Notas de Autor: ¡Buenas! De nuevo por estos lares trayéndoles este oneshot para la Spamano Week, la cual quise aprovechar apenas lo supe, por medio de Corona de Lacasitos quien escribió igualmente un hermoso fic Spamano el cual les invito a leer desde su profile: www. fanfiction u/4517229/ llamado Objeto de Adoración (¡no se arrepentirán de lo que encontrarán en su profile!)

Para quienes estén leyendo mi otro fic Dos Tipos de Soledad, esta historia se basa en los eventos del primer capítulo con el regalo de Lovino a Antonio, que sé que les gustará saber cómo pasó todo. ¡Hallé la oportunidad perfecta para detallarlo sin saturar DTDS!

Para quienes no, les invito a leer el fanfic, pero no es enteramente necesario. Esta es la historia de cómo Lovino… Oh, bueno, ya lo leerán *guiño*

Sin más, ¡disfruten!


De Roma con Amor

No me quedaría mucho dinero, pero con los últimos euros que había ahorrado en esta semana, había logrado mi meta para diciembre. Observé la lista de posibles regalos que podría comprar, pero ninguno me atraía tanto la atención como para gastar mi dinero en algo que no iba a hacerlo completamente feliz, aunque él dijera lo contrario, porque yo igualmente me sentiría como una mierda viendo todos los días un objeto que no me hubiera gustado comprar.

Estuve evitando comer más de lo necesario por tres meses, con la excusa de una dieta inventada, para llegar a tener la cantidad necesaria de dinero para un buen regalo de mes y navidad en un solo paquete, y no me arrepentía de haberlo hecho –él fácilmente me gastaba ciertos antojos sin que se lo dijera– sin embargo, el que aún no supiera cuál regalo escoger me carcomía por dentro; cumplir 22 meses de relación con Antonio cerca de navidad no es tener especialmente la mejor de las suertes.

Por mi mente habían pasado varias ideas, demasiadas, que iban desde las espantosas tarjetitas que las prepúberes de sexto les regalaban a sus novios de mentira cada mes, hasta un traje Armani que vi mientras paseaba con Feliciano por el centro. De una forma u otra, nada me convencía, no quería parecer que no tenía dinero como para regalarle siquiera un helado, ni tampoco tenía lo que se necesitaba para comprar un traje para sus posibles, futuras y nulas entrevistas de la Universidad que pronto le tocaría vivir.

Daba gracias a la estable economía de Santa Isabel –donde vivo–, que me permite comprar cosas asequibles a un buen precio, a diferencia de España de donde es Antonio, mi novio, o de Francia, por ejemplo (1).

Por eso me hallaba ahí, en medio de mi habitación, totalmente solo, con 130 euros en mi billetera destinados a un regalo imposible, una lista interminable con demasiadas tachaduras –parece una maldita lista del supermercado–, y el teléfono celular sonando y vibrando desde hacía diez minutos, con mensajes de whatsapp que seguramente provenían de un grupo…

Excepto que esa melodía no parece ser de mi aplicación sino de la canción Lovers on the Sun.

La de David Guetta.

Designada como tono para cuando mi novio llamaba.

Caigo en cuenta de mi error y me apresuro a recoger el celular que tengo tirado en la cama, a tres pasos de mí, los cuales se vuelven uno solo cuando de un salto caigo al colchón y, como puedo, agarro el celular que sigue vibrando y sonando desesperado para que le preste la debida atención. Contesto enseguida.

—¡Pronto! —saludo medio gritando y medio agitado, vamos, que como un imbécil. Si hasta me salió en italiano—. Antonio, hola, es que no escuchaba el celular, pero ya lo tengo, dime —digo todo en una sola frase como poseso, sin que me lo hubiera preguntado siquiera. ¿Qué demonios me pasa hoy?

Hola, mi amor, ¿cómo estás? —me responde, demasiado relajado. Creo que ya está acostumbrado a mis arrebatos y eso me asusta de alguna manera, me pregunto si siempre soy así cuando él tiene algo que ver. Eso me asusta aún más que una puta cucaracha voladora.

—Bien, aquí pasando la tarde… ¿necesitas algo?

Pues sí, ¿o no? —se echa a reír por algún chiste que desconozco y me pregunto esta vez si así de estúpidos somos el uno con el otro, todo el tiempo—, quiero preguntarte algo.

Quedo en silencio como diciéndole que prosiga con su pregunta, pero como es normal, no la capta—¿Qué cosa?

Ah… ¿reservo en algún luga' para nuestro mes? Eh, como me dijiste la última vez que no lo hiciera sin preguntarte… Pues aquí me tienes —y volvió a reírse solo. Me agrada escuchar su risa, no tengo porque negármelo a mí mismo, pero a veces quedo con la duda de si ríe solo como por hacer algo.

—Todavía no sé cuánto podré gasta-

Que no, cari, que yo pago lo que haga falta. Entonce' ¿reservo en-?

—Antonio, ya sabes que odio que digas eso —lo interrumpo así como hizo él conmigo, en un arrebato de disgusto sabiendo que ambos lo detestamos—, mañana decidimos juntos donde ir, joder. Hoy no.

Me refuta que no lo interrumpa de nuevo y en eso comenzamos a discutir por quién interrumpió a quién primero. Es aquí cuando agradezco el plan de voz ilimitado que tenemos para gastarlo en burradas como esta y en otras similares como, quién cuelga primero; cada vez que colgamos me sorprendo bastante de todos los minutos que nos gastamos hablando de sandeces que al final no resultan en nada.

Cuando es la cuarta vez que me pregunta de un reloj que no encuentra, tengo suficiente de la llamada y se lo hago saber. Necesito salir con urgencia a ver en qué me gasto mis ahorros para el tarado que tengo por novio. Escucho como comienza a mascullar posibles lugares donde pudo haber dejado el dichoso reloj y lo interrumpo, de nuevo, porque me importa una mierda ya.

—Antonio, por milésima vez, ¡no sé dónde carajos está tu jodido reloj! —detiene sus divagaciones y aprovecho esta oportunidad—. Debo colgar, hablamos después.

Joder, Lovino, no debías gritarlo. Ahora me duele la oreja.

Ruedo los ojos, aunque no me pueda ver—. Bueno, a la tercera debiste haber entendido.

Vale, vale, te llamo antes de dormi'. Te quiero, mi amor.

—Si. Yo también —cuelgo y me levanto de la cama. Ni siquiera me había fijado que había estado todo este tiempo tumbado sobre el colchón, hay que ver lo imbécil que me vuelve Antonio. Es inaceptable.

Recojo mis cosas, recuerdo agarrar las llaves de la puerta de la casa y salgo de mi habitación para encontrarme de lleno con un metro ochenta de músculos y cabellera rubia que se planta frente de mí, sorprendido por mi salida al igual que yo, por su repentina aparición.

—Oh, cuñado —dice Ludwig, el novio de Feliciano desde hace un año y algo. Todavía no me acostumbro a verlos juntos como pareja, después de ocho años de amistad conjunta.

—¿Que haces, gilipollas? —mierda, debo de dejar de repetir las palabras de Antonio. Suficiente tengo con lo mucho que me molesta mi hermano cuando me escucha—. Hazte a un lado, que tengo prisa.

—¿Vas a verte con Toño? —me pregunta como por costumbre, lo noto, y me encojo de hombros para restarle importancia mientras le contesto que no. En eso se aparta y abre nuevamente la habitación por la que salí, la cual comparto con Feliciano desde hace 13 años, desde que nació Sebastiano, nuestro hermano menor— Okey, nos vemos en la cena.

—¿Te vas a quedar? —pregunto hastiado por su constante aparición en casa. Como si verlo todos los días en el colegio no fuera suficiente, Feliciano se empeña en traerlo cada vez que puede como si fuera su mascota, aunque lo entiendo hasta cierto punto. No lo de la mascota, sino lo de tener cerca a tu otra persona especial, a mí me agrada estar con Antonio cada vez que podemos, pero intento no agobiar a todos con los que convivo con su presencia todo el tiempo. Llevar casi dos años de relación con él me ablandó demasiado, pero no por eso restriego mi noviazgo a todo el mundo, como lo hace él.

Ludwig me saca de mis cavilaciones cuando lo veo regresar de la habitación con el celular de Feliciano en sus manos. Me pregunto para qué lo necesitará si está con Lud, pero le resto importancia, debo hacer otras cosas ahora mismo.

—Solo hasta después de la cena, Valeria insistió.

Amo a mamá, pero, al igual que Feliciano, hay días en que me saca de mis casillas.

Doy media vuelta y bajamos las escaleras, uno detrás del otro, y cuando llegamos al pasillo donde terminan, Ludwig se despide de mí y yo le hago una seña con la mano mientras me dirijo a la puerta, como siempre. Grito una despedida a mamá, pero en el momento que salgo de la casa una idea fugaz cruza por mi mente y me detengo en mis pasos. Ludwig, a pesar de su tosca apariencia y grandes músculos inútiles, es una de las personas más detallistas y torpemente románticas que he conocido después de Antonio –algo sobrestimado hoy día– y Francis, del colegio, por lo que, maldita sea… ¿Quién más me puede aconsejar sobre qué regalo escoger ahora mismo? El único problema que le veo a mi plan, es el bocazas que tenía por mellizo, pero eso se puede arreglar dejando las cosas claras con Ludwig.

Porque la idea de preguntarle a Feliciano antes había sido totalmente descartada desde la única vez que había aprovechado un viaje de mamá y había armado un almuerzo para celebrar San Valentín en casa. Obviamente, le había dicho a Feliciano que ese día se fuera de casa hasta que le avisara, sin comentarle a nadie, sobre todo a Antonio, sobre lo que haría y él había accedido fácilmente. Grande fue mi sorpresa cuando al día siguiente –un día antes de San Valentín– apareció Antonio en el receso del colegio preguntándome si era cierto que le haría un almuerzo para celebrar. Casi asesino a mi estúpido hermano luego de eso, pero me quedó de experiencia para futuras ocasiones.

Me devuelvo sobre mis pasos rápidamente y alcanzo a Ludwig antes de que entre a la sala donde estaba Feliciano esperándolo.

—Ludwig, espera —digo en susurro cuando le tomo el brazo y lo alejo lo más que puedo de los oídos de mi hermano—. A-ayúdame con una cosa —me parece increíble que le esté pidiendo ayuda, pero la desesperación puede contra mí. El tartamudeo es solo un efecto secundario de mi estupidez.

—¿Qué? —saco la lista de posibles regalos del bolsillo de mis pantalones y se la entrego, antes de poder explicarme me mira extrañado y pregunta—. ¿Quieres que haga las compras del mercado?

Ya sabía yo que eso parecía.

—No, idiota, es una lista que hice… —trago saliva y con eso llegan más inseguridades—, eh, para decidirme por algún regalo para Antonio de navidad y mes.

—¿Y qué quieres que haga yo con esto? —esto es más complicado de lo que me imaginé. Lovino, arráncale la hoja de sus sucias manos y aléjate despacio como si nunca hubiera pasado—. ¿Se la paso a Feli para que la mire?

—¡NO! —mi grito truena en toda la casa y en este punto me imagino que hasta Antonio me ha escuchado desde su apartamento, e inclusive ha averiguado ya mis planes. Eso había sido totalmente inesperado—. ¿Eres imbécil o te haces? Ayúdame tú, joder.

Me mira sorprendido, no sé si por mi atroz grito de desesperación o por algo más horrible que eso—. Pues, va a ser verdad lo que Feli dice…, eso de que ya te pareces a Antonio cuando hablas, antes hasta me has dicho gilipollas —pues sí, es terrorífico lo que lo ha sorprendido. Mi vida va descendiendo cada vez más.

—¿¡Está todo bien, Lovino!? —escucho a mi mamá gritar desde la biblioteca, seguido por otro grito de Feliciano que proviene de la sala contigua, preguntando lo mismo pero a Ludwig.

—¡Si! —respondo de la misma manera, creo que en mi casa vivimos crías de urracas por como nos comunicamos—. Ve a decirle a Feliciano que me vas a ayudar con una tarea de Física.

—¿Por qué?

—¡Para que no sospeche! —grito entre dientes, totalmente hastiado de la situación—. ¿La lista de regalos? ¡Préstame atención!

Me mira fijamente y cuando pienso que es mejor que me marche, da media vuelta y camina hasta la sala, metiendo el papel en uno de sus bolsillos traseros de su bluyín. Para no esperarlo en medio del pasillo como idiota, me tomo del barandal de la escalera y subo de dos en dos para llegar rápido a la habitación y hacerme en mi cama repasando mentalmente la lista.

Cuando escucho que sube las escaleras me sudan las manos, lo que hace que me las restriegue contra los pantalones antes de que me vea –soy así de patético– y me acomodo mejor en la cama para darle espacio de que se siente bien lejos de mí; mi escritorio está un poco desordenado así que sé que no se acomodará ahí.

—Casi viene conmigo, pero lo convencí de que hiciera palomitas —alabado sea el Señor, por este hombre que piensa rápido—. Ahora, ¿cuáles son tus ideas? Nunca he entendido tu letra —cuando se sienta en el colchón, le tomo de las manos la lista y nombro los que no están tachados, cuando termino me responde dudoso—. ¿Cuál es el problema con esos regalos?

—Que ya le he regalado algo de todo eso antes. Me parece que repetir es demasiado… Eh, no sé si me entiendes, maldición.

—Sí, pierde sentido. ¿Y no te ha comentado de algo que quiera últimamente? —hago una mueca y entiende de inmediato, Antonio es conocido por querer de todo y nada al mismo tiempo, aunque eso suene verdaderamente estúpido y sin sentido—. Y qué tal, ¿algo que coleccione o que se le haya dañado…? Cosas por ese estilo.

Pienso un poco en sus colecciones misteriosas, he visto que guarda cada botella de diseño de Coca-Cola que compra, pero eso no sirve; también he visto gran cantidad de moñitos y collares para Ninín –su gato persa– y eso tampoco me da una buena idea. Lo último que pienso son los relojes que su papá le regala junto con los que él compra cuando puede y recuerdo nuestra conversación de hace unos minutos.

—Colecciona relojes de pulsera y hace poco me llamó preguntando de uno que se le perdió… —veo como Lud abre los ojos como dándome a entender algo y lo comprendo, le gusta la idea también—, pero estaba en la lista, le regalé uno cuando cumplimos un año…

—Sí, es verdad, pero si es algo que colecciona nunca está de más regalarle otros. Además, cada vez que se los ponga pensará en ti, ¿no es suficiente? —lo miro como diciéndole si está de broma, pero sigue con su idea de que se verá romántico. Debido a que no tengo más alternativa que creer en semejante ridiculez, asiento y percibo cierto calor en mis mejillas—. Te acompañaría a la relojería de JL, pero Feli ya sospecharía.

—Ni yo quiero que vengas, ¿qué te pasa? —miro la hora de mi celular y veo que tengo tiempo de sobra para ir a la relojería que dice Ludwig, es la más cercana a casa y donde venden de todo tipo de relojes y cierta joyería—. Veré que encuentro, me voy.

Me levanto al igual que lo hace él, pero antes de salir del dormitorio me recomienda que le envíe fotos de los relojes que me gusten para darme su opinión, me suena la idea y acepto—. Pero te advierto, por lo que más quieras, no dejes que el chismoso de Feliciano vea. Te castro si Antonio se entera antes.

Salgo de casa y mi odisea comienza.


La dependiente de la relojería me mostró una gran cantidad de relojes que estuvieran debajo de mi presupuesto y esto solo me dejó aún más nervioso de lo que ya estaba. La última vez dio la casualidad que había vendido la caminadora que mis padres me habían regalado cuando quise bajar de peso, ya hace algún tiempo, por lo que el reloj que le compré había sido un bonito Tissot, el cual pagué a dos cuotas. Ahora, solo tenía aparentemente para comprar la línea de relojes económicos de Swatch, ellos sí que tienen muchísimo que ofrecer, o de otras marcas que no me gustaban para nada.

Me gustan los relojes suizos, ¿qué puedo hacer?, y creo que él también los prefiere.

Mientras camino hacia una pequeña cafetería a esperar la respuesta de Ludwig, le envío las 6 fotos que tomé y hago mi pedido tan pronto llego. Contesto mensajes en whatsapp y juego un poco a clash of clans mientras espero mi chocolate caliente, en eso, Antonio me envía una foto de él haciendo pucheros y debajo me escribe que su tía –una quien lo visita todos los días para cuidar de él mientras vive en Santa Isabel– le ha confesado que dejó caer el reloj que buscaba y, cómo se hizo trizas, lo tiró a la basura pensando que no valía gran cosa.

No puedo imaginarme mejor suerte que la mía, ahora mismo. Lo sentía, de alguna manera, por él, pero esta oportunidad que me daba la vida no la iba a desaprovechar. No había sido un Swatch pero si recuerdo bien, su diseño era del tipo deportivo, bastante sencillo, con correa de cuero completamente roja y había visto uno similar en la relojería. Me levanto y pido para llevar el chocolate, me lo entregan y camino de regreso a JL para comprarlo de una buena vez, que se joda Ludwig y su opinión, ya había decidido qué hacer al fin.

En eso, paso por un escaparate de una tienda de variedades y bisutería, que seguramente aman las chicas cuando pasan por esta calle, y me fijo en una mujer arreglando el pequeño escaparate, colocando en frente dos tipos de guardapelos –uno en forma de corazón dorado y otro ovalado color plata. Me detengo en medio de la acera, con el chocolate en la mano y gente a mi alrededor, y siento cómo mi corazón se acelera con creces.

¿Podrá ser?

Me acerco un poco más al ventanal y haciendo señales le pregunto a la mujer el precio, ella deja lo que está haciendo y sale del escaparate para recibirme en la entrada.

—Son a 15,5 euros cada uno. ¿Los quieres ver?

No entiendo por qué algo tan pequeño puede costar tanto, pero dejo que me lleve hasta el mostrador y me extienda dos cajas donde están guardados para su venta.

—Son relicarios laminados en oro de 18 quilates y platino, acaban de llegar —me dice muy entusiasmada la mujer, tomo el de oro y reviso cada parte de él. Es demasiado bonito y afeminado, no sé qué pensar—. Ambos vienen con la cadenita, es de 60 centímetros más cinco de extensión. ¿Qué te parece? Ese es mi preferido —me dice señalando el que tengo en mi mano.

—No lo sé, es para un hombre... —le confieso, absorto en mis pensamientos. La verdad es muy bonito, no es joyería fija, solo un laminado, pero no se distingue a plena vista. Tiene hasta un grabado en la superficie. El problema es que siempre he sabido que estas cosas son mas regalos de mujeres que de hombres, pero sé, también, que estos guardapelos guardan un gran significado cuando se regalan.

—Es normal que siempre lo carguen ambos novios —me asegura la dependienta—, así que es un regalo unisex si lo quieres ver de esa manera.

Levanto la mirada y veo una sonrisa en su cara que se transmite, misteriosamente, a la mía—. ¿Se puede grabar por dentro?

—Sí, pero aquí no, aunque conozco un sitio a donde lo puedes llevar, te darán un buen precio.

—¿Puedo tomarle una foto? es para un… amigo, que me está ayudando a decidirme —la señora me da el visto bueno y le envío una nueva foto a Ludwig para que me diga que hacer, me despido de la dependienta y me tomo el chocolate caliente recostado en una pared, mientras espero su respuesta. El pantalón me vibra y mis manos enguantadas me sudan cuando saco el celular.

"Es una muy buena idea y sería mejor si fueran las dos cosas… cuesta mucho si compras el reloj y la cadena?"

Pues no lo había pensado, la verdad, que mierda de cabeza tengo. ¡Claro que sería aún más completo si le regalo ambas cosas!, cualquiera de los relojes que me gustaron están debajo de los 105 euros y sumando la cadena, me alcanza perfectamente con lo que tengo en el bolsillo. Hasta me sobraría para el grabado que le quiero poner. No lo dudo más y me regreso a comprar el guardapelo y luego por el reloj rojo.


(*) El título De Roma con Amor fue modificado del de la película estadounidense A Roma con Amor, la cual me divierte mucho, y me pareció perfecto para nombrar este one-shot. Le caía como anillo al dedo.

(1) Santa Isabel, es la ciudad capital de un país que inventé para mi otro fanfic. Queda situada hipotéticamente entre el oriente de España y el sur de Francia. Por eso también adopté la moneda Euro para facilitar las cosas.


Notas de Autor 2: Hasta acá va la primera parte de mi twoshot, que era en esencia un oneshot, pero que vi tan largo que decidí dividirlo solo por comodidad para su lectura.

La segunda parte la publicaré mañana, así como para el punto final de la semana Spamano :)

Se merece que le dejen reviews? *-* Es mi primer spamano, así que me pueden contar que van viendo mal~
Mattane~!