EL REINADO DE AKASHA
(Escrito por Federico H. Bravo)
Prologo
Egipto. 1898.
Bajo las arenas del desierto, en el interior de su ataúd de piedra, ella lo sintió. Perturbó su sueño milenario y la despertó. Incluso, durante algunos minutos, mientras sus ojos observaban la losa que la cubría, la sensación dolorosa persistía. Una de sus manos subió hasta su pecho y se posó sobre la zona en cuestión: el corazón.
El suyo latía con fuerza, como caballo de carrera desbocado. Estaba intacto y en su lugar, afortunadamente, pero el del que había recibido la punzada no. Pese a los kilómetros y kilómetros que los separaban de tierras y océanos, más el abismo de diferencia en años, linajes y poderes preternaturales, desde su tumba, Akasha –reina vampira de los condenados– había sentido la muerte de Drácula. El dolor y la agonía del príncipe de las tinieblas había sido tal, que incluso logró atravesar el sopor en que estaba sumergida la antigua monarca egipcia y reanimarla…
Con un estallido de súbita violencia, la losa que la tapaba se partió. Se hizo añicos. La arena del desierto penetró en su tumba y Akasha se movió. Utilizó su gran fuerza para impulsarse hacia arriba. Emergió en el lugar exacto donde hace 6000 años había estado su templo. Era el atardecer; el momento de la caída del Sol por el horizonte. Irguiéndose, la soberana de los no-muertos observó las pirámides de Gizeh ubicadas a cierta distancia, colosales monumentos fúnebres, todavía inexistentes cuando ella fue reina y señora de la región.
Permitió que los últimos rayos del día bañaran su preciosa figura, sin temor a quemarse. Milenios y milenios transcurridos desde su conversión la habían vuelto prácticamente inmune al Sol. Miró hacia el cielo, a las estrellas en la lejanía, saludando su despertar. Akasha tenía una cosa en común con ellas: la eternidad.
Aspiró una amplia bocanada de aire y luego, utilizó sus asombrosos poderes mentales para sondear el mundo al cual prematuramente había vuelto a la vida. Lo que descubrió de su vasta y rápida exploración telepática a gran escala la dejó perpleja…
La Tierra había cambiado. El mundo y la civilización –y los modos y costumbres de vida– eran otros, pero lo más sorprendente y llamativo para ella fue saber que los hijos de la noche ya no se ocultaban. Los vampiros vivían ahora bajo la luz del conocimiento público, en una convivencia precaria y difícil con los humanos. Todo eso, gracias a los oficios del que había muerto, de aquél cuya agonía y derrota ella fue capaz de sentir y que acabó despertándola de su sueño milenario.
Akasha frunció el ceño. La situación actual no le gustaba. Para nada. Incluso, ahora que ese hijo de la noche tan importante y que los gobernaba a todos había muerto, le gustaba menos. El imperio de las tinieblas estaba roto, sumergido en el caos… necesitaba con urgencia orden y disciplina, control. Necesitaba un nuevo monarca que ocupara cuantos antes el trono.
La necesitaba a ella.
Entendiéndolo, sabiendo que su resurrección luego de pasar siglos yaciendo en un ataúd de piedra abandonada por todo y por todos bajo el desierto no era casual, la reina de los condenados alzó vuelo. Gracias a sus poderes, se elevó en el cielo de la noche y lo atravesó velozmente, en dirección a Inglaterra.
Iba en camino para imponer el orden.1
Capítulo 1
Londres. Inglaterra.
Cierto tiempo después…
La luna iluminaba el viejo cementerio inglés con su luz trémula. Las lapidas se alzaban, silenciosas, a la noche. Una densa niebla lo invadía todo, infundiéndole al sitio un clima más tétrico que el que ya tenía por sí mismo…
De repente, la aparente calma del camposanto se vio rota cuando una figura enfundada en un largo abrigo y con un sombrero sobre su cabeza llegó corriendo. Sostenía entre sus manos una ballesta cargada. La apuntó en dirección a las tumbas y buscó. Su presa no podía haberse ido muy lejos. Tenía que estar cerca.
Unos pasos a su espalda atrajeron su atención. Con el arma en alto, el hombre se volvió hacia una bella mujer pálida vestida de negro. Una vampira de ojos celestes y traje de cuero que alzó las manos al verlo.
-Soy yo. No dispares – dijo Selene.
-Hola, bonita – saludó Van Helsing con una sonrisa – Atrás de ti.
Apretó el gatillo. La flecha con punta de plata voló por el aire hacia ella. Al último momento, Selene se agachó y el vampiro horrible parado a su espalda recibió el flechazo en pleno corazón. Con un alarido espantoso, se desintegró en cenizas.
-Gracias – Selene se incorporó de nuevo, limpiándose el polvo que le cayó encima – ¿Qué cuentas, amigo?
-No mucho – Van Helsing se volvió, justo para recibir a otro de aquellos vampiros horribles con un puñetazo en el rostro – Una semana muy ocupada. De casualidad, ¿reconoces a algunos de estos parásitos?
Un tercer vampiro entró en escena. Saltando desde detrás de una lápida, intentó atacar a Selene. La chica extrajo la espada que llevaba de su vaina y con un movimiento ágil, le cortó la cabeza.
-En realidad, no – dijo, observando cómo lo que quedaba del no-muerto se desintegraba – No son de mi linaje, eso seguro. Y dado el rostro bestial, los ojos amarillentos y casi felinos que tienen, yo diría que pertenecen al linaje del Maestro…
-¿El Maestro?
-Un Nosferatu viejo y horrible. Todos sus vástagos son iguales a estos: frente abultada, ojos felinos y colmillos. Me imagino que estos deben ser recién llegados al país. Es la primera vez que los veo por aquí.2
-Sí. Bueno… como te decía, he estado teniendo una semana muy interesante – Van Helsing se acercó a ella. Encendió un cigarro y se lo fumó – He tenido que pasar a disponibilidad a demasiados vampiros. La gran mayoría, viejos sirvientes de Drácula. Creo que se tomaron muy mal la muerte de su amo.
-¿Cómo van las cosas por aquí? ¿Quién gobierna ahora Inglaterra?
-Pues en un principio, Lord Ruthven. Muerta la Familia Real, el país se sumergió en el caos. El Primer Ministro está tratando de arreglar todos los vericuetos legales para reinstaurar el orden – Van Helsing hizo una pausa – He oído que muchas personas (vampiros y humanos) hablan de formar una democracia, ¿puedes creerlo?
-No es una mala idea.
-¿Bromeas? Dado el marco actual de las cosas, es pésima. Además, Ruthven no va a soltar el poder así como así. Después del difunto Drácula, la figura de más autoridad en el reino es él. ¿Y tú? ¿Cómo van tus cosas?
-Viktor, mi padre oscuro y líder de mi clan, se ha ido a dormir – Selene se sentó sobre una lápida – Ha dejado a cargo a Kraven, un tipo bastante… diferente a él.
-Explícame eso, por favor: ¿Cómo es que Viktor se fue a dormir? ¿Qué quieres decir?
-Entre los de mi linaje, hay tres antiguos que nos gobiernan: Amelia, Marcus y Viktor. Para evitar guerras de poder, intrigas y conflictos de intereses, este triunvirato cumple sus funciones de manera alternativa. Sólo un Anciano queda a cargo, mientras que los otros dos duermen.
-¿Hibernan?
-Así es. Y de esa manera, se turnan. Así, uno puede dormir durante un siglo, despierta, el que quedó a cargo se va a dormir y al siglo siguiente, es reemplazado por otro. Así sucesivamente. Van rotando.
-Maravilloso.
-Y practico – Selene sonrió – Ahora Viktor se ha ido a dormir. Kraven queda a cargo del clan, pero es Amelia quien nos gobierna de aquí en más.
-¿Y dónde está ella?
-De viaje por España. Visitando algunos enclaves de nuestro linaje que hay allí y que necesitan supervisión.
Van Helsing asintió. Mientras fumaba su cigarro, le echó un vistazo al cementerio. La calma parecía haber vuelto al camposanto. Todo estaba tranquilo. Demasiado.
Frunció el ceño. Algo se movió entre unas tumbas. Lentamente, volvió a alzar su ballesta.
-¿Qué pasa? – Selene siguió la dirección de su mirada. Y entonces, ambos la vieron.
Surgiendo de la niebla, asomándose a la luz de la luna, una bella mujer de ojos negros y piel morena había aparecido. Una vampira ataviada con un atuendo antiguo, egipcio.
-¿Y esa quién es? – susurró Van Helsing, impresionado.
Selene se incorporó, los colmillos creciendo en su boca, sobresaliendo dolorosamente sobre sus encías.
-Gabriel – lo llamó por su nombre. Él se volvió y la miró. La expresión de su rostro lo alarmó. Le bastó para convencerlo de que la cosa era seria. Muy seria – Gabriel – repitió ella – ¡Sal de aquí!
La mujer vampiro egipcia siseó. Sus ojos negros se volvieron brillantes y los colmillos asomaron en su boca. Eran largos, muy largos…
Un sonido en el otro extremo del cementerio desvió la atención de la pareja. Otro vampiro irrumpió en escena. Este por el contrario, era macho y enorme. Iba vestido como un antiguo guerrero fenicio, con espada y todo.
-Esto se va a poner feo – comentó Selene, sacando su propia arma y asumiendo la postura de alerta – Estos son viejos.
-Quieres decir… lentos, ¿verdad?
-¡No esa clase de viejos!
El fenicio atacó. Selene saltó a recibirlo. Las espadas de ambos chocaron, en un impacto de metal contra metal. Hubo un forcejeo y la vampira acabó arrojada por el gigante contra un mausoleo, estrellándose violentamente contra el mármol y el granito.
-¿Dónde están mis modales? ¡Bienvenidos a Inglaterra! – Van Helsing extrajo una estaca de su abrigo. Se dirigió hacia el fenicio – Permítanme presentarme… ¡Gabriel Van Helsing, cazador de monstruos!
El guerrero vampiro lo atajó antes de que pudiera estaquearlo. Aferrándolo con sus poderosos brazos, lo dio vuelta y se dispuso a morderlo en el cuello y tomar su sangre. Hábilmente, Van Helsing hizo girar su estaca con una mano y acabó enterrándosela a su contrincante en el pecho.
El fenicio lo soltó. Pronunció un insulto en su idioma natal y procedió a extraerse el pedazo de madera de su musculoso torso. Van Helsing maldijo en voz alta, mientras rebuscaba frenéticamente entre sus ropas.
-¡Maldición, maldición! ¡Linaje vampírico equivocado! – dijo, sacando una esfera de metal – ¡Si esto no te detiene, grandote, entonces soy hombre muerto!
Con el fenicio ya prácticamente encima, el cazador de monstruos presionó un botón en la esfera y se la arrojó. El vampiro la atrapó con una mano y la observó con cierta curiosidad… instantes antes de que detonara y lo hiciera volar en pedazos, desintegrado en una bola de fuego crudo que iluminó la noche y el cementerio como si de repente hubiese salido el Sol por un momento.
-¿Qué fue eso? – preguntó Selene. Van Helsing la ayudaba a ponerse de pie, dificultosamente.
-¿Eso? Un invento de mi amigo Arminius. Él la llama "Bomba Solar". Ni idea de cómo funciona, pero a juzgar por los resultados, lo hace y muy bien. Oye… ¿Adónde se fue Cleopatra?
Ambos se volvieron. La vampira egipcia parecía haberse esfumado en el aire.
-Esto no está bien – Selene oteó el aire, olfateando como un animal – Es Akasha… ¡No lo puedo creer!
-¿Quién?
-Akasha, la Madre. La Reina de los Condenados. La fundadora de uno de los linajes vampíricos más antiguos. Gabriel, debemos…
Un golpe contundente en la quijada la interrumpió. Moviéndose a una velocidad sobrehumana y surgiendo de la niebla, Akasha la tumbó en el piso, desmayándola. Van Helsing intentó contraatacar, pero sin siquiera ponerle una mano encima, la vampira lo mandó volando por el aire, haciéndolo estrellar contra un árbol y enviándolo también al país de los sueños por un rato.
Akasha sonrió, satisfecha. Aquello había sido muy fácil. Se volvió hacia la inconsciente Selene.
-Han demostrado ser rivales dignos para Hanno, mi sirviente. Una pena que lo hayan destruido. No importa. Tengo planes para ti…
A continuación, se agachó y con suma facilidad, levantó en brazos a la otra mujer. Se elevó en el aire y desapareció junto con ella.
Capítulo 2
Cuando Van Helsing despertó momentos después, no halló rastros de Selene por ninguna parte. Por más que buscó y buscó en el cementerio, no encontró ni una pista de su paradero. Confundido y a la vez muy preocupado por ella, el cazador de monstruos decidió cambiar de táctica e indagar por otras fuentes en busca de información acerca de la criatura responsable de su desaparición: Akasha.
Usualmente, Van Helsing respondía al Vaticano. Una visita a la basílica de San Pedro y una consulta a su extensa biblioteca privada hubiera bastado… pero sucedía que el Vaticano estaba a kilómetros y en ese momento, Gabriel no tenía tiempo para viajar hasta allá, de modo que se dirigió a la única fuente del saber alternativa que existía en el Reino Unido: la Talamasca.
Aquella especie de orden secreta estaba compuesta de auténticos detectives de lo paranormal. Eran investigadores incansables y discretos del mundo oculto. Cuando Van Helsing se presentó ante ellos, solicitando ayuda, no se la negaron. Es más, el mismo Superior General de la orden lo recibió en su despacho, una espaciosa oficina con una vista imponente y panorámica de la gótica ciudad de Londres.3
-¿Dijo "Akasha"? – inquirió Rupert Giles, observándolo atentamente tras sus gafas redondas. La preocupación de su tono de voz le indicaron a Van Helsing que la cosa era muy seria.4
-Eso es lo que Selene dijo. Habló sobre que era la madre de todo su linaje. La llamo "La Reina de los Condenados". ¿Este dato le sirve?
-Vaya si no – Giles se sacó los lentes. Muy despacio, procedió a limpiarlos con un pañuelo – Estoy familiarizado con la historia de Akasha y su clan. En realidad, la leyenda de la Reina de los Condenados está bien documentada y es muy popular aquí, en la Talamasca…
-¿Y qué puede decirme sobre ella?
-Mucho. Fue gobernante de Egipto junto con su marido, el rey Enkil, hace 6000 años, antes de que cualquier pirámide fuera levantada. No se la conocía justamente por su piedad o su justicia. Por el contrario: las pocas crónicas supervivientes de la época, grabadas en jeroglíficos, nos hablan de una mujer viciosa, malévola, irracional y sedienta de poder.
-Lo que se dice, Drácula en versión femenina, vamos.
-No se confunda, Van Helsing – Giles volvió a ponerse los lentes y lo miró directamente a los ojos – Vlad Tepes fue un monstruo, eso no voy a discutírselo, pero incluso él tenía un límite. Akasha, por el contrario, no. Es una criatura infernal terrible y como pocas.
-¿Y qué diablos hace esa vampira de 6000 años de edad suelta en nuestro mundo? ¿Cómo no oímos de ella hasta ahora?
-Francamente, lo ignoro. Las viejas leyendas dicen que la reina Akasha se retiró a dormir en un momento indeterminado de la Historia, cuando sus templos y su imperio quedaron sepultados por la arena. No sabemos qué podría haberla despertado, pero lo que sí sabemos –y yo puedo decírselo a usted, con seguridad de no equivocarme– es que se trata de una vampira muy poderosa. Y astuta. Si se llevó a su amiga, ha de ser por un buen motivo, una razón… y créame: no debe ser para nada bueno.
Lo primero que Selene vio al abrir los ojos y despertar, fue el interior tenebroso de una vieja iglesia colapsada. Entre cascotes, paredes derrumbadas, bancos que acumulaban polvo e imágenes de santos llenas de mugre y telas de araña, distinguió a Akasha. Parada a cierta distancia, la reina vampira la observaba con creciente curiosidad y un no disimulado deseo sexual.
-Ah… Ya estás despierta. Bien. Tenemos mucho de qué hablar, tú y yo – le dijo.
Selene intentó moverse. Descubrió que estaba aferrada por cadenas de gruesos eslabones a una columna. Cadenas de plata, por lo que le resultaba inútil forcejar con ellas.
Akasha se le acercó. Lentamente le acarició el rostro, mientras asentía, complacida.
-Eres muy bonita – comentó. Selene se estremeció ante su toque. La Reina de los Condenados estaba completamente helada, como un tempano – Y fuerte. Sin duda, procedes de un linaje totalmente distinto al mío. Eres el primer ejemplar que veo de él…
-¿Qué quieres de mí? ¿Por qué nos has atacado? ¿Por qué me retienes en contra de mi voluntad?
-Tiempo al tiempo – Akasha sonrió, seductora y diabólica – Tiempo al tiempo. Hay una razón. Pero primero, vas a contarme la historia de tu clan. Quiero saberlo todo, absolutamente todo sobre tu linaje.
-¿Y qué te hace pensar que voy a decírtelo? ¡No te debo ninguna obediencia ni voluntad!
La mano de Akasha se cerró, formando un puño. Selene recibió por su improperio un golpe directo a la cara. Escupió sangre y algún que otro diente. No importaba: en menos de 24 horas, le volvería a crecer y cualquier herida infringida a su sobrenatural cuerpo se curaría.
-Testaruda. Insolente. Indomable. ¡Bien! Son las características ideales que la comandante de mi futuro ejército debe tener.
Akasha comenzó a marcharse. Antes de irse, se volvió hacia su prisionera y le dijo:
-Descansa, querida. Ahorra fuerzas. Volveré después para charlar… y espero encontrarte más cooperativa.
Por lo bajo, muy por lo bajo, Selene masculló la rabia que se acumulaba en su corazón. Se prometió a sí misma que cuando fuera libre, le cortaría la cabeza a la egipcia, costase lo que costase.
Capítulo 3
Van Helsing debía encontrar a Selene, y pronto. Tenía ya la certeza de que lo que Akasha planeaba para ella no iba a ser nada bueno. De modo que el cazador de monstruos decidió ampliar el rango de búsqueda, llevando sus pesquisas directamente al corazón del problema: el mismo mundo de las tinieblas.
Gracias a los oficios de Drácula, el vampirismo había pasado de ser una actividad secreta a algo socialmente aceptable. Había vampiros por todas partes, en Londres y en el mundo… así que, si necesitaba información sobre no-muertos, ¿Qué mejor que ir y preguntarles a ellos?
La posada en la que entró era una de las más concurridas por los así bien llamados hijos de la noche. Era un sitio donde se reunían diferentes tipos de linajes y clanes vampíricos. Por fuerza, ahí tenía que averiguar algo. Pero sucedió que apenas traspasó la puerta, halló que estaba declarado "persona no grata" en esos círculos… y que habían puesto precio a su cabeza.
-Oh, vamos. ¡Deben estar bromeando! – dijo, mirando al cartel con su foto pegado sobre una pared. Un cartel con la palabra BUSCADO y una cifra monetaria impresa en él – ¿Sólo tres mil de recompensa? ¿Tan poco valgo? ¡Esto es una vergüenza!
Los vampiros que estaban en el negocio lo miraron con cara de pocos amigos. Las actividades festivas y las charlas cesaron abruptamente cuando él entró. Van Helsing no era tonto: sabía que aquellas criaturas lo odiaban y temían por partes iguales. Esperaba aprovecharse de eso para averiguar lo que necesitaba saber.
-A ver, par de chupasangres. Voy a preguntarles algo y solo lo haré una vez, y quiero respuestas. ¿De acuerdo? – se había plantado en mitad del salón, con los brazos en jarras, mirándolos a todos – ¿Alguien sabe algo acerca de lo que está tramando Akasha?
Silencio. Rostros de ojos de todos los colores y de colmillos de todos los tamaños le devolvieron la mirada, famélicos. El aire estaba tenso. Casi parecía que iba a cortarse con un cuchillo.
-¿Y bien? – los acicateó – ¿Alguno va a hablar? ¿O me voy a tener que ver obligado a desplegar mis encantos? – y el decir esto, se abrió el abrigo y enseñó las armas que llevaba debajo: estacas, dagas de plata, cruces, ajos y demás artilugios para matar y dañar vampiros.
Aquella provocación tan abierta trajo como respuesta un gruñido generalizado. Era como si una jauría de perros rabiosos o lobos salvajes se estuvieran preparando para atacar… y despedazar.
-Bueno… parece que si la cosa no va a ser por las buenas, tendrá que ser por las malas, entonces.
Media hora después, todo había terminado.
La posada entera yacía en ruinas. Las mesas, volcadas. Más de un cuerpo preternatural, inmóvil, tirado por allí. Casi todos tenían una estaca clavada en el corazón o la cabeza cortada.
Van Helsing encendió su cigarro. Se hallaba sentado frente a la barra. Encima de esta, yacía el último vampiro que había peleado contra él intentando matarlo, un Vurdalak húngaro de aspecto reptiliano. También tenía una estaca hundida en el pecho y la boca de colmillos exageradamente grandes llena de ajos.
-Así no vamos a ningún lado – suspiró – Estoy como al principio.
-Tal vez, si en vez de asesinarlos se dedicara a hablar con ellos, las cosas podrían ser un poquito diferentes y marchar mejor – dijo alguien a su espalda.
Van Helsing se volvió, topándose cara a cara con un hombre. Un anciano de distinguido porte, que lo miraba fijamente a los ojos.
-¿Quién rayos es usted? No es un vampiro, eso seguro…
-No. No lo soy. Pero digamos que, directa o indirectamente, soy responsable por la creación de uno de sus linajes – el hombre esbozó una triste sonrisa – Mi nombre es Alexander Corvinus. Y creo que puedo ayudarlo en su búsqueda de la vampira secuestrada.
-¿Qué sabe sobre el asunto? ¿Y cómo diablos lo sabe? Empiece a cantar, Corvinus. Y hágalo ya. Últimamente, mi paciencia no es de las mejores…
-Cómo me he enterado del asunto, es cosa mía. Digamos que sigo de cerca todos los movimientos, idas y venidas del clan de su amiga Selene. Lo que puedo decirle sobre Akasha, la madre de los condenados del linaje vecino al de su amiga, es que está movilizando al inframundo. Está juntando un ejército. Sin duda, no planea nada bueno para la raza humana. Saque sus propias conclusiones.
-¿Y Selene? ¿Para qué diablos la quiere?
-Eso, ni yo lo sé. Pero considerando el poder de Akasha, podría ser para algo impresionante… y nefasto.
-Genial. Gracias, Sr. Corvinus. Ha sido usted de gran ayuda – ironizó Van Helsing – Me pregunto si, de casualidad, sabe dónde la tienen prisionera… aunque me imagino que no.
-Me subestima, amigo mío – Corvinus volvió a sonreír con tristeza – Por supuesto que lo sé. ¿Qué clase de inmortal sería si no supiera algo como eso? Escuche y tome nota…5
Capítulo 4
Debajo de Londres existía todo un mundo oculto. Una amplia y vasta red de túneles y alcantarillas interconectados entre sí. Siguiendo las indicaciones de Corvinus, Van Helsing penetró en ese mundo estigio al que el Sol no llegaba jamás, armado hasta los dientes.
Mientras marchaba con una antorcha encendida en la mano para iluminar su camino y espantaba ratas gordas y grandes, de ojillos enrojecidos y colas largas, recordó otro de los datos extra que el misterioso Corvinus le había dado sobre Akasha:
-Esta criatura es muy singular. Más de lo que usted cree, Van Helsing – había dicho el anciano.
-No me diga. ¿Qué otra cosa tiene para destacarse de los demás chupasangres del mundo, aparte de los 6000 años de antigüedad?
-No la subestime. Un vampiro de esa edad ya no sólo es un monstruo… es un dios. En cierta forma, eso es lo que Akasha fue para los seguidores de su linaje. Y puede que ella misma lo crea. A veces es difícil recordar que uno alguna vez fue un simple ser humano. El poder intoxica y corrompe, pero el poder absoluto…
-…Corrompe absolutamente, lo sé – Van Helsing había suspirado ruidosamente – ¿Algo más que deba saber?
-Sólo esto: si ella muere, también lo hará todo su linaje.
-¿Y eso?
-Lo que la convirtió en vampiro la ligó para toda la eternidad con su progenie. Si Akasha es destruida, todos sus vástagos –no importa cuales– morirán con ella.
-¿Me está diciendo que si la mato, también se van a morir millones de vampiros al mismo tiempo?
-Así es. Pero eso lo dejo a su consideración – Corvinus empezó a marcharse – Creo que para usted no va a ser un problema de conciencia social todo este asunto. Un vampiro más, un vampiro menos… ¿Qué importa? Si su linaje desaparece, prevalecerán otros. El de su amiga Selene, por ejemplo. Una cosa es segura: Akasha debe ser detenida. Usted caza monstruos, así que revuélvalo.
-Maldito viejo loco – masculló Van Helsing, en el momento presente, caminando por las cloacas – Para él es fácil decirlo. ¡Si total, el que se mancha las manos y luego saca la basura soy yo!
Su larga caminata terminó abruptamente en el lugar indicado. Miró hacia arriba e iluminó unas escaleras de metal que conducían a una tapa de alcantarilla. Haciendo malabares con la antorcha, subió y la quitó. Se asomó y miró…
La tapa daba a un enorme edificio en ruinas, gótico y oscuro, que por sus techos abovedados, sus columnas y los murciélagos que aleteaban arriba, sólo podía ser una iglesia. Con todo el cuidado del mundo, Van Helsing penetró en ella y con la ballesta en alto caminó hacia el centro del abandonado templo.
Había una figura allí, atada con cadenas a una columna. A la luz de la antorcha, Van Helsing descubrió a una sorprendida Selene, quien le devolvió la mirada desde un rostro medio golpeado.
-¿Van Helsing? – exclamó ella.
-Hola, bonita – le susurró – Quédate tranquila. Vine a buscarte.
-¡No! ¡Vete de aquí! ¡Estás en peligro! ¡Vete! ¡Cuánto antes! ¡Ella está aquí!
La advertencia llegó tarde. Una mano –que más que mano, parecía una tenaza de hierro– se cerró sobre su hombro, apretándolo. Bajo el peso de una fuerza descomunal, Van Helsing se dobló sobre sí mismo. Atisbó a una bella mujer morena de enormes colmillos detrás suyo y luego, se encontró volando por el aire, la antorcha caída de sus manos.
-¡Mi Dios! – gritó. Se hallaba suspendido cerca del techo de la iglesia. Una sonriente Akasha lo sostenía, flotando junto a él.
-Ha sido muy idiota de tu parte haber venido aquí. Por fortuna, tu llegada servirá a mis planes…
Lo soltó. Van Helsing cayó en picado al piso, dándose un violento porrazo contra unos viejos bancos de madera. Todo se volvió negro para él, hasta que recuperó dolorosamente la conciencia un buen rato más tarde, sólo para verse atado en la columna cercana a la que ocupaba Selene.
-Te dije que te fueras – se lamentó la vampira, preocupada – ¿Estás bien?
-No lo creo. Me duele todo – Van Helsing probó zafarse. No pudo – Bien… esto es interesante. Se suponía que venía a rescatarte… y ahora, los dos somos prisioneros.
-¿Cómo me encontraste?
-Un tipo extraño se contactó conmigo… me dijo dónde te tenían.
-Un tipo… ¿Qué tipo?
-Dijo llamarse Alexander Corvinus. ¿Te suena?
Selene lo pensó. No, no le sonaba de nada.
-Pues es raro, porque él sí parecía conocerte. A ti y a tu clan.
-Tenemos otras cosas de las que ocuparnos ahora. Escucha: Akasha está haciendo algo aquí. Está preparando algo grande.
-Lo sé. Corvinus dijo que estaba formando un ejército. Sin duda, está planeando tomar el poder.
-Maldición…
-Eso no es todo. Anduve haciendo averiguaciones por mi cuenta sobre nuestra amiguita Cleo. Y por lo que me han dicho, es más que un auténtico monstruo. Peor que eso. Por lo que he visto, a la extensa lista de sus poderes también hay que agregarle el de volar. ¿Cómo rayos hace eso?
-Telekinesis – explicó Selene – El poder de la mente sobre la materia. Contrario a lo que comúnmente se piensa, no tiene nada de sobrenatural.
-Genial. Volviendo a nuestro problema… ¿Cómo salimos de aquí?
Silencio. Ambos se miraron, impotentes.
-No debiste haber venido – le reprochó ella – Que estupidez…
-Pues perdona por preocuparme por ti – replicó él, algo ofendido – ¿Cómo iba a saber que me estarían esperando?
-¡Se caía de maduro que iba a haber alguien, por Dios! ¿En dónde tenías la cabeza?
Selene refunfuñó. Su compañero se la quedó mirando como un bobo por un buen rato. Ella se sintió extrañamente incomoda.
-¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Tengo monos en la cara, como para que te me quedes mirando así o qué?
-No, no… Es que… bueno…
-¿Qué?
-Perdona que te lo diga, pero…
-Suéltalo ya.
-Cuando te enojas, te ves muy bonita.
Selene enarcó una ceja.
-¿Y eso?
-¿Eh?
-¡Estás tratando de ligar conmigo!
-¡Que va! Yo… hum… era sólo un comentario, nada más.
-Gabriel Van Helsing, eres un pésimo mentiroso. ¡Estás tratando de ligar conmigo!
-¡Está bien, está bien! Sí. ¿Qué tiene de malo?
-Dios mío, no lo puedo creer. No es momento para esto… tenemos que pensar en cómo liberarnos y detener a esa loca. El mundo depende de ello.
Silencio otra vez. Selene observó a Van Helsing. De nuevo, la miraba de esa forma embobada.
-Oh, basta ya – pidió ella.
-Lo siento… de veras, lo siento.
Casi a pesar suyo y del tétrico momento, Selene sonrió con cierta tristeza.
-No funcionaria.
-¿El qué?
-Tú y yo – ella suspiró – No funcionaria. Tú eres humano, mientras que yo…
-Tú, ¿Qué?
-Soy una vampiro, Gabriel. No soy como tú. ¿Lo entiendes? Estoy condenada a vivir para siempre.
-…Mientras que yo voy a marchitarme y morir, ¿verdad? ¿Eso es lo que quieres decirme?
Selene miró para otro lado, incomoda.
-No te aflijas, nena. Conozco mis limitaciones – dijo él – Lo único cierto para el hombre es que algún día morirá. Créeme, lo sé y muy bien. Soy un cazador de monstruos, ejerciendo su oficio en un mundo poblado de monstruos. Nadie es más consciente que yo de su mortalidad.
-Al menos, tú sabes que morirás – se lamentó ella, triste – Después de los seiscientos años, yo ya no puedo estar segura de nada.
-Lo lamento. No sabía que era así para ti – Van Helsing tragó saliva – Déjalo ya. Soy un idiota y un imbécil. No me tengas en cuenta. Como bien dices, tenemos que ver cómo salimos de aquí y detenemos a Akasha.
Selene resopló. Miró hacia el techo y cerró los ojos un momento. Sabía que se iba a arrepentir de lo que diría, pero no pudo evitarlo. Tenía que decirlo.
-Si salimos de esta… - empezó, y se detuvo.
-¿Qué?
-…No te prometo nada, pero… Si salimos de esta, puede que tú y yo… - y dejó la frase allí, picando.
-¿Hablas en serio?
-¡Pues claro que sí! – ella lo miró, con fuerza – Yo no bromeo nunca con esas cosas.
Pese a lo grave de la situación en la que estaban sumergidos, Van Helsing sonrió. Había descubierto que le gustaba y mucho Selene. Si esperaba que sus palabras sobre un posible futuro juntos le sirvieran como aliciente para querer llegar vivo al otro día, había funcionado.
Quería ver el mañana y quería que ese mañana, durase lo que durase, incluyera a Selene.
Capítulo 5
La iglesia, apenas unas horas antes solitaria y abandonada, súbitamente cobró vida. Pero a diferencia de su existencia anterior, ahora el templo rendía adoración a una nueva deidad.
Una multitud de feligreses abarrotaba sus polvorientos bancos. Unas figuras pálidas y sombrías, de ojos brillantes y de colmillos afilados. El sitio ahora estaba iluminado por velas y antorchas, y de pie en el atrio, la Reina de los Condenados observaba a sus discípulos –su futuro ejército– con interés.
-Hijos míos… Durante milenios, he dormido un sueño sin sueños en mi tumba bajo las arenas del desierto. La muerte de uno de los más poderosos de nuestra raza me despertó… y lo hizo justo a tiempo para ver en qué se ha convertido el mundo.
Akasha hizo una pausa. Los vampiros esperaron.
-En el pasado, los hijos de las tinieblas gobernaron la Tierra – continuó – ¡Nuestra palabra era la ley! ¡Nosotros dictábamos las reglas! Y los humanos, los mortales, obedecían. Hoy, con mucha tristeza, me veo sumergida en un mundo distinto, un mundo donde les permitimos a los humanos compartir la grandeza de nuestra gloria. ¡Que error! ¡Qué blasfemia! ¡La humanidad debe servirnos y temernos, no aspirar a ser como nosotros por un mero hecho social!
Akasha levantó las manos. Gesticulaba mientras hablaba.
-¡He vuelto para imponer el orden! Para reestablecer las viejas costumbres, los antiguos ritos y lo correcto. ¡Para guiarnos a la victoria! Esta noche, en este templo construido para una fe errónea y mentirosa, mi verdad, la única y absoluta, se alzará. ¡Esta noche, mi reinado comenzará!
Hubo agitación entre los presentes. Varios gritos de guerra. Akasha sonrió, complacida.
-¿Por qué hemos de seguirte? – una voz se alzó ante la algarabía general. Se hizo el silencio y los ojos de todos los presentes se volvieron hacia el que había osado contrariar a la reina. Un vampiro rubio estaba de pie, parado a la vista de todos, sin temor – ¿Por qué debemos siquiera escuchar lo que dices? Nos has abandonado hace seis mil años. ¿Qué te da derecho a venir ahora y exigir nuestra sumisión?
Akasha lo miró, muy seria.
-¿Cuál es tu nombre? – inquirió.
-¿No lo sabes? Tú puedes leer la mente – replicó el vampiro – Lee la mía. ¿Cómo me llamo?
Varios murmullos de desaprobación se oyeron en la sala. La Reina de los Condenados los acalló con un gesto imperativo de su mano. Miró el rebelde a los ojos.
-Marius – dijo, lentamente – Marius, el Romano. Ese es tu nombre.6
-Correcto.
-Y, por lo que veo en tu mente, una vez fuiste devoto seguidor de mi fe – Akasha entrecerró los ojos y endulzó la voz, dándole un tono empalagoso – Dime, hijo mío… ¿Por qué me has abandonado?
-Tu credo ya era viejo cuando fui convertido en lo que soy. El tiempo te ha dejado atrás, majestad. Lo mismo le ha pasado al ahora difunto príncipe Drácula, cuya muerte dices que te despertó. Ambos padecen del mismo mal: creen que seguimos viviendo en la antigüedad. Un nuevo mundo está surgiendo recién ahora, uno donde la razón, la inteligencia y la ciencia nos darán las respuestas a todos los enigmas. ¿Quién sabe? Quizás en el siglo XX que ya viene o en el XXI, el siguiente, incluso puedan explicar qué somos, y gracias a eso descubramos la verdad que siempre sospechamos… que no existe ninguna magia en nosotros.
-¿De verdad crees todas esas tonterías, Marius? – Akasha parecía decepcionada.
-Sí – confirmó él – Por otro lado, hoy en día existen quienes podrían enfrentarte y vencerte.
-¿Ah, sí? ¿Quién, por ejemplo?
-Conozco a uno… Gabriel Van Helsing, el Cazador.
Akasha volvió a sonreír. Hizo señas a dos de sus discípulos. Estos trajeron una jaula con un hombre aprisionado dentro.
-¿De casualidad, es este Van Helsing? – preguntó, ante el estupor y el asombro general – No es gran cosa, la verdad.
La multitud reunida festejó la captura del odiado enemigo. Marius y sus palabras quedaron en el olvido. La fe de la congregación había sido restaurada.
Discretamente, el romano se marchó. Nadie le impidió irse. Akasha se acercó a su prisionero y se burló de él.
-Gabriel Van Helsing, cazador de monstruos… el a veces llamado "La Mano de Dios"… Dime, ¿Qué se siente ser la presa?
-Cuando salga de aquí, te juro que…
-Van Helsing está derrotado – Akasha volvió a dirigirse a la multitud – De igual forma, todos los que se nos opongan lo estarán. ¡Nuestro ejército avanzará implacable y poderoso, gracias a mi sangre! Aquellos que me sigan, beberán de mí y adquirirán el poder. ¡El poder absoluto! Poder real. Y quien nos guiará, será nuestra nueva comandante – se volvió hacia sus discípulos. Selene fue traída, prisionera en otra jaula – Ella pertenece a un linaje distinto del nuestro, pero en cuanto beba de mi sangre, será mi esclava y seguirá mis órdenes… ¡Y nos guiará a la victoria!
Hubo otra ovación. A una señal de Akasha, la jaula de Selene fue abierta. La vampira siseó y enseñó los colmillos. Portando picas en sus manos, los sirvientes de la reina egipcia la obligaron a salir y acercarse a ella.
Selene se lamentó de no tener un arma a mano para utilizar. Akasha le sonrió con lascivia y le acarició el rostro.
-Me servirás – dijo – y gracias a la ventaja de tu linaje, más el poder del mío, te convertirás en una excelente general para mis tropas – extendió un brazo desnudo ante ella – Bebe – ordenó.
-No.
-Si no bebes mi sangre, él morirá…
Las picas se volvieron hacia Van Helsing.
-¡Selene, no lo hagas! – le pidió.
-¡Hazlo, o lo mataré! – la voz de Akasha se volvió dura, inflexible.
Selene miró al humano prisionero, preocupada.
-No lo hagas – repitió él.
-Debo hacerlo – se rindió ella – O tu vida terminará. No tengo opción.
-¡Mi vida va a terminar igual! Selene, no lo hagas…
Akasha gruñó, pero antes de que pudiera tomar alguna represalia sobre él, Selene tomó con fuerza su brazo y mordió. La sangre llenó su boca y bebió…
…Y bebió…
-Bien – Akasha sonrió. Con la otra mano, acarició los cabellos negros de Selene – Buena chica.
Van Helsing estaba sudando. Su corazón palpitaba con fuerza, temeroso por el resultado de todo aquello.
Finalmente, Selene despegó la boca del brazo de la egipcia. Sus labios manchados de sangre fresca brillaron a la luz de las velas. Su lengua los repasó, consumiendo con delectación casi sensual el líquido rojo.
Van Helsing observó aterrado el cambio que se operó en ella luego de beber aquella sangre milenaria. Los ojos de Selene –antes, celestes– ahora eran escarlata. Puro escarlata furioso.
-De rodillas – ordenó Akasha, señalando al piso.
Obediente, la vampira se postró ante los pies de su nueva ama, en señal de completa sumisión. Se produjo otro estallido de algarabía en la multitud, que contemplaba aquello extasiada.
-Selene… qué has hecho – susurró Van Helsing, con tristeza.
-Abran su celda – Akasha lo señaló – y sáquenlo. Es hora de otra prueba de obediencia más contundente. ¡Los que tienen dudas de mi autoridad, ahora verán cómo las disiparemos!
Van Helsing fue liberado y empujado hacia las dos mujeres. La Reina de los Condenados se agachó, levantó a la otra vampira del suelo y luego de besarla con pasión en la boca, señaló al hombre.
-Mátalo – ordenó.
Selene se volvió hacia él. Gruñó y enseñó los colmillos. Sus ojos escarlata no daban muestras de reconocerlo…
-¡Mátalo! – repitió Akasha.
Con un rugido sordo, Selene obedeció. Se tiró encima de Van Helsing, lista para despedazarlo.
Capítulo 6
Él cerró los ojos, para no mirarla cometiendo aquella barbarie. Usualmente, miraba siempre de frente a la muerte. En este caso, optó por no hacerlo. Le dolía –y mucho– en el alma saber que su verdugo seria ella…
La escuchó gruñir a pocos centímetros de su cuello y olió su respiración. Se la imaginó con las fauces abiertas y la cara blanca inhumana, transformada por un rictus bestial. Sólo sentiría el dolor de la mordida y luego… luego, ella sorbería su sangre, hasta dejarlo seco. Y sería su fin. Pero nada de eso sucedió. Y como Selene se demoraba en darle la dentellada final, se animó a mirarla.
La vampira se hallaba paralizada encima suyo, congelada. La boca abierta y la mandíbula floja. Algo le sucedía, algo extraño…
-¿Selene? – dijo Van Helsing.
El color escarlata en sus ojos remitió. Volvió el celeste. Ella parpadeó.
-¿Gabriel? – preguntó, reconociéndolo.
-¡Mátalo! – aulló Akasha, cerca. Al instante, el escarlata volvió y un gruñido animal surgió de su boca. Pero no hizo nada. De nuevo, antes de morderlo, se paralizó.
…El celeste retornó a sus ojos…
Van Helsing lo vio volver y luchar por imponerse al escarlata y comprendió que su amiga estaba teniendo una titánica lucha interna. Su voluntad se resistía a la de Akasha. Se resistía como nunca.
-¡Mátalo! – la Reina de los Condenados volvió a alzar la voz. Selene tembló y continuó resistiendo – ¿Me escuchas? ¡Mátalo YA!
-¡NO! – el grito de Selene hizo retumbar las paredes. Se alzó y enfrentó a la egipcia. El escarlata de sus ojos se borró definitivamente, reemplazado por otro color: el dorado.
Se hizo el silencio en la iglesia. Parecía como si el tiempo mismo se hubiera congelado. Todos los vampiros presentes la observaron con temor. Van Helsing sabía por qué…
Su figura rezumaba poder. Un poder que rivalizaba con el de Akasha.
-¡Niña imbécil! ¿Qué crees que estás haciendo? – la increpó la egipcia – ¿Cómo te atreves a resistírteme? ¡De rodillas, vamos! – señaló al piso, mas Selene no obedeció – ¡Soy tu Madre! ¡Obedéceme! ¡Al suelo, ya!
Como la otra no le hacía caso, Akasha enfureció y voló hasta ella, impulsada por el poder de su mente, la mano alzada y lista para darle un bofetón. Con suma facilidad, Selene la detuvo y la atajó. La agarró por la muñeca y se la retorció sin piedad.
-Mi madre murió hace seiscientos años, maldita – le dijo, mientras apretaba – ¡Harías bien en mantener la distancia!
Tiró de ella y la revoleó por el aire. Akasha acabó empotrada contra la pared más alejada del templo, cubierta de ladrillos y de escombros.
-¡Guau! ¡Bien hecho, nena! – festejó Van Helsing, parándose a su lado.
-Esto todavía no ha acabado – Selene observó con sus ojos dorados a los vampiros reunidos en la iglesia. Frunció el ceño – Esfúmense – ordenó.
A las apuradas, la multitud de chupasangres escapó del lugar, abandonado a su suerte a su reina y sus planes de dominar al mundo. En un instante, la iglesia quedó desierta.
-Hay algo que debo decirte sobre Akasha – se apuró Van Helsing – Te lo habría dicho antes, pero nos separaron muy deprisa. Escucha…
-Lo sé, Gabriel – lo sorprendió ella – No hace falta que lo menciones. Acabo de leerlo en tu mente.
-¿Puedes leer mi mente?
-Ahora sí – Selene suspiró – La sangre de Akasha es muy poderosa, pero lo que me hace un vampiro de mi linaje la combatió. Ahora, mi cuerpo ha asimilado sus poderes, permitiéndome hacer esto y mucho más.
-Si Akasha muere, todo su linaje desaparecerá con ella – era inútil decirlo, si ella lo sabía ya de antemano, pero de todas formas, se lo dijo – Lo que la hace vampiro a ella la conecta de algún modo con todos sus vástagos alrededor del mundo.
-Una situación difícil, sin duda… puesto que si la mato, también moriré con ella.
-¿Qué?
-Su sangre ahora también corre por mis venas.
-Dios santo… no lo había pensado.
La Reina de los Condenados volvía a la carga. Volaba hacia la pareja, rugiendo, las manos encrespadas como garras.
-De modo que si la mato, me mato a mí misma también – continuó Selene, sin alterarse – A menos que… a menos que…
-¡Ahí viene! – Van Helsing intentó proteger a su amiga, interponiéndose delante de ella a modo de escudo, pero de un manotazo, Selene lo arrojó a un costado y recibió la embestida de su enemiga con los brazos abiertos.
-¡Cachorra insolente! – aulló Akasha – ¿Cómo te has atrevido…? ¡Mi sangre corre por tus venas! ¡Debes obedecerme!
-Sí… tu sangre corre por mis venas… pero no toda – Selene mordió a la egipcia en el cuello, tomándola por sorpresa. Lo hizo con todas sus fuerzas, mientras la abrazaba. Una vez sus colmillos perforaron la piel morena de la otra, comenzó a sorber con avidez…
Akasha protestó, luchó y se debatió. Pero a medida que Selene tomaba toda su sangre, la Reina de los Condenados fue debilitándose, poco a poco.
Van Helsing la observó sorber hasta el final. Con un estremecimiento soltó a la vampira antigua, que se desplomó en el piso, los ojos en blanco y la expresión vacía de alguien total y completamente muerto.
El cuerpo de Akasha duró intacto un par de segundos. Luego, se arrugó y se redujo a cenizas.
-¿Selene? – Van Helsing le apoyó una mano en el hombro. Su amiga había cerrado los ojos un momento, los labios todavía manchados de sangre consumida – ¿Estás bien?
-Puedo sentirlos, Gabriel – dijo – A todos y cada uno de los vampiros de este mundo – tembló – Este poder es enorme.
-¿Puedes manejarlo?
-Creo que sí – abrió los ojos. El dorado persistía en ellos – Supongo que tendré que acostumbrarme. Ahora, soy parte de lo que la hacía a ella vampiro – miró a las cenizas que habían sido Akasha – En cierta forma, ahora soy yo la Reina de los Condenados.
Se hizo el silencio. De repente, a través de los vitrales sucios de la iglesia, comenzó a penetrar una luz.
-¡El Sol! – exclamó Van Helsing – El día ha llegado. Debes esconderte, Selene.
Pero ella no le hizo caso. Obedeciendo a un impulso y con pasos decididos, se dirigió a la puerta del templo y la abrió de par en par. La luz de la mañana le dio de lleno…
-¡Selene! Tu piel… ¡No está ardiendo! – Van Helsing se quedó con la boca abierta del asombro – ¿Cómo…?
-Akasha era inmune al Sol – le explicó – Seguramente, he obtenido esta nueva característica gracias a ella.
-Esto… ¡Es maravilloso! Selene, ¿te das cuenta? – Van Helsing la abrazó – ¡Esto es un milagro! Un auténtico milagro…
Ella sonrió, fascinada por el brillo del amanecer sobre su cuerpo, la calidez con la que acariciaba su piel. Y aceptó que él tenía razón: era un milagro.
-Acompáñame – le pidió Van Helsing – Quiero mostrártelo todo. Seiscientos años sin ver la luz del Sol es mucho tiempo. Ven conmigo. Es hora de que recuperes la felicidad que has perdido.
Dócilmente, ella le permitió llevarla afuera, al mundo y al mañana que la esperaban.
FIN
1 Varias cosas que el lector debe tener en cuenta sobre la presente historia. Numero uno: transcurre en el mismo mundo que la anterior, "El Imperio de Drácula". Un mundo donde vampiros y humanos conviven juntos a duras penas como pueden. Numero dos: Akasha es un personaje surgido de las "Crónicas Vampíricas" de Anne Rice. Es la reina de los vampiros y por ende, una de las primeras de estas criaturas.
2 El Maestro es un vampiro antiguo aparecido en la serie de TV "Buffy, la Cazavampiros". Los vampiros que aquí Van Helsing y Selene combaten son exactamente los mismos que Buffy Summers y compañía cazaban en aquella serie de televisión tan popular a finales de los 90's y principios del 2000.
3 La Orden de la Talamasca es una organización ficticia surgida de las novelas de vampiros de Anne Rice. Se le describe como una sociedad secreta que se ocupa de investigar y vigilar hechos paranormales, en particular brujas, vampiros, hombres-lobo y espíritus. Rice los describe como "Detectives de lo paranormal".
4 Rupert Giles es un personaje surgido de la serie de televisión "Buffy, la Cazavampiros". Interpretado por Anthony Stewart Head, oficiaba las veces de consejero y vigilante de Buffy, además de ser su enlace permanente con el Consejo de Vigilantes, cuya sede estaba ubicada en Londres. El Consejo y la Orden de la Talamasca tienen muchos paralelismos entre sí, de modo que me pareció una linda manera de homenajear a ambos con la inclusión de este personaje, en versión época victoriana, claro.
5 Alexander Corvinus es un personaje ficticio de la franquicia cinematográfica de Underworld. Es un señor de la guerra y noble húngaro nacido durante la primera parte del siglo V, considerado como el padre de todos, tanto de vampiros como hombres-lobo. Es el patriarca del clan Corvinus, el mayor y más poderoso de los Inmortales. Es interpretado por el actor Derek Jacobi.
6 Marius de Romanus (o el Romano) es un personaje muy importante dentro de las "Crónicas Vampíricas" de Anne Rice. Es uno de los vampiros antiguos más poderosos y usualmente toma el rol de padre, guía y guardián. Entre los vampiros que creó están Armand, Bianca, Pandora, Sybelle y Benji. En la película de la Reina de los Condenados, Marius es quien transforma a Lestat en vampiro, pero esto no pasa en las novelas originales. Tampoco es quien transforma a David Talbot, como nos lo hace pensar esta misma película. Es un vampiro que rompe con el estereotipo actual del vampiro joven. Marius es convertido cuando se encuentra cerca de los 40 años y es transformado mediante un rito pagano. También tiene poderes que pocos vampiros poseen y que surgen tras beber sangre de vampiros antiguos, o bien, vivir por muchos años.
