Destino Fortuito
Notas de la autora:
Hola de nuevo n.n Estoy de regreso… ¿me extrañaron? (No que va ¬¬ solo me soñaron bajo las llantas de un coche xD) Bueno uu. Ahora les vengo con una nueva historia de Slam Dunk nn. Ojala les guste.
Disclaimer: Slam Dunk es propiedad de Inoue-sensei.
Advertencia: Esta historia contiene yaoi (más adelante, quizá lemon)
- Prométeme que me buscarás…
- Te lo prometo…
- ¿En serio?
- En serio.
- ¿Sabes? Me gustas mucho…
- A mi también me gustas…
- ¡Que bien! Por que, cuando sea grande, quiero ser tu esposa…
- ¿Mi esposa?
- ¡Si! Así que no olvides tu promesa, o yo te buscaré.
- Te prometo que no la olvidaré…
-o-
La mañana había llegado afable y tranquila, el sol tintineaba con ímpetu en el infinito cielo azulado. Las nubes, de un blanco inmaculado, le adornaban, mientras el suave viento las mecía de un lado a otro. Las ramas de los árboles bailaban también al compás del viento, mientras algunas hojas caían desprendidas y flotaban con la ligereza que las caracteriza por toda la avenida.
El flujo en la avenida era más o menos tranquilo. No había mucha gente. La mayoría eran jóvenes que se dirigían a sus clases del primer turno. Muchos platicaban animadamente, mientras otros simplemente estaban absortos en sus pensamientos taciturnos.
El sonido de unas llantas pasar sobre algunas hojas secas llamo la atención de algunos. Otros simplemente le ignoraron.
Era el sonido de una bicicleta pasar con rapidez por las calles. Su conductor, al parecer, no veía por donde iba. Ya que algunos chicos le gritaban que despertase o mínimo que pusiera atención en el camino (en el remoto caso de que estuviera despierto, cosa que al parecer era imposible).
Era un chico. Uno muy hermoso por cierto. Una descripción clara de él sería: cabellos negros y alborotados, ojos rasgados, nariz recta, ceja poblada pero definida, rostro alargado y piel blanca. Haciendo una comparación un poco sardónica, tenía rasgos de kitsune. Y como tal, iba dormido.
Sus blancas manos sujetaban el manubrio. Era inusual, por no decir imposible (o quien sabe, en esta vida uno nunca sabe) que mantuviera en movimiento la bicicleta a pesar de ser una victima del sueño matutino.
De prontos, sus parpados empezaron a elevarse, hasta dejar al descubierto un par de zafiros, tan brillantes pero a la vez tan fríos e insensibles. Su mirada se poso en la entrada a la preparatoria. Ya estaba muy cercas. Pero no quería entrar a clases. Cuando entro, atraco su vehiculo en el aparcamiento correspondiente. Después de ello, se dirigió, renuentemente a su salón.
Iba subiendo, con lentitud, las escaleras, cuando a unos cuantos pasos ve una mata de pelos pelirroja. Quizá fue absorción, quizá fue curiosidad, pero hasta que se perdió a lo lejos, no pudo quitarle la mirada de encima.
Entro a su salón, y se sentó en una de las bancas vacías que estaban junto a la ventana. Acomodó sus brazos sobre el pupitre y coloco su cabeza sobre ellos, imitando a una almohada. Intento dormir en todo lo que clases, pero –por extraño que parezca- no lo hizo, sino que se quedo absorto admirando el hermoso panorama que se generaba al otro lado de la ventana:
Ahí había unos floridos árboles de cerezo, rebosantes de vida y colorido. Con los pequeños brotes de flores nuevas adornando ramas y ramas, ya ocupadas con flores ya floreadas. Los suaves pétalos volaban con la pequeña brisa, simulando una lluvia… una rosada lluvia de pétalos de cerezos…
De improvisto, un pequeño pétalo entro por una ventana que se encontraba abierta y se posó, indulgentemente, en la punta de su nariz. Se le quedó observando un momento, y en un movimiento rápido, pero suave, lo tomo en su mano.
- Que hermoso… - murmuró, mientras lo veía.
En ese instante quedo profundamente dormido.
Quizá fue el insomnio de la noche pasada o el entrenamiento hasta tarde que lo dejo exhausto, pero esa vez… pudo soñar como nunca antes.
¿Qué estaba soñando¿Por qué sentía en su corazón un gran vacío¿Por qué tenía un mal presentimiento¿Por qué? Esa era la pregunta clave. Por que.
Era un hermoso jardín en el que se encontraba. Con frondosos arboles en todo derredor. También había flores, todas de muchos y muy brillantes colores, al igual que variadas y múltiples formas.
El canto de los pajarillos rompía el monótono silencio que de pronto inundo al lugar. Pero, más al fondo, se podían oír las risillas de unos niños. Quizá de 5 o 6 años a lo mucho.
¿Quiénes eran esos niños¿Y que hacía el ahí? Se acercó a ver.
Al ver la cara de los niños, su expresión se torno de sorpresa…
Se despertó muy agitado. Inmediatamente volteo hacía todas direcciones y vio que aun estaba en el salón y ¡Oh, sorpresa! Estaba vacío. Después de unos momentos, en los que se pasó una mano por la nuca y se dio unas palmaditas en el rostro, se decidió por irse ya. Nada tenía que estar haciendo ahí. Salió a paso lento del salón y camino por los pasillos vacíos, su mente iba enredada en un dilema¿Qué fue lo que soñó? O más bien¿Por qué lo soñó?
Son de esas veces que tienes un sueño, y por más que quieres, o olvidas el sueño o jamás le encuentras sentido. Es cuando al levantarte, tienes la extraña sensación de olvidar algo… importante. Cuando por más que tratas de recordar, lo único que te queda es una ilusión.
-o-
El sonido de unos pasos lentos y tranquilos armonizaba con el cantar de los pájaros, el suave ulular del viento y el cuchicheo de las personas al pasar a su lado. Todas hablando de cosas sin sentido o sin importancia. Cosas vacías.
Su mente estaba absorta en sus pensamientos. En sus recuerdos, para ser más exactos. Pensaba en aquellos hermosos ojos que una vez le miraron con cariño, en esos suaves labios que alguna vez rozaron su piel, en su dulce voz arrullándole entre sus brazos. Y en esa promesa, que por más que pase el tiempo, siempre será eterna.
Definitivamente, tenía que encontrarlo. Encontrarlo pronto si quería ver aquella hermosa promesa cumplida, y encontrar por fin la tan anhelada felicidad a su lado.
-o-
El rechinar del tenis en la suela era constante. Un tanto molesto e incómodo. Pero ellos no le prestaban atención. No. Ellos estaban más entretenidos pasándose el balón, anotando canastas, disfrutando de un buen rato de tranquilidad. Y eso, era extraño.
¿Extraño? Extraño de no oír los continuos insultos que a menudo se oían en el lugar por esas horas en lo que ellos entrenaban. Un idiota por aquí, un kitsune por allá. Lo normal. Pero, ese día, nada.
Quizá se debía a que cierto muchacho de ojos azules no se encontraba en ese momento con ellos. Quizá porque se había ido a un lugar mejor. O quizá... no quería ver a nadie y quedarse a solas un momento sólo para pensar. Quizá.
- ¿Por qué no vino Rukawa¿Tú sabes Ayako? Con la novedad de que esta en tu salón… -
El joven que había hablado era el nuevo capitán del equipo. Miyagi Ryota. Un curioso joven si nos ponemos a analizarlo, pero si lo hacemos… nos saldríamos del tema.
- … Yo no se. La última vez que lo vi estábamos en el salón. Estaba dormido a lo que pude notar – contesto la chica, después de un momento de silencio.
- Déjalo, Ayako – dijo de pronto cierto pelirrojo. – De seguro no quiso venir para evitarse la molestia de ser humillado por este Tensai – en su voz había demasiado petulancia. Su voz era demasiado cáustica; y su risa, demasiado estridente.
- ¿Quién va ser humillado, do'aho?-
Asustado al sentir aquella voz en su cuello, volteo para enfrentarse a su dueño. Con el ceño fruncido, y los labios torcidos en una mueca de disgusto, observo fijamente al ojiazul que estaba frente a él, apacible.
- ¡Rukawa! Que bueno que llegas – le dijo Ryota mientras se les acercaba a ambos jugadores – ve a cambiarte. Cuando este listo te integras al grupo B para un partido de práctica. El muchacho sólo asintió, al tiempo que avanzaba a los vestidores – y tu, Hanamichi, es hora que te tomes más enserio esto del equipo… no quiero que estés peleando con Rukawa. ¿Me entendiste?
- Si –
-o-
La práctica termino rápido. Había sido un muy buen entrenamiento, ese. Y aunque todos terminaron sudados y cansados, al final se dieron una refrescante ducha que les hizo sentir revitalizados.
Kaede fue uno de los primeros en salir del vestidor. Quería irse pronto a su casa. Quería echarse a dormir en su cama y dejar pasar el día. Olvidar todo para repetirlo al día siguiente, repetir la rutina una y otra vez.
Ahora caminaba con dirección a su bicicleta. Llevaba por delante a dos de sus compañeros, que platicaban tranquilamente sobre cosas sin importancia. Rápidamente llegó a donde su bicicleta y la desencadeno.
Cuando se subió a ella, notó que el tozudo pelirrojo salía del gimnasio apenas. Farfulló algo entre dientes. Quizá una maldición. Cuando apenas iba a pedalear, una suave vocecita a su espalda le llamo. Un tanto cabreado, volteo para ver quien era el atrevido, y vio a un muchacho de oscuros cabellos rojos y hermosos ojos cafés, le miraba.
- ¿Qué?- pregunto, en su voz había cierto temblor. Ese chico. ¿Por qué le recordaba a alguien?
- Ha pasado mucho tiempo¿no crees?- pregunto mientras le sonreía. De pronto, todo se volvió negro y lo único que escuchó fue cuando alguien gritaba.
Kaede se quedó de una pieza al ver como de repente ese muchacho había caído, inconsciente sobre el concreto. El golpe había sonado seco y fuerte. Varios de los compañeros de equipo de Kaede, que acaban de salir del gimnasio, se acercaron a ver. Pero antes de fue llegaran, Kaede se les adelanto, cargando entre sus brazos al chico.
- ¿Qué le paso?- pregunto Ayako, preocupada.
- Se desmayó – fue lo único que contesto.
- ¿Cómo¿Esta bien?- volvió a preguntar.
- Será mejor llevarlo a la enfermería – propuso Ryota.
- No – interrumpió – Yo me ocuparé de él…
Todos estaban sorprendidos por la actitud de Rukawa. Comúnmente, dejaría botado a quien fuera que se haya caído en el suelo, pero¿por qué no lo hizo esta vez¿Quién era ese muchacho pelirrojo?
Después de montar al chico en la bicicleta, subió y comenzó a pedalear con lentitud. Tal pareciera que no quería lastimarlo, y era cierto.
- ¿Quién era él?- pregunto Mitsui, curioso.
- Se llama Hashiba Kaze. Trasferido de Kyoto – contesto Haruko, que recién acababa de llegar. – Esta en mi salón.
- ¿De Kyoto?-
- Si – su voz se oía triste.
-o-
Ya había llegado a su solitaria casa después de pedalear unos minutos. Vivía un poco alejado del instituto, pero no había querido mudarse porque esa casa era lo único que tenía. Lo único que de verdad le hacía sentir bien.
- Es como si mis padres aún estuvieran aquí… - pensó, mientras dejaba la bicicleta en el garaje.
Vivía sólo desde hace ocho años, cuando sus padres fueron asesinados en un asalto al banco en navidad. Desde entonces ya no cree en ella.
Con cuidado, volvió a cargar al muchacho y lo metió a su casa. Después de subir la infinidad de escalones de los que constaba la escalera principal, se adentro a su habitación. En sus paredes sólo había pósters de la NBA adornándola.
También había una pequeña mesita de noche, donde dos portarretratos descansaban. En una de las fotos, salía una hermosa mujer de largo cabello rubio y ojos azules, acompañada de un hombre, de negros cabellos y mirada café – Mis padres –. En la otra, la mujer tenía en brazos a un pequeño niño, que se veía un poco revoltoso pero muy sonriente; mientras que el hombre, la sujetaba los hombros. ¡Que momentos aquellos!
- Lastima que ya jamás volverán…
Después de un hondo suspiro, dejó al chico sobre su cama, acomodando su cabeza sobre la almohada. Se veía tan tranquilo, con sus cabellos revueltos cubriéndole los ojos. En un movimiento, los apartó. Sonrió para sus adentros, al tiempo que se sentaba en la orilla de la cama.
Apenas sentir el hundimiento del colchón, el pelirrojo despertó y con lentitud abrió los ojos para ver donde estaba. Desde hacía rato que sentía una cálida presencia a su lado. Una tan cálida. Al reconocer al que le había cuidado, se sonrojo y agachó la mirada, mientras sus manos se aferraban a la sabana que lo cubría.
- ¿Estás bien… Kaze?
Kaze, al oírle llamar por su nombre de labios de aquél chico, no evito levantar, con algo de brusquedad, su mirada. Al ver la sincera sonrisa que Rukawa le regalaba, sus ojos mostraron debilidad, y dejaron asomar varias lágrimas cristalinas, mientras que apretaba fuertemente los labios. Sus mejillas ardían en un hermoso rojo escarlata. Al instante se aventó a los brazos de quien estuviera en frente suyo, a llorar, como hacía tanto que no hacía, de felicidad.
- ¡Kaede!- gimió, mientras que los brazos de Rukawa lo estrechaban contra su pecho y le decía palabras tranquilizantes al oído. Sus manos acariciaban su largo pelo rojo, mientras aspiraba profundamente su inigualable olor a manzana.
Rukawa se sentía tan feliz que, sin darse cuenta, él también comenzó a llorar cálidas lágrimas que parecían no querer acabar.
Fin del primer capitulo TˆT
¿Qué les pareció esta nueva historia? Bueno, esta historia va a ser un poco melancólica (que triste, lloraré TT) La última escena me recordó una canción, y al estarla escribiendo, casi se me parte el cucharón TT (ejem XD… corazón) Va así:
"Recordarte no resulta fácil/olvidarte, no lo haré jamás.../Cuántas veces quiero imaginar/que tú aún estás.
Recordarte no resulta fácil/pues me duele tanto el corazón...¿Cuánto tiempo debo soportar/este dolor...?
Y comienzo a recordar/tiempos que no volverán/tanta paz, tanto amor.../ tan sólo al oír tu voz.
Sin tu voz.../que voy a hacer sin tu voz.../Se me nubla la razón/sólo de pensar/que no oiré más tu voz.
Recordarte no resulta fácil/olvidarte, no lo haré jamás..."
A mi parece que le queda muy bien esta canción¿Uds. que creen? Bien, espero que me dejen review nn (ya conocen mi exigencia, sin review no hay continuación). Por cierto¿se han dado cuenta que siempre meto a un tercero D?
A la próxima. Besos.
®Copyright 2005 Aliss.chan
