Más allá de las estrellas

Al fin era la hora de estar juntos y completamente solos. Luego de una boda inimaginablemente hermosa con el hombre de mis sueños Edward Cullen, al fin habíamos llegado a nuestra luna de miel. Mi esposo quería que nos fuéramos a un sitio hermoso, con aguas cristalinas y alejado de la ciudad, por eso esa noche llegamos a Saint George, en las islas Bermudas. Era un sueño todo lo que cubría el lugar, totalmente mágico, Edward se las había arreglado para que únicamente existiéramos él y yo en ese lado de la isla. La brisa refrescante, el sonido de las olas era totalmente relajante.

Luego que dejamos las maletas en aquella cabaña de lujo, Edward me pidió que fuera a caminar a la orilla de la playa mientras él preparaba una sorpresa para mí. Mientras caminada mojando mis pies en el agua cristalina y completamente oscura, trataba de mantener la calma y estar serena para lo que iba a ser sin duda alguna la mejor noche de toda mi vida. Decidí volver a nuestro espacio y luego de cambiarme de ropa, allí estaba él, increíblemente perfecto como siempre. No podía creer que existiera un hombre tan perfecto en el mundo. Su blanca y aterciopelada piel, sus ojos que me miraban amorosamente, su cabello suave como ninguno y su maravilloso cuerpo yacían en la cama esperando mi llegada. Dos copas de champagne y muchísimas rosas rojas adornaban nuestra habitación de manera celestial.

Él comenzó a hablar diciéndome:

Al fin solo tú y yo, no sabes cuanto e esperado este momento. Bella quiero que sepas que al recibir ese anillo en tu dedo y al decir, si, acepto, me has hecho el hombre más feliz de éste mundo. Ningún momento puede ser más perfecto que éste, ninguna mujer puede ser más perfecta que tu y nadie en el mundo te podrá amar más que yo.

Esas palabras fueron selladas con un dulce e increíble beso que me llevo a volar entre las nubes, y entonces ahí perdí la noción del tiempo, me perdí entre sus caricias y todo el infinito amor que siento por él.

Al despertar en la mañana mire a mi lado y no podía creer que nuestros cuerpos desnudos estaban ahí. Comencé a recordar lo que había ocurrido la noche anterior y sentí que la felicidad me quedaba pequeña en ese momento. Era mucho más que feliz, era extremadamente feliz. Con esa noche pude darme cuenta que la perfección existe, y esa perfección tiene por nombre Edward Cullen. No podía creer que un hombre podía llevar a las estrellas a una mujer con tan solo quererla tan infinitamente. Nunca me había sentido así, no podía ni describir con palabras lo dichosa y afortunada que era en ese momento, lo único que brotaban de mi eras lágrimas, lágrimas de plena satisfacción.

Al sentir una lágrima deslizarse por su pecho mi esposo despertó y tomó mi rostro entre sus manos diciendo:

¿Qué te ocurre amor? ¿Te sientes triste?

A lo que yo respondí:

La única razón que tendría para estar triste es no haberme casado antes con tigo. Esta noche fue mágica Edward, me llevaste a las estrellas, no puedo creer como se puede amar tanto como yo te amo a ti. Gracias por ser mi esposo, Te amo.

Y ese fue el comienzo de los mejores años de mi vida.