Disclaimer: La historia pertenece a Heiidi Betts y los personajes a Hiro Mashima.
Prólogo: Reencuentro y ¿Negocios?
Lucy Dragneel, que pronto volvería a ser Lucy Heartfilia otra vez, estaba sentada a los pies de la cama del hotel, mirando el bastoncito de plástico que tenía en la mano. Parpadeó, notó cómo se le aceleraba el corazón, le daba un vuelco el estómago y se le nublaba la vista.
Aquello era tener tan mala suerte como que el avión que te llevara de luna de miel se cayese por el camino o que te atropellase un autobús después de que te hubiese tocado la lotería.
Qué ironía…
Soltó una carcajada y por fin dejó escapar el aire que llevaba conteniendo desde hacía unos minutos.
Estaba recién divorciada de un hombre que le había parecido el hombre de sus sueños, en un hotel del centro de Crocus porque no sabía qué hacer con su vida después de que la hubiesen dejado tirada. Y, por si fuese poco, estaba embarazada de su exmarido, después de no haber conseguido tener un hijo con él en los tres años que habían estado casados, a pesar de haberlo intentado… o, al menos, de no haber intentado evitarlo.
Se puso de pie, fue con piernas temblorosas hasta el escritorio que había en la otra punta de la habitación y se dejó caer en la silla. Le tembló la mano al dejar el test de embarazo encima de la mesa para tomar el teléfono.
Respiró hondo y se dijo a sí misma que podía hacerlo.
Se dijo que era lo que debía hacer, reaccionase como reaccionase él.
No era un intento de volver a estar juntos. Ni siquiera estaba segura de querer hacerlo, ni aunque fuese a tener un bebé, pero él se merecía saber que iba a ser padre.
Marcó el número de teléfono sabiendo que sería su secretario quien respondiese. Macao Conbolt nunca le había caído bien. Era un hombre rastrero y adulador, que a ella la había tratado siempre como si fuese un fastidio, y no la mujer del director general de una empresa multimillonaria y de su jefe.
Conbolt respondió al primer tono con su voz chillona.
–Dragnnel Corporation, despacho del señor Natsu Draggnel. ¿En qué puedo ayudarlo?
–Soy Lucy –le dijo ella sin más preámbulos, la conocía de sobra–. Necesito hablar con Nat.
–Lo siento, señorita Heartfilia, el señor Dragneel no está disponible
A Lucy le chocó que la llamase por su apellido de soltera, y que utilizase la palabra señorita. Seguro que lo había hecho a propósito.
–Es importante –le contestó, sin molestarse en corregirlo o discutir con él.
–Lo siento –insistió Conbolt–, pero el señor Dragneel me ha pedido que le diga que no tiene nada de qué hablar con usted. Que tenga un buen día.
Y luego colgó, dejando a Lucy boquiabierta.
Sabía que Nats estaba enfadado con ella. Su separación no había sido precisamente amistosa, pero jamás habría esperado que la tratase con tanta dureza. En el pasado la había querido, ¿o no? Ella estaba segura de haberlo querido a él. Y aun así habían llegado a aquello, a ser como dos extraños, incapaces de hablarse de manera civilizada.
Pero eso respondía a la pregunta de qué iba a hacer.
Iba a ser madre soltera, y sin el dinero y el apoyo de Natsu, que no habría aceptado aunque no hubiese firmado el acuerdo prenupcial. Así que iba a tener que cuidar de sí misma, y del bebé, sola.
Un año después…
Natsu Dragneel agarró con fuerza el cuero caliente del volante de su Mercedes negro para tomar las curvas de entrada a Magnolia. Iba más rápido de lo debido.
Magnolia era un pequeño pueblo de Fiore que estaba sólo a tres horas de su casa, en Crocus, pero era como si estuviesen en dos planetas distintos.
Crocus era todo asfalto y luces de neón, mientras que Magnolia era todo bosques, praderas, casas pintorescas y una pequeña zona comercial.
Redujo la velocidad y observó los escaparates al pasar.
Una farmacia, una oficina de correos, un bar restaurante, una tienda de regalos… y una panadería.
Levantó el pie del acelerador y redujo la velocidad Levantó el pie del acelerador y redujo la velocidad todavía más para estudiar la marquesina amarilla chillona y las letras negras que rezaban: The sugar Fairy. El cartel luminoso de color rojo anunciaba que estaba abierta… y en su interior había varios clientes, disfrutando de la bollería recién hecha.
Apetecía entrar, algo muy importante en el sector alimentario. Hasta se sintió tentado a bajar la ventanilla para ver si el aire olía a delicioso pan, a galletas y a pasteles.
Pero para que un negocio funcionase hacía falta algo más que un nombre gracioso y un bonito escaparate, y si él iba a invertir en The Sugar Fairy, antes tenía que saber que merecía la pena.
Al llegar a la esquina giró a la izquierda y continuó por una calle lateral, siguiendo las indicaciones que le habían dado para llegar a las oficinas de Dreyar and Strauss, asesores financieros. Ya había trabajado antes con Laxus Dreyar, aunque nunca había invertido tan lejos de su casa ni tan cerca de las oficinas de Dreyar. No obstante, el hombre nunca lo había asesorado mal, por eso había accedido a hacer el viaje.
Unos pocos metros por delante de él vio a una mujer sola, subida a unos tacones y andando con dificultad por la sola, subida a unos tacones y andando con dificultad por la acera adoquinada. También parecía distraída, buscando algo en su enorme bolso, sin mirar por donde andaba.
Natsu se sintió incómodo. Le recordaba a su exmujer.
Aunque aquélla era más curvilínea, tenía el pelo más corto. Pero su manera de andar y de ir vestida era parecida. Vestía una camisa blanca y una falda negra con una raja en la parte trasera que dejaba ver sus largas y bonitas piernas. No llevaba chaqueta ni accesorios, lo que también se ceñía al estilo de Lucy.
Lucy se detuvo delante de las oficinas de Laxus Dreyar, se tomó un momento para alisarse la blusa y la falda, pasarse una mano por el pelo corto y retocarse el pintalabios. Hacía mucho tiempo que no se arreglaba tanto y había perdido la práctica.
Además, la ropa más bonita que tenía, comprada cuando estuvo casada con Marcus, le quedaba al menos una talla pequeña. Lo que significaba que la camisa se le pegaba demasiado al pecho y que la falda le quedaba unos centímetros más corta de lo que le hubiese gustado y le cortaba la respiración.
Por suerte, en Magnolia tenía que arreglarse tanto, ni siquiera para ir a misa los domingos, porque en esos momentos estaba luchando por mantener su negocio a flote y no podía permitirse el lujo de comprarse ropa nueva.
Decidió que no podía hacer nada más por mejorar su imagen, respiró hondo y empujó la puerta. La recepcionista la saludó con una amplia sonrisa y le informó de que Laxus y el posible inversor estaban esperándola en de que Laxus y el posible inversor estaban esperándola en su despacho, que entrase.
Lucy volvió a respirar hondo antes de entrar y alzó una breve plegaria al cielo para que el rico empresario que Laxus había encontrado quisiese invertir en The Sugar Fairy
Lo primero que vio fue a Laxus sentado detrás de su escritorio, sonriendo mientras charlaba con el visitante, que daba la espalda a la puerta. El hombre era moreno y con el pelo corto, llevaba una chaqueta de traje gris oscura y estaba golpeando el brazo del sillón con los largos de dos de su mano bronceada, parecía impaciente por hacer negocios.
En cuanto Laxus la vio, su sonrisa creció y se puso de pie.
–Lucy –la saludó–, llegas justo a tiempo. Permite que te presente al hombre que espero quiera invertir en tu maravillosa panadería. Natsu Dragneel, ésta es Lucy Heartfilia. Vanessa, éste es…
–Ya nos conocemos.
La voz de Natsu la golpeó como un mazo, aunque con sólo oír pronunciar el nombre de su exmarido ya se le había encogido el estómago. Al mismo tiempo, Natsu se había levantado y se había girado a mirarla, haciendo que había levantado y se había girado a mirarla, haciendo que se le acelerase el corazón.
–Hola, Lucy–murmuró.
Y luego se metió las manos en los bolsillos delanteros de los pantalones, adoptando una postura negligente. Parecía cómodo e incluso divertido, mientras que ella no podía sentirse peor.
