Bring Me to Life

Before I come undone
Save me
Save me from the nothing I've become

(Bring me to Life, Evanescence)

Disclaimer: Mira que les he regañado constantemente al Deivid y a Braian por robarme los juguetes…hmpf, pero insisten en reclamarlos como propios. Y, claro, con las películas tan alucinantes que se montan luego ellos solitos…como para no concederles el capricho :P (Naaah. En realidad todos los derechos sobre la franquicia xD pertenecen a FOX, Fox España, Cuatro, los creadores y el talento inagotable de esos tremendísimos actorazos que trabajan en la serie).

Spoilers: Post-Who's Your Daddy y pre-No Reason.

Pairing: House/Cuddy.

Categoría: Angst (pa no perder la costumbre). Romance.

Rating: K+.

Dedicatoria: A los de Entertainment Weekly, por esos fabulosos photoshoots promocionales que preparan. Al que se encargó de montar el trailer promocional de la tercera temporada, porque es un bendito y seguro que un Huddy encubierto xDDD A la sonrisa franca de Lisa Edelstein y el français de la campiña de Hugh Laurie, a todos los miembros del magnífico cast & crew de House, que son fuente de inspiración constante. A todos ellos, por ser capaces de mantener intacta su ilusión y la nuestra a pesar de la marginación a que les somete la Academia a la que pertenecen. He dicho.

Come on, now.
I hear you're feeling down.
Well I can ease your pain,
Get you on your feet again.

Relax.
I need some information first.
Just the basic facts:
Can you show me where it hurts?

There is no pain, you are receding.
A distant ships smoke on the horizon.
You are only coming through in waves.
Your lips move but I can't hear what you're sayin'.

When I was a child I had a fever.
My hands felt just like two balloons.
Now I got that feeling once again.
I can't explain, you would not understand.
This is not how I am.
I have become comfortably numb.

Ok.
Just a little pinprick. ping
There'll be no more --aaaaaahhhhh!
But you may feel a little sick.

Can you stand up?
I do believe its working. Good.
That'll keep you going for the show.
Come on its time to go.

(Comfortably numb, Pink Floyd)

El rudo roce del algodón del pantalón de su pijama sobre la horripilante cicatriz que desde hace seis años decora la antaño tersa y musculosa complexión de su extremidad inferior derecha. Como un jeroglífico macabro que relata su infortunio…

Agnóstico y cínico desde que enfrentó a ella cara a cara, la burló con su ingenio y rapidez de reflejos y ha vivido para contarlo. Sin embargo, a veces siente que algún ente superior, celoso, envidioso de su éxito, de su intelecto, de su aptitud, de que hubiera logrado arrebatarle el control sobre decenas de víctimas desde que empezara a ejercer como médico, se ha propuesto joderle la vida a él en represalia.

Y bien jodido que estaba…

El pulso punzante de la sangre que fluye por las venas de su pierna, hirviente e insoportablemente lento.

El latigazo agónico del dolor, que chasquea contra su fémur y repta a lo largo de su muslo y su médula espinal, friendo sus neuronas.

El alivio fútil de la presión que, en dos compases, ejerce su pie contra las frías baldosas del suelo durante sus paseos nocturnos de la cocina al salón: punta-talón, punta-talón...

Fémur, tibia, peroné, tarso: calcáneo, astrágalo, cuboides, escafoides, cuneiforme externo, cuneiforme intermedio, cuneiforme interno, los cinco metatarsianos, falanges proximal y distal del primer dedo, falanges proximal, media y distal para cada uno de los cuatro dedos restantes…

Ocupa la mente. Ocúpala. Concéntrate. Busca una distracción.

Relee la prueba de paternidad de Crandall. Regodéate en que llevabas razón pero tomaste la decisión correcta al mentirles a todos.

Conéctate y dedícate a leer de nuevo todos y cada uno de los papers sobre dolor crónico publicados en Pubmed en los últimos años. Traza planes. Alternativas.

Es difícil. Todo confuso… las letras parecen bailar en la pantalla. Traducir alemán de repente parece tan sencillo como correr una maratón.

Busca el frasco (o los frascos), cuenta las píldoras, colócalas en fila, haz montañitas con ellas…

Dios. Juega al ajedrez contigo mismo. Recita a Shakespeare. Enciende la GameBoy y machaca tus retinas con el SuperMario. Repasa el recorrido de la Arteria Carótida Interna, sus ramas, sus territorios y sus relaciones anatómicas. Céntrate en los mecanismos de filtración renal y el vaivén de electrolitos. Que el tráfico de ideas en tu cerebro lo mantenga absorto y lo suficientemente abrumado como para no detectar lo que sucede más abajo.

Y si te quedas sin lecciones de Microbiología que reproducir en tu cabeza… interpreta todo el repertorio de Bach, Schumann o Wagner en un recital lúgubre y solitario. Enciende la tele y permite que la basura (teletienda o reposiciones de El Barco del Amor) te mantenga a flote. Ahógate en bourbon. Los Rolling, Pink Floyd y los maullidos melancólicos de Freddy Mercury serán tu tabla de salvación…hasta que las quejas de los vecinos y sus amenazas de llamar a la policía o incinerar tu piano te devuelvan al mundo de la conciencia.

Sólo unas horas más para la próxima amiguita blanca.

Sólo unas horas más para que amanezca.

Sólo unas horas más para poner el automático y presentarte en el trabajo como un zombie ojeroso y demacrado, pero a la hora.

Sólo… no acudas a la escalera.

Resiste la tentación de cogerla, de trepar como un hombre perdido en el desierto de su desazón, sediento y atrapado por el delirio de un oasis.

Convéncete de que no quieres alcanzar el ansiado maletín…

Olvida dónde tienes el compresor. Dónde guardas los opiáceos.

Aguanta.

Tienes poder para hacerlo.

Ayúdate a ti mismo a no caer en las redes de tu propia trampa, de tu propia debilidad…

Evita cometer el segundo error imperdonable de tu miserable existencia. La vicodina es un juego de niños…la morfina pertenece a una liga superior.

Esta mañana tenías la excusa de que era tu día libre. No hay presión. No hay prisas. Nadie vendría a buscarte, nadie se preocuparía por ti. Salvo Cuddy para darte el coñazo con su tratamiento.

Pero mañana…mañana tienes guardia. Si te inyectas la dosis adecuada¿podrás controlar los efectos?

La vocecilla maliciosa en su cabeza le repetía como un mantra que lo tendría todo bajo control, que ni siquiera Cuddy repararía en que se había colocado la noche anterior. Que el efecto soporífero le brindaría las pocas horas de descanso que exigía ya su organismo, que sólo despejaría su mente del dolor y no perturbaría su eficacia al incorporarse al trabajo.

Si lo hacía una vez…volvería a hacerlo la noche siguiente. Y la otra… Se conocía bien.

Y a largo plazo…no confiaba en sí mismo ni en el alcance impredecible de su desesperación.

Tienes fama de irresponsable por tus métodos, por tu moral ambigua, por tu particular sentido de la ética médica y tu obsesión por colarte a través de los agujeros dejados por la retórica con que se redactan los protocolos. Protocolos que manejas a tu antojo demostrando que tenías cruzados los dedos tras la espalda mientras pronunciabas el Juramento Hipocrático.

Pero eres bueno. Infalible. No dejes que nadie ponga en tela de juicio tu profesionalidad.

No eres un puto yonki. Ni lo serás mientras te quede un ápice de dignidad. Y vaya si son dignos y honorabilísimos los malditos House.

Dependes de analgésicos para funcionar… pero no eres adicto. No.

Sabes que convertir el uso de esa hipodérmica en una costumbre podría costarte todo. Tu integridad, tus principios, tu juicio, tu puesto de trabajo…tu título, la única cosa que verdaderamente te ha reportado satisfacción en la vida. La única que no te fallado nunca… La Medicina es la Biblia donde descansa tu fe; no permitas que te condenen por herejía.

Tómatelo como una prueba de tu fuerza de voluntad. Un test. Recuerda que nunca suspendiste uno… Eres un ganador nato.

Sólo…espera…un poco…y el café de Cameron podrá despejarte o la infusión de nuez y jengibre que con tanto mimo prepara te relajará sustancialmente, como las notas exóticas en el acento del australiano o el perfume agresivamente masculino de Foreman, que llena todo el despacho y tu pituitaria, sobrecargando tus sentido y aparcando el dolor en un segundo plano. Sólo un poco y escucharás la voz suave y familiar de Jimmy, bálsamo para tu aflicción, o percibirás la cadencia de Bizet en el contoneo de las caderas de Cuddy al caminar decidida hacia ti para recordarte que tienes que pasar consulta…

Y hundirte en un trance algo más agradable.

Intimidad. Confianza. Le había confiado su secreto, grabado a fuego como una fotografía a todo color en su memoria…

El hipnótico magnetismo del suave y curvilíneo contorno de un glúteo perfectamente esculpido en la carne, la marca del elástico del último modelito de Victoria's Secret dejando sacrílega huella en la piel tersa y ligeramente bronceada, almíbar y melocotón (quién dijo que una manzana había sido el fruto prohibido en el Árbol de la Ciencia), jugosa y terriblemente tentadora. El inconfundible y fuerte olor a antiséptico y a la fragancia que desprendía ella. La ahogada exclamación al sentir el pinchazo…

Sensual. Erótico. Prohibido. Excitante. Inalcanzable.

Bendita memoria fotográfica…

Distracciones… esa es la clave. Aunque se trate de fantasear con una Cuddy hormonada.

La mirada triste, desengañada, empañada de desilusión que asomó a sus ojos verdes aquella tarde y aguijoneó su subconsciente. Como el día en que descubrió la caja de trébol rojo entre su basura, la suspicacia le había embargado al escuchar su agradecimiento que, aunque honesto, apestaba a tapadera, a excusa. El "no" titubeante suspendido en el aire… como expectante, albergando la esperanza de que fuera reventado por su cinismo. La hubiera presionado para que confesara la verdad en aquel instante, pero, en la bajona que se cernió sobre todos tras resolver un caso que le había tocado tan de lleno, toda su concentración se le iba en enmascarar las punzadas de intensidad in crescendo que le atenazaban y le obligaban a refugiarse en la soledad e intimidad de su despacho.

Y la imagen arde y muere en el fondo de su mente, como cuando se quema el fotograma bajo la flagrante luz del proyector. Como se disuelve su esperanza…y cada vez le cuesta más y más rescatarla de su memoria reciente.

Una y otra vez aquella espiral hacia la perdición inexorable. Todas y cada una de las interminables noches desde hacía meses el mismo vía crucis que terminaba con él frente a la caja metálica que contenía su salvación y su verdugo.

Sin descanso ni tregua. Sin sucumbir a la extenuación física y psicológica, a la pura, natural y desesperada necesidad de rendirse al sueño.

Y estaba afectando a su concentración. A su capacidad de diagnóstico.

Hacía tiempo que el bajo continuo de su existencia, aquellas agujas que le atravesaban el muslo como su cilicio particular, habían dejado de ser el motor que estimulaba su creatividad, la musa e inspiración que activaba sus conexiones neuronales y la glucosa que servía de combustible para su deducción…Desde el momento en que la vicodina había dejado de suavizar las aristas del dolor, éste ya no requería una simple distracción.

Ni el subidón de endorfinas ni el chute de adrenalina que le proporcionaba resolver un caso eran ya suficientes…

El dolor lo era todo. Era el punto blanco, cegador, frente a sus párpados fuertemente cerrados. Era el eco marcado del pulso en sus sienes reverberando en sus oídos al apretar la mandíbula. La opresión en el pecho. La bruma eterna que colapsaba todo pensamiento, toda idea, toda emoción. El nudo en la boca del estómago que le impedía tomar nada sólido y le hacía vomitar los ácidos que su organismo, en su ignorancia desconectada de la realidad, seguía convencido de que necesitaba para digerir esa "nada".

Sólo había dolor. Incandescente. Irreductible. Dolor que le doblegaba sin compasión, le dominaba con inquina, regía cada movimiento y cada reacción, haciéndole renunciar a todos sus principios, a toda razón, a toda objetividad médica, a la música, a su moto... a la confianza en sí mismo.

El Doctor Jeckyll transformado en Mr. Hyde.

Vencido por el dolor. Derrotado. Su ego aplastado bajo el peso agobiante de la soledad y la angustia.

Ya sólo tenía un objetivo, fijado por su instinto de supervivencia: el alivio, mitigar el sufrimiento, olvidar. Descansar. Desconectar. Pulsar el botón de off aunque fuera por unas horas…

Había cedido una vez años antes, por pura experimentación, por pura desidia. Tras Stacy. Cuando no le importaba nada absolutamente salvo dejar de sentir cualquier emoción, ya fuera el dolor, el amor o el odio. La ira.

Y Cuddy había interrumpido su segunda cita con la morfina, coincidiendo su aviso con la búsqueda afanosa de una vena buena en su brazo aquella misma mañana.

Esta vez necesitaba ayuda para controlar el impulso… Quería controlarlo. Pero por primera vez admitía que solo no lo iba a lograr.

Se vio reflejado en la impoluta superficie de su piano de cola. Tenía frío y calor al mismo tiempo, y un sudor helado empapaba su camiseta.

Podía haber destruido los viales desde entonces, atajando el dilema.

Río amargamente.

Tan patético…tan débil.

Dios… ¿a quién recurrir?

Con mano temblorosa y como un autómata descolgó el teléfono. El pitido de la línea abierta le procuró una cierta sensación de ansiedad, desagradable pero que agradecía.

Jimmy. Wilson.

Psicosomático. No te cree. Tu mejor amigo no se fía de ti. Dolor fantasma. El oncólogo curtido y brillante, acostumbrado a lidiar con el dolor más extremo e insalvable en sus pacientes, a tenderle la mano a los que están en el abismo huyendo de la Parca… está convencido de que es una treta más por tu parte. Entonces¿por qué te firma recetas¿Para quitarte de en medio?

Ficticio, fingido, para autojustificar tu "adicción". Que eres especial, que puedes salirte con la tuya… Eres un genio, un tullido, un puto as del poker y un adicto. Todo tiene su precio… ¿Por qué no te cree¿Tiene Jimmy envidia?

¿O es que tiene semejante concepto de ti…que eres un maldito masoquista? Que te pone el dolor, que te excita la atención que recibes de tus colegas, las miradas lastímeras que mujeres y niños te dedican en la calle, la sonrisa jocosa de los conductores que, parados junto a ti en un semáforo, se fijan con curiosidad en el bastón…

Si Wilson te apreciara de verdad, como hacen los colegas, seguro que no te echaría en cara que el dolor está en tu cabeza. ¿No te conoce lo suficiente como para saber que colocarte no es tu principal pasatiempo¿Qué preferirías descansar cómodamente cada noche y cojear sin dolor?

No, el bueno de Jimmy…debe pensar que fomentar tu "negación" no es la mejor manera de ayudarme a sobrellevar el dolor crónico. La depresión. Jodida mentalidad cuadriculada y de psicólogo aficionado. Majaderías de manual de autoayuda…

No Jimmy. No puede ayudarme. No comprende…

Stacy…no…no está…la quiero…fuera…fuera de mi vida. Prefiero el dolor.

Quién…quién…

Nadie…

No tengo a nadie.

Steve¿querrías tú también darte un garbeo entre los campos de fresas para siempre?

Dios…Hay que joderse, ahora hablo con la rata.

Otra carcajada seca se escapa de mi garganta.

Esto es una locura. Estoy desquiciado…

Noto las gotas de sudor rodar desde mi frente y columpiarse en la punta de mi nariz.

Todos los grandes genios acaban locos. Acaban sus días encerrados en manicomios y con camisas de fuerza, suicidándose de las maneras más rocambolescas que su creatividad e ingenio son capaces de diseñar. Cuando no son unos adictos a las orgías de sexo duro y sin protección, las drogas o el Rock and roll y…oops, vaya…tick-tick-tick…tres en raya. Estoy condenado…

Camino…no sobre el agua…sobre la cuerda floja. Lo sé. Es lo único que me mantiene cuerdo, que sé que me estoy volviendo loco.

La línea sigue con su continuo "pi", perforándome el tímpano. Mis dedos se mueven como si tuvieran voluntad propia y marcan un número de memoria en el inalámbrico. Ni siquiera sé si han apretado las teclas correctas…

Da señal.

Vértigo... y de repente la posición horizontal parece tan tremendamente seductora que cedo a la llamada del suelo... Poco menos que me desplomo, buscando el mayor contacto posible de las baldosas con la mayor superficie de mi piel. Tendría que quitar la mesita del salón. Estorba si uno pretende improvisar una acampada frente al televisor…

Masajeo el muslo frenéticamente. Aprieto. Alivio la presión. Vuelvo a apretar, siguiendo el ritmo de la señal telefónica.

No sé si serán más gotas de sudor lo que resbala por mis pómulos. Definitivamente, no…demasiado dulces.

Y entre el dolor, el delirio, el frío que cala mi camiseta húmeda…

Se abre la comunicación al otro lado de la línea. Alguien gruñe, farfulla e inspira audiblemente antes de hablar. Me llega el eco de una voz reconfortante e inusitadamente grave por los pegajosos hilos del sueño desvelado, a través del auricular.

– "House, más te vale que sea importante", una pausa dubitativa. Malditos identificadores telefónicos. Había arruinado la sorpresa. "¿Tienes una ligera idea de las horas que son?".

Quiero decir: "Lamento entorpecer tu cura de sueño, Jefa, pero eres la única persona en el puñetero Universo con agallas para sacar el látigo y darme un par de azotes. Capaz de tirar a la basura el arsenal biológico más autodestructivo que poseo. Y dispuesta a ayudarme a afrontar esto…".

Pero, claro, no puedo hablar. Si lo hiciera ahora, mi voz se quebraría y sería el Apocalipsis… Centro todos mis esfuerzos y concentración en seguir respirando.

– "¿House?". Su genuina preocupación (cosa de los estrógenos, probablemente) me arropa como una colcha de hilo. No abriga, deja transpirar.

Trago el nudo en la garganta y me orgullo desciende con él al pozo de mi estómago. Sólo espero no regurgitarlo también…sería un estropicio.

– "C-Cuddy…necesito que ahora tú me hagas un favor a mí".