ASSASSIN'S CREED: ÁNGELES EXTERMINADORES.
PRÓLOGO.
Nada es verdad, todo está permitido.
La sabiduría de esas palabras le ha hecho ver al joven de la capucha blanca que había muchas cosas más allá de la simple ventana de su habitación.
Durante años se sintió en la más profunda soledad; ignorado y menospreciado por sus compañeros de escuela, y con una familia muy manipuladora, el joven de la atalaya de la iglesia del condado se había refugiado en un mundo donde la inocencia y el miedo le habían convertido en el individuo más torpe de todo el lugar. Incluso se había refugiado en una supuesta personalidad oscura que en realidad estaba muy lejos de serlo, por lo que decidió abandonarla por frustración.
Pero ya no más.
A partir de esa noche todo iba a ser distinto. Todo iba a cambiar para su bien y no para el bien de aquellos que lo han tratado como basura desde su más tierna infancia.
Esa noche era su noche.
Era la noche de su iniciación en un mundo que comprendía muy bien y a la perfección desde el momento en que lo conoció cara a cara meses atrás.
Era la noche en que, parado frente a la hoguera, sería bautizado como uno de ellos.
- Leo, los que aquí ves dedican su vida a proteger la libertad del hombre – le decía un hombre de traje oscuro -. Todos nos hemos jurado ante esta hoguera combatir a la oscuridad. Y yo te ofrezco esa vida.
El hombre extendió su mano hacia el muchacho y añadió:
- Abrázala.
El joven, sin rechistar, hizo el gesto de aceptación; acto seguido, el hombre tomó unas tenazas que estaban a orillas de la hoguera y presionó fuerte el dedo anular del muchacho. Éste sintió ardor y dolor, pero lo soportó como señal de que ya estaba listo para afrontar cualquier cosa que venga por él.
Incluyendo la muerte.
Tras observar su marca, el neófito siguió al que parecía ser el líder hacia la atalaya de la iglesia; con un gesto le indicó que, para completar su iniciación, tenía que saltar desde la punta y aterrizar sano y salvo al suelo. Obediente a la instrucción, el chico saltó desde la punta y aterrizó de pie frente a la entrada de la iglesia.
Aquello fue un salto perfecto.
El neófito miró hacia arriba, con la esperanza de decirle con la mirada al que fue su mentor su agradecimiento… Pero éste ya había desaparecido.
El muchacho sonrió.
Era un hecho de que Desmond Miles estaba muy orgulloso de él y el haberle iniciado como Asesino era la prueba de ello.
- Gracias… Maestro.
Dicho esto, Leopold "Butters" Stotch, el Assassini, emprendió el retorno a casa.
HOLA! BIEN, COMO ANDO UN POCO BLOQUEADA Y NO BUSCO COMO DARLE GIRO AL FIC "PROMESA" Y A "CARTMACULA", LES DEJO CON ESTE PRIMER CAPITULO DE UN FIC QUE SURGIÓ EN UNA EPIFANIA DE INSPIRRACIÓN. UNA DEDICATORIA PARA LOS YAOISTAS Y PARA LOS FANS DE LA SAGA DE ASSASSIN'S CREED.
CHAITO!
