FEEL
CAPITULO 1
"ALFRED"
En el paraíso se regocijaban nuevamente por la llegada de un nuevo ángel al edén, los ángeles al ser novatos, todo era nuevo, sus corazones estaba llenos de amor, bondad y paz. Alfred era el nuevo ángel del señor, era de las mismas características de las que solían ser los ángeles, cabellos de oro, ojos azules como el cielo, vestido con una túnica blanca transparente, perfectos a la vista de Dios.
Alfred, el joven ángel acabado de nacer, poseía una cara de porcelana, una mirada dulce y una curiosidad peculiar por las cosas que le rodeaban, su aureola en la cabeza que brillaba como el sol, unas alas fuertes pues al ser jóvenes eran muy resistentes, blancas como las nubes que rodeaban la gloria, sin embargo, tenía que aprender sus deberes como ángel, pues debía cumplir el objetivo por el cual él fue creado. Al joven ángel le fue asignado, por el Arcángel Miguel, un mentor, este no era cualquier arcángel, era nada más y nada menos que el mejor de todos, era el mejor líder administrativo de la corte celestial, Ludwig, quien había sido muy obediente y fuerte, pronto seria capitán de una cuadrilla de arcángeles, pero para ello debía primero concluir con su misión de enseñarle a Alfred sus deberes.
Fue así como Ludwig, se llevó a aquel ángel, empezaría por lo mas básico, enseñándole a los humanos, esos seres que eran bellos y místicos, tenían libertades de las que ningún otro ser tenia, por ello mismos papá Dios, que era como algunos ángeles le llamaban, encomendaba mucho a sus hijos terrestres con los ángeles. Alfred debía entender que su obligación era cuidar de ellos, cuidarlos de la maldad de los ángeles malos, los demonios.
-Entonces Alfred, ¿entendiste cuál es tu responsabilidad?-
-Sí, cuidar y proteger a los humanos-
-Exacto, y lo harás sin meterte en su voluntad, los humanos tienen el derecho de hacer lo que ellos deseen, a eso se le llama libre albedrio, ellos pueden elegir a quien amar y a quien no-
-Libre albedrio, Arcángel Ludwig, ¿los ángeles tenemos libre albedrio? ¿Qué es amar?-
-En efecto Alfred, tú y todos los seres tenemos libre albedrio, pero la diferencia de ellos a nosotros, es que los seres humanos viven en constante lucha contra el pecado, nosotros no, el amor por su parte, es algo difícil de explicar, pero es, más que nada es, cuando desean el bien de otra persona muy por encima de la suya-
-Entiendo, por lo que aprendí de los otros ángeles el pecado es malo y aun no entiendo eso del amor jeje, lo entenderé quizás viendo-
-Así es- sonrió - Vaya que aprendes muy rápido, serás un ángel digno de dios-
-Gracias, espero serlo, ya que anhelo terminar con la maldad que corrompe a los humanos y poder hacerlos dignos de servirle al señor-
-Trabaja fuerte y lo lograras Alfred, ahora sígueme- le indico con sus alas hacia la derecha donde empezaron a volar sobre los arboles de la tierra, era mágico ver el color de dichas plantas, estaba tan emocionado y feliz, ser un ángel era una tarea difícil pero que podría disfrutar.
En ello le pareció observar a un ser negro entre los árboles, le llamo la atención, tanto que se distrajo y no escucho las advertencias del Arcángel Ludwig y fueron atacados por un par de demonios, quienes estaban luchando con una escuadrilla de arcángeles.
-Alfred, albérgate en los árboles, ayudare a la escuadrilla, al parecer tiene problemas-
-¿Qué?, ¡pero yo quiero ayudar!-
-Alfred obedece, eres joven y si llega a sucederte algo San Miguel no me lo perdonaría-
No pudo seguir negándose a la petición de su mentor así que descendió hasta los árboles, donde permanecería escondido, alzo su vista al cielo observando como los arcángeles se enfrentaban a los demonios, cada que chocaban sus armas se oían truenos sonoros, Ludwig no traía ningún escudo, así que le preocupaba como iría a defenderse, realmente quería ayudar.
El ruido era más fuerte, cosa que lo hizo asustarse repentinamente y resbalo del árbol cayendo al suelo, la tierra era dura, por ser un ángel celestial no tenía lesiones algunas, vaya suerte. Se levantó del suelo, agito sus alas para poder quitarse un poco las hojas de los árboles que tenía atorada en sus alas, después de ello comenzó a indagar en aquellos terrenos, veía con cierto temor el lugar, este era muy solitario, los árboles se movían al ritmo del viento, haciendo un orquesta junto a los sonidos de los animales que andaban por ahí, una maravilla para ese ángel fisgón.
Pero, sorpresivamente su atención fue llamada por lo que percibió como un aura oscura, aquella sensación era de una pesadez fuerte, aquella aura no se movía. Con ayuda de sus sentidos pudo determinar donde provenía ese céfiro maligno. Alfred era un ángel peculiar, su temor era vencido por esas ganas de conocer a un demonio de cerca. Tomó aire profundamente y camino hacia ese lugar donde se encontraba un demonio.
Ya le habían contado cosas sobre estos, una de esas cosas era que ellos eran los causantes de que los seres humanos cayeran en pecado, que ellos se habían revelado ante dios y que, además, tenían conflictos con los arcángeles, haciéndole daño a otros ángeles, con el simple toque de su manos a su persona, lograban que los ángeles perdieran su divinidad hasta oscurecerse por completo. Con eso en mente logró ponerse detrás de un gran árbol, asomarse despacito y sin hacer ruido, para poder observar a ese demonio.
Era la primera vez que veía a uno, aquel ser de oscuridad no era nada más y nada menos que un ser de basta belleza, tanta que Alfred quedo impactado, ese rostro fino, cabellos cenizos, una boca delicada y hermosos ojos amatista, traía puesto unas ropas negras, y de su cabeza, cerca de las orejas, le brotaban esos cuernos a los cuales todo ángel les temía, en la parte final de sus manos y pies parecía tener uñas largas y oscuras. En silencio continuo mirando a ese diablo, no entendía como es que ese ser de hermosas facciones, como ningún ser celestial que antes haya visto, podía ser tan malo como decían. Continuo espiándolo, algo al parecer hacía, pero no podía observar bien que era lo que estaba pasando, se movió un poco saliendo de su resguardo y pudo visualizar que aquel demonio estaba enterrando lo que parecía ser un pájaro blanco.
-Oh…- se cubrió la boca para evitar que saliera sonidos de esta, estaba bastante sorprendido, había asesinado una creación de dios. Podía imaginar si eso hacía con las creaciones de su padre, ¿que no haría con los hijos de este?, apretó su puño aguantando los reclamos que tenía en contra de este, era mejor quedarse callado ya que no sabía cuánto daño podía ese ser del mal causarle.
No obstante, al contemplar mejor lo que hacía, pudo escuchar que murmuraba algo en silencio, Alfred se pegó lo más que pudo al árbol y tratar así de escuchar mejor lo que decía.
-Descansas ya pequeño, mejor es dormir ahora, cuanto quisiera tener esa misma dicha que tu- puso una piedra sobre ese montoncito de tierra y se alejó unos pasos de este.
Confundido por esas palabras, el ser celestial se quedó pensando, ¿Cómo alguien que decía esas palabras aun animalito de dios podía ser malo?, algo no estaba bien en esa confabulación, ese ser blanco podía tener un aspecto de miedo, pero sus palabras eran tan apaciguadoras que dudó que en realidad fuera un ser de maldad.
Repentinamente un aire se liberó, por aquella pelea que se estaba llevando acabo entre los arcángeles y demonios, que hizo que la alas del ángel se agitaran, aquel ruido causado por ese agitar hizo por fin que el demonio percibiera al ángel que estaba escondido cerca, se dio vuelta viendo esas alas blancas sobresalir detrás de un árbol, sin duda era un ángel y por lo que estaba percibiendo había una lucha en cielo.
-¡Sal de ahí!- gritó fuerte, sonando un poco macabro, y trato de alejarse de aquella tumba que había elaborado, levanto la mano derecha listo para atacar si era necesario.
Alfred no tenía escapatoria, ese demonio ya se había dado cuenta de su presencia, no tuvo otra opción que salir y mostrarse totalmente, agacho sus alas y entrelazo sus manos pegándola s a su pecho en una posición por demás sumisa, vulnerable, eso sí, no le quitaba la vista al ente maligno de enfrente, se veía nervioso, sin duda un ángel ingenuo.
-Es la primera vez que veo a un ángel tan idiota- espeto –¿Por qué no huyes?, vete con tus amigos "palomos voladores"-
El joven no entendía a que se refería, sin embargo sabía que tenía que hacerle frente al otro, así que se armó de valor y le respondió –No son "palomos voladores", son Arcángeles de Dios, t-tú… ¿Quién eres?-
El albino se acercó rápidamente al ser puro y sonrió maléficamente cerca de su rostro, vaya angelillo, tan inocente, tan torpe, a leguas notaba el temor que le tenía, de por si su aspecto era de temer, acerco su mano derecha a la cara de Alfred sin tocarlo y susurró –Aun sabiendo que soy tienes le descaro de preguntar ¿que quien soy?, jajaja no me hagas reír, sabes que si un simple cabello mío llegase a tocar tu túnica caerías en esa oscuridad que poco a poco te corrompería, hasta oscurecerte y perder esos vagos privilegios que gozas por ser un ángel-
-Un Demonio…- musitó agachando la cabeza, esa voz tan fúnebre le daba escalofríos, o al menos eso pensaba, de nuevo se armó de valor y le encaró fijamente a los ojos, en un par de segundos se fijó de ese montón de tierra donde yacía el pajarillo que había sepultado tal demonio –Tú.. tú no serias capaz de hacerme daño-
Aquellas palabras sorprendieron al albo, se alejó un paso y estiro su mano hacia ese rostro -¿Qué carajos estas diciendo?, ¿Qué te hace creer que no soy tan capaz de hacerte la maldad más devastadora del mundo?-
Tenía razón ese ser de oscuridad, con sumo miedo miraba esa mano frente a su rostro, tragó fuerte y se lamio los labios, no quería que su vida angelical terminara así, cerro sus ojos y apretó sus labios, jadeante y sollozante exclamó – Un dem...onio malo no…, no entierra a los animalitos de dios fallecidos…- abrió sus ojos zafiros clavándolos en aquellos malva del blancuzco ser, había sido tan certero ese ángel que le había sorprendido bastante, así que empezó a gruñir.
-Grr!….¡¿cómo te atreves a pensar eso de mí?!- alzo su mano derecha para abofetearlo por tan insolencia, el ser tan imprudente en su forma de pensar, sin embargo se detuvo cuando justo antes de rosar su piel fría contra esa cara de porcelana, sí que Dios se había esmerado en hacer a ese ángel, seria duro echar a perder esa creación del ser supremo. Chitó sus labios y se elevó unos pocos centímetros del suelo para empezar a alejarse de ese ángel, en efecto, no era tan vil como para hacerle daño, mucho menos a ese ángel que nada le había hecho, por el contrario había tenido mucho valor para hablarle, y por lo que había visto era nuevo en la tierra, puesto que aun traía su aureola en la cabeza –¡Piérdete imbécil!-
El mensajero de dios se quedó petrificado en su lugar, ese demonio casi le tocaba le rostro, pero su intuición había sido certera, él no era un demonio normal, ahora tenía mucha curiosidad de saber quién era. Alfred era demasiado curioso.
Agito sus alas y voló acercándose al otro -¡Espera!- se aproximó a una distancia segura, sonriente como era de costumbre le habló -¿Cómo te llamas?-
-Ahh?.., Piérdete de una vez maldita sea-
-No, espera, déjame saber tu nombre- volvió a insistir.
-Eres el ángel más idiota que he conocido-
-Y tú el demonio más bueno…que he conocido, bueno eres el único al que conozco-
-Más imbécil no puede ser, me pregunto si dios te hizo así aldrede- comentó en tono de burla, misma que el ángel no entendió.
-¿Por qué enterraste al pajarito?-
-¡Que te importa!- le grito y se alejó más rápido- Déjame en paz o te mataré aquí-
-No lo harás- replicó.
-Si me fastidias, claro que lo hare- amenazó el blanco.
-¿Cómo te llamas?-
-Si te lo digo ¿te largaras de mi vista?-
-No…-
-Eres demasiado sincero o idiota-
-Ah…- agachó su mirada, era la primera vez que realmente se sentía frustrado, quería saber el nombre de ese demonio, no sabía por qué pero se sentía cómodo y tranquilo, ya aquel aura maligna se había mezclado extrañamente con la de él. Sus alas incluso se resguardaron detrás de su espalda, se sentía extraño.
El blanquecino miró de reojo a ese bello ser celestial, se veía decaído, vaya que era demasiado persuasivo cuando se lo proponía. Chitó de nuevo la boca y frunció el ceño, le miro de reojo y le dio la espalda nuevamente.
-Iván...-
Alfred al oírlo sonrió ampliamente, su bella sonrisa parecía iluminar el ambiente, contento por haber logrado su cometido se acercó más al demonio, empezó a verle de cerca muy entusiasmado, vaya que era extraño ese ángel, tan curioso.
Por su parte el bello rubio se deleitaba admirando a ese ser de oscuridad, era diferente a los seres que había visto en su corta vida de ángel, vaya ser, aunque se viese grotesco, era una belleza peculiar.
-¿Qué tanto me miras?, tsk… eres demasiado fastidioso- alzó sus hombros importándole poco ese ángel, al fin y acabo no le interesaba en nada. Pero cada que daba un paso el otro se acercaba más y más, era demasiado molesto.
Entonces se dio media vuelta para poder reprenderle, pero en un trueno sonoro delante de su persona, entre el ángel y él, un ser enorme se presentó, un arcángel fuerte con una flecha le encaró, con esa bella posición de lucha y apuntando su flecha hacia el demonio, esas flechas si atravesaban su cuerpo infernal iría a morir seguro, ya no había nada más que hacer, estaba acorralado y sin escapatoria.
Ludwig apuntaba firme a ese ente, ya había logrado terminar con los otros demonios que estaban atormentando a los demás arcángeles, era el enemigo y por lo que había visto estaba por atacar a Alfred, no lo iba a permitir –¡Por amor a Dios desaparece ser maligno!- soltó la flecha.
Continuara…
