"LOS DIOSES SURGIERON DE LA GRAN VOLUNTAD, Y DE LOS DIOSES FUE EL MUNDO FUE EL MUNDO. MAS EL PODER ERA GRANDE Y NACIÓ EL ELEMENTAL."

En medio de una profunda oscuridad, la respiración dolorida de una mujer rompió el silencio.

- ¿Cómo terminamos así? ¿Qué hicimos tan mal? – Balbuceó, antes de respirar profundamente - ¿Cuándo comenzamos a perder el camino?...

SAINT SEIYA ELEMENTAL

En un parpadeo, el final de una guerra entre santos, lo que fue un campo de batalla, lleno de cadáveres de hombres que lucharon para proteger a sus dioses.

La oscuridad parecía poseer la tierra, mientras las deidades, envueltas en el resplandor de su cosmos, se mantenían altivas viendo a una mujer santo con el cabello cubierto alejarse.

"Nuestra existencia transcurre en un parpadeo de los Dioses, nuestras vidas se unen acorde a sus designios.

Lugar adecuado, momento adecuado."

"Los santos estamos atados a ello.

Los santos no tenemos derecho a más."

CAPÍTULO I

CRIMEN Y CASTIGO

En medio de un bar, los gritos de celebración de los santos de bronce atraían las miradas de los presentes. Saori reía viendo a Seiya bailar sobre una mesa, mientras los demás sólo coreaban una canción.

-¡Vencimos! -gritó Seiya a todo pulmón ya un poco ebrio y con una cerveza en la mano.

Shun y Shiryu lo vieron un tanto avergonzados, mientras Hyoga gritaba al tiempo que levantaba una cerveza.

-¿Dónde están Sheena e Ikki? ¡Ellos fueron parte de esto! ¡Deberían estar aquí! - exigió Seiya, ya en una actitud incoherente.

-Sheena quería regresar al santuario, mi hermano sólo se fue... dijo que tenía mucho en qué pensar. Además, han sido meses hasta recuperarnos por completo, todo ese tiempo estuvieron aquí. –contestó Shun bajando la mirada.

-¡No, Shun! ¡No puede haber tristeza, es un día de victoria! – reclamó Seiya, pero al momento en que se acercó, cayó de la mesa sin que los demás pudieran evitarlo.

Todos corrieron a ayudarlo, Saori los observó reír, pero en su mirada amable había una profunda tristeza.

-Debo irme, ya es algo tarde...-dijo la diosa en voz baja, levantándose de su silla.

Todos la acompañaron hasta la salida, despidiéndose de ella, que prefirió regresar sola pese a los ofrecimientos de acompañarla.

Cuando regresaron a la mesa, Seiya comenzó a beber de nuevo con Hyoga.

-¡Empieza la noche de hombres! -gritó atrayendo la mirada de todos.

-Mejor prepárate, que esto no terminará rápido - rió Shiryu, dando una palmada en el hombro a Shun.

-¡Toma una cerveza! ¡Ni siquiera has bebido! -vociferó Seiya a Shun, al momento que le ofrecía una botella.

Shun lo dudó un poco, pero finalmente aceptó, tomó la botella y comenzó a beber.

--oOOo--

Mientras tanto, Saori regresaba a la mansión, cuando en su camino, vio a una mujer caminando por la calle con ropas excesivamente elegantes, de inmediato ordenó al chofer de su auto detenerse y bajó corriendo.

-Los dioses bajan en formas cada vez más humanas ¿No lo crees? – preguntó Saori a la mujer al detenerse frente a ella.

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En el bar...

-En verdad llegué a pensar que no saldríamos con vida... - meditó Shiryu mientras bebía y todos brindaban - momentos en los que ves pasar tu vida frente a tus ojos, pensar que eso fue hace meses y hasta hoy estamos en condiciones de celebrar...

-Pero ya estamos aquí. Los tiempos de guerra terminaron y si volvieran, no importa, pelearemos y venceremos nuevamente - añadió Seiya, emocionado y proponiendo otro brindis.

-Es cierto. Han sido tiempos difíciles pero aun ahora si tuviera que elegir, volvería a pelear. De eso no tengo dudas. Somos santos y este es nuestro deber, pero más que eso, es lo que hemos decidido hacer por los demás, incluso nuestra vida es un precio pequeño comparado con la felicidad del mundo. - dijo Hyoga en voz baja mientras jugueteaba con un botella.

Cuando terminó de hablar, los demás sólo lo observaron, las palabras que había pronunciado eran absolutas para aquellos santos; la verdad que habían alcanzado después de las guerras.

-No todo es sacrificio - aclaró Shun tímidamente - porque de haber sido otra nuestra vida, tal vez no estaríamos reunidos en el mismo lugar y momento, no conoceríamos este significado profundo de la hermandad.

Todos quedaron en silencio, pero de repente, Seiya comenzó a llorar estruendosamente.

-¡Ustedes son mis hermanos! ¿Cómo es posible que se vayan mañana?- gritaba mientras trataba de abrazarlos.

Todos de pronto parecieron un poco tristes, meses habían pasado desde la última batalla. Era el momento de partir, al día siguiente cada uno seguiría su propio camino. No más gloriosas y épicas batallas, la ansiada paz era una realidad, ya no sería necesaria una orden.

-Mañana se irán...Rozan, Siberia, ustedes son tan predecibles. Yo buscaré a mi hermana ¿Y tú, Shun?- interrogó Seiya.

-Creo que iré a Andrómeda.

De nuevo hubo silencio, pero fue un silencio diferente, había cierta malicia en las sonrisas, algo que ellos querían saber y era poco probable que Shun contestara siendo tan discreto. Aun así, Hyoga decidió que nada perdían con preguntar.

-¿Irás a ver a la chica del látigo?

-June...-contestó Shun un poco extrañado por la descripción tan simplista que daban de una mujer excepcional como ella.

-Ella te gusta. - completó Seiya riendo por Shun que se sonrojó y comenzó a beber más.

-Es mi amiga, y tengo que volver a Andrómeda porque necesito saber qué ha pasado con sus ruinas - concluyó Shun en un tono serio.

-Sabes que el amor es algo más profundo de lo que parece. Y negarlo no es suficiente. Por lo que, si Seiya tiene razón...deberías considerar aceptarlo - dijo Shiryu riendo.

Shun lo vio más interesado, Hyoga y Seiya se acercaron para oír mejor. La verdad salió a flote, Shiryu admitió que su vida estaba en Rozan porque ahí se encontraba lo que más amaba. Hyoga aceptó que, por el momento, no tenía a quien ofrendar su vida. Seiya dijo que lo mismo le pasaba, pero él mentía.

Shun encontró su estado más simple. Les habló un poco de quién era June, lo que habían vivido y finalmente, de lo ocurrido antes de partir al Santuario y cómo después de eso desapareció sin rastro alguno. Por supuesto, reservó una parte para él, eran sus hermanos, cierto, pero no por ello podía hablar abiertamente de sus pecados. La conclusión fue sencilla:

-Es mi amiga

Algo indudable. Pero después de escucharlo hablar, era evidente que en esos años de entrenamiento se había forjado una relación más fuerte que la amistad.

-Es una pena... según recuerdo era increíble.

Entre conversaciones simples de amigos se consumió la noche. Cuando fue momento de regresar, el estado de todos era más que inconveniente. Llegaron ya muy ebrios y cada uno subió a su habitación, incluso Seiya, que ni siquiera recordó su casa. Shun apenas pudo cerrar su puerta, quitarse el abrigo y tirarse sobre la cama, pero sin poder dormir. Permaneció con los ojos abiertos viendo al techo.

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Al amanecer, Saori desde su ventana veía al horizonte, mientras Shun, aun viendo al techo, parecía afligido.

Era una mañana soleada, con mucho viento. Fue entonces que llegó el momento de la separación.

Hyoga y Shiryu debían partir. Les hicieron compañía hasta el aeropuerto narrando anécdotas y buenos recuerdos del pasado, negándose a que todo terminara.

Saori los despidió con lágrimas en los ojos. Seiya y Shun incluso los abrazaron antes de que subieran al avión. Partieron, dejando a sus amigos y Saori viendo a la lejanía.

Así pasó casi una hora, sin palabras, sentados, observando el ir y venir de pasajeros.

-Incluso la paz no será lo mismo sin ellos -susurró Shun

- Siempre es triste ver a las personas que amamos partir. Mas esta despedida parece incluso feliz al significar que todos hemos sobrevivido –murmuró Saori.

Después de esa feliz despedida, Seiya propuso ir a otro lugar lleno de nostalgia: el orfanato.

Al llegar ahí, Seiya entró corriendo y haciendo ruido como era su costumbre. Saori observó a Shun un instante mientras éste veía la cruz en el techo con un aire de tristeza.

-Llevas un tiempo así ¿Qué ocurre? -inquirió Saori

-No he podido dormir en días... creo que es un castigo. Perder la paz por toda la muerte que hemos impartido. -respondió aquel joven de corazón puro.

-Podría ser simple insomnio... -replicó la diosa.

Shun sólo asintió.

Después de eso, ambos siguieron a Seiya. Pasaron la mañana entera jugando con los niños, hasta que fue hora de comer y los acompañaron.

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Mientras los santos de Athena recordaban su infancia. En una gran mansión, una mujer sentada en el jardín veía al lago a su lado, pero un enorme y ostentoso sombrero ocultaba su rostro. Usaba ropas majestuosas pese a no lucir antiguas y sus manos jugueteaban con el borde de una taza.

-Hoy se dispersarán, es un buen momento para encontrarlos. –dijo aquella mujer suavemente al momento que se levantaba.

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En el orfanato, al terminar su comida, Shun salió y fue a sentarse bajo un árbol. El viento movía las hojas haciendo un leve sonido y dejando pasar un poco de luz. Lentamente cerró los ojos.

-Un castigo...

-¿Has hecho algo para merecerlo? – le contestó una suave voz de mujer.

Shun levantó la mirada y vio a una mujer rubia observándolo, quedó atónito ante aquella figura en un delicado vestido blanco de tela ligera y encaje.

-June…- fue lo único que alcanzó a exclamar en medio de su asombro.

-Al menos me recuerdas. - bromeó June quitándose su sombrero de tela.

Parecía una sucia treta del destino encontrarla en ese momento, justo después de la conversación de la noche anterior. Shun la observó fijamente y a su mente vinieron pequeños recuerdos, también muchas preguntas, que en un segundo se volvieron insignificantes, ante su sola presencia.

Pasaron mucho tiempo hablando en el jardín, Shun le contó sobre su insomnio y el final de la guerra. Ella lo escuchó, hasta el último detalle, antes de decir una palabra.

-Sólo haces lo que es debido, alguien debe ensuciarse las manos sacrificando su paz. Tristemente, te tocó estar del lado donde se realizan los sacrificios.- dijo June. Ese fue su juicio. Aun con los años que habían pasado, conservaba esa fuerza. –Si no lo hicieras, sentirías culpa por quedarte observando mientras el mundo se pierde. Yo abandoné esto y aun hay ocasiones en que siento culpa.

-¿Abandonaste? -preguntó Shun viéndola intrigado

-Un poco después de que te fuiste, decidí que no deseaba más ser un santo y desde entonces no he usado mi armadura. Viajé mucho y terminé aquí, ayudando a Miho unos días mientras decido a dónde ir. -confesó June.

-Es una historia extraña ¿Por qué abandonar tu legado de santo?

-Pocas cosas son peores que ser un santo pequeño, preferí una vida simple, viajando, estando un par de días en cada lugar, toda mi vida tuve sólo un hogar, ahora no quiero regresar nunca -contestó June.

Shun se dio cuenta de que, pese a los años, aun desconocía mucho de June y se sintió ridículo al recordar su plan de buscarla en Andrómeda, así que prefirió guardar silencio, se cuestionaba lo que June pensaba al renunciar al don de ser un santo y qué parte de la amazona que había conocido era la que estaba frente a él.

-¿Volverías a hacerlo? A pelear – preguntó él.

-Si fuera necesario, creo que mi conciencia ganaría.- aceptó con tristeza.

June comenzó a cortar un ramillete de flores blancas, pero un fuerte viento revolvió las hojas, ella sólo sujetó su sombrero mientras su cabello volaba y los pétalos parecían envolverla.

Shun la observó y sonrió, fue entonces que decidió resolver la duda más grande de todas.

-¿Por qué te fuiste? -preguntó él, quitando un mechón de cabello frente a sus ojos.

-Debía buscar mi camino. ¿Por qué no me buscaste? - contestó la antigua amazona.

-Te esperé...

Fue lo único que se atrevió a decir antes de enmudecer, June asintió y continuó recogiendo las flores, Shun observaba a detalle las delicadas manos en tan sencilla labor y se maravillaba de poder ver a una mujer como June en una tarea tan pura.

Pese a ello, su aspecto era un poco lúgubre, diferente a lo que él conocía, su cuerpo más adulto y sus ojos más tristes, los años pasan por todos, pero estaba seguro de que esos habían sido años difíciles.

-Creo que ya debes irte. -dijo June amablemente al ver a Saori y Seiya esperando a lo lejos.

-Si me voy ahora, nada me dice que mañana seguirás aquí. -reprochó Shun bajando la mirada.

-Lo prometo.

Esa promesa bastó para él, se alejó despidiéndose hasta llegar con su amigo y su diosa.

-Vino a ti, eso es tener suerte. - dijo Seiya con una gran sonrisa.

Saori notó la mirada de Shun un poco más viva pero no preguntó nada, los tres regresaron a la mansión.

June los observó alejarse, sosteniendo en sus manos su ramo de flores. Ese encuentro era lo que más había temido en mucho tiempo, pero parecía ser que el tiempo había pasado llevándose con él los recuerdos, sonaba demasiado perfecto y prefirió aceptarlo así, la opción de hacer frente a sus errores era aterradora.

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El día transcurrió tranquilamente, Seiya fue a casa, y Shun con Saori. Sin los demás, todo parecía solitario.

Al caer la noche, Shun se encontraba leyendo, recostado en un sillón cuando tocaron a su puerta, al abrir, encontró a Saori en un elegante vestido blanco de brocado y tul, lleno de vuelos y brillantes, usando hermosas y llamativas joyas.

-Necesito un favor. Tatzumi no está y no tengo la menor idea de dónde encontrar a Seiya. Debo salir y necesito que me acompañes. - suplicó ella.

-Sí, iré por mi armadura –contestó Shun.

-No será necesaria.

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Efectivamente, la situación no ameritaba una armadura, o al menos así fue en un inicio. Shun escoltó a Saori hasta una esplendorosa fiesta. Muy a su pesar, tuvo que usar un traje negro, era elegante, pero no se sentía él. Estaba en una verdadera situación nueva.

Siguiendo a su diosa, Shun entró a un hermoso salón bellamente decorado, escaleras de mármol, un candelabro inmenso colgando de la cúpula del techo, flores por doquier.

Todo parecía lleno de luces y cristales. Al centro, las parejas bailaban,

-No me alejaré demasiado, camina un poco. -sugirió Saori al ver la mirada desconcertada de su santo.

Shun asintió y fue hacia un balcón, aliviado respiró y se apoyó para ver hacia fuera, sin notar a una chica rubia sentada bebiendo tras él.

La chica sonrió divertida y él volteó asustado para encontrarla, en un brillante vestido rojo de muselina que le envolvía suavemente y su cabello sujeto, lleno de joyas. Era una imagen extraña comparada con el resto, ella parecía viva.

-Pareces decepcionado- dijo ella.

-Un poco.

Entonces la chica se levantó y extendió su mano

-Baila - le pidió.

Shun y la chica comenzaron a bailar, él no parecía un experto pero lo hacia con cuidado, meticulosamente. El vestido de la chica rozaba el piso y le daba un aire casi etéreo, como una bruma roja siguiéndola. Así bailaron lentamente unos minutos, hasta que ella se detuvo al ver a Saori esperando frente a ellos. Shun se despidió con una sonrisa y fue con Athena.

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Seiya caminaba por la playa viendo las olas, había pasado mucho desde la última vez que tenía esa clase de descanso, pero en su mente había algo que le quitaba la tranquilidad.

Entre todos los sacrilegios cometidos en su vida, el peor le atormentaba. Y era la clase de tormento que sus hermanos no podían aliviar.

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En el camino de regreso a la mansión, el auto de Saori entró a un túnel, al dar la vuelta, Shun volteó y vio otro elegante auto, resguardado por dos sujetos en motocicletas, vestidos de negro, sus cascos eran iluminados por las luces regulares. Habían estado ahí desde el principio.

-Nos siguen. Su camino ya no es una coincidencia. - advirtió Shun preocupado.

-Es posible, pero no debemos apresurarnos. -recomendó Saori.

Al interior de aquel auto, una mujer veía todo con una gran sonrisa.

-Acorrálalos- ordenó.

Al salir del túnel, fueron alcanzados por el auto, que les siguió hasta estar cerca de un parque solitario, donde les cerró el paso. Los motociclistas se detuvieron y bajaron, fue entonces evidente que se trataba de mujeres.

-Bajaré, no parecen ser santos así que no será un gran problema. -dijo Shun muy calmado, tratando de tranquilizar a Saori.

-Ten cuidado.

Shun bajó del auto y al observar con más cuidado, se dio cuenta que no sólo se trataba de mujeres, ellas ni siquiera llevaban armaduras, sus trajes eran negros y sencillos, pero de gran elegancia. Al observar a detalle, notó que portaban katanas, aun así, se mantuvo tranquilo.

-¿Qué es lo que buscan? -preguntó él lentamente.

-A Athena. Aura, acábalo.

Fue la orden que dictó uno de ellos. Al escucharle, el otro motociclista se quitó el casco, mostrando su cabellera rubia. Shun la vio asombrado al notar que se trataba de la chica de la fiesta, pero ella gritó y fue corriendo a atacarlo con su katana a una velocidad impresionante.

-¿Qué es lo que haces? –preguntaba Shun mientras esquivaba el arma de aquella mujer.

-A veces deberás hacer cosas que no quieres. No creímos encontrar un santo. – contestó ella al momento en que alcanzaba a herir su brazo.

Shun se alejó un poco, la mujer llamada Aura fue hacia él blandiendo su espada.

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Mientras tanto, June estaba en el orfanato recogiendo las cosas de la cocina, cuando de pronto, pudo ver lo que pasaba en la pelea de Shun y salió corriendo desesperada hacia su cuarto. Al llegar sacó su armadura y su máscara.

Lentamente, observó la máscara y con tristeza cerró los ojos.

En ese momento, no buscó una explicación y siguió su instinto, incluso creyó en la coincidencia. Le llevaría tres años entender que nada es coincidencia y que ese había sido el primer movimiento de los dioses.

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Cerca de ahí, Shun seguía esquivando a Aura, que cada vez atacaba con más velocidad y fuerza, él sólo la evadía y trataba de quitarle el arma.

-Apuesto que no conoces alguien que maneje así una espada. He sido demasiado bondadosa, debes conocer lo que es un ataque y una defensa desesperada. – dijo ella al momento en que atacaba y se detenía frente a él.

Aura volvió a blandir su espada con una habilidad maravillosa, pareciendo que fuera parte de su brazo y dando tajos precisos. Shun alcanzó a escapar de ella con heridas menores, pero aun así acabó en el piso.

El otro motociclista se quitó el casco, era una hermosa mujer de mirada agresiva y cabellos color castaña.

Ella observó todo molesta, tomó su espada y lentamente fue hacia donde se encontraban Aura y Shun, él que se levantó tan rápido como pudo.

-Puedo hacerlo sola, Lyon. - protestó Aura mientras trataba de cortar a Shun.

-Esto será rápido, quiero que conozca el miedo. – respondió quien debía llevar por nombre Lyon, con una voz casi siniestra.

Lyon atacó brutalmente alcanzando a cortar en el pecho a Shun, que cayó pesadamente al suelo.

-Ella es mucho más rápida y fuerte. Será difícil detenerla. Deben ser santos, su velocidad es poco común. –pensó Shun.

En ese momento, ambas fueron contra él. Shun las atacó con su cosmos y alcanzó a desviar la espada de Aura, que cayó al piso. Lyon se protegió con su katana y se alejó un poco.

–No eres tan débil como creí. ¡Iré por la zorra, detenlo! – gritó Lyon a Aura.

Lyon comenzó a caminar hacia el auto de Saori.

-Si la sigo llevaré a ambas tras Saori, pero Lyon es más peligrosa... – pensaba Shun, tal era su dilema.

-¡Espero no te asuste morir! – volvió a gritar Lyon, comenzando a mover su katana con una mano y marcando con la otra.

Entonces Lyon saltó cayendo sobre al auto de Saori, Shun la atacó con su Tormenta Nebular, pero ella la detuvo con su espada y volteó molesta.

-¡Aura! – gritó enfurecida.

Shun atacó a Aura, que se disponía a embestir, lanzando lejos su arma. Lyon fue hacia el santo de Athena, pero cuando Shun iba a moverse, frente a él apareció Aura.

-No pasarás. – murmuró ella.

En ese momento, Shun alcanzó a golpear a Aura que soltó su arma y cayó. Luego corrió hacia Lyon, ambos se enfrentaron. Ella alcanzó a herirlo, pero perdió su katana cuando Shun golpeó.

Aun sin la katana, Lyon con un golpe lanzó a Shun lejos. Aura se incorporó y recogiendo su espada fue por él.

Aura se disponía a atacar a Shun, que estaba en el piso. Pero cuando dio el primer tajo, su espada fue detenida por un látigo.

Al voltear, vio a June sobre un árbol portando su armadura, mas no su máscara.

.Aléjate -amenazó June seriamente.

June jaló su látigo, lanzando lejos la katana y tirando a Aura. Shun se levantó y Lyon caminó hacia él amenazante blandiendo su espada, Aura se levantó también.

-Maldita, ¡Te haré pedazos! - gritó Aura mientras avanzaba hacia June.

June bajó del árbol y tensó su látigo, quedando frente a frente con Aura.

Pero en ese momento, del auto que Aura y Lyon custodiaban, bajó una hermosa mujer de cabello naranja, la misma que Saori había visto el día anterior cuando regresaba a la mansión. Ella les vio con tranquilidad. Saori también bajó aprisa.

-Shun, no pelees más. -ordenó Saori.

Shun y June voltearon a verla sorprendidos. La mujer del cabello rojo la observó e hizo una reverencia.

-¡Ordénales que se detengan, Afrodita! – le gritó Saori.

La mujer asintió divertida, Aura y Lyon fueron a ella.

-Debes admitir que fuimos amables. Considéralo cortesía. – se burló.

Sin decir más, subió al auto y partió. Lyon y Aura la siguieron sin decir palabra.

-Llamaré a los demás, no sería prudente seguirlas. Amazona, quédate con nosotros mientras llegan. – pidió Saori.

Shun y June sólo se vieron.

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Ya en la mansión, June se encontraba curando las heridas de Shun.

-Es una pena, te veías tan bien en ese traje... -dijo June en un tono malicioso.

-No esperábamos algo así. Lamento que tuvieras que pelear... – contestó él tiernamente.

-Lo sé, aun me pregunto por qué sigo preocupándome por lo que te pase. – replicó June.

-Lo lamento. Todo el pasado, cuando regresé te habías ido y nadie sabía dónde podía encontrarte. Conociéndote, creí que no volvería a verte. –confesó Shun cambiando de tema.

Fue la respuesta más honesta que pudo dar, era algo que le debía desde mucho tiempo atrás y lo ligaba a ella.

-No recorrí la mitad del mundo para verte por última vez... sabes que lo te perdonaría todo. – aclaró la amazona.

-¿No volverás a usar tu máscara? –preguntó él en voz baja, acercándose a ella.

-No, sin importar qué pase o quién lo ordene. Ahora, déjame continuar con tus heridas o mañana estarás en verdad mal. – concluyó ella.

Shun se recostó y June se sentó encima de él, comenzando a limpiar una herida profunda de espada en su pecho, mientras él sólo la observaba.

-En verdad me alegra... que volvieras. Siempre es agradable verte.-confesó él sonriendo.

-Eso lo dirá el tiempo. - respondió June mirándolo fijamente.

June se acercó más y se detuvo cuando sus rostros ya estaban muy cerca, pero de repente, abrieron la puerta y Seiya los vio atónito en tan comprometedora posición.

-...Sa... Saori... cuando te..terminen vayan a verla –tartamudeó, antes de cerrar la puerta de golpe.

June y Shun se miraron y comenzaron a reír.

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En tanto, en una mansión grande y elegante, Afrodita y una mujer con el rostro cubierto caminaban a lo largo de un pasillo con paredes cubiertas de pinturas y estatuas de mármol, eran seguidas por Lyon y Aura.

-Fueron resultados bajos para un primer encuentro. -reclamó Afrodita.

-El segundo santo no estaba previsto. - aclaró Aura tratando de justificar.

-Lyon, por favor.- Contestó Afrodita, reflejando molestia en su voz y dirigiéndose a Lyon sin siquiera ver a Aura.

Lyon volteó hacia Aura con una mueca de desdén.

-No era un santo considerable. ¿Cuándo volveremos? Si esperamos, llegarán santos más fuertes a ayudarlos.- añadió Lyon.

-Si nos lanzamos a un ataque en este momento se repetirá el funesto espectáculo de esta noche. – respondió Afrodita.

Entonces Afrodita y la mujer desconocida se adelantaron. Aura las observó molesta.

-Sabes que de haber querido los habríamos acabado con un golpe. –protestó Aura mostrando enojo.

-La orden fue aparentar y eso hicimos. Si no colaboran, la siguiente orden será matar hasta al último y lo haremos gustosas. Así que no desesperes, los objetivos pronto serán más claros. - añadió Lyon caminando hacia la salida.

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En la Fundación...

Seiya, Shun y June permanecieron en un salón recibiendo instrucciones de Saori.

-Los demás llegarán por la mañana, hasta entonces nadie sale. –advirtió Saori con autoridad.

-No puedo quedarme. -protestó June un poco preocupada.

-Eres más necesaria aquí, amazona. Puedes irte cuando mis santos estén de regreso. –fue la respuesta de Athena.

Saori no dijo más. Salió del salón con una expresión que indicaba la preocupación que sentía.

Seiya se recostó en un sillón y se quedó dormido al instante. June se sentó en un sofá, un poco desconsolada. Shun fue junto a ella.

-En unas horas serás libre. Mientras tanto, duerme como una buena prisionera, que mañana tendremos que pelear. - dijo en voz baja al tiempo que la recostaba en sus piernas.

Shun pensó que estaba dispuesto a hacer sacrificios; pelear nuevamente, herir, matar o morir. Él podría sobrellevarlo como lo había hecho anteriormente.

En ese momento, se cometió el primer error crucial: aceptar el castigo que fuera otorgado. Porque el camino apenas comenzaba, y al final de él, ya no estarían dispuestos a darlo todo.

Creyeron en la coincidencia, ignorando que para los dioses sólo eran piezas en juego. Lugar adecuado, momento adecuado, no había escapatoria, debíamos morir acorde a nuestra vida. Ese era el verdadero significado de ser un santo.

FIN