Cenizas de una Ciudad Muerta
Capítulo I: Who are you?
La rueda emitió un suave ronquido al rodar sobre la grava, y detenerse al fin. Tras apagar el motor, y retirar la llave del contacto, un hombre abrió la puerta del coche y se bajó del vehículo, a la vez que mientras pasaba al lado de la carrocería, abría el depósito del gasóleo. Fue hacia el surtidor de gasolina más cercano, e introdujo el manguito en el depósito, mientras sus ojos giraban entre mirar la cantidad de gasolina (no quería pasarse de 20 litros) y recorrer la zona con la mirada.
Una pequeña gasolinera de las afueras de South Ashfield era el término de la parada, y luego por fin llegaría a casa de su ex-mujer, a recoger a su hijo de pocos años, que permanecería con él durante 2 meses, aproximadamente. Respiró hondo, y cuando el contador de gasolina llegó a la cantidad deseada, pulsó el botón de detener el flujo de combustible, y sacó la manguera del depósito. Cerró el tanque de gasolina, así como la puerta del coche, y caminó hacia el bar, cuya puerta se encontraba abierta, invitándole a entrar.
El hombre accedió al local, y se vio la imagen de un hombre con una chaqueta ¾ color verde oliva tumbado en la barra, con un vaso vacío y una botella vacía también. El camarero limpiaba unos platos con un paño mientras miraba al nuevo cliente.
– Buenas, acabo de llenar el depósito y para… –dijo el recién llegado, mientras mostraba en la mano la cartera, refiriéndose al pago. No consideró que hiciesen falta más palabras.
El camarero, con un gruñido, le señaló hacia la izquierda, donde a un lado había otro mostrador, con otro empleado bastante más joven, que supervisaba la cantidad de gasolina expedida. Le dijo el importe, y una vez cumplida la transacción, el hombre se acercó a donde se encontraba el durmiente, y se sentó en uno de los taburetes de la barra.
– Duerme bien, ¿no? –dijo señalando al borracho.
– Ya ves, bebe como si fuera agua… sólo lleva tres cuartos de hora aquí y se me ha ventilado la botella entera. –contestó el camarero.– Sólo sé que se llama John H.C, y sólo comentó que iba a Silent Hill, un destino bastante curioso. Son realmente pocos los que van allá.
– Vaya… rumbo a Silent Hill… ¿Pero y cómo ha llegado? No he visto ningún otro coche ahí fuera…
– ¿Cómo que no? ¿En serio? –preguntó el camarero.– Qué raro, me parece increíblemente que este elemento haya venido caminando… ¿de dónde coño habrá salido?
El recién llegado se encogió de hombros. En realidad tampoco le importaba mucho la vida de ese tal John. Pero sin embargo, el camarero pecaba de exceso de curiosidad.
– A propósito –inquirió éste.– ¿Cuál es su nombre?
– Jack Ryan.
El camarero extendió la mano.
– Pues encantado, Jack. Mi nombre es Alex. Y dígame, ¿a dónde se dirige?
– Me dirijo de Ashfield a Brahms, a casa de mi ex mujer. –contestó Ryan.
– ¿Y le costaría mucha molestia llevar a este elemento destino Silent Hill? Le pilla de camino…
Jack meditó la propuesta.
– Hmm… bueno, realmente sólo sería desviarme algunos kilómetros. ¿Pero porqué no se puede quedar aquí? Que duerma la mona aquí y se le pase la borrachera.
– Es que, verá, el problema está en que tenemos que cerrar esto completamente, es fin de semana y aunque solemos abrir, mañana libramos. Y no vamos a dejar a nadie aquí a solas. Mi hijo y yo siempre hacemos eso. A menudo nos ha pasado, y siempre solemos sacar a la gente afuera, y que se queden a dormir, pero no nos gusta hacerlo… Últimamente hay demasiados casos de gente desaparecida por estos lugares. No le pediríamos ese favor si hubiera algo más que pudiésemos hacer, de verdad.
Jack miró al empleado que le había cobrado la gasolina, dándose cuenta de que el asombroso parecido familiar entre él y el camarero no eran fruto de la casualidad.
Meditó unos instantes. La verdad es que no le suponía tampoco tanta molestia llevar al borracho a Silent Hill, y dejarle en algún banco. O quizás hablase, y podría llevarle al sitio exacto donde quisiera ir. Quizás viviese en Silent Hill.
– De acuerdo, me lo llevaré. Me viene de camino, así que no hay problema. De todos modos… ¿son ciertas esas leyendas que cuentan sobre Silent Hill? Lo del pueblo maldito, y toda esa historia.
Alex rió con fuerza, pero se trataba de una risa forzada.
– ¡Claro que no, hombre! Sólo son habladurías…
Jack dudó unos instantes.
– Pero, ¿y lo que me acaba de decir de desapariciones?
El camarero miró brevemente hacia ambos lados, y se acercó un poco a Jack, haciendo más íntimo el contacto.
– Vamos, hombre, vamos… por favor, seamos serios. De Silent Hill cuentan todo tipo de historias paranormales, pero esto, tío… esto es real. –hizo un gesto de abarcarlo todo alrededor con la mano.– Está pasando algo, pero yo no creo que tenga nada que ver con el pueblo de Silent Hill. Además, la gente está desapareciendo de otro pueblo, seguro que algo ha oído, Sheperds Glenn.
Jack asintió con la cabeza, conocía el nombre del pueblo y las historias de niños desaparecidos.
– Sí, el pueblo ese, al otro lado del lago. Es un lugar pequeño, de ambiente cerrado. Recuerdo lo de los críos desaparecidos, pero por lo
Alex negó con la cabeza, y se inclinó aun más por encima de la barra, como si le fuese a hacer una confidencia a Jack.
– No es sólo eso. Desde siempre ha estado desapareciendo gente, en los alrededores, pero simplemente que ha desaparecido gente, pero esto lleva así desde hace mil años. Ahora no tiene nada que ver con niños, las últimas personas desaparecidas fueron dos excursionistas, y de eso fue hace año y medio, aproximadamente. Dejaron el coche aparcado en este lugar precisamente, se fueron a dar un paseo… y nunca jamás regresaron. Hubo partidas de búsqueda, que incluso llegaron a todos los pueblos cercanos, pero ni rastro de ellos; al igual que tampoco se encontró nada de los anteriores… aproximadamente cada dos o tres años, desaparece una persona.
Jack tragó saliva.
– ¿Y de verdad no encontraron nada? ¿Y a qué conclusiones llegaron?
– Pues nada interesante. Desaparecidos, nunca jamás se supo, el coche fue al depósito municipal, y tras un año, fueron declarados oficialmente muertos.
Jack silbó, mientras asentía con la cabeza, y Alex hizo lo mismo. Se retiró hacia detrás de la barra.
– Sí, señor. Una jodida putada. ¿En fin, seguro que no le apetece tomar nada? ¿Un licorcito, quizás? ¿Un whiskito?
– No, no, muchas gracias, que tengo que conducir.
– ¿Café?
Jack fingió una sonrisa. La verdad es que el camarero Alex le daba un poco de mal rollo…
– Muchas gracias, pero no. Debo llegar pronto a destino, y si además tengo que pasar por Silent Hill…
– De acuerdo, de acuerdo, no hay problema. Nos vienen pocos clientes, y me temo que ésta semana apenas vamos a hacer caja. – Alex sacudió la cabeza, resignado.
– ¿Suele venir mucha gente por aquí que vaya rumbo a Silent Hill?
– Rotundamente no. –respondió de inmediato el camarero. Todos van a cualquier otro lugar, excepto a ese pueblo. La verdad es que no entiendo como es tan grande y no ha quebrado. Sheperds Glenn, por ejemplo, es la mitad de pequeño y recibe muchas más visitas. En fin, de todos modos, ¿sabe usted llegar a Silent Hill? Es fácil, pero mucha gente tiende a pasarse la salida. Como es un destino turístico poco frecuentado…
Pocos minutos después, Jack estaba en su coche, rumbo a Silent Hill. El amable Alex, contento de su ayuda para librarse del tal John, le había ayudado con indicaciones sobre la mejor ruta de llegar al pueblo. De todos modos, el hombre era un tanto extraño, y al parecer se moría de ganas de contarle a Jack más siniestras historias sobre vete a saber qué. En su interior, Jack se moría de haberse largado de ese lugar.
Llevaba aproximadamente diez minutos en carretera, y tras haber virado en la intersección desde Pleasant River (condado 73), buscaba acceder a la parte baja de Silent Hill, poco poblada, pero la mejor forma de llegar. De otro modo, tendría que dejar el coche en un mirador y tener que ir un tramo por los caminos de tierra, arrastrando a John. Dicha idea no le agradaba demasiado.
Miró por el rabillo del ojo a su dormido compañero de asiento. Bien sujeto con el cinturón, su cabeza se movía o se inclinaba conforme Jack cogía una curva o adelante y hacia atrás con los vaivenes de tráfico.
Tras pasar el desvío, observaba la triste y solitaria carretera. Se encontraba pésimamente cuidada, y eso que antaño fue un agradable destino turístico, bastante visitado por todo tipo de gente. Pero el pasar de los años habían convertido el hermoso pueblo a orillas del lago en un lugar solitario y alejado, en el que la gente se encerraba en sí misma y eran muy pocos los que iban. Todavía menos los que volvían, y casualmente nadie de los que se quedaban en Silent Hill dejaba atrás parentesco o pareja. Eran personas en busca de algo nuevo. Unas tranquilas vacaciones, quizás. O algo nuevo y mucho más extraño que solo podría ser encontrado en este poblado...
Estoy seguro que más de uno se habrá dado cuenta que esta historia es exactamente la misma que ésta otra: s/2274918/1/Cenizas_de_una_ciudad_muerta
Correcto, es que la estoy resubiendo debido a que me robaron la cuenta de correo electrónico y me resulta virtualmente imposible acceder a mi vieja cuenta de FF. Por lo tanto, aquella cuenta quedará abandonada e iré resubiendo los capítulos poco a poco en ésta, hasta alcanzar los 9 ya subidos... y luego continuaré con los nuevos. Espero de nuevo atraer el interés de la gente tanto como con la antigua versión, y que sigan manteniendo su ansia de leer nuevos capítulos, que no tardarán en aparecer puesto que ya están escritos. ¡Saludos! ^^
