Advertencia: Esta historia sigue todo lo relativo a la serie hasta el capítulo final de la quinta temporada. Todos los sucesos y personajes surgidos a partir de ahí pueden o no aparecer iguales o modificados.
PRÓLOGO
La oscuridad de la noche se había cernido sobre Indiana hacía varias horas. Era medianoche y no había apenas gente más allá de los tres o cuatro coches que pasaban ocasionalmente por la carretera de delante del motel.
Una joven de no más de veintipocos apareció detrás de un árbol. Era alta y delgada, con el pelo moreno y ondulado y ojos de color chocolate. Vestía una camiseta negra con una chaqueta de cuero marrón, y unos pantalones vaqueros con unas botas negras por encima. La joven esperó a que no pasase ningún coche por la carretera, miró a ambos lados y se dispuso a cruzar la calle en dirección al motel.
'La Rosa Azul', ese era su nombre. Una ironía, pensaba, pues en su vida nunca había visto una rosa azul. Quizá se llamaba así por el color del edificio, azul turquesa, y rodeado de rosales que, debido a la estación en la que se encontraban, no estaban pasando por su mejor momento.
La muchacha observó que apenas había luces encendidas en las habitaciones y, en las cuatro que había con la luz encendida, no apreció ninguna cabecita curiosa cotilleando a través de la ventana.
"Estupendo".
Se permitió sonreír y meterse las manos en los bolsillos, adoptando una pose relajada, mientras recorría los metros que quedaban hasta las escaleras. Subió con toda normalidad, como si una de las habitaciones de la planta superior fuese suya y llegase en ese momento después de haber pasado el día fuera. Cuando llegó arriba, se detuvo y sacó su teléfono móvil.
2406.
Dos, cuatro, cero, seis. Ese era el número de la habitación a la que se dirigía. Él se la había mandado por sms hacía apenas una hora sin ningún adorno más, solamente con esas cuatro cifras. Ella, por supuesto, lo captó a la primera, sin necesidad de mayores explicaciones. Estaba trabajando cuando notó la vibración del móvil contra su pantalón, pero consiguió escaquearse y llegar al motel en el momento acordado. Y allí estaba, sesenta minutos después, al comienzo del pasillo que, en teoría, debía llevarla a dicha habitación.
Echó un vistazo a la habitación más próxima. Aunque no hubiese luz, no gastó más tiempo del necesario en curiosear; que no estuviese la luz encendida no significaba que la habitación estuviese vacía. Además, no era su habitación. Era la 2420.
No tenía más dirección que seguir que hacia delante, así que continuó avanzando por el pasillo. 2419, 2418, 2416, 2413,... Conforme continuaba por aquel estrecho pasillo, se dio cuenta de que el bonito nombre que habían elegido los propietarios del edificio para el motel no se amoldaba a aquel pasillo. Estaba al aire libre y expuesto a las inclemencias del tiempo, y por lo tanto se llenaba tanto de gravilla del suelo como de hojas secas de los árboles que el viento podía arrastrar con facilidad.
"Además aquí no hay rosas ni cosas azules. Vaya desperdicio".
2411, 2410, 2409,...
"Ya queda menos".
2408, 2407,...
"Aquí".
Se detuvo frente a la puerta de la habitación cuyo letrero de madera, desgastado y con un par de esquinas astilladas, rezaba el número 2406. Echó un último vistazo a la pantalla de su teléfono móvil antes de guardárselo en el bolsillo, más como un acto reflejo que como un acto de verdadera necesidad. Tras permanecer unos segundos delante de la puerta como una estatua, alzó un brazo y golpeó dos veces en la puerta con suavidad.
La habitación siguió en silencio, pero sus oídos pudieron captar el ruido de unas pisadas suaves al otro lado de la puerta, típico de alguien cauteloso que no quiere ser escuchado por oídos ajenos.
La puerta se abrió y Dean Winchester apareció frente a ella con ropa y su peinado habituales.
- ¿Qué narices haces aquí?
Su voz no denotaba ninguna simpatía, y la joven resopló y puso los ojos en blanco, aburrida.
- ¿Así es como recibes a tus visitas, Winchester? - respondió con ironía en el mismo tono amigable que él había utilizado con ella.
- Cuidado con lo que dices, encanto.
Ella retrocedió un paso al ver el arma con el que él la estaba amenazando.
- Tranquilo, sólo he venido a hablar. Traigo información.
Dean pareció pensárselo. La mano con que sostenía el arma titubeó y al final acabó bajándola un poco, dándole a ella un poco de tregua.
- ¿Vienes sola?
Ella asintió.
Él guardó su arma y se hizo un lado para dejar pasar a la joven, pero esta no se movió.
- ¿Qué? - pregunto él, con gesto mezcla de cansancio y enfado.
- Y tú, ¿estás solo?
Dean se quedó mirándola con gesto serio, en silencio, antes de responder:
- Sam ha ido a por la cena. Será mejor que te hayas ido para cuando él regrese.
- Descuida. No estaré más tiempo del necesario, te lo garantizo.
Ella torció la boca con una media sonrisa y aceptó la invitación para entrar en la habitación de los Winchester.
Un vistazo a su alrededor le bastó para cerciorarse de lo malo que era que dos hombres viviesen solos sin una presencia femenina. Vale que aquella no era una residencia fija, ni mucho menos,... pero en comparación con una pocilga, ella habría escogido la pocilga. Las bolsas de ropa estaban tiradas de cualquier forma en medio de la habitación y las de armas estaban medio ocultas debajo de las camas. Además, había ropa limpia estirada en las dos camas, una de Dean y otra, de mayor medida, de su hermano. Vio un zapato de Dean debajo de su mesilla, aunque no pudo localizar el otro; los zapatos de su hermano, por el contrario, estaban bien colocados y bastante limpios debajo de la otra mesilla.
- Deberíais ser más cuidadosos, ¿lo sabías?
Se giró y se sobresaltó al comprobar que Dean estaba justo detrás de ella. Observó que la puerta estaba cerrada. No le había oído cerrarla, al igual que tampoco le había oído recortar la distancia hacia su posición.
- ¿Decías? - respondió él con una sonrisita de suficiencia.
Echó un último vistazo para comprobar que todo estuviese en orden. Puerta cerrada, pestillo echado, luz apagada y cortinas echadas. Todo correcto.
Fue entonces cuando la embargó una sensación de relajación que hacía días que no experimentaba. Cambió todo, desde su expresión facial hasta su expresión corporal. De estar seria y con aspecto aburrido y de no querer estar allí, pasó a estar sonriente y relajada, como si estuviese en su propia casa. Dean también se lo notó, y entonces fue su turno. Nadie habría podido decir quien estaba más sonriente de los dos.
- Has tardado mucho - le dijo él con tono de reproche.
Ella se estremeció cuando él puso su mano su mejilla. Cerró los ojos y giró el cuello lentamente hacia él para disfrutar al máximo de aquella sensación, pero no lo consiguió hasta que no apoyó una de sus pequeñas y finas manos sobre la grande y fuerte de él.
- Ya sabes como es mi padre con el trabajo. - suspiró y abrió los ojos. Sus ojos marrones se encontraron con los verdes del hijo mayor de John Winchester - Siento haberte hecho esperar.
Él retiró su mano de su mejilla, aunque no permitió que ella retirase su mano de la de él. Con ternura, como si la mano de ella fuese como la de una muñeca de porcelana particularmente valiosa, movió su mano hasta que pudo entrelazar sus dedos con los de ella.
Sonrió levemente.
- Ha valido la pena.
Ella le devolvió la sonrisa mientras notaba como un auténtico volcán entraba en erupción dentro de ella. Podía notar como corrían ríos y ríos de lava por sus entrañas, pero no le importaba. No podía apartar la vista de Dean.
Con un rápido y ágil movimiento, ella recortó los pocos centímetros que separaban sus rostros y posó con dulzura pero con necesidad sus carnosos labios sobre los de él. Sus lenguas bailaron juntas unos minutos, hasta que Dean interrumpió la danza y se quedó mirándola a los ojos.
Ella le devolvió la mirada, preocupada y curiosa por el motivo de tan inesperada interrupción.
- Te he echado de menos - dijo él finalmente.
Aquella fue la gota que colmó el vaso.
Vio como él dirigía la cabeza hacia la de ella con la intención de reanudar el beso que había interrumpido, pero aquel era el turno de ella de interrumpir el beso. Movió su cabeza un poco a la derecha para esquivar la de él y esperó a que él dijese algo.
- ¿Qué sucede?
Ella sonrió.
"Eres como un libro abierto, Winchester".
- Deberías quitar tu ropa de la cama. Creo que nos va a estorbar un poco.
Le dedicó la sonrisa pícara y rebelde que tanto sabía que le gustaba a él... y en menos de lo que se dio cuenta, Dean, con sus manos aún entrelazadas, la condujo con rapidez a su cama y la arrojó de espaldas, rebotando contra el colchón al caer sobre él.
A partir de ese momento, ambos reanudaron su baile de una forma más salvaje y desenfrenada, cargada de urgencia, amor y pasión.
Comentario de la autora: ¿Quién es la misteriosa amante de Dean? ¿Qué ha llevado a los Winchester a Indiana? ¿Por qué Sam vive? ¿Con qué clase de comida basura se deleitarán los Winchester esa noche? ¿Se quedará la amante misteriosa a cenar con ellos? Las respuestas a estas preguntas, y a alguna más, en la próxima entrega. Hasta entonces, no dudéis en comentar qué os parece; todo comentario puede ser constructivo. Eso sí, recordad que intento plasmar los personajes lo mejor que puedo, pero tampoco soy Dios XD "Continuará...".
