguales; faldas hasta por debajo de las rodillas en color cafés oscuros y blusas blancas, miraban el televisor. Se encontraban atentas a la noticia de los campeones, la mayoría contentas otras gritando de la emoción; se sentían felices de que los Bladebreakers fueran campeones.
—¡Se los dije! —Exclamó una jovencita con enormes anteojos—. ¡Sabía que iban a volver a ganar!
—¡Era evidente! —Continuó otra—. Son los Bladebreakers, obvio los mejores.
Todas las muchachas eran un mar de hormonas alborotadas, nadie podía callarlas, pero detrás de ellas, en el último lugar vacío de aquella enorme mesa, se encontraba una jovencita leyendo y tratando de evitar todo el alboroto.
—¡Oye! —Gritó una de las chicas mientras volteaba a verle—. ¡Hazme caso Rachel!
Ella resopló, cerró de golpe su libro y alzó su mirada. Era una jovencita de ojos color café claros; cabello largo hasta por debajo de los hombros, de un color chocolate almendrado; una piel clara y una cara que mostraba inocencia a pesar de mostrarse fastidiada.
—¿Qué quieres Carol? —cuestionó molesta.
—Ven, acércate, queremos preguntarte algo.
Ignorándola Rachel retomó la mirada a su libro y le abrió para buscar la página donde se había quedado. Aquella muchacha se levantó de su lugar y veloz se acercó a ella.
—Eh, deja de leer por cinco minutos y hazme caso —demandó mientras le quitaba el libro.
—¡Pero que...!
—Déjame preguntarte algo, ¿sí?
—¡¿Qué?!
Carol le tomó del brazo, haciendo que Rachel se extrañara y trató de zafarse del agarre sin lograrlo. Esa Carol si tenía buena fuerza. La acercó al grupo de chicas y todas le observaron.
—¿Quién de ellos te gusta? —preguntó, mientras en la pantalla estaba la imagen de los Bladebreakers.
Por un momento Rachel se quedó perpleja ante aquella pregunta, trató de digerirla, pero luego volteó con Carol.
—¿Qué? —soltó nerviosa.
Todas las muchachas comenzaron a burlarse y las mejillas de Rachel comenzaron a ponerse rojas, como los tomates más frescos del súper mercado, y, sintiendo una extraña vergüenza, ella se dio la media vuelta para salir de ese grupo he irse corriendo hacia uno de los pasillos. Se recargó en la pared, respiró agitada, debido a la velocidad con la que salió, pero mientras controlaba el aire en sus pulmones escuchó como le llamaban. Giró la cabeza y vio a una joven novicia acercársele.
—¡Rachel! Qué bueno que te encuentro. La madre superiora te está buscando.
—No he hecho nada Anabela —respondió alterada.
—No es nada malo, tranquila... Acaso, ¿no recuerdas que día es hoy? —preguntó con una sonrisa dudosa. Rachel parpadeó y quedó pensativa por unos segundos. Al recordar, ella cerró sus ojos preocupada por el día de hoy—. ¡Es tu cumpleaños! —Exclamó Anabela con una enorme felicidad—, primero de Diciembre. —Rachel se maldijo por dentro y abrió sus ojos para ver a la joven novicia con esa estúpida e inocente sonrisa. En el fondo odiaba que ella hiciera eso pero no era su culpa—. Vamos o la madre superiora se molestará.
Sonriente Anabela le tomó por sus hombros y comenzaron a caminar. Ambas iban por ese enorme pasillo, en el cual había accesos a varias habitaciones; Rachel observó hacía las recamaras y notó a varias jóvenes, algunas de no más de dieciséis años; niñas de entre los cinco a diez de edad, y de vez en cuando, una que otra monja. Ese lugar era un convento religioso que se dedicaba a ofrecer la casa de Dios como un orfanato. Y en ese lugar vivía Rachel.
Mientras ella miraba sintió como Anabela detuvo la caminata.
—Bien, ya estamos aquí.
Rachel percibió como toda su piel se erizaba, estar frente a la puerta del despacho de la madre superiora le hacía sentirse mal, casi queriendo vomitar. Miró a Anabela, llevando consigo su noble sonrisa, y ella tocó la puerta.
—¡Pasen! —exclamó una voz grave al terminar el ligero toque a la madera.
Abrieron la puerta y la primera en cruzar el umbral fue Anabela, dejando a Rachel a fuera pensando si entrar o no. La madre superiora asomó la cabeza entre la figura de la novicia para concebir a la asustadiza jovencita.
—¡Rachel, entra ya! —gritó con coraje.
Ella dio un leve brinco ante el llamado y obedeció. La oficina de la madre superiora era un lugar con poca iluminación, a veces daba la sensación de que olía a tierra mojada, pero demasiados olores se mezclaban haciendo difícil saber a qué olía en ese lugar. Enfrente estaba ese gran escritorio de caoba y sentada en una silla, de color dorado y cojín negro, estaba la tan temida madre superiora. Esa mujer de edad avanzada con carácter terrible; la mayoría de las niñas menores decían que era una vieja bruja. Y estaban en lo correcto. Rachel se quedó parada a un lado de la puerta, en silencio, y apreció a la superiora y Anabela.
—Madre, creo que este año no sea necesario llevarla a...
—No trate de ayudarla hermana —interrumpió—. Ella sabe perfectamente que tiene que ir a la tumba de su madre, a pedir descanso por ella, y agradecer que dio su vida para que ella estuviera aquí —dijo mientras le apuntaba con el dedo.
Con una miserable pena Rachel agachó su cabeza.
—Lo sé madre pero... comprenda. Cumple quince años y creo que se merece una pequeña fiesta con todas las demás chicas.
—No hace falta —respondió Rachel quitándole la palabra de la boca a la madre, y Anabela volteó a verle.
—¿Pero...? ¿Rachel? —preguntó sorprendida.
—Ya la oyó hermana, ella no quiere nada —continuó la madre con una sonrisa, casi malévola—. Ahora, retírese. Gracias por todo.
Anabela observó melancólica a Rachel, quien seguía cabizbaja, y comenzó a caminar hacia la puerta. Al cerrarse la puerta ella alzó su mirada, y teniendo una mejor vista del escritorio de la madre superiora, notó un gran ramo de flores. Tulipanes; jazmines blancos y un poco de lavanda se envolvían en un celofán transparente.
—Siéntate —ordenó la superiora. Rachel se acercó hacia la silla y obedeció—. Bien, ¿ya sabes para que ese este ramo, verdad? —Ella cabeceó—. Perfecto. Dame cinco minutos y nos retiraremos al cementerio.
—Sí madre. —con voz suave obedeció.
Ambas iban en un taxi rumbo al cementerio. Rachel llevaba el ramo de flores en sus manos y no dejó de mirarlo. Era hermoso. Llegaron al cementerio; era un lugar enorme, cubierto por un aroma de pino y la soledad. A Rachel nunca le dio miedo ese lugar ya que desde que tenía uso de razón, venía y duraba todo el día limpiando la tumba de su madre. De vez en cuando dejaba unas flores en alguna tumba vacía, o les quitaba la basura que tuviesen; ella lograba disfrutar del día en ese lugar. Al entrar se contemplaba la estatua de un ángel con sus brazos extendidos la cual dividía los caminos hacia el norte, sur (la salida), este y oeste del cementerio.
—Ya sabes dónde está tu madre, ¿verdad?
—Si.
—Ve y llévale las flores, te veré más tarde.
La madre superiora tomó el camino hacia el oeste y Rachel, al verla alejarse de ahí, suspiró y comenzó a caminar hacia el este. Caminó a paso lento buscando atajos entre las tumbas; a pesar de que su cuerpo se encontraba caminando, su mente estaba completamente en otro lugar, recordando las palabras que cada año le decía la madre superiora:
« Tu madre era Italiana y se llamaba Evelyn Torricelli, así que eres Italiana pero nacionalizada Japonesa. Ella tenía diecisiete cuando te tuvo y el día que naciste dio su vida para que la tuya siguiera, así que, tienes que agradecerle por lo que hizo aquella pobre mujer. Si celebras tu cumpleaños estarás deshonrándola y cometiendo un pecado... »
Cada vez que Rachel recordaba esas palabras un nudo se formaba en su garganta, sintiéndose mal por haber "matado" a su madre. Al llegar al área donde estaba enterrada su progenitora, reaccionó y comenzó buscar la tumba.
« Está entre la señora Yosef y ese señor Francés, como era... ¡Ah sí, François Coeur! » Pensó.
Al llegar descubrió algo en el lugar de reposo de su madre. Era un ramo de varias flores que ni siquiera conocía, eran hermosas y exóticas. ¿Quién gastaría tanto en ellas y por qué las dejaría en la tumba de su madre? Quedo sorprendida. Se hincó, dejando de lado su ramo de flores, y comenzó a hacer una oración. Terminando tomó ese ramo de flores y la ajuntó con el que ella trajo. Miró las flores de nuevo y una suave sonrisa se posó sobre su rostro, suspiró y se levantó las mangas de su blusa para comenzar a limpiar la tumba.
Las horas pasaron y Rachel ya estaba cansada; había removido la hierba, reacomodó la tierra y limpió un poco la lápida. Respiró agitada mientras se secaba el sudor de su frente y terminó acomodando los ramos de flores. Dio una última mirada a los ramos, en especial aquel que encontró cuando llegó, y no dejó de pensar en quién pudo a verlas dejado. Estando perdida en sus pensamientos Rachel no notó que alguien se acercaba a donde se encontraba.
—Vaya, pensé que este año no vendrías —dijo una voz masculina.
Rachel alzó la mirada y distinguió a un hombre de edad mayor que llevaba una bolsa de basura en una mano y en la otra una pala.
—Hola señor Henderson —respondió con una leve sonrisa.
—Me alegro de verte pequeña —sonrió mientras se acercaba hacia ella—. ¡Mira nada más! Removiste toda la hierba. Me ahorraste mucho trabajo.
Rachel mantuvo su sonrisa. Aquel Señor era el cuidador del cementerio.
—Sí. Ya sabe que tengo que arreglar el lugar.
—¡Ah! —Suspiró el señor Henderson—. No entiendo porque tienes que venir a hacer esto en vez de celebrar tu cumpleaños.
—Mi madre dio su vida por mí. Tengo que agradecerle de algún modo.
—¿Qué tanto te dirá esa monja fanática para que estés cada año aquí? —preguntó muy molesto.
—Muchas cosas... —respondió con un suspiro—. Pero cambiando el tema, ¿sabe quién dejo ese ramo de flores? —cuestionó mientras lo tomaba. El señor Henderson analizó aquel ramo.
—¿Tu padre?
—No es japonés, es italiano. Bueno eso creo.
—Pues... —siguió muy pensativo— Acordándome... hoy en la mañana vi a una mujer, muy hermosa y elegante, que traía un ramo de flores. Pero no sabría decirte si ella fue la que dejó el ramo aquí, la vista ya me falla.
—Qué raro... —susurró para sí mientras se cruzaba de brazos y seguía mirando a las flores.
Se quedaron un momento en silencio hasta que el señor Henderson decidió romperlo.
—Te ves cansada —Rachel volteó perpleja—. Apuesto que tienes hambre —ella cabeceó—. Te invito a comer, tengo un par de sándwiches. ¿Se te antoja?
—¡La verdad que sí! —exclamó muy complacida.
El señor Henderson sonrió mientras le ayudaba a levantarse. Ambos caminaron entre las tumbas hasta que llegaron a una pequeña casa de bloques. El señor Henderson dejó la pala y la bolsa en un lado para sacar su montón de llaves.
—A ver, ¿dónde está la llave...? ¿Donde...? ¡Aquí esta! —Colocó la llave en la cerradura y abrió la puerta—. ¡Pasa, pasa! Estás en tu casa.
Rachel se adentró en aquel pequeño lugar y miró una cama pegada a la pared, una mesa en el centro, un mueble con una televisión encima y una diminuta cocina al fondo.
—Siéntate —dijo mientras movía una silla—, buscaré los sándwiches.
—Gracias señor Henderson.
—Mira, aquí está el televisor, si quieres encenderlo.
—Gracias —repitió con una apenada sonrisa. Rachel aceptó la invitación y lo primero que salió fue las noticias y era la nota de los campeones del beyblade—. ¡Ah! —Exclamó molesta—. ¡Qué fastidio con esa noticia!
—¿No te gusta el beyblade? —curioseó el señor Henderson.
—No se me da ese deporte. No lo entiendo, no lo sé jugar... ¡Nada!
—Extraño. Mis nietos lo adoran.
—También todas las chicas del orfanato les gusta. Aunque la verdad creo que les gustan más esos chicos que el juego.
Rachel siguió mirando la noticia y la presentadora comenzó a mencionar a los integrantes del equipo:
—Tyson, Max, Ray y Kai, se muestran nuevamente como los campeones del beyblade...
La foto de ellos cuatro junto con un muchacho de lentes y una chica de cabello castaño apareció en la pantalla, y Rachel observó a todos hasta dejar la mirada en uno de los integrantes del equipo: Kai Hiwatari.
« Vaya, él es...» pensó. « ¡Por favor Rachel! » Exclamó en sus adentros, sacudió su cabeza y volvió en sí.
Después de eso pudo percibir el aroma de una vela, volteó con rapidez y miró al señor Henderson con un pequeño muffin y una vela encima.
—¡Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños pequeña Rachel...! —cantó el señor Henderson.
Rachel mostró una enorme sonrisa y sus ojos se cristalizaron ante aquel detalle. Se acercó hacia la mesa y él puso el muffin frente a ella y terminó el cántico.
—Bueno sé que no es un pastel, pero la intención es lo que cuenta.
—¡Muchas gracias señor Henderson! —exclamó con inmensa alegría, casi queriendo llorar.
—No me lo agradezcas. Pide un deseo y apaga la vela.
Rachel obedeció, cerró sus ojos, junto sus manos y pidió su deseo con una gran esperanza. Sopló la vela esperando que su deseo se volviese realidad lo más pronto posible.
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Muchas Gracias por leer y se agradecerán sus comentarios, criticas (constructivas) , opiniones y/o sugerencias :3 muchos besos y abrazos.
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[12/Feb/2019. ¡Hola, si eres nuevo/a en el fic déjame desearte una grata bienvenida. Si eres un lector que estas releyendo, también seas bienvenido/a y, de corazón, gracias por releer. Esta nota es para hacerles saber que el fanfic esta en EDICIÓN, desde Julio del 2017. ¿Qué quiere decir? Que me encuentro reeditando todos los capítulos, especialmente la ortografía, la sintaxis etc. Este proceso será largo; siendo este mi primer fanfic, al cual amo con todo mi corazón, para mi es una especie de "hermoso desastre." Y ya que ha pasado mucho tiempo (y siento que he mejorado mucho desde que lo escribí) quiero darle el cariño y la corrección que se merece. Lamento que esta edición demore mucho, son 60 capítulos y, por desgracia, no tengo el tiempo suficiente para dedicarle la corrección que realmente merece. Esto irá a pasito de tortuga pero todo sea con que disfruten la lectura, no sufran con mis terribles errores de amateur y disfruten mi fanfic, así como yo lo hice al escribirlo y reeditarlo. Besos y abrazos, gracias por su comprensión. (esta nota la eliminaré una vez que la corrección este al 100%)]
