Este fanfic es un regalo de cumpleaños para Burasu_kun, ¡felicidades! Espero te guste.


Desde pequeño Light siempre había dicho que eliminaría el mal en el mundo. Su padre se había reído ante esa idea y le había regalado libros con las leyes para que las asimilara y comprendiera que era imposible hacerlo. Pero eso le daba igual.

Se había criado viendo asesinatos, robos, violaciones, y su padre, a pesar de ser policía, nunca había podido detenerlo. Dicen que de pequeños pasamos una fase en la que creemos que nuestros padres son superhéroes. Esa fase fue muy corta para Light.

Lo único que quería era poder dejar a su hijo por la calle sin miedo a que le pasara algo. Dormir con la puerta abierta y amanecer con todos los objetos en la casa. Un mundo libre de crimen. Un mundo feliz.

Toda su vida había estado persiguiendo su sueño, pensando que eso llenaría el vacío que sentía en su interior. Esa falta de fe en la humanidad, en esa sociedad tan imbécil y podrida. Y ahora que estaba tan cerca, no sentía la euforia que pensó que tendría, el vacío seguía ahí dentro y ni la muerte del asesino más sanguinario podría llenarlo.

Porque, aunque solo se atrevía a confesarlo en las noches más oscuras y los días más solitarios, se sentía terriblemente solo.

¿Quién podría mantener una conversación con un genio de su nivel? Porque, aunque sus compañeros decían admirarle y respetarle, notaba esas miradas que le dedicaban cuando creían que él no les veía. Le envidiaban. Le envidiaban y además eran incapaces de comprenderle. ¿No entendían que había cosas mucho, muchísimo más importantes que una mujer? ¿No comprendían que el destino del mundo estaba en las manos de todos? Incluso del ser más repulsivo e inútil que cualquiera pudiera imaginar.

Solo había una persona capaz de seguir su hilo de pensamientos y además mantener una charla interesante con él. Y lo habia matado.

Ryuzaki. A veces olvidaba que era una persona, con su aspecto de panda, su falta de sueño y esa mente y movimientos tan extraña. Sabía que él, más que nadie, entendía las miradas envidiosas de la gente. Sabía que había conocido la soledad. Sabía que ambos eran iguales por dentro.

Quizás, si se hubieran conocido en otra situación, habrían conseguido llegar más lejos. Quizás podrían haber compartido su soledad y sentir que al fin había alguien a su lado que le respetaba y comprendía.

Aunque, para qué engañarse. El Death Note era lo único que les mantenía unidos con esa extraña relación que compartían, como un puente de cristal que con cada paso se desquebrajaba. Y aún así, era el puente más bello del mundo.

Pero, qué demonios. Ryuzaki nunca salía de casa, así que habría sido imposible haber tenido una relación fuera del cuaderno de muerte. No había un "y si". No había nada. Solo soledad. La más profunda y absoluta soledad.

Si Afred Tennyson, el que dijo que "Es mejor amar y haber perdido que no haber amado nunca", no llevara muerto más de cien años, se habría encargado de poner un amargo final a su vida.