Chronicles of Narnia y sus personajes no me pertenecen.
Segundo
Ahora realmente lo ha entendido del todo.
Pese a que la locura dejó salir el opresivo rencor a la superficie y al rostro iracundo de Caspian, nunca dudó un minuto de que cada palabra suya era estúpida y recorrer los remordimientos antiguos no traería nada. Nadie le había obligado a callar, recibir órdenes y comandar a las tropas sólo en ausencia del Sumo Monarca; bien podría haberlo cambiado, de desearlo tan fervientemente.
El de atrás, la reserva, el nunca visto. Veía siempre la partida inminente de Peter a alguna campaña olvidada mientras su posición le obligaba a permanecer en el castillo, bajo las miradas acuciosas de seres que no lo perdonarían demasiado pronto. Silencioso, cabalgaba al encuentro de su hermano malherido, no pudiendo más que atenderlo y asegurarle que estaría allí.
Desde su posición, no cambiaría nada. Lo sabía, se lo repetían las pruebas y los heridos mil veces atravesados. Refrenado bajo el influjo de una orden de su rey, una petición de su reina o una súplica de la única entre sus hermanos que podía comprenderlo.
—Dejemos a Peter y Susan manejarlo, Ed. —repetía Lucy en tono compasivo, dulce como acostumbraba mostrarse—. Así lo quiere Aslan.
Y ahora, porque otrora jamás comprendió completamente el motivo de contemplar en silencio la pena de los que amaba sin la capacidad de evitarlo, la razón sonreía en el grito helado de la bruja desvaneciéndose en la bruma y una nueva luz naciente. En ese momento, en el alivio de Caspian y Lucy, el susurro de la verdad musitó en su mente librándole del peso.
Sonrió, rodeando los hombros de su hermana.
Ser primero era una tarea que no estaba listo a cumplir; no era magnífico como Peter, gentil como Susan, ni tenía la creciente humildad de Caspian. Aslan, que lo conocía más allá de lo que su propio corazón entendía, delegó la función a quien le correspondía, pues la merecía más que nadie.
¿Aceptaría acaso que sus hermanos sintiesen la misma desesperación, engullesen los demonios e infinitas pesadillas de errores cometidos sin culpa? ¿Sería capaz que delegar a alguien la pena que traía observas tras bambalinas y enderezar entuertos ajenos sin derramar una lágrima?
Como la paga por un camino errado que no olvidaría, la gris misión del segundo, suspiró, siempre y sólo le pertenecería a él.
N/A. Ignoro si esto tiene algún sentido o no, pero tenía que escribir algo de esa escena del Viajero del Alba. Comentarios, tomatazos y dudas, con sus reviews.
