Disclaimer:
Los personajes, trama y detalles originales de Kuroshitsuji son propiedad de Yana Toboso, Square Enix y Gekkan GFantasy (manga), Shinohara Toshiya, A-1 Pictures y Aniplex Funimation (anime).
Advertencias:
Basado en la obra del manga.
La clasificación indica temas que no son propiamente para menores o personas sensibles a asuntos relacionados con la violencia física, psicológica, o contenido de índole sexual en determinado momento, además de uso de lenguaje vulgar. Queda a discreción del lector el contenido.
Esta es una historia LizzyxSebastian
Notas introductorias:
Mi primer fic para este fandom como escritora, pues ya que he leído varios y por eso mismo creí pertinente hacer la aclaratoria de la pareja, pues me parece que el 99% son CielxSebastian (o al revés), advertidos están.
Dedicatorias:
Para los que gustan de variedad en el fandom.
El amante de Lady Middleford
Ese demonio, el gran seductor infernal quien de la elocuencia hizo sus alas, aquél que lleva años esperando estar seguro de que rendida y entregada a la fascinación de sus palabras, la joven dama le entregará lo que su amo no quiere tomar.
La pesadilla
El sol despuntaba el alba, la neblina había cedido para dar lugar a una mañana fresca y brillante. Los perfectamente cuidados jardines lucían desiertos aunque magnificentemente bellos. El claro donde ardió la fogata de la última noche en la escuela se había apagado quedando tan solo cenizas humeantes que se extinguirían de a poco conforme el rocío se formara.
Pese a todo el ajetreo de la noche anterior, ella se había levantado temprano, corriendo al oratorio donde casi dos horas después las campanas repiquetearon haciendo eco en la nave oscura y silenciosa, anunciando la misa de las siete, ahogando sus rezos que ya parecían murmullos por el nudo en su garganta.
Las religiosas fueron las primeras en llegar santiguándose frente a cada nicho que pasan en su silenciosa peregrinación. La superiora señaló los asientos que ocuparían junto a las novicias que habían decidido hacer de su estadía en el colegio una vocación completa, y a diferencia de las hermanas ordenadas que ya habían empezado liturgia, se notaba aún su falta de disciplina.
— ¿No va a hacer el seminario? — preguntó una a su compañera mirando a la joven del vestido negro que yacía en los reclinatorios frente al altar.
—No.
—Pero si todos los días está aquí, pensé que quería ordenarse.
—Su padre no lo permitió, está prometida en matrimonio con el conde Phantomhive y ya ha mandado por ella.
La otra aprendiz se santiguo.
—Con razón está aterrada ¡Dios cuide su alma!
La superiora las reprendió por su indiscreción, pero la rubia ya las había escuchado y solo pudo agachar la cabeza para seguir rezando fervientemente.
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El viento tocaba la fina tela de las cortinas, la ventana abierta despejaba apenas con sutil diferencia el cálido ambiente del verano. Poco a poco, a medida que la luna se alzaba en el cielo, la figura detrás del lienzo translúcido de gasa, que había estado observando la escena, empezó a definirse con mayor detalle, aunque eso no aminoraba la sensación de que se tratase de un espectro etéreo; los cabellos negros parecían ser de humo y el resto del cuerpo se fundía con la oscuridad de la noche tras las cortinas.
De pronto, alguien más entraba sin hacer ruido, y el espectador del balcón, con las manos en la espalda, se giró un poco para ver.
La luz que entró en la habitación junto con la mujer iluminaba en tonos amarillos y tenues, una luz titilante, ni siquiera juntas las cinco velas del candil podían hacer realmente una diferencia mayor al momento de disipar las sombras. Iluminando vagamente al demonio espectador, delineando contra las cortinas, pasó a su lado sin notar su presencia, aún cuando se destacaba la sombra de su alto y delgado cuerpo, esbelto a la manera inglesa, vestido al gusto de la nobleza, aparentando ser un caballero servil que no entra sin invitación.
Sobre la cama ella debería dormir, pero permanecía perfectamente consiente de lo que pasaba, sin tener control de su cuerpo, ni siquiera con la voluntad suficiente para apartar la mirada del par de ojos rojos que tras la tela se distinguen radiantes como dos brazas de fuego provenientes del mismísimo infierno.
Aquella mujer solo entró a cambiar el agua de la jarra, y ella, desde su lecho, quiere llamarla, quiere advertirle sobre de aquél que está en la ventana y no parece notar mientras realiza su tarea, creyéndola dormida. Tanto así que hace lo que debe marchándose enseguida, sumiendo todo en la oscuridad nuevamente, todo menos esos ojos.
Es un demonio.
Es un ángel caído.
¡Es el rostro de la perversión!
Dio el primer paso, la distancia que los separaba se acortó y sobre las baldosas resonaba el elegante andar. Aquél hermoso monstruo tomó asiento al borde de la cama acercando su rostro…
La pesadilla comenzaba.
La inoculaba con un poema complejo que estremecía cada parte del cuerpo paralizado de su hermosa víctima. Sus palabras terminaron pero no parecía inquietarse. Con el dedo índice en sus labios silenció las palabras que, de cualquier forma, no podían salir de la garganta de la mujer. La frialdad de sus guantes delataba que ya tenía un tiempo esperando afuera; su gesto era el de alguien observador, meditativo, meticuloso y perfeccionista que no daba cabida a un error en su estadía.
Las sábanas se movieron de su sitio, la camisola desapareció ante la habilidad del visitante, el mismo que había ido a buscarla todas las noches desde hacía cuatro años. La pesadilla se repetía cada noche sin falta, como condena a cumplirse por un crimen del que no era consciente.
El juego de miradas se produjo en un solo instante, entre ellos el mundo se había esfumado, lo etéreo y lo oscuro estaban dentro de esa otra realidad, en la que ella ya no puede gritar, en la que ha perdido y ha cedido su voluntad… otra vez.
Todo su cuerpo se estremeció, el mareo se volvió intenso y sofocante, estaba aterrada por la respuesta de su cuerpo que no obedecía a la recatada pulcritud que su madre tanto se había empeñado en enseñarle. En solo un instante, en tan solo un único momento que parecía eterno, la marejada de sensaciones dilataban la lujuria y difuminaban la cordura de sus pensamientos al sentir el contacto de un cuerpo que no era suyo, una húmeda boca abrazando zonas que no figuraron nunca en las clases elementales de anatomía por el escándalo que ello sería para cualquiera de las pudorosas institutrices.
Dolor… dolía tanto… pero mitigado con el velo de una sensación eufórica, aquel vicio pernicioso solo se entrecortaba por momentos de lucidez que derivaban en auténtico horror al reconocer que el dueño de su cuerpo no era el mismo que el de su corazón.
Su mente entraba al terreno de lo desconocido, la ponía en contacto con ese terror profundo del que hablaba su abuela en la catequesis al saberse nefanda y destinada al infierno por sus culpas. El demonio la miraba sin sobresaltos, explorando con morboso placer en ella la expresión de un pecado contra la fidelidad. La miraba parsimoniosamente mientras trataba de recuperar el aliento, mientras buscaba cubrir con las sábanas sucias su propia dignidad mancillada… la miraba como si no tuviera prisa de irse...
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El obispo hizo la señal de la cruz dejando marchar a las alumnas del colegio con su bendición, una plegaria que por ella no se alzaría y solo la hizo desmayar ante las miradas de compasión que por sus lágrimas se dirigieron a su persona.
Pobre marquesa Scottney.
Pobre Elizabeth Essel Cordilia Middleford.
Pobre Lizzy, que debe regresar a reclamarse como Condesa aunque la idea de pisar esa casa la lleve a la locura.
Comentarios y aclaraciones:
Gracias a los que llegaron hasta acá.
¡Gracias por leer!
