Bueno, es mi primera historia drarry y me siento ultra novata y avergonzada...En realidad era un one-shot por el cumpleaños de perlita negra, pero cuando llevaba como 23 páginas de mi cuaderno, me decidí por dividirlo.

si no les gusta, díganmelo, para corregir y eso..

Y bueno, repito que va dedicada a perla negra que fue quien, con sus increíbles fics, la que me trajo a este mundo tan coolísimo y pervertido que es el Drarry jajaja

espero les guste!

a leer!

Disclaimer: Tanto los personajes como el mundo de Harry Potter no me pertenecen, ya que, si fuera así, ese epílogo no existiría y Harry y Draco estarían juntos, felices y llenos de amor y sexo., pero lamentablemente son propiedad de JK y WB, yo sólo los manipulo un poquito.


Superarlo

I

Tiras con frustración, ira y rabia tu mochila y la chaqueta que llevabas puesta. No hay nadie más en el dormitorio y te alegras de ello, es uno de esos momentos en los que deseas estar solo y disfrutar de los problemas lejos de tus amigos. A ellos los has dejado en la sala común, desconcertados.

Pateas una muralla, la cama y arrojas una almohada al otro lado de la habitación, tratando de calmar a estos demonios que te atormentan hace años.

- ¡Mierda!

Te recuestas en la cama con un movimiento brusco, poniendo tu brazo derecho sobre tu frente, mitigando un poco la fuerte jaqueca que te dio de un momento a otro.

No entiendes por qué todo esto te pasa a ti. Por qué justamente a ti, aquel que de forma anónima y secreta intenta superar a los que te rodean y resaltar aunque sea en una cosa. Fallas miserablemente en ambas situaciones. Quedas en un máximo segundo lugar. Siempre después de alguien, siempre opacado y reconocido por ser "el amigo de", "el hermano de". En diversas ocasiones olvidan o pronuncian mal tu nombre. Claro, no eres lo suficiente importante para ser recordado.

A veces, simplemente te gustaría desaparecer. Lo más probable es que nadie te recordaría. Quizás tu madre lloraría un poco, pero la pena no duraría mucho, tiene seis hijos más. Talentosos y brillantes. Tal vez tus mejores amigos te extrañen… un poco. No tendrán con quien jugar al ajedrez, a quien regañar por su increíble talento para comer o porque no existirá un chico lo suficiente perdedor como para ser tratado como un estúpido.

Te preguntas nuevamente, como siempre en esta situación, ¿por qué a ti? ¿Por qué, además de todo, te ha tocado tener un mejor amigo famoso y sumamente reconocido en el mundo mágico? Eso sólo logra que seas "el gran amigo de Harry Potter el chico-que-vivió".

Nunca reconocen tus méritos. Siempre has estado allí, junto a él, pero claro, siendo el débil.

Siempre lo felicitas y reconoces sus hazañas por haber derrotado a quien no debe ser nombrado -otra vez-. Dejan de lado el hecho de que le has ayudado incontables veces: has ganado un mortal juego de ajedrez, sacrificándote en el proceso; lo seguiste en una aventura suicida contra acromántulas y un basilisco; lo acompañaste a la casa de los gritos y dejaste ir a tu preciada rata –dejando de lado que era un mago horrible y cobarde- para que lograra su felicidad junto a su añorado padrino, ¡casi pierdes la pierna!; lo apoyaste en el torneo de los tres magos –aunque de forma tardía- y le consolaste luego de la muerte de Cedric; estuviste a su lado cuando se desarrolló la loca idea del "Ejército de Dumbledore" e incluso aguantaste todas sus rabietas transcurridas en ese mismo año. Hermione y tú han estado incondicionalmente junto a él después de la muerte de su padrino.

Y pensar que todas esas cosas no son ni la mitad de las acontecidas…

¿Y tú, Ron Weasley? ¿Qué es lo que recibes a cambio? Ser amigo del elegido, pelear con él sus batallas y que nadie reconozca tu nombre.

Lanzas un suspiro exasperado, miras el techo y recuerdas con pesadez la otra parte de tu horrible vida: tu familia.

El sexto hermano de siete, el último varón de éstos. Sólo te sigue la única y esperada niñita de mami – sí, luego te arrepentirás de tus pensamientos "Lo siento, Ginny".

Todos tus hermanos han triunfado en su ámbito.

Bill siempre fue perfecto, buenas notas, buen comportamiento, premios y un trabajo fructífero en Gringotts que acarrea viajes a diversos países, de los que conoces menos de la mitad – sólo gracias a él-. Sin mencionar que se casará con una mujer hermosa, que antes te gustó a ti.

Luego el segundo hijo es Charlie. Con talento en el quiditch, notas regulares – por lo menos mejores que las tuyas- y con un trabajo magnifico en Rumania, haciendo lo que a ti tanto te gustaría: criar dragones.

Percy sería el tercero. Se ha encargado de resaltar en todo, siguiendo los pasos de los mayores. Con una insignia de prefecto que se encargaba de restregar en tu cara – suerte que también eres uno, sino no podrías soportarlo en este momento – y trabajando en un alto cargo del ministerio. Lo único que te calma, egoístamente, es el hecho de que está enemistado con la familia por seguir un camino diferente, por quedarse junto a un bando incorrecto y cobarde.

Los cuarto y quinto son los más talentosos y revoltosos. Fred y George. Sin olvidar que son los que más lejos han llegado. Ingeniosos, creando pociones y productos que se venden con rapidez y en cantidades insospechables. Los gemelos que sacaron dinero de un lugar que desconoces y abrieron una tienda que es la favorida de niños, jóvenes y adultos y que, a pesar de los difíciles tiempos por los que están pasando, alegra y saca más de una sonrisa a la población mágica.

Y al final sólo quedas tú – ya habías dicho que Ginny es la fémina añorada- quien tiene los restos de todo, de la ropa de los mayores, sus mascotas, sus materiales, sus libros. Lidiando con sus victorias cada vez que ves los trofeos en Hogwarts o cuando escuchas a tu madre recordarte que tienes que ser como ellos, que son tus hermanos y lo llevas en la sangre.

Además, siempre piensas en tu futuro, qué harás luego del colegio. Allí es donde estás realmente confundido. Si te conviertes en auror, serías lo mismo que Harry y eso te haría, como siempre, su sombra. Si trabajas en el ministerio te opacará Percy, lo mismo que Bill en Gringotts o Charlie en el extranjero con sus dragones. Fred y George que tienen su tienda… no, nunca pensarías en trabajar allí. Y, para tu mala fortuna, eres pésimo en quiditch, lo que elimina las posibilidades de entrar a algún equipo – sabes que Harry te incluyó en el de gryffindor porque eres su amigo.

Este es el punto en el que vuelves a formular la pregunta que inició tu reflexión: ¿Por qué a mí?

- Hey, Ron, ¿qué pasó? Subiste de repente, ¿estás bien? Hermione y yo quedamos preocupados.

Una punzada de celos se instala en tu estómago. Claro, otro punto que hace tu vida miserable. La chica más te interesa toma más en cuenta a Harry que a ti. Novedoso, ¿no?

Te limpias las lágrimas involuntarias que han caído sin darte cuenta y volteas a ver al pelinegro.

- No te aflijas, compañero, es sólo que no he tenido un buen día. Ya sabes, con eso del caldero explosivo, mi error en transformaciones y el castigo de Snape en Defensa. Supongo que sólo he querido estar solo – y ahora, como siempre, a disimular que todo está bien.

- Oh, bueno. Comprendido. Pero ya va siendo hora de cenar y bajaremos todos juntos. ¿Te animas? – Y sonríe, el muy cínico. Si supiera que la gran mayoría de tus desgracias son su culpa.

- Claro, vamos – te levantas y te ubicas a tu lado. Te da una palmaditas en la espalda y bajan juntos.

En la sala común esperan Hermione, Seamus, Dean y Neville. La primera sonríe, pero aún así no te fijas en lo brillante que son sus ojos al verte.

- ¡Qué bien que estás aquí, Ron! Ya pensábamos que te habías quedado encerrado en el baño, mira que no sería la primera vez – el irlandés pasa un brazo por tus hombros y al ser tú tan alto y él demasiado bajo, se crea una imagen graciosa y, agregando el comentario anterior, comienzan a reír. Tú incluido.

Es en ese momento en el que te sientes parte de algo y olvidas tus problemas.

Por ahora.


- ¡Ronald! Si sigues comiendo así te dará indigestión y te digo de inmediato que no aguantaré tus quejas.

Allí estás de nuevo, en el gran comedor, un día cualquiera, desayunando antes de tu primera clase del día: Historia de la magia. ¿De qué rayos te servirá saber cuándo comenzó la guerra entre los duendes y magos? ¿Servirá esa asignatura más que para otorgarte tiempo para dormir?

Ruedas los ojos y miras a Hermione con la boca llena de pan. Buscas jugo para poder tragar.

A pesar de tus pensamientos del día anterior, hoy te sientes bien y no te preocupan sus regaños, sabes que lo dice por tu bien. Aún así miras a Harry pidiendo ayuda. Él te responde con una mirada que dice "no, no me metas en tus líos".

Tragas con pesadez.

- Ya, ya, Hermione, terminé. Pero conste que aún sigo con hambre y ya sabes que me pongo de malas.

- Sí, sí. Ya vámonos, a menos que quieran llegar tarde a una clase con Binns – ella se levanta de un solo movimiento y los mira esperando que hagan lo mismo.

Se paran con resignación.

- Dahh, si llegamos tarde ni se enteraría. ¿Aún después de seis años no te das cuenta de que con suerte sabe que está muerto?

- Sí, Ron, me doy cuenta. Pero no por eso aguantaré tus quejas cuando te vaya mal.

- Deberías aguantarlos, porque significarían que no has querido ayudarme con los deberes ni a estudiar – replicas con un puchero.

- ¿Que no te ayudé? ¿O no los hice por ti?

Encoges los hombros y te fijas en que Harry está en silencio, buscando "disimuladamente" en los alrededores. Te haces una idea de qué pasa por su mente, pero omites comentarios. Estás cansado de tratar de convencerlo de que Malfoy es demasiado poca cosa para convertirse en mortífago. Además de que aún es muy temprano para discutir.

Llegan a las puertas del gran comedor. Te acomodas la mochila con los ojos cerrados, dando un bostezo. Al abrirlos, te tensas y miras con odio. Las serpientes atacarán de nuevo, pues se acercan hacia ustedes por el pasillo. Draco Malfoy los observaba con rabia contenida y eso no te extraña. Este año ha estado tan distante y hace semanas que no los molesta.

- Miren lo que tenemos aquí: San Potter y su séquito de idiotas. – insulta, arrastrando las palabras y con eso tu enojo vuelve.

Potter y su séquito, claro, no puede ser Potter, Weasley y Granger. No pueden mencionar siquiera tu apellido con el odio que emplea en el de Harry. Incluso con un "traidor a la sangre" te bastaría. Pero no, porque Malfoy es el rival de Harry, no el tuyo. Como siempre tú estás de adorno. Cómo te gustaría tener un enemigo propio.

Es por eso que deseas golpear a ese hurón con todo. Demostrarle que eres tan importante y poderoso como Harry.

Tu mejor amigo te detiene en el momento justo, cuando piensas lanzarte hacia tu presa. Parando la pelea que tú necesitas para desahogarte.

Ahora sólo puedes mostrar una mirada envenenada.

- Ron, basta. No vale la pena. – Harry intenta tranquilizarte. – Malfoy siempre dirá estupideces, no te ensucies las manos.

- Oh, mira comadreja, tu novio el héroe te está defendiendo. Qué escena tan tierna, ¿no, Goyle?... ¿Sólo a mi me dieron ganas de vomitar? – Los mastodontes que estaban a su lado niegan con la cabeza siguiendo a su líder.

- Cállate, maldito hurón. Parece que estás celoso – te incorporas, ya libre y sonríes con sarcasmo. – Me das asco, Malfoy. Con tu padre en la cárcel debes sentirte tan solito. Le pasa por ser un asqueroso y sucio mortífago. ¿Cuánto faltaría para que sigas sus pasos y le acompañes en Azkaban? – Acabas de contradecir lo que tanto le reprochabas a Harry, pero te da igual.

Ves que el rubio aprieta sus manos convirtiéndolas en puños. En un principio – que pudieron ser un par de segundos- pareció shockeado, pero de inmediato recupera su posición ofensiva, con una rabia nunca antes vista. Sientes la mirada reprobatoria que te dirige Hermione, junto a la sorprendida de Harry. Éste último observa a Malfoy… ¿preocupado? ¿Tiene miedo de la bomba que acabas de activar? ¡Há! Eso demuestra que el grandioso Harry Potter no es tan valiente como todos creen.

Sonríes jubiloso, orgulloso de todo lo que tus palabras causaron.

No cantes victoria, Ron.

- Por lo menos yo llamo la atención por mi cuenta, la gente sabe quién soy. Mientras que tú, Weasley, no eres nada sin Potter, ¡Merlín! ¡No eres nada sin Granger! Eso es lo que de verdad da lástima. Crabbe, Goyle, nos vamos. – Dicho y hecho, se pierden por el pasillo.

¡Ouch! Tu punto débil. Esa maldita serpiente siempre sabe dónde y cuándo atacar. A pesar de eso, tú disimulas, algo retraído, pero no débil.

- Ron, no le hagas caso, tú sabes…

- No importa, Harry, da igual. Vamos a Historia.

Hermione te mira preocupada y el ojiverde se ve algo enojado. Mientras, tú dejas todos los problemas en un rincón escondido de tu mente. Esperas que no salgan más.

Pateas una piedrecita y vuelves a ser tú.

- Hermione, ¿me prestas tus apuntes después de la clase? Anoche no dormí muy bien y pienso recuperar energía con Binns.

- Ah no, Ronald, dije que ya no más. Te estás aprovechando y la vez anterior te dije que sería la última. – Sonríes internamente, sabes que ella te los dará igual.

Haces como si te sintieras afectado por las palabras de la chica. Pasas un brazo por los hombros de Harry. Se miran, tú le guiñas un ojo cómplice y él te apoya.

Lo de Malfoy ha quedado en el pasado.


Te encuentras acogido por tu sala común, con Hermione y Harry sentados frente a la chimenea. Lo único que arruina la escena es el hecho de que están haciendo los deberes y repasando unos hechizos para transformaciones. Tenían que convertir un libro en un conejo. Eres nulo en el tema, pero no te deprimes, estás contento.

Rascas tu cabeza con la pluma seca de tanto pensar lo que escribir. Tratas de concentrarte, aún te faltan 20 centímetros para el trabajo de pociones. Se te escapa una mirada al pergamino de Harry y lanzas un suspiro exasperado al fijarte que él está en las mismas condiciones que tú. Ves a Hermione que ya ha ocupado hasta el más pequeño espacio del papel y, además, lo ha llenado con 15 centímetros más.

- No me mires así, ya te dije que éste lo hacen solos – adivina ella, concentradísima en leer el libro de transformaciones, memorizando movimientos y palabras.

Miras a Harry buscando respaldo a tus ideas. Podrías saltar de alegría al cuando te fijas en que comparten la misma cara de "no entiendo nada". Es con ella que lo animas a hablar.

- Eh… mira, Hermione, tú misma me viste poniendo atención en pociones. También sabes que se me dan fatal. Vamos, danos aunque sea un empujoncito. – Entonces él puso ESA cara de perrito abandonado.

Cara que funcionaba con todos menos con Hermione.

- ¡Claro! Ahora es cuando eres malo en pociones, ¿no? Cuando pasan los antídotos que aún no existían en la época de tu "principito". Y claro que no has puesto atención, porque aquel te hace todo el trabajo, te pasas en la luna con tus pensamientos de ena… y te llevas todo el mérito que alumnos como Mal… como yo se merecen. Sabes que es totalmente injusto y deberías devolver ese libro, dárselo a McGonagall. No sabes todo lo que puede contener. ¿Es que no te acuerdas de todo lo que le pasó a Ginny en segundo año? ¿Que tal si es un mago oscuro seguidor de Voldemort que planeó que obtuvieras el libro para acabar contigo? ¿Has pensado en eso? – Harry iba a interrumpirla, pero no le dio tiempo. - ¡No! ¡Claro que no! No te das cuenta de todo lo que hemos hecho para protegerte y tu lo desperdicias usando libros viejos y con extrañas anotaciones. Pues te lo digo fuerte y claro, mejor estudiante en pociones, ¡tendrás que arreglártelas con ese trabajo tú solo! – Sus gritos siguieron resonando por el lugar. Tomó el aire que le faltaba y se volvió a sentar con las mejillas rojas. No te habías dado cuenta en qué momento se puso de pie.

Todos en la sala, que eran de cursos menores, miraron a Hermione sumamente asustados. Harry y tú sólo abrieron los ojos, pero internamente rezando por que no se le ocurriera sacar la varita.

- Bien, Hermione… yo… lo terminaré por mi cuenta. Siento causar tantos problemas – dice mirándola con molestia. De pronto sus ojos se posan en el reloj de la muralla. – Iré a la biblioteca, así no te molesto más. – Se levanta y ves que como echa todos los cuadernos en su mochila, se la pone y sale de la sala común.

Te tensas al darte cuenta que te has quedado con una Hermione enojada.

Miras a la castaña con duda. Ella va perdiendo el color que tan bien combina con tu pelo. Te mira y le correspondes con un gesto resignado. Vuelves a tu propio problema escrito.

La escuchas suspirar y de pronto la sientes a tu lado.

- ¿Qué es lo que no comprendes, Ron? – Dice casi con ternura, observándote. Te volteas y sus ojos chocan con los tuyos. El momento se hizo eterno y maravilloso. Ambos forman una sonrisa.

De un momento a otro, ella está explicándote cómo reaccionan fluidos de mandrágora con no sabes qué. En lo que parecieron 10 minutos, tu trabajo está listo y ambos practican el encantamiento indicado.

Está tan cerca. Puedes sentir su perfume. Quizás si pones ese mechón de cabello detrás de su oreja… si te acercas un poco más… tus movimientos son lentos, aprovechando la distracción de la chica. Tu mano casi llega, un poco más…

… y el momento se rompe.

Alguien ha entrado con brusquedad a la sala. Escuchas gritar a la dama gorda un "¡Qué grosero!". Volteas a ver al sujeto. Es Harry. Está furioso.

Un florero que estaba a tu lado revienta.

Además su magia está descontrolada.

Hermione se para y corre a su lado con dificultad, pues él avanza con paso rápido y duro.

- Harry, ¿qué pasó? ¿Discutieron? ¿Estás bien? ¿Lograste terminarlo?

- ¡No, Hermione! ¡No he terminado el maldito trabajo! – gritó mientras subía las escaleras. La chica se detuvo al principio de éstas, con el rostro congelado y los ojos vidriosos. Su cuerpo dio un salto al escuchar el sonoro portazo dado en el dormitorio.

¡Ah, no! Eso si que no. Puede tener todo lo que a ti te gustaría tener. Podría acaparar toda la atención que te gustaría acaparar. ¡Podía tener a Hermione! Pero no le haría daño, no la haría llorar y menos le faltaría el respeto.

Te pones de pie y con una velocidad rabiosa te diriges a los dormitorios. Tus cejas estás tan fruncidas que parecen una y tus ojos azules destilan una frialdad increíble, oscureciéndose. Pasas por el lado de la castaña, ignorando lo que dice.

- Ron, no subas, déjalo solo… Ron… ¡Ron! – La desobedeces y asciendes con eficacia.

Cuando llegas arriba, abres la puerta con un solo movimiento brusco – extrañamente no estaba sellada con algún hechizo –. Tienes las palabras listas y la boca semi abierta para dejarlas salir. Pero te detienes, no puedes hacerlo porque todo lo que ves es a tu amigo sentado en la orilla de su cama, mirando el suelo y sosteniendo su cabeza con ambas manos, como si le pesara un montón, como si el mundo se fuera a acabar. Crees que eso es exactamente lo que Harry piensa.

Te acercas a él y te sientas a su lado. Miras el suelo, con tus facciones mucho más relajadas que las de él. Parece como si no supiera de tu presencia, ya que no se ha movido ni un poco, mas sabes que no es así.

Lo miras, sus hombros caídos, su espalda encorvada. Respira con lentitud, pero conociéndolo como lo conoces, sabes que quiere gritar, llorar y patalear. La razón, la desconoces, quizás por el innombrable, por todo el peso y responsabilidades que caen sobre él. Tal vez por el hecho de que las únicas personas importantes e incondicionales que quedan a su lado son Hermione y tú. Está tan solo… todos han muerto, todos en manos de aquel que, involuntariamente lo ha convertido en "el elegido", todos han muerto por protegerlo. "Por Merlín, Harry, ¿cómo puedes con tanto?"

Y ahí, justo en ese momento te das cuenta de lo estúpido y egoísta que has sido. Envidiando y guardándole rencor a una de las personas que más quieres por algo que nunca deseó. Sabes de sobra que ese amigo, que es otro hermano más, regalaría su vida a cualquiera – si no fuera imposible y si él no fuera tan gryffindor para desearle eso a nadie-. Daría todo por ser un chico normal, que no resaltara. Tener una familia acogedora y vivir en el anonimato. Ser como tú.

Llevas una mano a su espalda, brindándole el apoyo que necesita, traspasándole el sentimiento de que siempre estarás allí. Se tensa al contacto, pero el se siente mejor. No se incorpora, le hablas de todas maneras.

- Harry, ya es hora de cenar. No se tú, pero yo tengo un hambre tremenda. Comer te hará bien, amigo. ¿Cómo era ese dicho muggle del estómago y el corazón?

Teniendo aún tu mano en su espalda sientes y escuchas cómo se ríe, corto, pero ríe.

- ¿Guatita llena, corazón contento? – Endereza su cuerpo y tú deslizas el brazo, juntándolo de nuevo con tu torso.

Te fijas en sus ojos rojos, pero sin rastro de lágrimas. Parece que el ojiverde está mejor de lo que pensabas.

Sonríes.

- ¡Ese mismo! ¿Vamos? Hermione quedó algo preocupada allá abajo. Estoy seguro que comiendo se le pasa – le guiñas un ojo.

Te levantas y él hace lo mismo. Comienzas a caminar, pero notas que no te sigue. Volteas y se miran a los ojos.

- Gracias, Ron – te dice con sinceridad. Notas que se siente culpable y en unos segundos de lucidez, piensas que no es sólo por lo ocurrido hace unos minutos.

Se ve aliviado de que no le hayas preguntando qué ocurría y a pesar de que quedas con la duda, asientes con la cabeza.

- De nada, compañero, para eso estoy.

Bajan tranquilos y sonrientes. Hermione, que no se había movido de donde la viste antes de subir. Se percata de que están con ella y larga un suspiro. Se une a la tranquilidad y alegría que tienen. Harry la mira pidiendo un mudo perdón. Ella asiente con la cabeza, con las comisuras de sus labios formando una sonrisa.

Ambos se observan con complicidad, como si quisieran ponerse al tanto de algo.

Tú no te fijas, porque te encuentras distraído pensando en qué comerás y ofrecerás de comer a tus amigos para poder alegrarles el corazón.