Recuerdos.
Estaba oscuro, era un lugar húmedo y frío, únicamente entraba luz por entre los barrotes de la ventana, era una luz tenue, cuando sus ojos se acostumbraron a ella, pudo ver en donde se encontraba; era una celda bastante pequeña, pero lo suficientemente grande para caber de pie y deambular un poco, definitivamente estaba en la prisión de un barco; paredes, puerta y techo de hierro de gran espesor y para finalizar un retrete maloliente del mismo material. Tenía grilletes de kairoseki en las muñecas, se sentía cansada por efecto de las esposas, pero nada más, después de tanto tiempo como usuaria, y gracias a su entrenamiento ya no le quitaba tanta energía como antes, se podría decir que casi ha llegado al punto donde únicamente anula la habilidad de su akuma no mi.
Finalmente, esta era la situación, ya había anochecido, eso quería decir que llevaba varias horas capturada en un barco de la marina, despertó desorientada pero finalmente pudo recordar cómo se había metido en tal problema.
Esa mañana...
La mañana era helada, puesto que llegaron a una isla de invierno, y ya en la cocina disfrutando del desayuno preparado por Sanji para la ocasión, se disponían a repartir las tareas para bajar a la isla al terminar la comida, o ese era el plan hasta que Nami revisó el clima.
—Chicos, malas noticias no podremos bajar a la isla hasta después de mediodía se avecina una gran tormenta de nieve —dijo la navegante quien volvió a sentarse a la mesa.
—¡¿Qué?! —un grito de indignación fue todo lo que se oyó en la cocina del Sunny Go por parte de los niños de la tripulación del sombrero de paja: Usopp, Chopper y por supuesto Luffy.
—Pero Nami…—protestó el capitán con un puchero.
—Pero nada, si bajamos ahora no llegaremos a tiempo al pueblo y seríamos sepultados en la nieve —dijo esto mientras se frotaba las manos heladas aún con guantes puestos.
—Como tú ordenes mi querida Nami-san —dijo Sanji bailando a su alrededor con ojos de corazón.
—Toma este chocolate caliente para darle calor a tu hermoso cuerpo, así como para entibiar el corazón que yace en tu dulce pecho —le entregó la taza con rapidez, pero al escuchar sus palabras y posar su vista en los desarrollados atributos de la navegante, aunque tapados por un grueso abrigo naranja, no pudo evitar salir disparado a causa de una gran hemorragia nasal golpeándose con la barra, quedando inconsciente con cara de pervertido.
—¡Aghgggggh!, ¡Necesitamos un médico, Sanji está inconsciente! —gritaba Chopper corriendo de un lado al otro.
—¡TÚ ERES EL MÉDICO! —le gritaron todos al mismo tiempo a excepción de Robin que bebía café, Brook que reía sin control y Luffy que robaba comida de todos lados aprovechando la conmoción.
—Ah, cierto —dijo el renito dando un salto para estar a la altura de la cabeza del cocinero revisándolo.
—El golpe detuvo la hemorragia nasal, pero debo vigilarlo para ver que no se haya formado un coágulo —dijo de forma muy profesional el pequeño.
—Oh no, eso sería terrible, puede subir al cerebro, causarle un derrame y morir —dijo Robin con total calma.
—Robin no digas cosas tan horribles —dijeron Usopp y chopper horrorizados.
—Tsk, morir por una tontería como esa, digno final para el ero-Cook —dijo Zoro sin dejar de beber.
Y por fin reaccionando toda la situación Luffy gritó —¡Sanji va a morir, tienes que salvarlo Chopper!, ¡¿Quién va a preparar la meshi?! —Dijo eso con lágrimas en los ojos mientras se metía un enorme trozo de carne en la boca.
—¡A callar! —gritó la navegante mientras daba un fuerte puñetazo en la cabeza de su capitán—. Nadie va a morir, ahora Chopper llévate a este idiota a la enfermería y revisa que no haya quedado peor —dijo la peli naranja más calmada.
—Sí —asintió él y transformado en su heavy Point cargó al cocinero y pasando al lado del chico de goma, extrañado le preguntó— ¿Luffy, no tienes frío? Está nevando afuera, te enfermaras si no te cubres.
Este desvío su vista del plato de comida un instante y con confusión en su mirada, vio como todos tenían gruesos abrigos y gabardinas, guantes y gorros de lana para soportar el frío propio de una isla de invierno.
En un instante se convirtió en un témpano de hielo gritando —¡QUÉ FRÍO, ME CONGELO!
—No se había dado cuenta —dijeron todos suspirando con una gota de sudor en la frente.
—Fufufu, toma Luffy —dijo Robin con una sonrisa, mientras le entregaba un abrigo rojo.
—Gracias Robin —respondió él devolviendo la sonrisa.
Nadie se sorprendió por esto, era usual que lo hiciera, solamente una persona notó cuando se sacó los guantes y en un momento floreció camino de brazos qué traía consigo el abrigo, ella al sentirse observada, lo miró a los ojos y le dedicó una gran sonrisa, él al ser descubierto mirándola desvió su vista algo sonrojado.
¿Cómo era esto posible? muy simple, sin pretenderlo o darse cuenta se había convertido en un hábito estar pendiente de sus acciones, al principio como siempre lo dijo era para mantenerla vigilada de cualquier indicio sobre una posible traición de su parte.
Pero, ahora simplemente la miraba ese rostro que no cambia, siempre con una sonrisa, sin embargo si veías lo suficiente te darás cuenta de que cada mirada era única, tan única como para quién era dirigida; para Nami que la considera como su hermana, es tranquilizadora y transmite comprensión, evitando que enloquezca y quiera matarlos a todos. Para Chopper, era maternal con una dulzura que no era para nadie más, para Usopp siempre era de diversión, tanto de diversión por sus locuras como de sus reacciones ante algún comentario macabro por su parte; para Sanji era de alegría simple y pura, parecía que a él le gusta verle sonreír, más aún si es por alguno de los platillos que éste prepara para ella, y lo sabía así que siempre lo hacía. Franky y Brook era difícil definir si tenían su propia sonrisa, tienen afinidades entre sus historias, la soledad de Brook y el hecho de que el gobierno mundial ejecutase a el maestro de Franky y lo condenara a años de anonimato.
Sin embargo entre todo compartían todas las sonrisas, dos factores comunes que no siempre estuvieron ahí pero que ahora no se apartan: cariño y confianza.
Y antes de poder seguir analizando todo esto, la voz de Luffy lo sacó de sus pensamientos —NIEVE —dijo sumamente emocionado el mugiwara.
—Deja de gritar idiota —dijo Zoro molesto—. Es obvio que hay nieve, es una isla invernal.
—¡CONCURSO DE MUÑECOS DE NIEVE! —gritó frenético el capitán saliendo de la cocina, y todos los chicos presentes excepto Zoro, le siguieron con un entusiasta —SÍ.
—Alto ahí —dijo la navegante con una calma inusual que alertó a todos— ¿No piensan dejar aquí todo el desorden del desayuno, verdad?
—Pero Nami, hay nieve afuera —protestó el monito con pesar.
La peli naranja estaba a punto de repartir labores y golpes para hacer cumplir los mismos, pero una hilera de brazos fleur se adelantó tomando la vajilla sucia y llevándola al fregadero.
—Gracias Robin —dijeron todos al mismo tiempo, haciendo una reverencia como niños educados.
—No hay de qué —Contestó ella, con su imborrable sonrisa, y dicho esto salieron a cubierta para empezar su competencia.
—¡VOY A HACER AL REY DE LA NIEVE! shishishi.
—Ahora verán por qué me llaman el gran capitán Usopp rey de los escultores.
—Tal vez haga una belleza de nieve que me enseñe sus bragas yohohoho.
—Eso sí que sería SUPER —y demás tonterías salían de sus bocas mientras se alejaban.
—Los consientes mucho Robin —dijo Nami mientras ayudaba a levantar la mesa.
—Sólo son platos Nami —respondió la arqueóloga, que seguía sentada tomando de su taza de café, mientras los brazos fleur terminaron de lavar los platos.
«Tampoco es que se esfuerce demasiado», pensó Nami, mientras en ese momento entraba Chopper por la puerta que conecta la enfermería con la cocina.
—¿Eh? ¿Ya se fueron todos? —preguntó el doctor.
—Salieron a cubierta para el concurso —respondió Nami sin darle importancia.
—¿Huh?, ¿también Zoro? —volvió a preguntar Chopper.
Nami se extrañó por la pregunta, buscando a Zoro con la mirada se dio cuenta que no estaba. A lo que Robin simplemente contestó —No, él se fue al puesto de vigía en cuanto terminó de comer —después de decir esto, Nami se quedó con una mirada pensativa puesta en Robin.
«¿Cómo, es que solamente ella notó cuando se fue?», pensó
—Oh, ya veo —dijo él, y antes de salir también a jugar, se detuvo y un poco vacilante preguntó—: ¿No van a salir también a jugar? —Puso ojos enormes esperando una respuesta afirmativa.
—Ni hablar, está helando afuera —habló Nami
—Enseguida voy Chopper —afirmó Robin señalando la taza de café en su mano con una risita. Éste al haber conseguido que, por lo menos Robin saliera a jugar, se fue contento dando saltitos.
La navegante, había estado observando el comportamiento de Robin desde que se reencontraron y la encontraba mucho más contenta, y abierta a expresar lo que pensaba a sus nakamas, si bien su seriedad habitual no había cambiado, su semblante era mucho más sereno y libre, su trato con todos se volvió mucho más cercano, personal y cariñoso en algún sentido, no es que se la pase abrazando y besando a todos todo el tiempo (aunque para cierto cocinero eso sería un sueño hecho realidad), pero el cambio era evidente, sin embargo, como todo lo relacionado con una onna como Robin todo estaba en notar las sutilezas.
Y es ahí donde Nami, recordando con mayor atención los detalles vio algo que tal vez siempre estuvo ahí y nadie notó, y nadie notó porque no le incumbía a nadie mas que a esos dos. De pronto todo adquiere sentido para ella, las miradas, los diálogos cortos seguidos por una respuesta hostil por parte de él, que siempre obtenían en respuesta una sonrisa única y una risa más armoniosa y melódica que cualquier otra, solamente para él como si justamente esa fuese la respuesta esperada por ella de su parte y, que finalmente lograba darle la victoria mostrada en un rubor en el rostro del espadachín desde aquella primera sonrisa dedicada por la entonces Miss All Sunday a Zoro.
Para qué irnos tan lejos en el tiempo si hace un momento dieron una muestra de ese comportamiento tan peculiar entre ellos. Nami estaba segura y no se iba a quedar de brazos cruzados ante la posibilidad que esta nueva información le estaba dando así que decidió ser directa.
En cuanto Chopper salió de la cocina Nami se cruzó de brazos frente a Robín, viéndola acusadoramente dijo: —Y bien, ¿Cuándo piensas aceptarlo?
—¿Aceptar, que Nami-chan? —Insistió la arqueóloga con una mueca divertida.
—¿Nami-chan? No quieras burlarte de mi Robin, ¡JAMÁS ME LLAMAS ASÍ! —resopló la peli naranja dándole un aspecto adorable de niña enojada.
—Disculpa, jamás haría tal cosa —dijo aún más divertida la mujer.
Nami hizo una mueca de fastidio ante tal afirmación, suspirando para poder calmarse continuó hablando—. Como sea, sabes a lo que me refiero —la señalo acusadoramente con el dedo —¿Cuándo vas a admitir que te gusta Zoro? —sonrió victoriosa al creer que tenía acorralada a Robin, pero ella, hizo algo que tomó por sorpresa a Nami; cerró los ojos, soltó una ligera risa alegre que escondió con su mano y finalmente contestó:
—Te equivocas Nami, no sólo me gusta Zoro… lo amo —dijo tranquila sirviendo café.
—No me vengas con esos cuentos, —dijo Nami enojada—, he visto como lo miras, he visto como él te… —la cara de asombro de Nami ante tal declaración de su nakama era digna de una fotografía enmarcada.
—¡Qué?! —el grito de sorpresa de Nami fue tan fuerte que seguramente se oyó hasta el East Blue. Inmediatamente después de el grito ensordecedor, la chica reaccionó yendo rápido hacia la puerta de la cocina donde ya estaban todos los chicos que jugaban en cubierta listos en posición de ataque.
—¿Qué sucede Nami?, ¿nos atacan?, ¿se terminó la carne? —dijo Luffy que puso especial énfasis en la última parte.
—Na na.. nada sólo fue un insecto enorme que vi —respondió la navegante tratando de calmarse.
—¿Es en serio, por donde se fue? —preguntó Luffy mucho más emocionado.
—Eh... creo que salió por la puerta cuando entraron —dijo Nami inventando una excusa para sacarlos de la cocina y poder así, hablar con Robin sobre lo que había dicho.
«Lo admitió, ¿TAN FÁCILMENTE? tengo que saber qué está pasando aquí»,pensó.
—¡Genial!, !Cabrones se suspende el concurso, comienza la cacería de insectos! —dijo el moreno.
—¡Bien! —se escuchó como respuesta de todos, para inmediatamente salir de la cocina.
Dejándolas nuevamente a solas, Nami cerró la con seguro la puerta tras ella para que no hubiera intento alguno de escapar por parte de Robin, la cual no se había movido de su asiento, olvidando que si ella realmente quisiera escapar, simplemente una Robin fleur aparecería del otro lado de la puerta y se intercambiarán haciendo que la Robin sentada en la cocina desaparezca en una nube de pétalos.
—Muy bien, veo que no piensas dejarlo así ¿verdad? —preguntó la morena sin perder la calma, notando como su amiga se acercaba a ella con una mirada que sólo se le veía cuando tenía un gran tesoro frente a ella.
—De acuerdo, dilo abiertamente nadie más te oye. ¿Te gusta Zoro? —dijo Nami quien no sabía qué era lo que realmente quería escuchar como respuesta al cuestionamiento: que su amiga le confirmara que siente algo por el espadachín o que lo negara y ella siguiera observando llegando a la conclusión de que eso era mentira.
—Mmm… creo que lo dije antes Nami, no me gusta Zoro —respondió Robin.
—¡Ajá! —exclamó la navegante señalando nuevamente con el dedo—. Lo dijiste, yo te escuche, no lo niegues ahora —hablaba cada vez más rápido y emocionada la navegante.
—No niego nada, sólo corrijo el estatus de mis sentimientos por Zoro —respondió la pelinegra sin inmutarse, lo cual estaba sacando de quicio a Nami.
—!Pero cómo puedes decirlo tan tranquila¡ —dijo Nami al borde de la histeria.
—No le veo el problema Nami, simplemente acepto el hecho de que lo que siento por Zoro es amor, sin hacer un escándalo de ello —respondió la mayor de las mujeres de los Mugiwara con una sonrisa.
La cara de Nami era un poema, en cuestión de segundos pasaba de la incredulidad a la histeria, de la histeria a la felicidad y de la felicidad al asombro. Tal fue su reacción que para evitar que cayera al piso, unos brazos fleur le acercaron una silla y le ayudaron a sentarse.
—Pero, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde? ¿por qué él? —preguntó la navegante—, admito que tiene su a-gh, su a-gh, su atractivo —dijo al borde de las náuseas.
—Pero estamos hablando de el mismo hombre que no dudó en amenazarte de muerte si llegabas a traicionarnos —dijo Nami.
—Si, no dudó en advertir a una amenaza potencial para sus nakamas y su capitán —respondió la arqueóloga.
«También es cierto que considerándola su enemiga no vaciló al protegerla en varias ocasiones», pensó la navegante.
—Pero aun así, eso sigue sin tener sentido para mí —dijo Nami, la cual, en el fondo estaba feliz de confirmar sus sospechas con respecto a su amiga para con el espadachín de los mugiwara.
—No tiene que tenerlo, por lo menos, no para ti Nami —dijo la mayor—. En un principio supuse que era simple atracción, pero había algo más en él que me intrigaba, pasando por el hecho de que representaba para mi, una de mis más grandes fascinaciones, un misterio, no podía leerlo ni predecir sus reacciones con facilidad como lo hice con el resto…
—¡Oye! —interrumpió Nami ofendida con el comentario.
… fufufu, lo siento pero es la verdad —dijo riendo Robin para continuar hablando—. A pesar de ser de quien más tenía información, no podía usarla para encontrar alguna debilidad o algún aspecto que me fuera de utilidad para ganarme su confianza. Sin embargo, me seguía pareciendo interesante, cómo cada uno de ustedes con personalidades tan diferentes se complementaban de una manera única —dijo Robin con una sonrisa y con un tono tan alegre, que revelaba la estimación y el cariño que les tenía a esos primeros recuerdos con su alocada familia.
El ver esa sonrisa tan amplia y tan sincera por parte de Robin hizo que Nami esbozara una igual, ya que, quien conociera bien a Robin (aunque eso sería casi imposible pensó Nami), sabía que, aunque casi siempre solía llevar una sonrisa, pocas veces, aunque ahora más que al principio, era tan grande como la que estaba presenciando en ese instante.
—Bien, bien, no nos salgamos del tema Robin —dijo Nami regresando a la actualidad—. No estamos hablando de lo manipulables o predecibles que pudimos llegar a ser en su momento, estamos hablando de el hecho que admitiste que no solamente te gusta Zoro sino que admitiste que lo amas.
—Oh mira, takara no chizu —dijo Robin señalando un mapa viejo de la isla donde se encontraban que la misma Nami había traído consigo.
—¿DÓNDE? —preguntó la navegante en modo detector con los ojos convertidos en signos de berries, abalanzándose contra el mapa, a lo que Robin simplemente pudo reaccionar con una sonora risa que por poco se convierte en carcajada.
Nami seguía revisando el mapa por todos los lugares posibles, hasta que llegó a sus oídos la risa de Robin, que la hizo detenerse en seco, sonrojándose inmediatamente al darse cuenta que había caído en esa tonta broma por parte de su nakama «y ella es la más madura de todos nosotros», pensó, para inmediatamente después mirar a Robin con unos ojos que hubieran hecho que cualquiera saliera huyendo por su vida exceptuando a la pelinegra, la cual se veía del todo divertida con la situación.
—¡NICO ROBIN! —Dijo una más que exasperada, molesta y avergonzada navegante alzando la voz.
—Presente —fue la respuesta de la mencionada.
Soltando un bufido en señal de frustración, trato de cambiar la táctica para que Robin dejara de voltear el asunto para su diversión.
—Robin Onee-chan —dijo con la voz y rostro más dulce que pudo salirle en ese momento, a lo que la aludida sólo arqueó una ceja en respuesta.
—No seas mala conmigo yo solamente quiero saber —dijo con voz dulce, inflando las mejillas y unos ojos que reflejaban tal inocencia que más de uno caería en la trampa.
Robin no se inmuto por la cara tierna de Nami que hubiera hecho que Sanji cayera inconsciente (si no lo estuviera ya) y que cualquiera que no la conociera cedería ante toda petición que saliera de su boca, sino que con una sonrisa maliciosa que duró sólo instantes y pasó totalmente desapercibida por Nami, cambió su expresión a una tan adorable e inocente con sólo poner una sonrisa, que la pelirroja parecería un ogro a su lado.
—De verdad, ¿te molesto, Nami? —fue lo que contestó la arqueóloga, con una voz que se sentía tan extrañamente natural con la dulzura del tono, que realmente parecía estar apenada u ofendida por lo que dijo Nami.
Por un instante Nami creyó el haber ofendido a Robin, después de todo ella era la que la estaba interrogando y realmente no se estaba negando a contestarle pensó apenada y titubeo para disculparse —Eh ahh- Ro-Robin yo lo sie…
—Fufufu, gané —fue lo que dijo Robin quien detuvo a Nami en su disculpa.
«Demonios caí completamente en su broma, otra vez», pensó para sí misma la navegante, si se trata de manipular, le faltan años a Nami para engañar a Robin siempre lo supo pero una confirmación no viene mal.
Robin pensó que tal vez sí estaba siendo mala con Nami y en forma de disculpa dijo —muy bien, ¿qué deseas saber exactamente?
Nami no notó ningún indicio de cualquier cosa que fuera más allá de la pregunta, así que se animó a preguntar —¿es verdad lo amas?
—Sí —respondió sin titubeos.
—¿Segura? —dijo Nami con una sonrisa.
—Absolutamente —la forma en que lo dijo y aquel brillo en su mirada era prueba suficiente.
—¿Cómo? —preguntó emocionada.
—No lo sé, en dos años te das cuenta de muchas cosas —cómo hacer entender a Nami lo que a ella misma le costó comprender en su momento, que cualquier argumento a su favor sólo era una razón más para quererlo, sin embargo no era la causa principal.
Es valiente, es fuerte, su sentido del honor y del deber es innegable, su lealtad es absoluta y tantas otras cualidades que son parte de él y aun con todas ellas ganó la batalla con sólo verla a los ojos, haciendo que, en cada diálogo con él la victoria aparente fuera suya, pero realmente fue su propia protección, su propio muro el que iba resquebrajándose poco a poco haciéndola sentir protegida en su presencia, su demoníaca presencia.
El sentirle cerca observándola desde la distancia la hacía sentir segura, cosa extraña con el hombre en mayor desacuerdo a su pertenencia a la tripulación. «El destino es caprichoso», pensó divertida.
Nami veía a Robin en un viaje por su mente y sus recuerdos, no estaba en la cocina con ella de eso estaba segura, su mirada era brillante en un punto fijo en la nada con una sonrisa incapaz de ser fingida, estaba más que claro su mejor amiga había decidido, estaba enamorada, no, amaba según sus propias palabras al baka marimo al demonio Roronoa Zoro; que pareja un oni para una akuma, no podía estar mas feliz por ella si había alguien que mereciera ser feliz a su juicio era ella Nico Robin, aunque fuera con el único hombre en este mundo capaz de perderse en línea recta, esto le hizo surgir una duda, sintió pena por interrumpirle pero debía aclarar una última cosa.
—¿Robin? —pregunto para llamar su atención.
—¿Sí? —respondió saliendo de su mente.
Nami intentando contener su emoción y un grito digno de cualquier fangirl, con un semblante lo más serio que pudo preguntó directamente
—¿Qué piensas hacer al respecto?
—¿Mmm? ¿respecto a qué? —dijo Robin con una duda genuina.
—Respecto a ti y Zoro, ¿piensas decirle?
—No, no es el momento adecuado.
—¿Qué? ¿momento adecuado? —repitió Nami confundida.
