Descargo de responsabilidad: Los personajes no me pertenecen. ~
Summary: "Hazlo, Kagome." No importaba la cantidad de veces que repitió la orden. No obtuvo respuesta. Su corazón ya no latía.
Guardián
Habían sido incontables batallas. Lucha tras lucha por el control de la Shikon no Tama. Tres años para juntar la totalidad de los fragmentos. En un robo constante entre los participantes de esta partida. Todos lo podían sentir, esta sería el final.
El inicio del fin.
Si la victoria no estaba de su lado al finalizar el día, el futuro caería en sus manos. Cambiaría la vida tal cual se la conoce, para peor. No existiría nada. Nada más que su oscuridad.
No había lugar para fallar.
Sostuvo su espada, otorgada por su maestro cuando terminó su formación. Kamikaze.
Viento divino.
Le resultaba irónico el nombre. Pero parecía ser el único que adaptarse a la espada. A su esencia. Recordaba vivamente todas las clases de su maestro. Todas las veces que limpió el piso con ella durante su entrenamiento, para luego mirarla. Contemplarla, en silencio. Nunca la ayudó a levantarse, siempre esperando que se rearmara sola.
'Hazlo, Miko.'
Infinidad de veces lo observó en silencio. Miles de preguntas habían corrido de forma salvaje por su mente, pero nunca las pronunció en voz alta. Quizás su presencia siempre había sido suficiente para intimidarla. Tan solo una vez, rompió su silencio para hacerle una pregunta. Qué pensaba del destino.
'Todos tienen un destino escrito en piedra, Miko.'
Su respuesta, no le sorprendió. Sintió que algo que no hizo falta pronunciar. Lo notó en sus orbes dorados normalmente fríos, llenos de una emoción desconocida.
Nunca escuchó la otra mitad de esa frase. Hasta hoy.
'Sólo aquellos que luchan en su contra, pueden cambiarlo.'
Era lo más cercano a palabras de aliento que escucharía de sus labios. Sonrió sabiendo que al final del día, cualquier cosa podía pasar. Su mente le trajo la imagen de sus seres queridos sonrientes.
Al final del día, Naraku moriría.
"Maldición..." Observó como cayó el monje que los había acompañado desde el inicio de su aventura. El veneno que corría por sus venas lo estaba matando lentamente. Su cuerpo no tenía lugar libre de golpes, su rúnica rota estaba empapada con sangre.
No quería gritar su nombre y no recibir respuesta. No quería.
Temía su silencio.
Empuñó con nueva fuerza su espada y se obligó a continuar. No era tiempo para parar. Aún no.
Su maestro lanzando estocada tras estocada, uno a uno contra Naraku. Su mirada ambarina tintada de rojo por la excitación del combate, su rostro impasible como siempre. Sintió el cansancio del cuerpo menguar. Él no había bajado la fiereza en sus ataques; tampoco lo haría.
"¡Kaze no kizu!" El inu-hanyou jadeaba con rudeza. Las horas de batallas hacían mella en él. Aún así seguía atacando con la tessaiga. Sonrió al conectar sus miradas. "¡Oi, Kagome!"
"No pierdas de vista la batalla, baka!" Gritó ondeando con sutileza la espada antes de murmurar. "Kami no tsuki." Desde la punta de la espada rompieron a salir cinco cortes celestes. Rápidos y mortales, se estrellaron contra las hordas de demonios que los rodeaban.
Los superaban en número.
"¡Hiraikotsu!" La última taijilla soltó una vez más su arma. Custodiando el cuerpo inconsciente de su compañero. Las lágrimas, retenidas por pura fuerza de voluntad; se negaba a llorar por su hermano. Sabía que no podía permitírselo, no ahora.
"¿Oh? ¿Este es todo el poder de Occidente?" Escuchó la voz de Naraku por encima del ruido de la batalla.
'No...'
Uno de los tentáculos de Naraku atravesaba totalmente el hombro del Daiyoukai. Su rostro, por primera vez en la lucha, esta tenso. Sus ojos totalmente rojos.
"Decepcionante, Sesshomaru-sama." El tono de burla en su título no se perdió a ninguno de los oyentes.
La miko continuó estocada tras estocada, eliminando los youkai de bajo nivel que se interponían entre ella y su maestro. Inuyasha siguiendo detrás. Tenían que llegar.
Notó la mirada de Sesshomaru recuperar el tono ámbar característico. Un gesto casi impredecible le hizo acatar sus órdenes. Tenían que terminar esto.
Ahora.
Asintió sin dejar de avanzar. "Inuyasha, es tiempo." Murmuró preparándose para el final.
El inuhanyou no espero más. De dos saltos alcanzó destino y preparó la tessaiga. Sesshomaru ajustó el agarre de Bakusaiga.
Soltaron el último ataque.
Naraku sonrió.
Naraku estaba observando. La sonrisa en su rostro era atemorizante. "No, no." Suspiró con fingido fastidio. "Aún no es el final."
El ataque combinado de los hermanos inu, casi no tuvo repercusiones. La barrera que lo rodeaba lo detuvo casi por completo.
"¡Es!" El grito de Kagome detuvo la batalla.
Su espada, kamikaze, había roto la barrera de Naraku en cuestión de segundos. Dando un golpe mortal. La onda de purificación que soltó golpeó justo la mitad contaminada de la Shikon.
Los tentáculos de Naraku golpearon a la miko, atravesando por completo su pecho.
Naraku sonrió.
"La muerte es de ambos, miko." Otra onda de purificación abandonó la espada, terminando de desintegrar su cuerpo.
La sangre goteaba de los labios, el pecho se tiño de carmesí. Su cuerpo herido cayó en un ruido sordo al suelo.
Nadie se movía.
La batalla había terminado.
"¡Kagome!" La voz de Inuyasha había roto el silencio del claro. "¡Maldita sea levántate!"
Al instante estaba sosteniendo el cuerpo de la miko. La vio sonreír. Sintió las lágrimas juntarse en sus ojos. "Maldita sea, no sonrías así Kagome!"
"Baka." Su voz sonaba demasiado débil.
La exterminadora de rodillas al lado del monje inconsciente lloraba en silencio. 'Kagome...'
"Cuida de Shippo, Inu..." Los latidos de su corazón eran cada vez más débiles.
"Levántate, Miko."
"Ya no, mi señor." Enfocó su mirada azul en los orbes ambarinos antes de sonreír. Cerró los ojos lentamente, soltando el aire de sus pulmones.
"Hazlo, Miko."
No obtuvo respuesta.
"Hazlo, Kagome."
No importaba la cantidad de veces que repitió la orden. No obtuvo respuesta.
Su corazón ya no latía.
Habían vuelto al pueblo, victoriosos, pero vencidos. Con la cabeza en alto, y la mirada baja.
El Daiyoukai de cabellos platas, cargaba con una delicadeza de otro mundo el cuerpo de la miko. El Inuhanyou caminando detrás de él, sosteniendo el monje inconsciente. La exterminadora a su lado, las lágrimas aún cayendo por sus mejillas.
Las palabras que la miko había dicho antes de la batalla, aún estaban presentes en sus mentes. Repitiéndose una vez, otra y otra vez.
'Sé que está será... La última batalla.'
Los habitantes del pueblo los recibieron con lágrimas de alegría y tristeza. Sin pronunciar palabra, escoltaron el camino del Daiyoukai hasta el Goshinboku.
'Y puede que hoy, llegue al final.'
Depositando el cuerpo de la miko con delicadeza sobre la base del árbol, ambos hermanos comenzaron a cavar un pozo con sus propias garras.
'Puede que otro día ya no vea comenzar...'
Los sollozos del kit pelirrojo en brazos de la exterminadora calaban profundo en las almas de los presentes. El niño había perdido a su madre, otra vez.
'Pero no atiendo más razón, combatir hasta el final.'
Sesshomaru retiró de su cuerpo el haori, colocando a la miko en él. "Los colores de Occidente." Murmuró. "Para la señora de Occidente."
'Sólo tengo esa misión.'
La confesión del Daiyoukai conmocionó a todos en el claro. Sabían que su relación era intima, pero nadie hubiera imaginado jamás que el Señor de Occidente, tomaría a la pequeña miko como su igual.
'Lucho por los míos.'
Recostó el cuerpo frío de la miko besando suavemente su frente. Asintiendo a Inuyasha ambos comenzaron a cubrir con tierra el cuerpo de la joven.
Kamikaze, la espada que acompañó hasta lo último a la miko, fue clavada como recordatorio. Murió en batalla. Con honor. Luchando hasta el final. Jamás nadie dudaría del honor, o lealtad, de la sacerdotisa de occidente. Jamás.
Una sola flor blanca fue colocada sobre la tumba de la miko.
'Soy el Guardián.'
Soy mala, lo sé :c
Michelle ~
