Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, y Este fic participa en el reto "Viñetas de emociones" para el foro de La noble y ancestral casa de los Black.
Personaje: Bellatrix Lestrange
Emoción: Rencor
Palabras: 986
Título: Andrómeda… ¿Qué?
Rencor
Solamente eso. Un simple sentimiento que parecía ser banal, aunque para ella, era mucho más que eso. Era cierto que no era un buen sentimiento, igual que no lo era el odio, o la envidia, o los celos. Y sin embargo, eran tan humanos como los demás. Pero no le importaba sentirlos. No porque adoraba sentir la adrenalina de ello en su cuerpo. De lo que era la maldad, pero ante todo, el rencor
El rencor a esa muchacha que aún corría a lo lejos en su mente. Sus ojos negros, tan profundos como lo que era el odio que albergaba en su corazón, centellearon. Deslizó sus finos dedos por la pared de color verde. Sonrió con sorna, ladeando su cabeza y echando hacia atrás ese sedoso cabello, tan sensual como ella misma. Su piel pálida destacaba, y se representaba muy bien en aquel lugar, en ese árbol donde se veían plasmados todos los componentes de la familia Black.
Sacó su varita de la manga, levantándola para fijar su mirada en la imagen de ella. Sintió un poco de dolor, y las lágrimas amenazaron con caer por su rostro, mancillado por esa sensación que ansiaba repudiar… ¡Era ella quien la había traicionado! Y como le había dejado claro su madre, no debía ser tan vulnerable. No ella, que era toda una Black. Y por eso, la rabia se apoderaba de ella, y tampoco parecía molestarle. Al contrario. Se mordió el labio por ello. Con tanta fiereza que la sangre se derramó por su labio. Sanguinaria. Así era ella.
Murmuró unas palabras entre sus labios, carnosos y sensuales, para al final, esa joven tan parecida a ella desapareciese de ese lugar perteneciente a la familia. Ella ya no lo era. Y eso era lo que más claro tenía. Y por eso, sentía el rencor por ella. Por haberla abandonado, cuando prometía que siempre estarían juntas las tres hermanas
Y había fallado a su promesa. Solo por el amor de ese estúpido muggle… Ese que le había arrebatado el amor de la castaña, quien no se resistió a la zalamería del apuesto muchacho. Debía admitir que era guapo. Y eso, a cualquier dama podría perderla. Pero era nacido de muggles, y eso ya le hacía desaparecer de la lista. Y en vez de permanecer en la familia, se marchó.
Y no quería volver. No. No sin admitirle a él en la familia. Aún reía ante ese pensamiento. ¿Él de la familia? Era algo que ni debía de estar divagando en su mente. Pero esto volvía a ella como única posibilidad de recuperarla a ella ¿Tanto valía ella la pena? Negó con la cabeza, dejándose caer al suelo. Cerró los ojos con necesidad, aspirando ese aroma del lugar casi abandonado. Y ese sentimiento maldito crecía en ella con rapidez. Incrementaba intensamente. Ya no quedaba espacio para nada más. Y sin querer, una risa similar a un llanto se apoderó de ella, golpeando la pared con sus manos. Esas uñas negras clavándose en la madera. La sangre derramándose, pero era algo que ni siquiera le importaba. En ese mismo instante, todo le parecía algo insignificante y quizás, y simplemente quizás, tuviese razón para pensar eso
Podía escuchar los gritos de Narcisa al otro lado. Los de desesperación, los de necesidad. Pero ella no se molestaba en contestarle. Dejó reposar su cabeza en la puerta del lugar, y su mano se posó en el frío suelo de madera. Estaban todos, incluso su primo Sirius, aunque no dudaba de que tardase mucho en ser sustituido. Pero él no era nadie. No como lo había sido ella. Su hermana. Andrómeda
Andrómeda… ¿qué? Porque para ella, no era una Black. Se había alejado. Ya no quería ser parte de su familia. Y eso incrementaba la suciedad de su interior. La maldad de su corazón, que se ennegrecía por momentos, como si de la propia oscuridad se tratase. Sus labios se mostraron, afilados. Parecía una vampiresa, y la verdad es que su sed de sangre se podía asimilar a la de uno de estas especies. Se levantó al fin, caminando hacia el fondo de la habitación, asomándose por la ventana
La nieve se cernía sobre la ciudad. Sus labios, entre abiertos, dejaron un suspiro. La odiaba con todas sus fuerzas, y lo tenía claro…Le haría pagar por todo lo que le estaba haciendo pasar. Por ese sufrimiento por ella, que no merecía la pena. Y es que, ella podía ser en sí libre, pero la morena no. Porque ella debía ser una Black. Y hacer que su madre se sintiese orgullosa de ella, y que no los prejuicios le hiciesen ponerse en su contra. Y el rencor hacia Andrómeda aumentó por momentos. Porque ella no tenía que fingir. Ni obedecer a nadie. Y esa era la única certeza que le quedaba antes de sumergirse en el llanto desgarrador
-¡Bella!-Exclamó la menor de las Black con necesidad y exasperación, golpeando con fuerza.
Sin embargo, ella no escuchaba. Se sumergía en ese sentimiento. En ese que incluía el odio, y ante todo, la furia. La adrenalina de hacerle pagar por todo. De matarla lenta y dolorosamente. Por primera vez, se estremeció. Pero no se arrepintió. Le haría pagar lentamente por todo. Y si no era con la muerte, sí con el perder a alguien amado. Solo debía darse a sí misma tiempo. La venganza siempre se servía en plato frío, y sobre todo, con el rencor de por medio. Se levantó y abrió la puerta, dejando desconcertada a Narcisa
-¿Bella?
-No sucede nada, Cissy.-Era capaz de dejarla sin habla. Tan fría y distante como una princesa de hielo-Todo está bien
Y ella misma se aseguraría de cumplir lo que le acababa de declarar a su hermana. Que todo estaba bien, y que lo estaría. Porque ella estaba dispuesta a darlo todo por ello. Al fin y al cabo, era una Black…Y no una cualquiera. Simplemente, Bellatrix.
