:B!

Soy yo de nuevo:) Pues les prometí que traería la historia y pues es esta, espero que la disfruten de veras:) les prometo que cada vez será mejor y les encantara:)

No pues:B como les dije en Huracán del deseo aqui estoy con la nueva historia y espero qe esta la disfruten demasiado:) Gracias por el apoyo con la otra historia y espero recibirla tambien con esta:B!

Bueno pues les dije los del gym y ya fui 3 días seguidos, WOW! Es cansado, pero se qe valdra la pena:)

Les agradesco sus preferencias y en fin:B espero qe la aprueben

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Cap. 1

A un mismo camino

–Se acabó. Fin. Terminado. Adiós. Apártate de mi camino. Basta. Ni lo sueñes. Yo, no. Au revoir. Hasta la vista. Nos vemos. Sayonara.

–Lo que estás diciendo es que te vas.

–Sí –alzó la vista de su intento de meter ropa en una maleta demasiado pequeña. Su amiga Ino parecía aturdida.

–Siempre podrías decirles que no a tus padres. Después de todos, eres una adulta.

Pensó que eso era debatible. Sin embargo, había dado su palabra. Y si la persistencia de sus padres no bastara para hacerla volver a casa, su honor sí.

– ¿Crees que no he intentado razonar con ellos? ¿Crees que no les he explicado que soy una adulta de verdad? Sencillamente, no funciona. Además, Shino es un chico agradable –la furia que hubiera podido sentir ante la situación no tardó en desvanecerse. Nadie podía enfadarse con Shino. Bajó la tapa de la maleta y apoyó el trasero en ella para darle un incentivo adicional para cerrarse.

Ino se sentó sobre la segunda maleta y suspiró con frustración.

–Es un acto de barbaridad obligarte a volver para casarte con el pretendiente elegido por ellos. ¿Y porque aceptaste algo así?

–Quería una aventura, y era el único modo en que me dejarían venir a Seattle –sintió que los mecanismos de cierre encajaban bajo su peso.

Ino debatió ese punto.

–No podrían haberte detenido.

–Es evidente que jamás has visto el tamaño de mis hermanos. Créeme, podrían haberme detenido –miró alrededor del apartamento vacío para comprobar que los transportistas se hubieran llevado todo. Solo quedaban las dos maletas y Sir Akamaru.

–Una barbaridad –murmuro Ino mientras movía su peso sobre la segunda maleta para tratar de cerrarla.

–Ya lo has dicho –repuso Sakura, sonriéndole y sabiendo lo ilógico que debía de parecerle a una persona que no hubiera crecido en Monohan.

– ¡Medieval! ¿Eso también lo he dicho? ¿Qué me dices de tu trabajo? En la escuela van a echarte de menos.

–Conseguiré otro trabajo de profesora cuando vuelva a Nueva Jersey. Siempre hay trabajo para una profesora a la que no le importe enseñar a adolescentes.

–Sigue estando mal.

Con un suspiro, Sakura se trasladó a la otra malta con Ino. Los dos traseros bonitos y redondeados llenaron el espacio reducido. Snap. Al parecer, era hora de volver a hacer dieta.

–Escucha, mis padres solo querían asegurar mi futura. Me dieron siete años para explorar el Oeste. Y me asunto, más de acuerdo estoy con ellos. Echo de menos a mi familia.

– ¿Vas a casarte con un hombre solo porque echas de menos a tu familia? –Ino se mostró incrédula.

"¡Claro que no!" Bueno, quizá un poco". ¿Cómo podía explicarle eso a Ino? Su amiga le pediría que esperara el amor verdadero y otras cosas igual de ridículas y románticas. Sakura, que había sido una romántica empedernida, había abandonado la idea de que el amor verdadero existía para ella en el cosmos. Había conocido a demasiados hombres, salió con varios de ellos, y en ninguna ocasión Cupido había lanzado su flecha.

–Shino será un marido excelente. Será fiel, leal, cariñoso…

–Y obedecerá todas tus órdenes, se sentará cuando se lo digas y no te manchará la alfombra –replicó Ino con sarcasmo, levantándose de la maleta.

–Eh, no menosprecies eso. Domesticar a un hombre es más difícil de lo que parece –muy bien, Shino poseía todas las cualidades de un buen perro. Había cosas peores en la vida. Le daría hijos. Algo que un perro no podría hacer. "Piensa en los hijos", se recordó. Por desgracia, eso significaba que debía pensar en cómo iba a concebir a esos hijos con Shino. Mmm.

–No. Es más como empezar de nuevo… otra vez.

– ¿Estás segura?

–Lo estoy –anunció con una firmeza que la sorprendió. Tomaba la decisión correcta. Mentalmente lo sabía. Solo era su corazón el que se agitaba cada vez que pensaba en pasar el resto de su vida con Shino. Con una determinación que no sentía, se puso de pie y alzó las dos maletas–. ¡Akamaru! En marcha, Comandante Sir. Akamaru. ¡Nos vamos!

El "Comandante Sir Akamaru" se asomó desde una de las estanterías de la cocina y ladró.

–Vamos, Akamaru –insistió Sakura–. Ya lo hemos hablado y estuviste de acuerdo. Así que deja de ser tan obstinado y mueve la cola.

A regañadientes, el perro se unió a ella. Era evidente que a Akamaru no le alegraba nada la mudanza, pero al parecer sabía que no iba a tener voto en el asunto.

Ino movió la cabeza maravillada.

–Tratas a ese animal como si fuera humano. No es natural, ¿sabes?

–Shhh, ¿quieres que te oiga? Ya sabes cómo se pone cuando alguien le recuerda que no fue el líder de comandantes de la fuerza armada de Estados Unidos. Sé que fomento sus ilusiones, pero de este modo es menos doloroso–bajó la vista a la bola negra de pelo con adoración en los ojos–. ¿Está listo, Sir Akamaru?

–Guau –Akamaru prácticamente suspiró, como si comprendiera que no tenía elección.

Las dos amigas saliendo del apartamento seguidas por el Comandante. Sakura alzó la tapa del maletero de su viejo Volkswagen Escarabajo y guardó las maletas. En el asiento de atrás ya había una caja con periódico viejo y en el pasajero una caja con seis Diet Pepsi con hielo. Estaba preparada.

– ¿Estás segura de que irás bien atravesando el país tú sola? ¿Qué me dices de los maníacos que atacan a las mujeres sin compañía? –inquirió Ino.

–Un buen modo de tranquilizarme.

La primera vez, había ido a Seattle acompañada de su hermano Gaara. Por aquel entonces, había parecido a un mundo de distancia de Nueva Jersey. Gaara, agente de policía en Filadelfia, había insistido en que no fuera sola. En ese momento pasaba por un divorcio desagradable y Sakura no quería oír hablar de su ex mujer durante cuatro mil quinientos kilómetros. Lo que significaba que sería un viaje solitario. No la entusiasmaba particularmente, pero también debía ser práctica. Además, no podía ser muy peligroso.

–Ten cuidado. Y hagas lo que hagas, no recojas a autoestopistas –la abrazó con fuerza–. Te echaré de menos.

–Yo también.

Se sentó en el coche y arrancó. A través de ojos semiacuosos, observó cómo Ino iba empequeñeciendo más y más a través del espejo retrovisor. Cuando volvió a alzar la vista, había desaparecido.

–Bien, Akamaru, solos tú y yo. ¿Estás listo para ir a casa?

–Guau.

–Yo también.

"¡Maldición! ¡Mil veces maldición!" Sasuke Uchiha sencillamente se negaba a creer lo que oía. No era posible. No podía estar sucediéndole a él. No en ese momento. No a Mikoto. Con una impaciencia nacida de la furia apuñaló la tecla de rebobinado del contestador automático y volvió a darle a la tecla de repetición.

Beep.

– ¡Hola, Sasu! Soy yo, Mikoto. Tengo una notica maravillosa. No te lo vas a creer. Bueno, sé que lo crearás porque yo te lo digo que es la verdad, y sabes que no miento…

Cerró los ojos. Su hermana tenía por costumbre explicar todas las exageraciones en las que incurría. Esa cualidad solía resultarle tierna. Declaraba su honestidad. Pero en ese momento no había tiempo y tenía prisa por llegar a lo esencial. Otra vez.

–Lo que quiero decir es que probablemente te quedes asombrado. Oh, aquí va… ¡Me voy a casar! ¿Te lo puedes creer? Yo, casada. Es con Deidara, desde luego. Sé que a ti te inspira reservas, pero créeme, es un encanto, y dulce y divertido. Podría seguir así sin palabras, pero… bueno, ya sabes a qué me refiero. Él dice que está impaciente. Así que lo haremos el tres de agosto.

¡En siete días! De hecho, seis, ya que el mensaje era del día anterior.

–Sé lo que estás pensando… que siempre quise una gran boda con todos los adornos, pero sin mamá y papá, y como Deidara tampoco tiene familia, hemos decidido que sea algo pequeño. Solo tú y un amigo de Deidara. Oh, y sé que solo con siete días, pero si conduces todo el día, tardarás tres o cuatro en llegar hasta aquí. Probablemente de esa manera sea más rápido que en tren. De modo que espero verte al final de la semana. ¡Me muero de impaciencia!

Beeeep.

La voz de su hermana pareció reverberar por toda la casa. Iba a casarse con ese miserable cazafortunas de poco monta, y solo disponía de seis días para frenar la bosa. Seis días. No eran suficientes. Durante un momento pensó en tomar un avión, pero la idea se desvaneció nada más aparecer. Le había dado su palabra a Mikoto de que nunca volaría, y la consideraba un vínculo inquebrantable. Tampoco se equivocaba en los horarios del tren. Y asimismo carecía de sentido tratar de razonar con ella por teléfono. Podía ser volátil, pero también muy obstinada. El único modo de enfrentar la situación era cara a cara. Lo que significaba conducir.

Sin perder más tiempo, abrió la maleta que aún contenía ropa del viaje del que acababa de regresar a última hora de la noche del día anterior. Había ido a San Francisco para reunirse con un potencial cliente interesado en su único paquete informático. El producto de Sasuke era uno de los pocos en el que la gran empresa maderera había mostrado interés, y tenía la corazonada de que el viaje había servido para sellar el trato. No obstante, no había nada concreto, y lo último que necesitaba era que algo lo distrajera de ganar la puja.

La familia, sin importar lo irritante que fuera, estaba primero. Su única opción era hacer lo que sugería Mikoto: conducir hasta Filadelfia. No para asistir a la boda, sino para detenerla. Naruto, su vicepresidente y mejor amigo, podría manejar la puja de California en su ausencia.

Tomada la decisión, el siguiente paso de Sasuke fue encontrar ropa limpia con la que reemplazar la que acababa de meter en la cesta de ropa sucia. En el armario encontró unos vaqueros y polos impecablemente planchados por su asistenta. Casi sin tomarse tiempo para doblarlos, los metió a la maleta. Realizó una rápida comprobación para cerciorarse de que tenía la cartera, bajó a la carrera las escaleras de su casa en Seattle, Washington, salió a la calle y volvió a subirse al coche que había abandonado hacía poco.

El sueño de descansar un día, después de agotador regreso desde California antes de volver al trabajo, se había evaporado. Iba a tener que emprender un trayecto maratoniano a través del país para llegar hasta donde su ingenua hermana iba a cometer el mayor error de su vida.

Al menos le había dado seis días. Podría haber si peor. Calculó que, forzando un poco, conseguiría llegar a Filadelfia en tres días. Eso le proporcionaría tiempo de sobra para ahuyentar al futuro marido y encerrar a Mikoto en un convento. En ese orden.

Lleno de determinación, se puso el cinturón de seguridad y miró por el espejo retrovisor. Vio un Ford beige aparcado demasiado cerca de su entrada de vehículos. El conductor seguía el coche. Sasuke tocó la bocina para indicarle que iba a salir. Al retroceder, le lanzó una mirada con la que quiso transmitirle que no le gustaba que le bloqueara la salida. El otro esquivó sus ojos.

–Maldito turista –musitó.

"Cíñete al plan", se dijo, "y esta pesadilla acabará pronto".

CONTINUARA…

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espero qe les haya llamado la atencion

la conti la traere en cuanto la tenga y disfrutenlo:)

Chao