Esta historia pertenece al UA de los juegos del hambre. Los personajes no me pertenecen.

Regalo para Marizpe, lamento mucho la tardanza. ¡Un abrazo! Espero Te guste

Me disculpo de antemano por cualquier error de edición gramatical, de puntuación o de ortografía.

REGALO DE NAVIDAD cap 1

La víspera de navidad siempre era ansiosamente esperada por la familia Mellark-Everdeen. Los chicos se ponían como locos saltando de un lado a otro en sus camas, intranquilos y pensando en las mil y un maneras de quedarse despiertos para ver a Santa poner los regalos debajo del árbol, mientras su hermana mayor los miraba con queda indiferencia, típica de una chica adolescente.

―Es hora de ir a la cama― Decía con voz dulce el padre de los gemelos ―Santa no vendrá hasta que estén dormidos.

― ¿Santa traerá muchos regalos papá? ―Preguntaba emocionado Alex, el más pequeño y curioso de los dos.

― Claro que sí, pero sólo si son buenos niños y se quedan dormidos ― Ambos niños se miraron a los ojos y asintieron rápidamente a su padre.

En los 10 años que llevaban casados Peeta y Katniss, habían tenido un par de gemelos algo revoltosos y curiosos, que les hacían la vida un tanto entretenida a sus padres. Benjamin y Alex tenían el cabello rubio y ojos azules igual a su padre, y siempre tenían una pregunta para hacer.

― ¿Quieren que les cuente una historia para dormir?

― ¡Sí! ― Gritaron al unísono ambos niños

― Haber, haber ¿Sobre qué quisieran que les contara? ¿Sobre caballeros, dragones y princesas? O…

― ¿Cómo se conocieron tú y mamá? ― Interrumpió Ben, cariñosamente llamado así por los miembros de su familia

―Esa es una excelente pregunta. Todo comenzó el primer día de escuela cuando tenía 5 años. Su madre se ofreció a cantar una canción, y sólo Dios sabe lo hermosa que se ve cuando canta. Traté de acercarme un par de veces, pero en ese entonces era muy tímido y nunca tuve la oportunidad de hablarle. Las vacaciones de verano llegaron y en ese tiempo me preparé para estar mucho más decidido a hablarle, pero cuál fue mi sorpresa al llegar el día y no encontrarla en clase.

― ¿Por qué? ― Preguntaron al mismo tiempo los gemelos.

― Bueno, su padre murió en las vacaciones y ella y el resto de su familia se mudaron a otra ciudad. No la volví a ver hasta 20 años después.

― ¿Qué pasó?

― ¿Quieren saber cómo fue nuestro reencuentro?

― Sí papi, cuéntanos, por favor ― Habló emocionado Alex

― Bueno, ya que el público lo quiere así, les contaré, pero prométanme que después se irán a dormir.

― Lo prometemos ― Peeta sonrió al escucharlos hablar al tiempo y empezó el relato del día más importante de su vida

―Entonces, aquí va. Era víspera de navidad, justo como hoy…

Flash Back

Era un día frío, como cualquier otro de invierno. La pastelería como siempre estaba abarrotada de clientes, y así había sido desde que la había abierto 5 años atrás con mucho esfuerzo y ahorrando cada centavo que ganaba desde que había llegado a la gran ciudad con su familia desde su pequeño pueblo. Su sueño le había costado amigos y parejas, pero Peeta sabía que valía la pena; luchar por lo que quería valía la pena. Lo malo era que nunca tenía tiempo para nada más que para su trabajo, para sus pasteles, galletas y por supuesto, para su querida sobrina Katie, hija de Jhon, su hermano mayor. Ojos azules, cabello rubio, de contextura delgada y dotada de una gran inteligencia y curiosidad para sus 7 años, era la consentida del tío Peeta.

La navidad se acercaba vertiginosamente, tanto que ya era el día antes de navidad. Peeta aún no había hecho sus compras navideñas, y le debía un regalo muy especial a su sobrina favorita.

La niña le había pedido una muñeca que estaba de moda, y Peeta estaba muy confiado en que podía encontrarla fácilmente.

Al llegar a la juguetería buscó y buscó la dichosa muñeca hasta que a unos cuantos metros, de pie en su caja, se encontraba la única muñeca del aparador. Nunca pensó que sería tan difícil de encontrarla, pero al fin podía descansar en paz y comprarla.

Se acercó triunfante, y sumamente feliz agarró la caja. Pero al mismo tiempo, una mano más pequeña la cogía de la parte superior de la caja. Confundido, Peeta miró hacia su derecha y vio unos hermosos ojos grises mirándolo con recelo. De repente, recordó sin querer a aquella pequeña niña de linda voz.

― ¿Podría soltarla? Yo la tomé primero ― La voz de aquella mujer sonó muy familiar, y hasta cálida, pero al mismo tiempo estaba cargada de recriminación. Peeta sonrió.

― Creo que no puedo hacer eso, ya que yo la tomé primero― Los ojos grises chispearon dada la clara afrenta, seguramente ahí empezaba la guerra.

― ¡Creo que dije claramente que fui yo la que la tomó primero! ― La castaña trató de tirar de la caja, pero Peeta la haló de vuelta aun sonriendo.

―Oh creo que eso no fue lo que pasó, porque de hecho, también he dicho que yo he sido el que la tomó primero.

― ¡Suéltela! ― Respondió ella elevando la voz

―No puedo hacer eso ― Expresó él más calmado que ella.

― He recorrido muchos almacenes por esta muñeca y no me iré sin ella ― La mujer tiró con más fuerza de la caja, y los guantes que aún tenía puestos Peeta, le jugaron una mala pasada y se le resbaló la muñeca de las manos. Al soltarla, fue su contrincante quien, sorprendentemente también la soltó.

La muñeca salió volando por los aires para terminar en las manos de alguien más. El hombre que la recibió los miró aliviado y sin decir una palabra salió corriendo al mostrador para llevarla a casa.

La pareja se quedó quieta en el mismo lugar, se miraron a los ojos aún sin creer lo que había pasado. Cuando por fin pudieron reaccionar, fue la mujer la que habló.

― ¡Es tu culpa! ― Lo increpó iracunda su interlocutora.

― Esto no hubiera pasado si no hubieras insistido en quedártela.

― ¡Yo la tomé primero!

― Está bien, siento mucho ― Peeta se giró para irse. Dio una vuelta más por el almacén para constatar efectivamente que ya no había más existencias de la tan preciada muñeca.

Al salir al estacionamiento, vio de nuevo a la mujer con la que había discutido momentos antes dentro del almacén. Estaba desesperada, tratando de encender el auto

Sin proponérselo ya estaba hablando de nuevo con la morena.

― ¿Verificaste que no te hayas quedado sin gasolina? ― Los ojos de la chica se abrieron más de lo normal, mientras lo veía entrar a su auto.

―No puedo ser tan descuidada, ¿O sí? ― Respondió con un deje de duda.

Peeta se quedó un momento escuchando dos autos más allá, la forma en la que la chica maldecía su suerte al quedarse varada en aquel lugar y esperó. No supo por qué, pero esperaba que de alguna manera ella le pidiera ayuda.

Al rato escuchó un golpe en su ventana, no la había visto llegar, sin duda se había quedado ensimismado pensando en quién sabe qué cosas. Rápidamente abrió su ventana y puso cara de indiferencia, aunque no era muy buen actor.

―Hola de nuevo― La cara de la chica era algo indescifrable para él, parecía una mezcla entre duda, rabia, temor…

― ¿Qué quieres? ―Preguntó él

― Ya que estamos buscando lo mismo, ¿Qué tal si vamos juntos? ―Ahora podía notarlo, era desesperación, lo que se apoderaba del rostro de la chica.

―No sé…―Intentó hacerse el difícil, aunque con ella de alguna manera no era capaz―. ¿Cómo sé que no intentarás arrebatarme la muñeca si la encuentro primero?

―Puedes quedarte la primera que veamos. Aunque yo la vea primero, ésa será para ti.

Peeta lo pensó un momento, no tenía motivos para llevarla a donde ella quisiera, pero al mismo tiempo no quería dejarla allí plantada sin tener a dónde ir. Después de todo él era un buen hombre. Además estaba esa pequeña, ínfima curiosidad que sentía por aquellos ojos grises que lo atraían como hierro al imán. Ella lo miraba expectante, empezó a jugar con la tela sobrante de sus guantes, no quería quedarse atascada en ese lugar.

―Está bien, sube ―Y como si tuviera resortes, la chica corrió y se montó al auto, tal vez pensando que en el trayecto, él pudiera cambiar de opinión.

Peeta arrancó sin problemas y se encaminó hacia la avenida.

―Mi nombre es Peeta Mellark, ¿Y el tuyo?

―Katniss, Katniss Everdeen.

―Ahora ya no me siento tan desconocido ―El nombre de la chica le pareció haberlo oído en alguna otra parte, lo pensó durante un momento, pero luego lo desechó.

Los dos se quedaron callados hasta llegar al siguiente almacén. Se bajaron del carro y entraron.

―Busca tú hacia allá y yo iré en esta dirección ―Señalando el camino contrario― Katniss asintió y salió ―Nos vemos en 10 minutos ―Tuvo que levantar la voz para que ella le escuchara entre el gentío. Vio una mano levantarse en respuesta.

Estaba preocupado, en ese almacén tampoco estaba la muñeca, y al ver a Katniss, ésta tampoco le dio una respuesta afirmativa. Volvieron a montarse al auto y partieron al siguiente almacén.

― ¿Y para quién es la muñeca? ―Preguntó el panadero para matar un poco el silencio.

―Para mi hija ―Respondió sin emoción su interlocutora.

― No parece que tuvieras una hija, te ves demasiado joven.

― Bueno, esas cosas suceden. La tuve cuando tenía 18 años, y tú también pareces lo bastante joven como para tener una hija.

―Bueno, en realidad es para mi sobrina. Me la pidió para navidad, pero he estado muy ocupado en el trabajo.

Peeta se quedó pensando un momento, tal vez la había molestado con su comentario, parecía un poco incomoda por la situación, pero quería seguir intentando, quería conocerla.

― ¿En qué trabajas? ―Le sorprendió que fuera ella la que iniciara la conversación.

―Tengo una panadería, trabajo con mi familia allí. Esta ciudad nos ha recibido muy bien desde que nos mudamos.

La conversación murió allí, ella no volvió a preguntar nada y él tampoco por temor a incomodarla.

Revisaron otros dos almacenes y tampoco encontraron la ansiada muñeca. Estaban cansados, se estaba haciendo tarde y Katniss se estaba poniendo ansiosa. Y lo estuvo más cuando sonó su celular.

Peeta trataba de escuchar la conversación, pensando que quizás fuera su esposo quien la estuviera llamando.

―Hola Madge―

― ….

―Sí, lo siento, no he podido encontrar la muñeca.

―…

―No te preocupes, llegaré a tiempo ―Katniss colgó su teléfono y miró atentamente a Peeta.

―Creo que éste será el último almacén que revisemos juntos, mi amiga está cuidando de mi hija mientras estoy fuera, y tiene que irse pronto.

―Está bien ―Respondió el rubio mientras parqueaba.

Como en las anteriores ocasiones, se separaron y empezaron a revisar las estanterías. Peeta revisó hasta el último rincón y no encontró nada, así que fue a buscar a Katniss para ayudarle a buscar. Pero cuál fue su sorpresa al verla discutiendo con un hombre que le llevaba por lo menos 50cm y más de 60kg. Si, lo había notado, Katniss era de estatura baja, y no creía que pesara más de 50kg, y sí, sólo había sido por mera curiosidad.

Empezó a caminar hacia la pareja con precaución

― ¡Devuélmela! ―Gritaba eufórico el gigante, pero Katniss no se amilanaba. El rubio notó que tenía lo que debía ser el único ejemplar de la muñeca en el almacén, y también notó la enorme mano que se levantaba hacia ella.

Peeta no tuvo más remedio que correr…