Disclaimer: la saga Crepúsculo pertenece a Stephenie Meyer.

Advertencia: escenas de sexo, infidelidad.


La idea es tan absurda como egoísta y desafortunada, pero Bella no puede hallar la fuerza en sí misma para detenerse. Es una pésima decisión. Conoce con la profundidad de una certeza inmutable, que Edward no iba a negarse, aunque la idea lo matara y lo hiriera y lo rompiera. Ella de todos modos preguntó, aunque decir que preguntó es bastante inocente y recatado, porque fue más una demanda, directa y fogosa. Como si Edward estuviera obligado a cumplir sus deseos.

El dulce y encantador Edward, su esposo, su novio, su prometido. No por primera vez, Bella quiso poder leer sus pensamientos.

Acordaron todo, desde un quién hasta un cuándo. Bella intentó no leer las facciones hermosas de Edward, y aunque él supo mantener la compostura en todo momento, eso no hizo más que aumentar las dudas de ella. Pero no la detuvo.

De algún modo dentro del lío estaba Jacob Black.

El hombre lobo, el mejor amigo, el hombre traicionado. Bella esperaba que se retractara, que él quisiera salvaguardar la delgada y mordida línea de su relación que aún los mantenía en el lado de la amistad, pero por supuesto Jacob, con toda la imprudencia característica de un adolescente, aceptó. Fue idea de Edward, dejar que Jacob conociera las dudas de Bella, y como el terco y esperanzado muchacho que aún era fue obvio pensar que encontraría en la propuesta alguna luz que conectaba sus deseos con el futuro que él había deseado para ambos.

Alice un día no puede verla en su futuro, y se asusta. Así que preguntó, preguntó y preguntó. Bella tuvo que decirle.

—¿Estás completamente segura de que quiere hacer esto, Bella?

—No —responde.

—Estás lastimando a Edward.

Lo sé, quiso decirle, lo tenía en la punta de la lengua, ardiendo, destrozando.

Sus pesadillas tienen nuevos escenarios.

Tarda un par de días, pero logra exitosamente establecer sus planes en secreto en una familia de vampiros dotados de superpoderes. Se podría decir que es un logro en su patética lista de éxitos, pero suena tan desesperado que Bella termina viéndolo como una traición más. Se estaba volviendo una experta.

Alice logra no decirle a Jasper y ocultar el flujo de los sentimientos desordenados que ha creado la idea en ella. Bella se lo agradece, pero en el fondo sabe cuánto esto también la está lastimando a ella, aunque Alice no vuelve retomar el tema con tanta seriedad. Todos sus gestos y acciones suelen sugerir que estará de acuerdo con lo que Bella quiera. Pero parece falso.

Su futuro ha cambiado.

Planificar cómo se iba a llevar a cabo era terreno de solamente Bella, y en un principio, la idea le revolvió el estómago. Era como beber veneno, retorcía sus entrañas, las quemaba. Alice decidió ayudarla. Bella no quería estar cerca de Edward cuando ocurriera, ni siquiera deseaba que algo le recordara a él, y Alice entendió eso. Compraron pasajes de avión, observaron el calendario, hicieron cuentas y buscaron en las visiones el camino correcto. Alice también mantenía distraído a Edward, y Bella no podía encontrar en sí las palabras suficientes para agradecérselo.

A lo largo de la semana visita a Charlie en un par de ocasiones, porque lo extraña y en parte porque hay momentos en que no puede estar en la misma sala que los Cullen, la culpa obstruyéndole la garganta, cada acción amable de Esme torturándola, cada abrazo aplanador de Emmet. Es demasiado. Charlie no parece particularmente interesado cuando Bella le cuenta que va a salir de vacaciones con Edward. Asiente, absorbiendo a medias sus palabras y las respuestas a sus preguntas mientras disfruta de su cerveza y observa la televisión de reojo.

Pregunta sobre Billy y Susan, y aunque ambos saben que hay un trasfondo implícito en la razón de su conversación, ninguno de los dos hace una referencia directa.

Jacob. Jacob. Jacob.

Flota entre ellos.

Charlie dice que quiere ver fotos del viaje y Bella siente que la culpa puede tragársela. Es un agujero oscuro y peligroso en su futuro del cual ella sabe que debe alejarse, pero no encuentra deseos de hacerlo y porque la atrae como si amarrara una cuerda en su cintura y tirase de esta para acercarla.

Hasta que acaeció el día.

Ella no lo ha visto en meses que han parecido milenios y siente cómo sus nervios aceleran su corazón. También hay ansiedad, temor, cariño y culpabilidad. El primer sentimiento en más fuerte de lo esperado y la deja perpleja, pero entonces Alice la saca de su trance subiendo a la habitación que comparte con Edward. No hay más Cullen en la casa. Es hora.

Edward la espera en la puerta, sus hermosas facciones inmutables e incomprensibles. Bella se acerca y lo besa, y sorpresivamente él le devuelve el beso.

Suena con impaciencia una bocina de auto.

Mientras baja las escaleras de la entrada, Bella cuentas los puntos de por qué se odia más que nadie en este mundo.


No hay muchos temas de conversación entre ellos y eso no la sorprende. Se lo que se merece, cada parte. Si en el pasado Jacob se esforzaba por mantener sus lazos emocionales unidos, que ahora no lo hiciera era el indicativo que el hilo de su amistad estaba más desgastado de lo que Bella creía.

El trayecto en auto y en avión es largo, infinito y totalmente incómodo. Bella se devana los sesos pensando en algo, pero cuando están a varios kilómetros sobre el suelo y Jacob comienza a dormir a su lado, decide que es un tema sin solución. Si así iba a ser su relación, era mejor que nada, y también más sano para ambos. Una vez que terminaran el viaje y el dolor sería más fácil de soportar.

Se da tiempo de mirar detenidamente a Jacob mientras ronca. Su figura colosal y su pelo cortado hasta la altura de los ojos contrastaba enormemente con la figura juvenil y más baja de sus recuerdos. Podía discernir incluso que estaba cerca de los dos metros de altura y se preguntó si alguna vez iba a dejar de crecer. Para su suerte, el rostro de Jacob al dormir seguía siendo un reflejo cercano de la parte de él que ella amaba fervientemente. Pequeño e insignificante para cualquier otro par de ojos, pero un universo oculto y un diamante bruto para Bella.

Cuando la respiración constante de Jacob se vuelve más pesada a causa de una turbulencia, Bella tiene que hallar en su corazón toda su fuerza de voluntad para apartar sus ojos de él. La última vez no se atrevió a disfrutar sus últimos momentos juntos y lo lamentó por meses. No quería cometer el mismo error dos veces.

Jacob se frota los ojos con el dorso de su mano.

—¿Ya llegamos? —pregunta, su voz deslizándose adormecida.

Bella se sobresalta.

—Aún no —responde, lentamente.

—Bien —replica Jacob y vuelve a dormirse.

Bella tiene que recordarse que aún es humana y que necesita respirar.


—Así que este es el lugar.

—Sí.

—Parece caro.

—Sí —vuelve a responder Bella monótonamente y desea golpearse el rostro contra la pared gris del pasillo hasta caer desmayada.

Jacob la mira con ojos entrecerrados, y sin replicar otra palabra abre la puerta de la habitación de hotel. Por alguna razón que Bella desconoce plenamente, la recepcionista les ha asignado el último piso, alejados de todas las otras habitaciones. Jacob, quien fue el encargado de hablar con ella, no le dio respuestas claras cuando le preguntó. En su camino al último piso, el silencio que lo rodea es intenso y cortante, casi como fuera a explotar si una palabra incorrecta era impuesta entre ellos. Bella intenta ignorar el dolor, pero cuando Jacob entra en la sala, deja caer su maleta sobre el sillón en el centro, y desaparece de su vista casi como escapando de ella, pudo sentir cómo el dolor la desgarraba lentamente.

En las siguientes horas, cualquier cruce entre ellos es tenso y distante. Ya sea para ordenar sus ropas en la habitación que compartirían, o en la cocina porque ambos están buscando algo para beber. Sin embargo, esos cruces no son frecuentes y Bella es consciente de que Jacob está usando sus dotes de lobo para evitarla, y ella, con lo estúpida y torpe humana que es, no tiene el poder físico para atacar esa perseverancia.

Como consuelo y distracción después de vestirse con ropas para dormir, se sienta en la enorme cama de la habitación matrimonial y busca algo divertido en la televisión.

La oscuridad comienza a desdibujar el horizonte cuando Jacob entra en la habitación. Va ataviado de la misma ropa que usaba cuando todo su cuerpo parecía advertir que en cualquier momento iba a dejar su apariencia humana y transformarla en un enorme ser peludo de cuatro patas. Bella lo observa, cada paso silencioso que da hasta que está junto a la cama y se deja caer. Debe ser la primera vez que está en un lugar que supera las proporciones de su cuerpo, así que se acomoda sobre las sábanas dándole la espalda, listo para dormir.

Bella no va a dejar pasar otra oportunidad.

—¿Por qué aceptaste el trato? —pregunta, disgustada y agotada. Presencia como la espalda musculosa de Jacob se tensa—. No me ignores.

—Por qué crees que lo acepté —refuta él.

Ella no quiere responder a eso.

—Me estás evitando.

—Aleluya. Buen ojo, Bella. Mañana te doy un premio.

—Jacob —lo llama severamente, sintiendo su cara calentarse— ¿vas a tener sexo conmigo o no?

Su amigo ni siquiera luce perturbado por sus palabras, a diferencia de ella y su rubor. Aunque no se da vuelta para mirarla, desde su posición sentada Bella puede verle el perfil iluminado por la luz naciente de la luna que se filtraba por las puertas de vidrio que conducían al balcón. Pasa un minuto, dos, tres.

Bella suelta un suspiro.

—¿Podemos aclaras las cosas antes de empezar? —pregunta entonces Jacob con voz suave y desinteresada, sorprendiéndola—. Ya sabes, temas de paternidad.

—Creí que ya estaba todo acordado.

—Bueno, sí. Pero no estoy seguro de que el chupasangre te contara todo. Le gusta ocultarte cosas —se burla.

—Confío en Edward —responde y el nombre le escose los labios. Se promete que no volverá a nombrarlo por lo que resta de su estadía en ese lugar—. Y tú, que estás aquí con su esposa, también deberías.

—No pidas imposibles, cariño.

Bella no vuelve a replicar y Jacob no intenta iniciar una nueva conversación. Ya se está haciendo costumbre y debería doler la lejanía y la falta de tacto, pero estaba lo suficiente enojada como para ignorar los bordes punzantes de la herida. Si Jacob creía que él era el único sufriendo, es porque era un gran estúpido. Es cierto, ella deseaba esto, tener la posibilidad de engendrar otra vida, pero las consecuencias de su deseo eran demasiado profundas y demasiado latentes para ignorarlas. Estaba engañando a su esposo, en cierta manera, y eso es lo que más dolía.

Alice debería haberla detenido.

Edward debería odiarla.

Le empieza a doler la cabeza de lo fuerte que está apretando los dientes. Enfurruñada, cuela su cuerpo debajo de las gruesas sábanas blancas, apaga la televisión y también le da la espalda a su compañero. No puede precisar si ya estaba dormido, pero en cuanto la parcialidad del silencio y la oscuridad los rodea, Bella ve escaparse entre sus dedos toda la rabia acumulada a lo largo del día, hasta que no deja más que un cascaron cansado y vacío.

Ahogando un sollozo, Bella cierra los ojos y oculta su cabeza bajo las tapas.


Ella lo atrapa cuando sale de la cocina.

—No puedes evitarme para siempre.

—No, pero puedo intentarlo.

—Jacob, dijiste que ibas a ayudarme. Por eso estamos aquí.

—Y lo haré.

—Que no te impresione si no te creo —murmura sarcásticamente.

Los ojos oscuros de Jacob son como brasas cuando se vuelve a mirarla. Al suspirar, Bella puede ver su voluntad desmoronarse lentamente en grandes trozos. Casi puede oír los pedazos al golpear contra el suelo.

—¿Quieres hacerlo acá?

Bella niega con la cabeza, se levanta del sillón y se dirige a la habitación.

—No llegues tarde —le advierte.

No hay besos, como si implícitamente llegaran a un acuerdo de no involucrar actos innecesarios para sus propósitos. Pero hay caricias, gentiles y fuertes, cálidas y lejanas. Jacob hace la mayoría del trabajo, desnudándolos a los dos, lentamente, pausadamente. Primero se ocupa de Bella, de la camisa, de los pantalones, y por último de la ropa interior. Después está él, y cuando ambos están libres de toda presión, Jacob la sorprende abrazándola, llenando cada una de sus células de calor y nada más que calor.

Su corazón duele.

Las manos de Jacob están temblando cuando la tumban en la cama, y aunque ninguna de sus acciones ha sido plenamente sexual, Bella puede sentir cómo su cuerpo responde emocionado ante la presión de todo el cuerpo de su amigo contra el suyo, mucho más pequeño. A pesar de que no han arreglado su relación rota, pareciera que Jacob aún puede leerla cuando, sin necesidad de palabras, se aleja para no abrumarla con el calor de su cercanía.

Hay necesidad y profundo deseo en sus ojos negros.

Lentamente, sus dedos recorren el contorno de sus muslos, trémulos. Es apenas un roce, extremadamente suave y caliente, pero Bella puede presentir que algo no va bien. Jacob siempre ha sido atrevido, apasionado y descontrolado. Han tenido varios problemas en el pasado por eso. Le gusta ir a su ritmo, aunque este sea rápido y despiadado. Ese día no es así, y en cuanto sus grandes dedos se pasean por la piel pálida de su cadera, enterrando sus yemas en mi carne, Bella puede presenciar la duda en sus facciones.

—¿Has hecho esto alguna vez? —le pregunta, cuando la realización golpea su cabeza.

Jacob la mira fijamente antes de pasear sus ojos por la pared de la habitación.

—Nunca —murmura.

—Oh.

La verdad no la sorprende, o por lo menos no demasiado. Estaba bastante segura de que era la única mujer a la que Jacob había besado, y eso fue una vez hace ya meses. Y por supuesto, encontrar un humano con quien acostarse sin que se aterrorizara por la alta temperatura del cuerpo de un licántropo no era sencillo. Tendría que ser consciente con la realidad detrás de las leyendas, el espacio reservado exclusivamente para las imprimaciones, las madres de los individuos de la manada, y Leah.

—Recuéstate —le dice.

—¿Qué?

Bella siente que la cabeza le va a estallar de la vergüenza.

—Ya has hecho suficiente, ahora es mi turno. Déjame, eh, complacerte.

Jacob parpadea, y a pesar de que su rostro se ha oscurecido a causa de la incomodidad, una sonrisa burlona de dibuja en sus gruesos labios.

—Bueno.

Se dijo a sí misma que iba a evitar las comparaciones entre su esposo y su mejor amigo, principalmente porque era injusto y estúpido. Pero estando acá, con sus manos buscando provocarlo, despertando el cuerpo de su amigo para ella, su inconsciencia divide lo que ya conoce, de lo que pretende descubrir, complacer y usar. Jamás creyó que una misma acción pudiera sentirse distinta.

La experiencia con Edward se veía degradada en cierta forma porque él tenía la necesidad de controlarse y porque ella debía de no moverme. La experiencia se las arregló para ayudarlos con el tiempo, y a pesar de su movilidad seguía siendo limitada y precavida, para Bella cada momento de la interacción con Edward era como descubrir un tesoro.

Con Jacob es como cambiar los papeles. Ella se mueve, él espera. Un placer distinto, salido de la sensación de poder lograr hacerle gemir, que mece sus huesos y desmorona su terquedad, la quiebra pedazo a pedazo, lentamente.

Se siente poderosa, y un deseo fogoso y hambriento se enciende en la boca de su estómago y le recorre el cuerpo.

Intenta engañarse diciendo que solo lo está usando, que desear algo más no estaba bien, pero cuando las contracciones reverberan en su cuerpo y la hacen caer agotada y jadeante, comienza a dudar de sí misma.

Jacob suspira, se queda mirando el techo blanquecino en silencio y se levanta.

Bella no hace ni un intento de detenerlo cuando lo ve abrir la puerta y salir de la habitación.


No funciona.

Alice decidió usar de manera consciente sus poderes para ayudarla. No es una acción que Bella le agrade, que su amiga esté tan inmersa en este problema ajeno, pero cuando contesta la llamada esa mañana y Alice le dice que su futuro no ha cambiado, agradece internamente el esfuerzo de su amiga. Este asunto no era agradable para ninguno de ellos, y Alice seguía a su lado a pesar de su reticencia.

Así que Bella tuvo que intentarlo de nuevo.

Esperaba que Jacob tomara ventajas, pero cuando cae la tarde y ella tímidamente lo seduce en el sillón, él responde del mismo modo que la noche anterior y se deja hacer. Puede que incluso sea un poco más silencioso e introvertido.

El número de celular de Edward quema las retinas de Bella cuando lo observa en la soledad del baño. Necesita oír su voz, necesita sentir su apoyo, necesita que le diga que la sigue amando.

No lo llama.

Sería demasiado egoísta.

A pesar de que no ha hablado con Jacob más de lo estrictamente necesario, y que sus intentos de arreglar su relación han sido un rotundo fracaso tras fracaso, no se sorprende cuando él la invita a comer y a pasear por los alrededores de la playa. Aceptar la propuesta es el siguiente paso, pero es como si Jacob leyera de su cabeza su respuesta, y sin esperar que Bella responda, le dice que saldrán a la hora que ella estime.

Las noches no son frías en esa parte del mundo, pero de todos modos Bella se viste con un polerón marrón ancho y unos pantalones negros de buzo. Jacob usa la ropa suficiente como para que a gente no se girase a mirarlos a cada segundo extrañada.

Los temas de conversación son escasos, por no decir nulos. Bella casi podía sentir su cabeza sacando humo mientras trabajaba por dar con un tema interesante. La brisa marina remueve su cabello y le cubre constantemente el rostro, molestándole. Debería haber cogido una liga antes de salir.

Jacob le compra a un hombre de edad con un carrito rojo y amarillo un par de bollos calientes y una bebida con azúcar para él, y otra sin para Bella. Ella se lo agradece con una mueca rota y recibe la comida. El queso del bollo se derrite deliciosamente en su boca. Antes de que lo piense correctamente ya no queda más, y Bella observa sorprendida la servilleta vacía. Trata de simular bebiendo un sorbo de la bebida, pero Jacob la ha visto y se ríe entre dientes mientras arruga el envase vacío de su Coca-Cola y lo bota en un basurero cercano.

A pesar de su vergüenza y el rojo en sus mejillas, Bella toma esa pequeña risa como un nuevo inicio.