9: Supervivencia
La primera vez que Yamato Ishida verdaderamente lloró- con los ojos abiertos, sin pestañear, siendo completamente consciente de las lágrimas saladas que le resbalaban por las mejillas, le rodaban por el mentón y le mojaban la ropa- fue a los ocho años.
Porque hasta ese momento había tenido todo lo que podría necesitar para ser feliz un niño de su edad- y de su madurez; nunca había sido pretencioso ni malcriado. De hecho, era serio y taciturno. Y, repentinamente, todo aquello en cuanto creía, todo aquello en lo que cimentaba las raíces más profundas de su vida, se había derrumbado.
Ya a los ocho años, Yamato era dolorosamente consciente de que podría subsistir sin su madre, sin un hogar perfecto, cargando sobre sus espaldas con el peso de un padre viejo de tan triste. Pero como sabía eso, sabía también que no sería capaz de sobrevivir si le faltaba Takeru. Porque T.K- que aún no había sido bendecido con ese apodo que lo marcaría para toda la vida- con sólo cinco años, ya poseía esa mirada límpida y pura, que traspasaba las almas como si fuera capaz de ver a través de la carne. Para todo el que tuviera la suerte de cruzarse en su camino, pero especialmente para su hermano, ya irradiaba esa dulzura y esa paz que hacían que, a su lado, todo fuera mucho más fácil.
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El vicio no es propio de Harry Potter. También puede darse en otros ámbitos.
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Lean, escriban, sueñen, amen, bailen, sonrían
Estrella
