Elena había perdido a sus padres en un accidente de coche hacía tan solo un año. Su tía se había mudado a su casa para cuidar de su hermano y de ella. La vida continuaba para todos, sin embargo ella sentía que estaba atrapada. Que no conseguía pasar página.

Su hermano lo había pasado igual o peor que ella, era más pequeño, y aun así ahí estaba, con sus amigos riendo, jugando, planeando un futuro…

Su tía Jenna había empezado a tontear con uno de los profesores de su instituto y llevaba algunos viernes saliendo de noche de chicas con antiguas amigas de la facultad.

Y luego estaba ella: sus amigos intentaban por todos los medios que saliera de casa después de clase, con poco éxito, cuando conseguían que fuera a alguna fiesta era la primera en irse y meses después del fallecimiento dejó a Matt, su novio.

La vida se resumía en madrugar los días de clase, ir al instituto durante 6 horas, sonreír a sus amigas en la hora de la comida, conducir hasta casa, cenar, mirar algo en el televisor, escribir su diario y dormir.

Los fines de semana cambiaba el instituto y las amigas por largos paseos al bosque, el resto permanecía igual.

Acababa de empezar a sonar "Cut" de Plumb cuando entro en el aparcamiento del instituto, aún no había ni bajado del coche cuando Caroline y Bonnie la asaltaron. Las saludó con una tímida sonrisa desde el interior del coche.

-¿Qué tal chicas?

-Cansada de madrugar, aunque Bonnie parece disfrutar… ¿y tú? –contestó Caroline agarrándola de un brazo poniendo rumbo al edificio.

-Yo…bueno, con ganas de que llegue el fin de semana y que Jenna y Jeremy me dejen sola de una vez.

-¡Bien! –dijo Caroline con una sonrisa radiante- ese es el espíritu…

-¿Cómo…?-preguntó Elena un poco desconcertada ante la inesperada alegría de su amiga porque ella se quedara sola.

-Que me alegro que estés deseando quedarte sola para venir con nosotras a la fiesta de Tyler, seguro que habrá un montón de sus amigos de rugby y podrás ponerte las botas, sé de buena mano que les encantas a todos –Caroline seguía con su entusiasmo y Bonnie la miraba cínica mientras entraban a clase y se dirigían a sus pupitres.

-Claro, la fiesta –dijo Elena intentando aparentar alguna emoción, sin mucho éxito.

Se acomodaron en sus sitios y empezó la clase. Elena se perdió en sus pensamientos, no tenían intención alguna de ir a esa fiesta. Se encerraría en casa y no contestaría por ningún medio, el lunes les diría que se fue con Jenna a la ciudad. Suspiró, mentir a sus amigas se había convertido en algo demasiado habitual.

Sin embargo, por ninguna circunstancia dejaría de ir a sus paseos por el bosque. La quietud, la paz que le transmitía aquél ambiente…el olor de los árboles, la humedad, los sonidos cautos…aquella situación la transportaba, la hacía sentir etérea, como si el mundo real no tuviera nada que ver con ella, como si ella solo fuera una mera observadora. Suspiró.

Llegó la hora del almuerzo con increíble rapidez, Elena apenas podía recordar el contenido de las tres clases de hora y cuarto a las que había asistido, aquello había sido un mero trámite hasta que llegara la hora de llegar a su casa, dormir y recibir al día siguiente.

A su lado Caroline parloteaba sin cesar sobre qué se pondría para la fiesta y sobre qué debería ponerse Elena. Cuando se sentaron ella se limitó a juguetear con su yogurt mientras escuchaba a la rubia explicarle a Bonnie no sé qué problema por el que la fiesta en vez de hacerse viernes se haría sábado.

Elena maldijo para sus adentros, tenía que pensar otra excusa.

-Ey, Elena, ¿Cómo vas? –Matt preguntó mientras tomaba asiento a su lado.

-Bueno, un poquito como siempre –contestó Elena mirándole de reojo mientras seguía jugando con su yogurt.

Matt era la única persona a la que de verdad le hablaba con sinceridad, quizás no era la madre de las verdades pero al menos no le mentía descaradamente como a las otras chicas.

-¿Vas a ir a la fiesta de Tyler? –Elena sabía que Matt seguía enamorado de ella y se sentía horrible por eso.

-Intentaba escaquearme pero al pasar la fiesta al sábado mi coartada ha caído así que tendré que darme prisa en buscar otra…

-Si quieres puedo recogerte yo, ir juntos y cuando quieras volver pondré excusa con el entrenamiento –Matt era un sol, la quería de verdad, estaba dispuesto a cualquier cosa por ella y eso la conmovía. No tenía esperanza de volver a conectar con alguien así.

-¿De verdad que no te importaría?

Matt se sonrojó y río tímido.

-Sabes de sobra que no –la miró un segundo y se levantó-. Te recojo a las 9 –concluyó antes de marcharse con una sonrisa-.

Bonnie y Caroline la estaban mirando con una sonrisa cuando ella se giró para decirles que se marchaba a casa.

-Jamás entenderé vuestra relación pero al menos te obligará a que vengas a la fiesta –dijo Bonnie mientras se levantaba- ¿no entras a clase?

-No, yo… -tenía que inventar una excusa rápida- tengo que cocinar para Jeremy, tiene entrenamiento y Jenna no llegará a tiempo de prepararle la comida, ya sabéis lo puntual que es mi hermano con esas cosas.

Ambas la miraron con cara de no creerse ni una palabra, pero la dejaron marcharse sin poner ninguna pega.

Lo cierto era que se estaba ahogando, algo le oprimía el pecho, apenas podía respirar. Su corazón latía a un millón de latidos por hora, las manos le temblaban y un sudor frío corría por su espalda. Necesitaba salir de allí.

Se montó en su coche y cerró con pestillo la puerta. Su pecho subía y bajaba descontroladamente y apoyó la cabeza en el respaldo intentando calmarse mientras metía la llave en el contacto.

Con un último suspiro puso el coche en marcha, en medio segundo estaba en la carretera principal conduciendo a toda velocidad. Pasó el pueblo y se adentró en el bosque, no sabía cuantos minutos había conducido pero ya era bosque cerrado cuando decidió parar. Sin dudarlo bajó del coche, lo cerró y echo a correr entre los árboles.

No tenía ni idea de donde iba, ni siquiera había cogido el abrigo, ella solo quería correr. Mientras lo hacía el frío iba haciéndose cada vez más real en su piel, su sudor era frío y le dolía la cara de la temperatura. A veces chocaba con hojas o ramitas que la mojaban de rocío y la helaban aún más pero ella no se daba cuenta. Ella sólo comenzaba a sentirse etérea otra vez, comenzó a verse en su mundo irreal como siempre, en un status superior, protegida, en ese punto donde nada le importaba, ni siquiera su propia vida.

Continúo así un montón de rato, hasta que ya los árboles estaban tan juntos que le costaba correr entre ellos. Frenó de golpe y se agachó agarrándose el pecho, jadeando. Miró a su alrededor, parecía que estaba atardeciendo pero ella sabía que no debía ser más de medio día.

Se dejó caer en el suelo con la espalda apoyada en un árbol, cerrando fuerte los ojos e intentando controlar su respiración. Aquello le pasaba de vez en cuando, ansiedad. No era nada mortal pero os aseguro que no querríais estar en su pellejo. Había un remedio y era tomar medicación, sin embargo, a las tres semanas de tomarlas Elena decidió dejarlas, ella siempre había sido una chica muy activa mentalmente, escribía, su diario, su música, sus pensamientos…y aquellas pastillas no solo la alejaban de la ansiedad, si no, de aquel mundo interior que ella tanto adoraba.

Nadie sabía que las había dejado, quizás Matt lo sospechaba, pero ella nunca se lo había contado a nadie. Así fue como empezaron sus paseos al bosque, cuando la ansiedad la atenazaba ella salía huyendo hacía el bosque y se refugiaba en la tranquilidad que este le proporcionaba. Ella podría jurar que era mucho más efectivo que aquellas dañinas pastillas.

Elena suspiró, debería ponerse en pie y comenzar a andar hasta el coche. Le dio la orden a sus piernas pero éstas no se movieron. Lo peor siempre era el camino de vuelta, el ser consciente a cada paso que cada vez estaba más lejos de ella misma y más cerca de aquella joven temblorosa y dolida que la esperaba en Mystic Falls. Aquella que el miedo la atenazaba de tal forma que un día se olvidó de vivir.

Lo cierto era que el ataque de aquel día lo había provocado Matt. El mirarle, el saber la preocupación de este por ella la habían hecho pensar en un posible futuro con alguien, el miedo a la incertidumbre de qué pasaría, con quién sería, si nunca lo encontraba, si era un cabrón y no tenía a su madre para contárselo, si era un sol y no estaba su padre para premiarle, si nunca en su vida volvía a ser aquella Elena risueña, popular, la reina del baile, la que daba todo a cambio sin pedir nada… estaba muy lejos de volver a eso y lo sabía y aquello la había hecho salir corriendo del instituto.

Llevaba un buen rato sentada cuando, tras mirar el reloj varias veces y suspirar con pesadumbre, se puso en pie para marcharse.

-¿No crees que deberías dejar de calcular todo un poquito menos?

Ahí estaba.

-Creía que por una vez me habías hecho caso en nuestra última conversación y te habías ido muuuuy lejos.

-No querrías que lo hiciera, en el fondo lo sabes, y lo mejor de todo, yo lo sé y por eso estoy aquí.

-Prepotente –contestó Elena comenzando a caminar.

Un día mientras caminaba en medio de la noche por el bosque, sin rumbo fijo, solo buscando acabar con su ansiedad, escuchó una voz clara en su cabeza. Una voz sensual, ronca, una voz que la calmaba incluso más que el bosque en sí. Aquella voz la disuadió de seguir caminando a aquellas horas y sin luz y la ayudó a encontrar el camino de vuelta. Desde aquella noche, cada vez que Elena se perdía en el bosque escuchaba esa voz dándole su opinión o molestándola sin previo aviso.

Ella era consciente de que era fruto de su cabeza, de la atmósfera que el bosque creaba para ella que la condicionaba y le provocaba esas alucinaciones. Era consciente también de que quizás debería haber ido a un psicólogo hacía mucho o volver a la medicación, pero en el fondo la divertía y la calmaba tanto que lo había ido retrasando y aún no había hecho nada.

-Me encanta cuando te pones borde, grr –contestó la voz masculina.

Elena intentó aguantar la risa, por alguna razón cada vez que sonreía o reía mientras "escuchaba" la "voz", ésta desaparecía. Era como si su cerebro hubiera creado una vía de escape para calmarla en sus situaciones de estrés.

-Creído…-añadió Elena mientras comenzaba a caminar.

-Niñata –la voz de él sonó tan picada como la de un niño cuando pierde su equipo de fútbol favorito. Elena no pudo evitar sonreír y como ella esperaba, la voz no volvió a añadir nada más.