Despierto al escuchar a Peeta salir de la habitación azotando fuertemente la puerta. Me pregunto qué pasó, pero algo me dice que si azotó la puerta de esa manera, será mejor que espere.
Realmente no es muy temprano, y aunque no es a hora a la que suelo levantarme después de que se haya roto el arco que aún no repongo, me quedo despierta. Aunque quisiera, no podría dormir, Peeta ha estado aventando objetos de cristal a las paredes y gritando no muy fuerte, pero de una forma alarmante. Realmente es una faceta muy extraña de él, en todos estos años, sólo lo he visto así tres veces: en el distrito once, cuando se molestó porque Haymitch y yo no le contábamos las cosas, ésta, y... Oh no...
Recién habíamos vuelto a dormir juntos, Peeta se había estado resistiendo a hacerlo, pero mis pesadillas lo convencieron al parecer. Yo no sabía porqué no quería dormir conmigo, hasta que esa noche lo entendí. Aún tenía los flashbacks, pero eran muy cortos, incluso llegué a pensar que se le quitarían. Pero esa noche, desperté porque lo escuchaba llorar, me senté y prendí la lámpara de la mesita junto a mi cama, cuando lo vi, estaba buscando las esposas que traía en el Capitolio, o eso me dijo cuando regresó del flashback, pero me temo que si no las encontraba, y encontraba un arma, uno de los dos no hubiera sobrevivido aquella noche, aunque no me lo haya dicho, yo sé que es la verdad. Cuando me vio, tenía la mirada perdida, esos ojos azules que cuidaban mis sueños, se habían vuelto en los ojos de una pesadilla que el Capitolio había creado, en los ojos de alguien que no sabía qué era real y qué no, en los ojos de alguien que todavía tenía un poco de veneno de rastrevíspulas, en los ojos de alguien que luchaba contra el deseo de matarme. De seguro se notaba el miedo en mi cara, porque en ese momento salió del cuarto, azotando la puerta, y comencé a oír lo mismo que estoy oyendo ahora. Gritos alarmantes y cristal roto. Después de un rato se calmó, entró a mi habitación, tomó su chamarra y se inclinó a darme un dulce beso en la frente.
-Lo siento tanto... -fue lo único que le escuché decir antes de que saliera sin que yo pudiera evitarlo. No me explicó bien, solo me dijo que tuvo un flashback MUY fuerte y que quizás yo corría peligro, no me dijo más.
Para cuando salgo de mis pensamientos, ya me encuentro acercándome a la puerta que da al escándalo que se ha calmado, a la puerta de mi habitación, cuando escucho a Peeta decir, entre sollozos:
-Se quedará con quien necesite para sobrevivir. Eso dijo Gale. ¿Entonces por qué no está él aquí en lugar de mí? Algún día la voy a matar sin que me de cuenta. ¡La amo y la mataré! ¡Seguro que yo la mato! - otro cristalazo.
¿Que hago? He aprendido a amarlo, ahora lo extraño incluso cuando se va a la panadería, ¿Y si se quiere alejar de mí? Si se va me muero. Me muero.
De repente me veo sentada en el suelo, llorando como él, como una niña pequeña, abrazada de mis piernas pegadas al pecho. Pero esque en verdad, ya luché demasiado, luchamos demasiado para estar juntos. Y entonces pienso que tal vez, aún muerto, Snow ha logrado su propósito. Me siento otra vez en la arena cuando me digo:
-No quiero perder al chico del pan.
Ya no se oye nada, veo el reloj y me doy cuenta de que ya pasaron dos horas. Algo que ni Peeta ni yo lo habíamos notado. Y entonces recuerdo que tampoco había notado otra cosa: no le he dicho a Peeta que estoy embarazada.
Ahí es cuando aquel esperanzador recuerdo vuelve; yo cruzando el patio con Prim, descubriendo el diente de león enfrente de nosotras. ¡Aún hay esperanza! Se que Peeta no me abandonará, y no sólo por el bebé, si no porque lo amo con todo mi corazón y el me ama a mí de la misma manera.
Me armo de valor para salir de mi recámara y bajar las escaleras. Entonces me encuentro absorbida por el desastre: cristales rotos por todos lados, vasos rotos (Peeta ha roto los vasos que venían con la casa, como son del Capitolio, no me importa), uno o dos floreros (o lo que queda de ellos) y varias flores en el suelo, y luego lo veo a él, destrozado, sentado casi a mis pies en el primer escalón, vendándose las manos entre suspiros. Me voltea a ver y esboza una triste sonrisa.
-Hola Kat.
-Hola Peeta. ¿Me vas a decir qué ha pasado?-pregunto dulcemente.
Suspira, y me dice:
-Corrías peligro Katniss. Yo te puse en peligro. Otra vez.-me acerco y lo abrazo, escuchando como suspira.
-Ay, Peeta. Mi amor tranquilo, vamos a salir de ésta, ¿Si?
-¡Katniss esque no lo entiendes! Te amo tanto... Sabes que lo último que quiero es lastimarte, pero con estos ataques de veneno, lo mejor será que me vaya al Capitolio por un tiempo, necesito que me den medicinas, me hagan terapia o ¡No se! Pero tengo que irme Katniss, por tu bien.- genial. Justo lo que me temía. Siento como me derrumbo, como mi peor pesadilla está cobrando vida.
-No te puedes ir. Te necesito aquí, conmigo. Necesito ver tus ojos azules cuando despierto, sentir tus brazos al rededor de mi cintura, tus labios en los míos.
-Venga Katniss, los dos sabemos que puedes vivir sin...
-¡No!-lo interrumpo. -No puedo Peeta. Y nuestro bebé tampoco.
Listo. Lo dije. No puedo ver en sus ojos nada. No lo entiendo. Es como una mezcla de sorpresa, alegría y desesperación. Entonces continúo diciendo:
-Te necesitamos. No puedes irte. -y me armo de valor para continuar. -Por eso iré contigo al Capitolio. Iremos. Los tres.
-Dos y medio preciosa.-responde Peeta sonriendo.
Me acerco y le doy un largo beso.
Hola holaaa! Este es mi primer fic! Hahaha es un One Long Shot xD
Pongan muchas reviews si? Los quiero!
