Disclaimer: Ni los Juegos del Hambre ni sus personajes me pertenecen; son propiedad de Suzanne Collins.
Cambiar de Aire
Capítulo uno:
Un paso atrás de otro. Un paso atrás de otro. Esquiva una hoja seca que podría delatarla y luego vuelve la vista de nuevo a su presa. Casi no puede creerlo, es un ciervo. Muy pocas veces ha tenido la suerte de ver alguno, ni se diga de cazarlo. Casi parece un designio divino, un regalo de los dioses en los que creían antiguamente los hombres.
El ejemplar es un esplendoroso macho que pasta en un pequeño claro sin siquiera darse cuenta de que ella lo observa. Sin siquiera darse cuenta de que morirá en unos pocos segundos. El tiempo que le toma a Katniss Everdeen tensar la cuerda de su arco, apuntar y disparar.
Deja escapar un suspiro de resignación mientras se acerca a la presa caída. Una parte de ella no puede dejar de sentir un poco de pena por quitarle la vida a una criatura hermosa y sobre todo inocente, pero su estómago y el de cientos de personas rugen en estos momentos.
Cuando se encuentra al lado de su presa hace una seña y un grupo de personas se acercan para ayudarla a cargar el cuerpo. Todos lo miran anhelante, ella simplemente ordena que lo lleven a donde se encuentran Hazelle y Sae la grasienta, quienes se encargarán de cocinarlo y luego de repartirlo. Ellos se van cargando el ciervo y ella continúa con su caza.
Katniss siempre pensó que alimentar a su familia era algo difícil, que debía esforzarse día a día para encontrar alimento, que su vida dependía de ella. Siempre le resultó un gran peso la responsabilidad de que ellas dos estuvieran bien alimentadas, de que no murieran de hambre.
Ahora debe multiplicar esa responsabilidad por cien, por doscientos, por mil.
Tarda una hora más en conseguir algunas ardillas y un par de conejos que andaban despistados por la superficie. No es suficiente. Tienen ochocientas personas, entre ellos muchos niños y heridos. Le da la impresión que ni siquiera cazando hasta el último ser vivo del bosque serán capaz de alimentarlos a todos.
Regresa al campamento que montaron cerca del lago con las presas y una sensación de pesar que se extiende por todo su cuerpo. Hay momentos en los que desea tomar a su madre y a Prim y salir de allí, buscar un refugio para ellas tres y vivir con lo que ella cace, que sin duda sería suficiente para su pequeña familia. Luego recuerda las caras atormentadas de sus vecinos y le da mucha rabia. No puede dejarlos. No ahora que les quitaron su hogar.
Todo comenzó (o terminó según como se mire) con el Vasallaje. Cuando anunciaron que los vencedores iban a ser enviados nuevamente a los juegos todos terminaron de darse cuenta de que las cosas estaban mal. Quizás no estaban tan mal en el doce, donde la gente tiene tanto miedo a morir de hambre que no haría nada, pero sí en otros distritos.
El polémico Vasallaje terminó tan solo dos días después de haber comenzado, de una forma muy abrupta que nadie supo entender. En un momento se veía Finnick Odair junto a Johanna Mason a punto de poner en acción la trampa que habían ideado junto al vencedor del distrito tres y luego la transmisión se cortó. Sin embargo no se cortó completamente, si no que había sonidos extraños. Como algo desmoronándose.
Luego el distrito completo quedó sin electricidad.
A Katniss le toma unos minutos unir las piezas en su cabeza y reaccionar. Algo raro está pasando. Creyendo que estarían más seguras en el bosque, al menos hasta que la energía regresara, les ordena a Prim y a su madre que tomen todo lo que tengan y que vayan a la pradera. Ella buscará a Gale, su mejor amigo, y a su familia y se unirán a ellas. Mejor prevenir.
Sale corriendo en dirección a la casa de Gale con una sensación extraña en su estómago. El aire se siente pesado, la luna es la única fuente de iluminación que tiene. Puede jurar que todos los habitantes de la Veta están asomados en las diminutas ventanas, tratando de vislumbrar qué está pasando. Puede jurar que todos tienen miedo incluso de respirar, tal y como le está sucediendo a ella.
A medio camino se encuentra con Gale y su familia; son los únicos en la calle. Su mejor amigo ha tenido el mismo mal presentimiento que ella y se está llevando a su familia al bosque, al menos hasta que pase lo que sea que tenga que pasar. Gale está pálido y serio bajo la luz de la luna. Por primera vez parece asustado.
— Es como si el canario hubiese dejado de cantar. — Le dice en susurros mientras empiezan a caminar hacia la pradera.
Tiene razón. En las minas, cuando algo está realmente mal, el canario deja de cantar. Entonces hay que evacuar antes de que sea demasiado tarde. Para sus padres fue demasiado tarde.
El primer estruendo llega amortiguado, parece muy lejano. Ambos se giran en sincronía y observan como algo cae sobre la estación de trenes.
Luego empieza el fuego.
La gente empieza a salir de sus casas poco a poco, seguramente temiendo algún tipo de reprimenda. Sin embargo cuando empiezan a notar que las explosiones llegan cada vez más seguido salen en tropel, entran en pánico. Es la voz fuerte de Gale la que los acalla.
— ¡Todos a la pradera! ¡Ahora!
Supone que alguien debía imponer un poco de orden. La gente parece calmarse un momento, lo escuchan y luego obedecen. Algunos intentan mantener la calma, pero la mayoría sale corriendo antes de que sea demasiado tarde. Las bombas empiezan a acercarse a la zona comercial.
Gale ordena a su familia dirigirse a la pradera también y luego empieza a recorrer la Veta alertando a los vecinos. Lo sigue, ambos gritando a todo pulmón que huyan a la pradera, ayudando a levantarse a los que tropiezan, tratando de detener el caos.
Caos. Es la palabra ideal para definir lo que está sucediendo. Están destruyendo el distrito doce. Su hogar. No parecen querer detenerse. Van a reducir todo y a todos a cenizas. Sin ningún motivo aparente.
Katniss no lo entiende. Ellos nunca hicieron nada en contra del Capitolio, no tienen un movimiento de resistencia, la gente nunca ha hablado de rebelión. Todos viven con resignación la vida que les tocó, la gente muere de hambre, pero nadie alza la voz pidiendo un cambio. Supone que como hace años destruyeron el distrito trece, ahora el orden natural era que destruyeran el doce. Un distrito insignificante. Quieren mostrarle a los demás lo que puede sucederles si se rebelan.
No tiene mucho tiempo para pensar en ello. Ya han llegado al comienzo de la Veta, y casi todos sus habitantes están en dirección a la pradera. La zona comercial del distrito está ardiendo en diferentes puntos. Una punzada de dolor se extiende por su pecho cuando ve la casa del alcalde empezando a arder. Ella siempre almorzaba con la hija del alcalde, Madge Undersee, en el colegio. Trata de acercarse a rescatar a su amiga, pero en cuanto da unos pasos una bomba cae frente a ella y termina de prender fuego todo.
Retrocede a saltos, tosiendo por el humo que emana del fuego. Ha perdido a Gale. Se vuelve buscando a su amigo o a alguna otra persona, pero a su alrededor no hay nada más que llamas. Los aerodeslizadores sobrevuelan el distrito, seguramente preparándose para un nuevo ataque.
Debe volver a la pradera, tiene que cerciorarse de que Prim esté a salvo. Sale corriendo en dirección a la Veta cuando escucha un grito agudo, ahogado por el humo y el crepitar del fuego.
— ¡Ayuda! ¡Ayuda!
Tres personas tratan de acercarse lo más rápido que pueden hacia ella. Dos llevan a un tercero, cada uno con un brazo alrededor. No hay que ver mucho para darse cuenta que solos no pueden cargarlo. Uno es demasiado pequeño para soportar su peso. Katniss corre hacia ellos y los reconoce. Delly Cartwright y su hermano cargan con un semiinconsciente Peeta Mellark.
Inmediatamente toma el lugar del hermano pequeño y lo insta a que corra él también. Sabe que no puede abandonarlos a su suerte. Todavía tiene una deuda impaga con Peeta.
A su espalda, el distrito sigue ardiendo.
.
Peeta abre los ojos y todo lo que ve es verde. Las hojas de los árboles casi tapan por completo el cielo. Levanta una mano sobre su rostro y entonces recuerda todo. El fuego. La panadería. Su familia. Siente el dolor extendiéndose por cada terminación nerviosa de su cuerpo. Siente las lágrimas agolpándose en sus ojos queriendo salir. Siente un dolor atroz en su pierna izquierda, solo que cuando mira hacia allí, no hay nada. Quiere gritar, pero no le sale la voz.
Siente unos pasos dirigiéndose hacia él y luego una mano pequeña colocarse en su hombro. Trata de sentarse, pero todo da vueltas.
— No te preocupes, no te esfuerces. – Le dice una vocecita. La niña se posiciona sobre él y la reconoce. Es Primrose Everdeen. — Hemos logrado detener la hemorragia, pero no pudimos salvar tu pierna.
Se siente mal por la cara consternada de la pequeña, pero no tiene palabras de consuelo para ella. Sabe que perdió la pierna por intentar subir las escaleras y alertar a su familia. Sin la ayuda de Delly y su hermano jamás hubiera podido sacar la pierna de debajo de los escombros que se formaron al desprenderse la escalera y una parte del techo. No pude salvarlos, se repite en su mente. No pude salvarlos.
Los recuerdos son una marea confusa y brillante que le cuesta desenmarañar. Sabe que Delly y su hermano menor John lo ayudaron. Sabe que prácticamente lo remolcaron hasta la Veta. Sabe que luego el hombro de John fue sustituido por uno un poco más alto, más firme. Sabe que sintió el aroma del bosque incluso antes de saber que se dirigían allí. Luego se terminó de perder en el mundo de la inconsciencia.
Primrose examina su pierna nuevamente y lo deja sin decir ninguna palabra. Peeta como puede se incorpora apoyando todo su peso en las manos y mira a su alrededor. No es el único herido. Después de un rápido vistazo incluso puede decir que no es el que se encuentra en peor estado. Sin embargo eso no calma ni su dolor ni su tristeza.
Todos los que pueden mantenerse en pie están en movimiento. A lo lejos vislumbra la cabellera rubia de su amiga Delly, no parece haber muchos comerciantes por lo que ve. En una pequeña casa con paredes de concreto pero sin puerta se ve a un grupo cocinando. Él no tiene hambre, pero se figura que el resto de las personas sí debe tener.
Horas después un grupo de ciudadanos empieza a distribuir comida. No hay platos, ni cubiertos ni mucho menos, pero todos están tan hambrientos que lo aceptan. Los niños y los heridos son prioridad, así que Peeta recibe un trozo de carne cocida sobre una hoja, con una pequeñísima ración de moras. No se queja. Apenas muerde la carne siente nauseas, pero se obliga a comer un poco. Le duele estar medio sentado, apoyado sobre el tronco de un árbol. Con la ayuda de un hombre de la Veta consiguió trasladarse allí, un poco más lejos del grupo de heridos.
Se sorprende cuando alguien se sienta al lado suyo y no es Delly ni ningún conocido. Es Primrose, quien lo ha atendido antes, la hermana de Katniss. Ella también sostiene una hoja con comida, aunque no puede evitar darse cuenta de que su tamaño es menor que la suya. Debe ser porque hay niños más pequeños que necesitan más alimento. Muchos de ellos nunca tuvieron una comida tan buena como esta.
Comen en silencio, pero no uno incómodo. Peeta se esfuerza bocado a bocado, sobre todo por la niña que se encuentra a su lado, comiendo una porción más pequeña. Ella apenas tiene trece años cree, pero está allí, ayudando a los demás, sacrificando su alimento. Hace que se sienta inútil. Él ni siquiera puede pararse. Al menos puede intentar distraerla.
— Primrose, ¿verdad? — Le pregunta. Ella sonríe y asiente. — Soy Peeta Mellark.
— Lo sé. De la panadería. — La niña esboza una sonrisa triste y cambia de tema rápidamente. — ¿Puedes ver el lago desde aquí? Ojalá pudiera nadar en él, el agua es tan transparente que puedo ver mi reflejo. Nunca había venido al bosque, pensaba que era aterrador, pero no parece tan malo…
La deja hablar, es confortable escucharla. Vio el lago de lejos, pero duda que pueda llegar hasta allí por sus propios medios. En otros tiempos el bosque le hubiera resultado terriblemente interesante, después de todo es el lugar de ella. Ahora el dolor mitiga todas esas sensaciones y añoranzas.
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Antes de que todos se duerman Primrose vuelve a aparecer. También lo hace al día siguiente en la hora de almuerzo. No es un horario fijo, todo depende de lo que Katniss, Gale y algunas otras personas logren conseguir para comer, le dijo Prim. Ella se ocupa de que coma e incluso a veces logra sonsacarle algunas palabras.
Delly no fue a verlo al lugar de los convalecientes. Según le dijo Prim se la pasa yendo de un lado a otro buscando algo para hacer, seguramente para olvidar el hecho de que ya no tienen hogar, o familia. Él en el fondo se alegra de que no lo haya buscado, por primera vez no sabe qué decir, también ha perdido todo.
— Estuve pensando. — Dice la niña mientras almuerzan. — Podemos hacerte una especie de muletas con ramas. Estoy segura de que si encontramos unas lo suficientemente fuertes podría funcionar. Le preguntaré a Katniss si es posible, seguro ella y Gale encontrarán una manera.
Peeta asiente de forma automática para no desilusionarla, pero la sola mención de Katniss le trae sentimientos encontrados. Después de todo él ha estado enamorado de ella desde los cinco años, pero nunca han cruzado más que miradas. Cuando tenía once años la ayudó quemando unos panes a propósito, pero a eso se reduce su única interacción. En estos dos días que llevan en el bosque no la ha visto, supone que son ella y Gale Hawthorne los que proveen comida al grupo. Siente tanto dolor por sus pérdidas que casi la ha olvidado. Casi.
— ¿Crees que nos quedemos mucho tiempo aquí? – Le pregunta a Prim para desviar el tono lúgubre de sus pensamientos.
— No lo sé. Tenemos muchos heridos, es difícil mover un grupo tan grande. — Le responde y suspira. — Tengo miedo de que nos encuentren aquí.
Claro que tiene miedo. Es una niña y al igual que él destruyeron su hogar. No es difícil olvidar que sólo tiene trece años cuando se la ve ir y venir entre los heridos examinándolos y dando instrucciones.
— No nos van a encontrar. De hecho dudo que alguien esté buscándonos.
— Supongo que tienes razón. — Le concede una sonrisa pequeña. — Aquí estamos más seguros y somos más libres que en cualquier otro sitio. Lo único que lamento…
— Prim!
El llamado de su hermana la interrumpe. Prim hace señas con sus bracitos y frente a ellos aparece Katniss Everdeen, en toda su esencia. Peeta, que la ha estado idealizando todos estos años, sabe que ninguna imagen que su mente cree puede competir con la que se le presenta ahora. La trenza de lado, con algunas ramitas y hojas enganchadas, la chaqueta vieja y el arco en su hombro. Ella es Katniss, la chica de la que ha estado enamorado desde siempre. Sin embargo ahora más que nunca se siente incapaz de decir nada, tiene una pierna menos y perdió a toda su familia.
— Hola. — Le dice ella secamente. Peeta nota que trata de no mirar donde antes estaba su pierna. Luego se vuelve hacia su hermana. — Te estaba buscando Prim, pensé que almorzaríamos juntas con mamá.
— Estaba haciéndole compañía a Peeta. — Contesta Prim. — Tuve una idea genial para que pueda caminar, necesito dos ramas lo suficientemente grandes y fuertes, ¿crees poder conseguirlas?
— Claro. Las buscaremos.
Peeta nota que el semblante de Katniss se ablanda cuando le habla a su hermana menor. También nota que ella parece querer evitar a toda costa mirarlo, seguramente por su herida. Toda su vida fantaseó con tener a Katniss tan cerca, pero ahora sólo siente rechazo y lástima. Quiere que se vaya.
Por suerte no tiene que esperar mucho, Prim termina su comida y se marcha junto a su hermana prometiendo volver con unas muletas. Peeta duda que lo haga, pero no dice nada. Observa marcharse a la chica que ama; el encuentro no hizo otra cosa más que aumentar su desazón.
Prim no regresa en todo el día, tampoco al día siguiente. Peeta empieza a creer que va a pasar el resto de los días apoyado en el árbol, sin poder volver a caminar.
Entonces aparece un aerodeslizador. Todo va a cambiar.
Hola! Últimamente me da la impresión de que ando muy seguido por acá, y eso me pone muy feliz. Acá estoy con un nueva historia que tenía rondando en mente desde algunas semanas y que había empezado a escribir hace algunas semanas, pero que recién tengo la oportunidad de publicar. Todo surgió un día en el que pensé ¿qué pasaría si ninguno de los dos fuesen a los Juegos pero de todas formas quemaran el distrito doce? Me puse a imaginar la situación y salió esto. Ya llevo cuatro capítulos escritos y un montón de escenas pensadas. Estoy demasiado entusiasmada con esto.
Bueno, a ver qué les parece. Mi plan es publicar una vez por semana, así me da tiempo a seguir teniendo capítulos adelantados.
Sinceramente, espero que les guste esta nueva idea. Yo estoy muy contenta con ella.
Nos leemos la semana entrante!
Saludos!
