Understanding Stockholm Syndrome
Disclaimer : Los personajes pertenecientes a este fic no son de mi autoría.
Nota del autor : ¡Hola ^^! Este es mi primer fic, primer prólogo, primer capítulo, primer todo xd Es un triángulo amoroso entre Green, Vaati y Gufuu , los anteriores hermanos gemelos en esta historia. No soy buena dando introducciones (¿ Soy Maydipiece y estaría gustosa que me llamaran Peeko, como sobrenombre del seudónimo xd Este primer todo va dedicado a Irih', con mucho cariño y amorsh.
Agradezco su futura amabilidad ^^.
Prólogo
No sé cómo aún te resistes. Eres débil, pero no quieres aceptarlo. Ríndete, tú ya no tienes control sobre tu cuerpo. Es mío. No entiendo porque aún derramas lágrimas ¡Soy todo lo que tú puedes haber deseado nunca! ¿No te das cuenta? Yo te valoro, y en realidad, te estoy cuidando. El mundo de afuera te hace mucho daño. Te hará mucho daño. No sabes cuánto quiero conservarte: esa dulce voz, aquella mirada azulina, tu cabellera dorada. ¿No entiendes que era la única forma? Es mi única forma de amarte: haciéndote daño. Al menos tus súplicas ya no tienen tanto efecto en mí; la primera vez que escuché esa distorsión en tu suave voz, no supe cómo controlarla. No quería escuchar un llanto, pero después me di cuenta de que siempre estarías así. Hasta que te canses. Y me acostumbraré a ello, por ti.
Aún recuerdo la primera vez que te vi. Y que te oí. Sí, en realidad, me enamoré de la preciosa voz que poseías. Cuanto te escuché cantar ¡Oh, fue tan dulce! Pero luego me di cuenta de que no eras tan dócil como pensaba, sino mírate, mira como pones resistencia. Sabes que te pude haber tratado como un rey en mi propia casa, pero no me gusta tu actitud, y nadie tiene que verte. No sin mi permiso. Tienes que quedarte aquí, en este lóbrego hueco, oscuro como una noche despojada de su única luz. Hasta que me quieras, hasta que sepas que yo no soy el verdadero causante de tu sufrimiento.
Vamos, dame tu mano. ¿Qué esperas? ¡Vamos! Es una orden.
¡Bien! Que quede en tu consciencia que quise ser benevolente. Tarde o temprano cambiarás de parecer.
Capítulo uno: Te odio, amor mío.
El golpeteo insistente en la mesa de unos dedos ágiles se confunde con el compás característico del reloj con péndulo de pared antiguo. Un muchacho de cabellera violácea se reclinaba en el respaldo de su silla, mostrando totalmente desinterés en todo su cuerpo. Su pensamiento estaba perdido, y su mirada estaba anclada a algún punto inexistente en la habitación poco iluminada.
Se encontraba tomando desayuno, con el reloj marcando la medianoche; un vaso tibio de leche y un plato a medio terminar de pasas y otros frutos secos. Repentinamente, sus dedos dejaron de moverse y su vista se levantó al reloj, quien había terminado de dar su última campanada. Agudizó el oído y pudo escuchar golpes sordos debajo de sus pies. Se levantó pesadamente y se encaminó al sótano.
Bajó algunas escaleras de madera para seguir su recorrido por un pasillo estrecho, con paredes de fría piedra. Sus pasos resonaban haciendo eco, y al cabo de unos quince, se detuvo. Al final del pasillo se hallaba un pequeño cuarto, en vez de una puerta había barrotes de metal por los que se podía entrever a alguien detrás de ellos. Con un elegante movimiento de mano provocó que el candado se estrepitara al piso y el cerrojo descorriera, para luego escuchar el agudo rechinido de la celda abriéndose lentamente. Allí, agazapado en un rincón, con una cadena brillante apresándole el pie derecho, se encontraba un figura menuda, de cabellos dorados, un poco enmugrecidos por el estado de la prisión en que se hallaba.
—Green—canturreó el nombre del que se encontraba recostado en el piso. La cama, que se hallaba a un metro de la figura, permanecía totalmente pulcra— ¿Por qué no estás acostado? Es medianoche—murmuró el muchacho, dejando que su mirada escarlata cobrara un brillo extraño mientras en su rostro se dibujaba una sombría sonrisa.
Se acercó lentamente hacia su cuerpo, alzando una mano, tratando de tocarlo. En ese instante, el rubio lo encaró y empezó a apuñalar el aire violentamente. El muchacho de cabellos violeta, de nombre Gufuu, se alejó al instante con una tranquilidad inmutable, casi esperándolo.
— ¿Aún estas muy indómito?—dijo Gufuu, agarrando agresivamente una de sus muñecas, levantándolo un poco en el aire, apretando sin compasión la carne del otro. Este soltó un quejido de dolor y frunció el ceño con desdén— ¿Por qué…?—continuó en un murmuro, pero su vista pasó de esos ojos azules a un objeto que se encontraba en su mano. Con furia se lo arrancó. Luego, una risa fue filtrándose entre sus labios hasta convertirse en una carcajada.
— ¿Crees que con esto podrás escapar?—sostuvo en alto un pequeño objeto punzante. Un clavo grande y oxidado. Un brillo fugaz de tristeza pasó por la mirada de Green, impotente y lastimado.
Algo se estremeció en Gufuu: aquella mirada debería ser otra, aquel odio debería tornarse en amor, aquel rechazo debería transformarse en el deseo de nunca tratar de alejarlo. Él conseguiría todo eso. Por cualquier medio lo conseguiría; ese rubio no iba a soportar demasiado tiempo en ese estado. Le pediría que hiciera todo lo que deseara y tendría que sonreír para que se lo otorgase. Sí, nunca había visto su sonrisa. Sólo había escuchado su voz dulce y melodiosa que había tomado por completo su razón de existir.
Pronto, la mirada del hechicero se oscureció, y la brutalidad volvió a su esencia, carcomida por maldad e insensibilidad. Soltó bruscamente su muñeca, haciéndole caer fuertemente en el piso.
—Green, Green. Mi querido Green—dijo con ternura falsa. Se alisó la túnica que llevaba y miró al chico condescendientemente. Su pensamiento sobrevolaba en algún lugar lejano, pensando que si su no opusiera resistencia, todo esto sería menos divertido y llamativo—. Debes saber que trate de ser lo más amable contigo. Pero tú no accediste a mis peticiones—negó con la cabeza repetidas veces, como si el rubio se tratara de un pequeño niño al quien regañan.
El joven de cabellos dorados volvió a su posición anterior en el suelo, enrollándose, dándole la espalda al maligno brujo. Este se vio ofendido. Giró sobre sus talones, alejándose del pasillo, en paralelo que chasqueaba los dedos para que el mecanismo de los barrotes, cerrojo y llave retornaran a su estado anterior.
Green esperó a que los pasos se hubieran alejado lo suficiente, y que el eco de ellos dejara de resonar, incluso en su cabeza. Se abrazó con fuerza y, en silencio total y oscuro, una lágrima cristalina se empezó a deslizar por su mejilla. Luego, otra y otra. Y otra.
"¿Quién eres? ¿Por qué estás aquí? ¿Gufuu te ha hecho esto? Maldito desgraciado. Aprisionar a alguien tan pequeño como tú. Espera. ¿Qué hago aquí? Si él me ve de seguro me va a… ¡Oh! Tú tampoco me puedes ver. Lo siento tanto, no es mi culpa que mi hermano sea…Pero, en realidad, eres muy hermoso. ¿Has estado llorando? Ni siquiera debería preguntarme estas cosas, después de todo, están en mi cabeza. ¿Quién eres? No tengo idea porque Gufuu te trajo aquí. Tranquilo, él ya no vendrá. Al menos no por las mañanas. Yo te cuidaré. Lo prometo.
Lo prometo."
