Regreso a Japón: Takeshi Izawa

El joven Tsubasa Ohzora capitán de la selección japonesa y jugador del Sao Paulo Brasil se dispone a regresar a Japón.

Al llegar a Japón…

"Sanae, mi amor he venido a jugar el mundial sub-19 pero, si logro ganarlo te pediré que seas mi esposa. Se que no te he contestado desde que me fui y que quizás creas que solo quería aprovecharme de ti, pero yo me encargaré de convencerte de lo contrario."

Tsubasa llega a su casa y su madre lo recibe muy feliz de poder verlo nuevamente; aunque el joven sabía que Sanae podía estar enojada con el y no venir a recibirlo, el tenía la esperanza de que ella estuviera ahí.

-¿Mamá has visto a Sanae?- preguntó Tsubasa

De pronto el joven tuvo un mal presentimiento, lo podía adivinar en el rostro de su madre que se había ensombrecido de repente

-Hijo, hay algo que deberías saber…-

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Tsubasa iba corriendo bajo la lluvia…

"No puede ser cierto, no ¿Por qué Sanae? Si yo te amo tanto"

El joven llegó hasta una casa, donde esperaba encontrar a Sanae y ver que todo era una mentira.

Ding dong

La puerta se abrió y un niño salió atrás de ella

-Espera Takeshi, te vas a resfriar-

Era un pequeño niño de 3 años el que chocó contra Tsubasa

-Lo siento mucho…-

Ella ya no pudo decir palabra, ahí frente a ella estaba un fantasma del pasado

-Sanae…-

-Tsubasa, ¿Cuándo regresaste a Japón?- se oyó la voz de un joven

-Mamá quero salish a jugash-

El joven cargo al niño y dijo…

-Hijo ya te he dicho que cuando llueve no puedes salir-

Tsubasa no pudo soportarlo y salió corriendo de ahí, entonces era cierto, Sanae…

Su Sanae se había casado con Mamoru Izawa

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Al día siguiente Tsubasa estaba muy mal, no había dormido en toda la noche, había estado vagando y estaba seguro que de puro milagro no había pescado un resfriado.

El teléfono había sonado hacia apenas 15 min. y solo le quedaban 30 min. para llegar a la casa de Genzo, lo mejor era que tomara una ducha rápida y se fuera. Tenía que verse como si nada hubiera pasado, no podía permitir que nadie lo viera mal. Sanae y Mamoru estaban juntos y tenían una familia; por lo tanto haría todo lo posible por olvidarse de Sanae Nakasawa.

"Creí que sería para siempre, pero veo que me equivoqué. No permitiré que te burles de mi"

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En la casa de Genzo se encontraban varios amigos de la infancia, miembros del equipo Nankatsu de la secundaria y ahí entre ellos pudo distinguir a Mamoru, como lo odiaba nunca antes había sentido ese sentimiento, pero estaba seguro que si alguien lo merecía ese era Izawa.

-Bueno, y dime ¿Cómo te ha ido?- preguntaba Genzo

-Bien- dijo Tsubasa –ya estoy listo para ganar el mundial-

-Es bueno que nos reunamos todos los viejos amigos después de tanto tiempo ¿no?- dijo Ishisaki

-O los que se dicen tus amigos- dijo Tsubasa mirando desafiante a Mamoru

-No sabes lo que dices- dijo Mamoru

-Ah no?-

-Será mejor que me vaya-

-Te recomiendo que tengas cuidado Izawa, o ¿acaso Sanae llegó de blanco al altar?-

Tsubasa sintió como le daban un puñetazo en el rostro

-Con ella no te metas, te lo advierto Ohzora-

Tsubasa solo sonrió irónicamente mientras se limpiaba la sangre con la mano y acto seguido le dio un rodillazo a Izawa en el estomago.

-Eso es para que recuerdes que siempre serás comparado conmigo Izawa-

Tsubasa dejó a todos muy sorprendidos nunca creyeron capaz de algo así a su amigo.

-¿Estás bien Mamoru?- dijo Genzo

-Si, no se preocupen-

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"¿Qué me esta pasando? ¿Por qué hice eso? Maldigo la hora en que me enamoré de ti Sanae"

Tsubasa empezó a caminar y sus pasos lo guiaron a una casa y en el jardín pudo ver a Takeshi, era tan inocente. El balón que tenía salió a la calle y Tsubasa se lo devolvió, después de todo que culpa tenía el niño.

El niño sonrió y Tsubasa pensó que quizás debería dejarlos en paz…

-Takeshi, mi amor que haces aquí tú solo-

-fubol- dijo el pequeño –senor-

Sanae volteó y ahí estaba Tsubasa.

-Tsubasa yo…-

-No me digas nada, ya se que clase de mujer eres- dijo enardecido –Que bueno que no caí en tus redes-

-Takeshi, entra a la casa-

-si ma, dio senor-

Tsubasa se sintió terrible, había olvidado al niño por completo; solo observó avergonzado como Sanae introducía al pequeño a la casa, y después se dirigía hacia el.

-Como te atreves- dijo dándole una cachetada.

Y entonces ahí lo vio Sanae tenía los ojos llenos de lágrimas.

CONTINUARÁ