La otra

La ropa cae rápidamente. Ninguno de los dos se toma el tiempo de asimilar lo que sucede. Una remera, luego un bóxer, por último un blanco sostén.

Es otoño y el viento sopla fuerte. Sin embargo, a ninguno de los dos parece importarle, mientras que desnudos se recuestan en la fina hierba de aquel prado. El largo cabello de ella enredado entre las pequeñas ramitas secas que caen de los numerosos árboles. Él, bañado en sudor, con hojas completamente marrones que se pegan a su torneado y cobrizo cuerpo.

El ritmo aumenta y ella gime de placer, clavando así sus largas y filosas uñas en la espalda de él. Él, mientras tanto, cierra los ojos, sin importarle el dolor, pues sabe que en cuestión de segundos la herida estará cerrada y será como si jamás hubiese existido. Nada comparado con su roto corazón.

Llegan al punto máximo y ambos sienten, a pesar de que jamás lo reconocerán, que son capaces de tocar el cielo con las manos.

Leah toma su ropa y se viste rápidamente. A veces se olvida de que él no es Sam y que nunca lo será. Sabe que Jacob tampoco piensa en ella cuando lo hacen. Y eso se siente bien, tan bien, que podría ser la otra para toda la vida.