Disclaimer:
Los personajes, trama y detalles originales de Candy Candy son propiedad Kyōko Mizuki, Yumiko Igarashi, Kōdansha y Nakayoshi (Manga), Shun-ichi Yukimuro, Toei Animation y TV Asahi (Anime)
Advertencias:
Basado en la obra del anime.
La clasificación indica temas que no son propiamente para menores o personas sensibles a asuntos relacionados con la violencia física o psicológica, además de uso de lenguaje vulgar. Queda a discreción del lector el contenido.
Sobre advertencia no hay engaño, es un Susana & Terry.
Notas introductorias:
Es mi primer fic en este fandom, así que espero hacerlo bien, sobre todo considerando que esta página esta compuesta al 99% por historias Candy & Terry, y 99.9% de los lectores odian a Susana.
Dedicatorias:
Para aquellos que no le hacen ascos a las tramas con Susana.
El honor de un caballero
No era secreto que él se mirara caballero, la palabra la usaban hasta en las críticas del diario, pero cuando se le pidió demostrarlo… no creyó que se angustiaría tanto.
El pasado regresa
El fuego crepitaba tranquilamente en la chimenea al fondo del salón, la madera calcinándose era el único sonido que amenizaba la tarde de ensayo. Las pruebas para los papeles serían en un mes aproximadamente, eso si conseguían que dejaran de aplazar las fechas ante la inminente falta de presupuesto causada por el momento álgido denominado "Jueves Negro"*, que marcó una caída súbita para el teatro al que estaba enteramente dedicado. Nadie compraba boletos para las funciones, las personas estaban más preocupadas por conservar sus patrimonios y dar de comer a sus hijos, que por verlo actuar sin importar lo bien que lo hiciera tanto él, como los demás miembros de la compañía.
Afortunadamente, había superado sus malas manías de la juventud, tenía una suma considerable ahorrada y bien invertida en oro, al más obsoleto pero efectivo estilo del tesoro en el castillo, ya que el metálico no se devaluaba, por el contrario, aumentaba su valor. En ese aspecto estarían bien, podían seguirse costeando los alimentos, las medicinas de Susana no faltarían, incluso podría pagar un médico de presentarse una emergencia.
¡Cómo se le encogía el alma solo de verla mordiéndose los labios, con los ojos llenos de lágrimas y fingiendo estar bien cuando le punzaba hasta el alma en aquél sitio donde debería estar su pierna!
El dolor no se iría nunca, ya se lo habían advertido los médicos. En cuanto a la prótesis, su complexión delgada y debilitada por su falta de actividad mermaban las posibilidades de siquiera conseguir que se pusiera de pie con un miembro artificial. Lo había intentado un par de veces, pero el acto de fuerza y equilibrio con la pierna sana, solo terminaban en tropezones que hacían dolerle el muñón hasta no dejarla dormir en días.
La mujer apretaba con fuerza la cobija de su regazo, también la quijada, furiosa consigo misma ¡¿Cómo había sido capaz de llegar a la azotea ella sola para algo tan estúpido, y no podía usar una prótesis para pasear con su esposo?!
—Tranquila Susie.
Terry había interrumpido sus propias líneas al notar las divagaciones en que se había sumergido Cordelia*.
—En un mes se cumplen catorce años, Terry, deseo con todo mi corazón poder levantarme de esta silla el día de nuestro aniversario.
El otro guardó sus palabras solo extendiendo su mano hasta tocar la suave cabellera rubia como un gesto de apoyo, aunque él mismo dudaba que lo consiguiera tras años enteros de completos fracasos en que el tiempo se llevaba la vitalidad que le quedaba. Aquella noche nevada, si había llegado a la azotea era porque tenía aún todas las fuerzas de su cuerpo enteras y un deseo desesperado agobiándola.
Soltó un suspiro cerrando el cuadernillo, ya estaba claro que no podrían ensayar más. Se dirigió entonces al servicio de té que habían dejado unos momentos antes para servir las dos tazas correspondientes.
Desafortunadamente, pese a sus precauciones, la depresión económica también los había golpeado, por tanto, se había visto en la necesidad de limitar el personal de la casa a una mucama que además cocinaba, la enfermera y un joven que hacía de chofer, jardinero, mensajero y asistente en general. Despedir a sus empleados de confianza fue una de las peores experiencias a las que se había enfrentado, y por más que quiso priorizar las necesidades de cada uno, todos tenían hijos a quienes alimentar. Pero conservarlos en sus puestos era riesgoso, sobre todo considerando que nada garantizaba que el panorama mejoraría para Estados Unidos en tiempos próximos. Lo único que pudo hacer por ellos fue darles una módica compensación que gastaran como mejor les pareciera.
Para Susana sin azúcar, para él con cuatro terrones.
En realidad, él no era de la idea de que la gente rica debiera tener servidumbre, nunca le había gustado vivir a expensas del esfuerzo de otros; pero la vida en el teatro, los cuidados de Susana y las tareas de una casa no eran algo con lo que pudiera lidiar en las escasas veinticuatro horas que tenía el día.
Colocó las tazas en la mesa y ayudó a la mujer a llegar hasta el sitio empujando la silla de ruedas.
El lugar era amplio, pero más que por denotación de lujo, por la necesidad de movimiento requerida por las dimensiones de la silla. Fuera de lo que representaba el espacio en sí, el amueblado era sencillo sin desmerecer el gusto elegante que Terry tenía y el toque hogareño que su esposa se empeñaba en colocar.
Aquello era su hogar, su teatro personal donde representaban a quienes se les daba la gana, y tal vez aquello era suficiente… tal vez.
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Como uno de los únicos tres sobrevivientes del recorte de personal Bill sentía que su deber era demostrar que la decisión tomada por el señor había sido la mejor, y no debía dar absolutamente ningún problema, especialmente cuando estaba en el estudio con su esposa, menos aún si preparaba audición para algún papel. Personalmente creía que a esas alturas de la vida era absurdo siquiera pensar que no sería protagonista así solo acudiera a un ensayo a la semana, pero su patrón no era pretencioso, se preparaba con el ahínco de un novato y la pulcritud de todo un veterano, no solo para actuar, sino para salvaguardar los demás aspectos de su vida.
Le había tomado aprecio, pues ya había trabajado para muchas otras personas que aceptaban prestarle un traje y permitirle cargar sus maletas por la buena pinta que tenía, pero no había sido sino hasta conocer a la familia Grandchester, que sintió respeto y afecto por su señor aunque este recibiera entre veinte y treinta veces más sueldo que él.
Cierto era que padecía aún de lo que la mucama llamaba antipatía inglesa, y la enfermera apodaba síndrome del héroe trágico por amores de su juventud. Sin embargo, Bill tenía la firme idea de que solo era una actitud perfectamente normal para alguien de su tipo. Por eso odiaba tener que interrumpirlo con cosas sin sentido.
Ya había estado discutiendo en el vestíbulo de la entraba, de la manera más civilizada que pudo, con una mujer de poca gracia física que con un solo empujón se había deshecho de la mucama para entrar a la residencia exigiendo ver a quien llamó "su medio hermano".
A lo largo de su estadía en la casa ya había tenido que lidiar con otras hermanas y hermanos, mujeres que exigían que fueran reconocidos sus hijos como descendientes del actor, hijos que llegaban por sus medios reclamando ver a su padre, empuñando una carta de su supuestamente moribunda madre, varias madres que querían ver a su hijo perdido, primas y parientes lejanos venidos de Gales, Inglaterra y Escocia aunque su acento fuera sureño. Una vez, incluso, tuvieron la visita de la tía abuela del primo de la esposa del hermano de su madre.
Sí, ya había lidiado con todos esos fanáticos que buscaban ridículamente un poco de atención. Pero realmente no había nada que no pudiera controlar ni siquiera en el pasado mes y medio que se intensificaron los esfuerzos de pedir dinero tras la crisis abrumadora.
Hasta ahora.
En tres horas, aquella mujer regordeta lo había convencido de pasarle un recado cuando menos, asegurándole que en cuanto lo recibiera, su señor sabría reconocerla. Se enfatizó también la naturaleza delicada del asunto a tratar y que, sin duda, era literalmente de vida o muerte el que fuera informado de la situación.
Se puso frente a la puerta, levantó una mano para llamar cuando, de repente, esta se abrió quedando cara a cara con el actor.
— ¿Qué pasa, Bill?
—Yo…
"Una de sus fans consiguió llegar al vestíbulo" dijo mentalmente.
—Hay una dama en el vestíbulo que desea hablar con usted, se presentó como Lady Madeleine Grandchester y dijo que…
Terry había alzado una ceja completamente incrédulo:
— ¿Dijo qué?— preguntó indicándole que siguiera.
—Que para que no dudara de ella, le dijera que era la hija de…— el empleado se interrumpió un momento avergonzado por lo iba a decir — Que era la hija de la horrorosa cara de cerdo…
El actor abrió mucho los ojos no pudiendo torcer un poco la boca, disimulando mal la risa que se le escapó y que pasó a una breve carcajada.
—Déjala pasar.
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Susana se había ofrecido a dejar la sala para que pudiera hablar con la mujer, pero Terry le pidió que se quedara. El caballero presentó a las dos damas, su esposa y su media hermana. Sin embargo, la rubia no podía dejar de sentir la incomodidad acentuada en el ambiente, Terry jamás le había comentado absolutamente nada de su familia, en alguna ocasión le abría confirmado un rumor sobre su madre, pero nada más. Y por parte de su padre, le bastaba saber que residía en Londres la mayor parte del tiempo y tenía una villa en Escocia, y otra en Gales.
Pero una hermana ¿De visita?
Trajeron otra taza para servir té a la invitada pese a que esta solo lo aceptó por cortesía, pues ya estaban retirando el servicio y ella ni siquiera lo había tocado.
Hacía mucho tiempo que no escuchaba a Terry reírse como lo hizo cuando aludieron el apodo de la madre de su visita, tal vez sería bueno, pero había faltado el intercambio de anécdotas y los comentarios sobre lo rápido que pasaba el tiempo, siendo reemplazados por unos breviarios acerca del mal servicio americano y la crisis del país. Lo que inevitablemente llevaba a la retirada actriz a concebir razones poco alentadoras para la súbita visita.
—Tienes que venir a Escocia conmigo. — dijo finalmente la joven levantándose de la silla que se le había ofrecido.
— ¿Y por qué querría hacer eso?
Los ojos claros de Susana permanecieron expectantes, casi sin creerlo, el tono de voz que había usado Terry, tampoco se lo había escuchado; era arisco, de forzada educación.
Madeleine entrecerró los ojos y soltó un suspiro convencida de que no había razones para esperar otra respuesta.
—Mi padre ha enfermado y una de sus últimas voluntades ha sido verte.
Susana no pudo evitar la ligera contracción de sus cejas ¿Por qué no había dicho nuestro padre?
—Creí que no tenía más relaciones con él, me lo dejó claro cuando le pedí ayuda en San Pablo.
Y el hombre se volvía más tosco al hablar, evidenciando el resentimiento que le causaba tocar el tema.
—Sus razones debió tener, pero yo he venido exclusivamente por ti, y no me iré si no es contigo.
—Búscate entonces un buen hotel, me parece incluso que están vendiendo algunas casas si lo prefieres.
Los ojos de Terry se habían unido a la voz, enfriando todo el semblante.
—Terruce ¿Es que no piensas ayudar a un moribundo a descansar en paz?
—Lo que sea del Duque no es mi problema, ahora si me haces favor, no te tomes molestias por mí, no iré y eso es todo lo que tengo que decir.
—No te confundas, para nosotros tú dejaste de existir hace mucho tiempo. — le dijo mientras la piel ligeramente bronceada se coloraba rápidamente de rojo, resaltándose más en las abultadas mejillas. La chica se encogió apretando los puños aumentando los pliegues de su cuello.
—Pero él quiere…— sus pequeños ojos avellana se llenaron de lágrimas a la vez que se ponía más roja — ¡Quiere ver tus ojos! ¡Eso es lo único que pide antes de morir! ¡Y yo quiero a mi padre, si eso es lo que le dará paz a su alma, lo haré!
No debió especificar más al respecto, Terry sabía lo que el hombre quería en realidad, pero era más imposible que arrastrarlo a él a Escocia. Él quería ver una vez más a Eleanor Baker.
—Pero habrá que ver lo ruin de ese hombre, abusa de los nobles sentimientos de su hija para revivir el recuerdo de una aventura…
— ¡Terry! — gritó Susana por no poder hacer otra cosa mientras la joven castaña se levantaba en puntas de pie acertándole una bofetada que le dejó enrojecida la mejilla. El actor le regresó el impacto solo con una mirada, pero la otra apenas lo notó en medio de sus lágrimas.
— ¡Si de verdad eres un caballero ve y cumple con el hombre que te dio la vida!
Enseguida dejó la sala abriéndose paso con su robusto cuerpo, humillada hasta no poder más, había hecho tan largo viaje por un capricho ofensivo a su familia siendo tachada de ingenua y además, habían mancillado el nombre de su padre dudando de sus sentimientos por ella.
¡Pero claro que lo sabía!
Era una niña en ese entonces, pero deducir la verdad no le había costado ni una pizca de trabajo. ¡Solo había que dar una mirada a la fotografía de Eleanor Baker! Compararla con su madre… con ella misma…
¡La nobleza Grandchester eran ella y sus hermanos! Pero la verdadera familia para su padre estaba en América, por mucho que eso doliera.
Subió al auto pasando a empujar a su chofer que la había esperado, arrojándose sobre el asiento, descargando en un grito toda la rabia que le había causado el encuentro.
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— ¡Pero qué se ha creído esa mujer! — chilló la enfermera limpiando el arañazo que le había dejado la intempestiva visita a su patrón.
—No es nada, déjalo ya, mejor ayuda a Susana a cambiarse.
—Sí, señor.
Terry se puso de pie caminando hasta la ventana. Su expresión no se había serenado en absoluto, por el contrario, le había afectado más en cuanto se hubo ido, escuchándola gritar desde las escaleras.
¿Con qué derecho luego tanto tiempo se atrevía a llegar de improvisto?
¿Con qué derecho ese hombre creía que solo por estar moribundo él correría a sus brazos?
Hacía mucho tiempo que había aprendido que si lo hacía, lo único que conseguía era que lo bajara y lo dejara atrás.
"Terry, no hagas eso, los caballeros no lo hacen."
¿Terry?
No, él nunca lo llamó Terry, siempre fue Terruce. Irónico, hasta la vieja cara de cerdo lo llamaba Terry al menos hasta que cumplió diez o doce años, y las mucamas lo hicieron siempre, agregando el señorito antes, pero Terry al fin y al cabo.
Casi sin darse cuenta ya había golpeado la pared con tanta fuerza que sobresaltó a las dos mujeres presentes.
Susana despidió cortésmente a la enfermera asegurándole que lo que restaba lo podía terminar sola. La aludida comprendiendo la connotación marital de la próxima conversación, los dejó solos.
—Terry. — llamó la rubia suavemente.
—Te llevaré a la cama. — dijo cortante acercándose para alzarla en brazos, acto que ella negó apartándolo con el brazo.
Fue aquella acción que hizo al hombre reaccionar un momento sobre lo que hacía, regresando a ser consciente de que los roces con su padre tenían más de catorce años sin presentarse, y no habían pasado apenas unos días como llegó a creer los últimos minutos.
—Lo siento Susie… es que me ha puesto de mal humor la gordinflona esa.
— ¡Si serás cruel!
Terry se hizo ligeramente hacia atrás, extrañado por la rudeza de su esposa, que si bien era significativamente inexistente para todos, él ya había aprendido que lo que sonaba dulce todo el tiempo, a veces tenía sus matices de enojo, frustración y tras convivir tanto tiempo con él, algo de sarcasmo llegaba a sacar.
Afortunadamente aún no era cínica como él.
—La historia con el Duque es cosa del pasado, no merece la pena de revivirla.
— ¿Nunca lo has llamado padre?
—Cuando era niño, pero un caballero no se permite actos de sentimentalismo. — dijo bufando lo último.
Susana cerró los ojos.
"Oh, Terry, ¿Tanto dolor te causa hablar de él?"
— ¿No es acaso él quien se ha permitido un sentimentalismo expresando que quiere verte?
—Muy su problema, si me hubiera ayudado en San Pablo, tal vez lo consideraría.
La rubia trató de buscar su mirada, fallando por mucho al darse la vuelta el otro.
"¿En San Pablo? Terry dijo que tuvo un problema en la escuela ¿Qué tan malo pudo ser?"
Increíblemente, pese a todo, a veces Susana pecaba de ingenua.
—Por favor ,Terry ¿Qué es lo que podrías perder si vas? No te hará menos hombre, y no creo que eso del caballero de verdad te importe.
— ¡No es eso! ¡Solo no quiero verlo!
Enseguida el silencio se apoderó del lugar, el fuego se extinguía sobre los troncos carbonizados, y la pesada noche abrazó la habitación entrando por la ventana. El viento sopló con gran fuerza, la primera nevada del año sin duda caería en cualquier momento.
Comentarios y aclaraciones:
*Jueves Negro: 24 de octubre de 1929, momento en que estalla una crisis tanto financiera como bursátil en la Bolsa de Nueva York.
*Cordelia: es un personaje de ficción de la obra de teatro El rey Lear, de William Shakespeare, es de hecho me parece el primer papel que interpreta "públicamente" en la serie (Terry era el rey de Francia si no me equivoco)
¡Gracias por leer!
