El siguiente fic va a funcionar tal como lo hace la serie, o al menos en momentos puntuales. ¿Qué quiero decir con esto? Que va a haber bastantes flashbacks para explicar la situación que se vive actualmente. De modo que si alguien encuentra algo confuso (Espero que no), que me lo deje en una review e intentaré que el siguiente Flashback explique ese punto, y así todo queda más bonito y encuadrado. En fin, que me enrollo como una persiana, el fic está abajo.


Me pongo en contacto con usted por su más que reconocida reputación en su oficio. Tengo por costumbre acudir a la elite en todas las materias, y usted es un claro ejemplo. Sé que para usted supondría un viaje de varias horas siquiera venir aquí para cerciorarse de que puede realizar el trabajo. Pero si acepta, me encargaré personalmente de facilitar esa tarea para usted. Tiene todos los detalles en el archivo que adjunto. Le agradecería que contestase con la mayor brevedad posible.

Emma Swan

La mujer detuvo la vista del email que estaba leyendo, dio la vuelta a la silla y observó el diploma de psicología que colgaba en él. Habían sido unos meses en los que ni un solo cliente había acudido a consulta. Lo había pasado muy mal, y había que pedir muchos favores. Quizá en otras circunstancias, semejante viaje le parecería una locura. Y ni tan siquiera se habría molestado a abrir el archivo adjunto que venía con el mensaje. Al abrirlo se encontró con un informe que detallaba la historia de un chico joven, de once años, que supuso que sería el hijo de la mujer que enviaba el mensaje. Regina observó el reloj de su ordenador. Eran ya las ocho, del día veintiuno de octubre de dos mil once. Ese día terminaba su sesión, una vez más sin un solo cliente.

_ Debes estar loca, Regina._ Se susurró a sí misma.

Envío un corto mensaje de confirmación a Emma Swan, sin tener ni idea de lo que desencadenaría ese mensaje tan particular.

Emma Swan

Había visto a Regina perder la vida en mis manos, y había doblado el tiempo, una y otra vez, para llegar a aquel momento. Cuando el móvil resonó, sentí como algo que estaba expectante en mi oscuro corazón rugía de pura impaciencia. Lo cogí, una sonrisa apareció en mi rostro al darme cuenta de que Regina había aceptado el trabajo. Cerré la aplicación de correo y me dirigí a los contactos. Había pasado siglos desde que había empezado con todo aquello, y no iba a ser entonces, en los últimos momentos, cuando iba a dejar que se estropease.

Emma Swan (Flashback)

La columna de luz me esperaba, como si me invitase. Parecía que, después de todo, Zelena había sabido hacer una cosa útil en su vida. Vi como los afortunados padres cogían a su hijo, que lloraba, de uno de los puntos cardinales de la figura que había grabado en el suelo. Pero yo ya no pensaría en ellos. Esta historia dejaría de existir. Y cuando la reescribiera, por mis propios medios, me aseguraría de que no hubiese ningún error.

La crucé, pensando en el principio. Y llegué al bosque encantado. Me encontraba en un puerto, y el sonido de un gimoteo llamó mi atención. Era Rumpelstiltskin… antes de ser el oscuro. Jamás le había visto tan ridículo, humillado ante Hook, suplicándole que le devolviese a su esposa. Lo observaba todo desde una posición privilegiada, amparada en mi habilidad para hacerme invisible. Había llegado mucho antes de lo previsto. Pero eso significaba algo… y es que había muchas más cosas que cambiar. El amor verdadero puede ser duro. Pero merece la pena, y no me importaba cuanto tuviese que trabajar para asegurarme de que Regina volviese a mis brazos, y de que fuese feliz… plenamente feliz.

Regina Mills

Había pasado dos días desde que había contestado el correo de Emma. Y no había tenido ninguna otra respuesta. Suspiré, decidida a salir del apartamento para volver a la consulta. Quizá no tenía que haberme tomado tan en serio aquel email. A fin de cuentas, un viaje a Maine era de unas seis horas en coche, y eso no era como para tomárselo a la ligera. No dejaba de pensar en que me había molestado incluso en hacer la maleta.

Me puse mi americana color burdeos y uno de mis trajes de color oscuro y salí por la puerta. Cuál sería mi sorpresa al salir y encontrarme a una mujer plantada delante de mi puerta. Una mujer pelirroja, de ojos azules. Iba vestida de blanco, también de traje, y no parecía llevar parada demasiado tiempo, o al menos no parecía importarle, puesto que estaba apoyada contra la puerta de un taxi… cuyo taxista debía estar seguro de que esa era su carrera del día.

_ Debo suponer que es usted Regina._ Su voz sonó cortante. Conocía bien ese tono de voz. Decididamente, lo último que quería hacer aquella mujer en aquella mañana era venir a verme a mí.

_ Sí, lo soy._ Dije. Me sentía tensa por alguna razón. La mujer se acercó y extendió la mano.

_ Soy Zelena Miller. Alcaldesa de Storybroke._ Extendió la mano._ Me envía Emma Swan.

_ ¿La alcaldesa?_ Pregunté, sorprendida._ ¿Ha venido en persona a buscarme usted?

Sabía que Storybrooke debía ser un pueblo pequeño ya que, a fin de cuentas, había sido incapaz de encontrar nada sobre él buscando en Google. Sin embargo, confieso que todo aquello me estaba intrigando cada vez más, y si no me interesaba el trabajo, siempre podía hacer algo de turismo.

_ Emma me lo ha pedido, como un favor personal._ Zelena puso los ojos en blanco. Aquella mujer no estaba ganando muchos puntos para mí._ ¿Y bien? ¿Vendrá conmigo?

_ Cogeré mis maletas.

Dos horas más tarde

Había sido increíble. Al parecer, a Emma Swan no parecía faltarle el dinero. Había alquilado un avión para la ocasión, una con tamaño de sobra para llevar mi Mercedes en su bodega. El interior me recordaba a una habitación de lujo de un hotel. Había copas y Champagne. Yo no bebí, porque lo cierto es que estaba muy nerviosa. Pero Zelena no se privó de nada. Cuando nos bajamos me subí en mi propio coche y la seguí hasta la ciudad de Storybrooke que, tal como confirmaba, no salía en los mapas.

Zelena Miller

"Por favor" Como odiaba aquellas palabras. Una de las condiciones de Emma para otorgarme el hechizo oscuro había sido que esas palabras tuvieran poder sobre mí. Es posible que me hubiera pedido escasos favores aquellos años, pero dolían como cuchillos. Parecía que, de alguna manera, sabía que yo era la única que podía salir de la ciudad. No parecía que supiese quién era en realidad. Me dirigí hacia mi casa, en las afueras, y me sorprendió encontrarme a Emma allí.

_ ¿Y bien? ¿Ha venido?_ Preguntó, mirándome fijamente.

_ Sí, ha venido. Han sido cuatro horas horribles, gracias._ Me quejé._ A decir verdad, me pregunto por qué no fuiste a buscarla tú misma si tenías tanto interés.

_ Ambas sabemos que eso no me sería posible._ Dijo, sin perder la compostura._ En cualquier caso, gracias. ¿Le has dado la dirección de mi casa?

_ La de tu tienda, me temo._ Sonreí. Siempre buscaba los detalles en sus favores, para poder cometer todos los errores posibles, lo cual solía ser muy difícil, ya que Emma era muy concreta con sus peticiones._ Supongo que tendréis que reuniros allí.

Emma Swan

Francamente, más de una vez había pensado en darle un tiro en la cabeza a Zelena. Si bien no era tan desagradable como la versión que había conocido en mi vida anterior, seguía siendo bastante cargante. Le había conseguido el trono que tanto había ansiado, y la había librado de una vida siendo una huérfana. Debería estar algo más agradecida. Me ponía de los nervios.

_ Zelena… cállate, por favor._ Le dije.

Ella se llevó la mano la mano al cuello, sintiendo como sus cuerdas vocales se quedaban paralizadas. Lo admito, me divertía mucho con aquellas dos graciosas palabras. Me subí a mi escarabajo amarillo y me dirigí de nuevo a la tienda. El Mercedes estaba aparcado fuera. Decidí entrar por la trastienda, para no topármela de frente y quedarme congelada con sólo verla.

La vi ojeando los objetos de la tienda, con curiosidad. Y me di cuenta de que hice bien en no abordarla de forma repentina, porque se me escapó un silencioso gemido al verla de espaldas. Lo admito, no pude evitar mirarle el culo con absoluto descaro aprovechando que aún no se había percatado de mi presencia.

Mi cuerpo reaccionó ante los recuerdos. Porque no había precisamente pocos en mi memoria. Había sido la esposa de Regina muchos años, y ahora me resultaba difícil olvidarlo todo para intentar empezar otra vez. No obstante debía actuar como si no la conociera. A fin de cuentas… ella no me conocía. Ni tan siquiera era la misma Regina. Esta no había sido la reina malvada. No había visto su corazón roto una y mil veces. Me había asegurado de ello. Cuando se giró, no estaba preparada y me quedé atrapada en sus ojos oscuros.

_ De modo que es usted la señorita Swan._ Dijo. Eso ponía en el letrero en la parte superior de la tienda.

Aunque a mí no dejaba de recordarme a los días en los que Regina era la alcaldesa de aquella ciudad. Sería mucho más fácil organizar mis recuerdos si no estuviesen de forma secuencial. Me había quedado embobaba y no había dicho nada, y Regina parecía darse cuenta.

_ Sí, soy yo. Zelena debía haberte dado la dirección de mi casa… pero no parece haber entendido bien las indicaciones que le di.

_ Bueno… en cualquier caso… Iba a tener que visitar su lugar de trabajo tarde o temprano._ Dijo, observando un puñal que había tras un expositor._ La historia que me envió era un poca confusa. La redactaba un tal… ¿Archival Hopper?

_ Así es. Es nuestro psicólogo local. Pensé que podría resolver el problema. Pero no ha sido capaz.

_ Quiero que entienda, señorita Swan, que esto no es un problema que haya que solucionar sin más. Estos tratamientos pueden llevar tiempo._ Me dijo._ Por la historia que me envía, al parecer su hijo parece creer que los personajes de cuentos de hadas son reales.

_ Así es._ Confirmé._ Henry parece tener la impresión de que las personas del pueblo somos personajes de cuentos.

Regina alzó una ceja. Estaba segura de que en sus años como psicóloga no había visto nada parecido a lo que le estaba diciendo. No dejaba de apreciar la ironía ante la idea de que en su día fuese ella la que fuese incapaz de creer algo así.

_ Creo que puedo manejar algo así._ Dijo, encogiéndose de hombros._ ¿Dónde duermo? ¿Hay un hotel en este pueblo?

_ Sí, pero no es eso lo que tenía en mente, a decir verdad._ Cogí unas llaves y las dejé sobre su mano._ Son las llaves de una casa que tengo en alquiler desde hace mucho. Nadie ha querido ir a vivir en ella así que… pensé que sería un buen lugar para que te quedases… y viese a Henry.

_ Bueno, eso suena bien._ Dijo ella, si bien parecía pensativa._ ¿Dónde está la casa?

_ Es el número 108 de la avenida Mifflin. No tiene pérdida, se lo aseguro.

Aún era temprano, pero me imaginaba que el viaje, y toda la carga física y emocional de todo lo que había sucedido, la habían dejado agotada. Si alguien entendía eso, era yo misma. Antes de caer en aquella casa, había tenido que dar unos cuantos viajes moviditos.

_ En tal caso, si me disculpa, iré a la casa y… Henry me encontrará descansada para mañana.

_ Muy bien. Hasta mañana, madam Mills.

_ Cuídese… señorita Swan.

Regina Mills

Confieso que Emma Swan me daba un poco de miedo. Había una chispa extraña en sus ojos cuando me miraba que me parecía perturbadora. Pero mientras conducía subida en mi Mercedes de camino a aquella casa, aquellas ideas se disiparon. Debía haber sido producto de mi imaginación. Una parte de mí seguía pensando que todo aquello era una locura y debía volver.

Aparqué el coche, distraída, y quizá por ello no me di cuenta de la magnitud de la casa hasta que me encontré frente a ella. No sólo era una casa colosal, pintada de blanco níveo, sino que tenía su propio jardín, en el que un imponente manzano mostraba orgulloso sus manzanas del color del carmín. Y ante eso, y como algo que no sirviese de precedente, pues no cuadraba con mis modales, tuve que decir aquella palabra.

_ Joder…

Y es que, una vez entré en la casa, me pregunté si alguien me habría leído el pensamiento para diseñarla. Todo estaba exactamente donde yo lo habría colocado, y como yo lo habría situado. Mi intuición me dijo que el dormitorio estaba en el piso superior. Y estaba en lo cierto. Sin embargo, no pude evitar detenerme frente a una habitación vacía en el mismo piso. Tenía la sensación, inequívoca, de que allí faltaba algo.

Emma Swan

Eran demasiados años. Apenas había rozado mi piel y me había estremecido. Era una suerte que Henry estuviese durmiendo cuando llegó a casa, porque la lujuria emanaba de mis ojos de un modo bastante evidente. Iba a tener que darme una ducha. Una larga… reflexiva… y calurosa ducha.