Autora: Naleeh

Título: Renacer

Summary: Huyendo de la realidad e incapaz de afrontarla, Hinamori va al mundo mortal incumpliendo varias leyes de la Soul Society.

Género: Cada capítulo tiene género propio.

Protagonistas: Hinamori, Hitsugaya y Mizuiro.

Parejas: Love Triangle HitsuHina

N.A: Mi nuevo proyecto: una posible continuación de mi fanfic "Morir" Aunque no es necesario haberlo leído para entender este, porque son historias completamente diferentes.

Llevo planeando esto desde hace más de medio año y por fin puedo escribirlo. Os presento la historia que Hinamori Momo se merece...

Está basado en el manga pero no lo sigue en absoluto. Sin embargo, sí es posible que haga mención de algunos spoilers leves. Insisto: no sigue el manga.


"Dedicado a Jackilyn-san, partidaria de la macedonia exótica.

Porque nunca dejaste de creer en la pequeña Momo..."

-RENACER-

"Con el pie izquierdo"

Todas las hojas de los árboles habían caído formando una hermosa alfombra de tonalidades ocres, rojas y amarillentas; que ahora cubrían el suelo, anunciando la inmediata llegada del mes más frío. Aquel día el sol brillaba espléndido en un cielo azul sin nubes, tan desnudo como las ramas de los cerezos.

Fue aquella tarde del mes de noviembre, tras más de un año de falsas esperanzas, cuando ocurrió.

Se respiraba paz y tranquilidad en el ambiente. Ni un solo sonido. Nada que lograra perturbar el profundo letargo de una hibernación pasada de fecha.

De vez en cuando, una pequeña gota se resbalaba por el cristal de la botella para unirse con el resto de sus compañeras. Éste era el único movimiento que alteraba la quietud de la sala, iluminada por los rayos de luz que se colaban por la ventana del fondo.

Muy poco a poco, como si hubiera comprendido lo absurdo que resulta el paso del tiempo cuando se vive eternamente, la joven abrió los ojos. Tuvo que parpadear varias veces para acostumbrar de nuevo sus pupilas al cegador brillo del sol, pues llevaba demasiados días sumida en la oscuridad.

Cuando finalmente logró distinguir el lugar en el que se encontraba, comenzó a sentirse increíblemente mareada. Su mente daba vueltas tratando de averiguar el porqué estaba ahí, queriendo hallar una respuesta.

Intentó girar la cabeza para comprobar la máquina de oxígeno a la que estaba conectada. Sin embargo, sus músculos totalmente agarrotados tras tantos meses en reposo no le respondieron. Su cuerpo comenzó a dolerle horrores como si acabara de recibir una despiadada paliza. No pudo moverse. Se sentía impotentemente atrapada en aquella cama, atada por un sin fin de tubos.

"A..." -intentó hablar. Tenía la boca completamente seca. - ... Agua." -pidió desesperada, necesitaba algo líquido que tragar. Pero como era de esperar, nadie escuchó su débil vocecilla. Lo poco que alcanzaban a ver sus dilatadas pupilas le decían que estaba sola. Tendría que aguardar a que alguien fuera a verla.

Sí, pronto alguien acudiría a comprobar si ya había despertado y preguntarle qué tal se encontraba. Entonces le explicarían qué es lo que le había ocurrido. Sólo serían unos minutos de espera hasta que algún miembro de su división entrara sonriente. Un poco más y aparecerían todos sus amigos, el resto de tenientes, su capitán...

Abrió los ojos de par en par al recordarle, y notó como si una pesada maza le golpeara la cabeza.

Una horrible imagen invadió su mente: El muro blanco teñido de sangre.

Por un momento, a pesar de estar con la mascarilla puesta, creyó que le faltaba el aire.

Su capitán había... No era posible.

Su capitán... ¿Lo habría soñado? Sí, tenía que ser un sueño.

En ese instante de repentina confusión, la puerta de la habitación se abrió de golpe y apareció un chico joven de aspecto desgarbado y pelo despeinado. Entró al interior de la sala sin mirarla siquiera, pues tenía la vista fija en un montón de papeles que sujetaba en la mano.

Lo reconoció enseguida. Se trataba de Yamato Doramu, un novato que había ingresado en su división hacía a penas unos días. Era ella misma la que había ido a recibirlo y mandado sus primeros quehaceres.

No era la primera persona a la que le hubiera gustado encontrarse, pero de todas formas, agradeció su presencia.

-Buenas tardes Hinamori-san. -la saludó sin apartar los ojos de los papeles, y sentándose a los pies de la cama con las piernas cruzadas. - ¿Va bien el día? Supongo que sí¿no? Hoy hace un tiempo magnífico.

Y sin añadir nada más continúo revisando las hojas, ignorando por completo a la chica.

A la teniente le sorprendió este gesto. ¿Quién se había creído para dirigirse a ella de esa manera¿A dónde habían ido a parar sus buenos modales¿Qué clase de trato era ese? No es que le importara esa plena confianza. Pero... Hablaba con ella como quien lo hace con una pared. No obstante, se encontraba francamente mal y no tenía ganas de discutir. Así que permaneció callada observándolo con curiosidad.

-Hemos tenido una semana horrorosa. -continúo el chico de golpe. - Pero ya se lo puede imaginar... Lo mismo de siempre. Kuchiki Hane anda con un humor de perros. Asegura que tiene demasiado trabajo y no hace otra cosa que encargarnos redactar estúpidos informes... Que al fin y al cabo no sirven para nada, para qué mentir.- suspiró. - Dice que no es capitana, que sólo está a cargo de la división ejerciendo de sustituta, pero hay días que se pasa de la raya.- se quejó el chico. - ¿Te puedes creer que esta mañana se encaró con Kenpachi? -bufó. - ¡Le dijo que era tan útil como un árbol de navidad¡Que si lo plantaban en una maceta a la puerta del cuartel nadie notaría la diferencia¡Si ya llevas hasta cascabeles¡Eso le ha dicho! Y todo por el comentario de la semana pasada.-negó con la cabeza. - Hay que tener un buen par para decirle eso al capitán Zaraki. Sobre todo sabiendo que es uno de los que más está colaborando ahora mismo...

Hinamori parpadeó varias veces confundida. ¿A qué venia eso? Yamato le contaba cosas que no llegaba a comprender. ¿Quién era Kuchiki Hane? Por el apellido, podía adivinar que sería una noble, pero nadie le había informado de que llegaba a su división.

¡Y un momento¿Había dicho encargada¿Cómo era posible¿Cuántas horas había estado inconsciente¿Qué es lo que había ocurrido para que eligieran a un sustituto sin consultarla?

No sería que verdaderamente su capitán... ¡No¡Se negaba a creer eso! Además... Ella era totalmente consciente de que no era así. Sencillamente lo sabía. Aizen estaba vivo. Lo había visto. Había vuelto a hablar con él... Lo recordaba perfectamente. Ni Hitsugaya era un asesino, ni su capitán había sido asesinado. Él mismo le dijo que tenía que fingir su propia muerte para... - de nuevo una oleada de dolor bloqueó sus pensamientos. -¿Para qué exactamente?

Tratando de hacer memoria se interrumpió.

Se lo dijo justo antes de...

Una nueva imagen, increíblemente nítida, vino a su memoria. Tuvo que cerrar los ojos mareada por el aprensivo recuerdo, para completar mentalmente la frase.

... Antes de que intentara acabar con ella.

Unas últimas palabras: Sayonara... Y después frío. Mucho frío.

Trató inútilmente de recordar algo más. Pero el resto estaba en blanco. Vacío.

No podía ser verdad. Sin embargo, de ser cierto todo encajaba en cierta medida... Ella estaba en el hospital por esa razón.

No era posible. ¿Porqué¿Por qué Aizen iba a hacerle algo así? No lo entendía. Aquello carecía de toda lógica.

Su angustia fue incrementando de forma alarmante. De no haber estado tumbada sobre la cama se habría desplomado al suelo. Aunque permanecía rígida, era capaz de percibir su interior temblando como un flan. Todo su mundo se estaba desmoronando.

Un nuevo sonido la sacó de sus pensamientos llamando su atención. El panel del la entrada se había descorrido nuevamente. Dirigió los ojos hacia allí para ver a una chica de larga melena ondulada y rubia ceniza. Llevaba el pelo recogido con unas horquillas características de su familia, y la insignia de la quinta división anudada al brazo.

El otro shinigami dio un respingo nada más verla y se incorporó de golpe tirando todos los papeles por el suelo. Luego, hizo una exagerada reverencia a la recién llegada, la cual arqueó una ceja al ver todo el desorden que acababa de provocar en menos de un segundo.

-¡Buenas tardes Kuchiki-san! -exclamó Doramu.

La joven puso los brazos en jarras, dirigiéndole una mirada de disgusto al chico, pero al mismo tiempo parecía divertida con su reacción.

-Yamato Doramu... -comenzó con lentitud. - ¿Otra vez escaqueándote del trabajo?

-¡No¡Nada de eso! -excusó el otro. - Venía a hablar con la teniente Hinamori.

La ceja de la chica se alzó de una forma curiosa, como si lo que acabara de decir no tuviera ningún sentido. Y el shinigami se dio cuenta de ello.

-Ya sabes... Unohana dice que es bueno hablar con ella. Que su subconsciente sigue activo. Así que vengo a leerle los informes del día, para que esté al tanto de todo... Je, je...

-Por supuesto. -asintió la chica cerrando los ojos, al tiempo que una venilla comenzaba a destacar en su frente. - Haces bien Yamato. Lo que más necesitamos en este momento es que vengas a darle conversación a Hinamori. Estoy convencida de que a pesar de que está en coma desde hace más de un año, su subconsciente, muy amablemente, te ayudará con el papeleo de la división. -le reprimió sarcástica.

La subcapitana abrió los ojos perpleja ante esta no intencionada revelación.

Más de un año en coma...

¿Pero qué era lo que había ocurrido¿De verdad llevaba tanto tiempo en esa habitación¿Porqué¿Era por Aizen¿Por su capitán Aizen? Y si era así... ¿Dónde estaba él¿Porqué le había hecho eso¿No sería una ilusión¿Un truco de Ichimaru¡Claro que sí! Tenía que haber una explicación para todo...

Su corazón palpitaba angustiado en su pecho. Tenía demasiadas preguntas y ninguna respuesta.

Más de un año en coma... - volvió a repetirse. ¿Era realmente cierto? De ser así, podrían haber ocurrido muchas cosas durante su ausencia... Demasiadas. Necesitaba saber el qué, y no estaba segura de si esas personas querrían darle la información que necesitaba: La verdad.

Intentando sobreponerse al inmenso sufrimiento que la azotaba, mantuvo los ojos cerrados. Ninguno de los dos shinigamis que estaban con ella, en la habitación, se había percatado de que estaba despierta. Y por el momento, sería mucho mejor si no lo hacían.

-Gomen-ne... Kuchiki-san. -se disculpó Doramu avergonzado.

Se escuchaba el inconfundible sonido de papeles ordenándose. Estaban recogiendo el suelo.- Pero... ¿Cómo supo que estaría aquí?

La joven resopló fastidiada, haciendo ver cuan estúpida era esa pregunta.

-Es obvio. Eres la única persona que cuando necesita volverse invisible aparece milagrosamente en la habitación de Hinamori... Nadie sabía decirme donde estabas, así que vine aquí. -le explicó de mala gana. - Deja de mirarme así. No tengo poderes psíquicos ni nada de eso. Es de lógica.

-¿Y... Para qué me necesita...?-preguntó no muy seguro de querer contestación.

- Han llegado más cajas con sobres y el correo no va a hacerse solo¿Sabes?

- Uhh... ¿Cuántos sobres?

- Seis cajas de quinientos cada una.

- ¡Ah¡Eso duele mucho Kuchiki-san¿No podría dejarlo para mañana?

- ¡Andando! -le ordenó ella, mientras abría la puerta de la habitación.

Y tras estas últimas palabras, se escuchó cómo volvía a cerrarse el panel de la entrada. Habían abandonado el cuarto.

Hinamori abrió los ojos nuevamente y echó un rápido vistazo a la habitación. Sí, había vuelto a quedarse sola. Las voces de los dos miembros de la división cinco se escuchaban cada vez más lejanas por los pasillos.

Tengo que salir de aquí... - se dijo a si misma, tratando de incorporarse inútilmente. Su cuerpo seguía sin responderle.

No quería pedir ayuda a ningún miembro de la división cuatro. Si era cierto lo del coma, si de verdad llevaba tanto tiempo alejada del mundo, vendrían a hacerle mil y una revisiones, mil y una preguntas y no obtendría ninguna respuesta a saber en cuanto tiempo.

Paciencia... Ella siempre se había considerado una persona dotada de una paciencia casi infinita. Sin embargo, tratándose de un asunto que involucraba a su capitán las cosas cambiaban bastante. No podía esperar más. Quería una respuesta a la de ya... Y sabía dónde encontrarla.

Ahora el problema era su cuerpo: Pesado e inútil. Añadiéndole el hecho de que todos creían que seguía en la cama inconsciente. Si se marchaba de allí por su cuenta... ¿Qué ocurriría cuando vieran que no estaba? Desde luego irían a buscarla...

La capitana Unohana tenía un método infalible para capturar a "pacientes extraviados", ya que los shinigamis de la división once no eran capaces de permanecer más de veinticuatro horas inútiles en el hospital. Estaban más que acostumbrados a ello. Darían con ella y la reprimenda sería terrible.

¿Cómo evadirse de todo eso¿Cómo huir de lo inevitable?

A pesar de toda la confusión que la invadía, consiguió vencerse a si misma y hallar en pocos minutos la respuesta.

Cerró los ojos. Necesitaba concentrarse; dejar toda su energía espiritual fluir tranquilamente.

Esto es peligroso... No lo has hecho nunca hasta ahora y estás muy débil... -le advirtió su consciencia. Sin embargo estaba decidida.

Despegó sus labios todavía secos y en un susurró recitó las palabras que una vez aprendió en la academia:

"Pájaros escarlata, burladores del tiempo... Deshaced los lazos que atan las almas al mundo y separad el nombre de la sombra...

BAKUDOU 80...

...DESDOBLAMIENTO DEL ALMA!"

Siempre había sido una experta en el manejo de magia espiritual, pero no estaba segura de si sería capaz de controlar esa técnica de tal alto nivel. Requería un gran esfuerzo y mucha concentración.

Notó cómo su espíritu se desprendía de su cuerpo poco a poco.

Había sido un suicidio. Si no procuraba dejar un pequeño reducto de su alma en él, moriría al instante.

'El Bakudou 80 era una técnica defensiva tan compleja y peligrosa, que hacía unos pocos años atrás, prohibieron su utilización. En parte porque no existían shinigamis tan experimentados como para poderla realizar. Ya que en vez de "defenderse" caían fulminados en el campo de batalla.

El hechizo en cuestión consistía en abandonar parcialmente el cuerpo para introducir el espíritu en otro. Muy parecido al método utilizado para introducirse en un Gigai, pero con una particularidad de vital importancia: Era una técnica exclusivamente espiritual que no englobaba la materia de la que se compone un cuerpo. Por lo tanto se debía dejar una porción del alma, por muy insignificante que fuera en el cuerpo desde el que se realizaba la técnica, o de lo contrario el espíritu se desprendía por completo y moría. De ocurrir esto último, el alma al quedar libre se reencarnaría al instante buscando otro recipiente en el que habitar.

Por eso mismo, para que esto no ocurriera, un shinigami debía ser capaz de controlar absolutamente toda su energía espiritual y medir las porciones.

Si el bakudou se realizaba correctamente, el espíritu podía moverse libremente hasta que se introducía en otro cuerpo, ya fuera el suyo propio u artificial. De esa forma, si uno se sentía acorralado por la muerte, podía con el desdoblamiento del alma permitirse vivir en un cuerpo diferente al suyo, o volver al principal una vez pasado el peligro. Aunque no fuera de apariencia enteramente igual que su yo anterior, debido al reducto que se condena en el cuerpo inicial.

Un poco más...

No quería abandonar más espíritu del necesario en su yo en coma o no sería capaz de moverse con naturalidad.

Cuando creyó que el desdoblamiento estaba a punto de completarse, cortó el flujo de energía.

Intentó incorporarse esta vez. No estaba segura de haberlo conseguido.

Lentamente consiguió sentarse en la cama y se giró hacia la chica que se había quedado tumbada: Ella misma.

Por un momento pensó que estaba muerta. Se asustó de verdad. El cuerpo que había abandonado tenía un aspecto lamentable. Nunca hasta la fecha se había visto tan enferma y demacrada... Pero era ella al fin de cuentas.

Se inclinó levemente hacia su propio rostro carente de vida. Seguía respirando. De forma pausada y dificultosa pero lo hacía. Seguía con vida.

No pudo evitar sonreír ante la técnica realizada con éxito. Aun dada su salud actual, seguía siendo de los mejores shinigamis en el campo de Kidou.

Puso ambos pies en el suelo y procedió a levantarse. Por fin, después de tanto tiempo conseguía ponerse en pie. Volvía a caminar.

Se arrastró vagamente sobre el entarimado de madera. Se sentía ligera. Casi parecía que flotara. Un cosquilleo semejante al de cuando se te duerme una parte del cuerpo la invadía por completo. Era una sensación bastante curiosa que no la desagradaba del todo.

Se volvió una vez más hacia si misma: inconsciente sobre la cama. Volvería a por su cuerpo más tarde. Una vez descubriera toda la verdad. Si había podido estar un año y medio en ese estado, no importaba si seguía así un rato más. Nadie se daría cuenta.

Avanzó hacia la puerta y sin pensarlo ni un segundo más abandonó la habitación.

Sabía perfectamente a dónde debía dirigirse. Sólo había un lugar en todo el Seireitai donde podías encontrar toda la información de todos los días transcurridos desde hacía más de tres mil años hasta el momento actual. Absolutamente todos los detalles y acontecimientos de la Soul Society estaban registrados allí, en la biblioteca central. Si Doramu creía que los informes no servían para nada, se equivocaba completamente.

Entró en el recinto con paso seguro, aunque sintiéndose todavía en una nube.

Se dio cuenta de que varias personas la miraban indiscretamente y no pudo evitar echarse un ligero vistazo en el primer espejo que encontró:

Parecía una loca escapada de algún distrito del Rukongai. Vestía un yukata blanco muy parecido al de las almas cuando entran en la Soul Society, por cuyos resquicios amanecían unos escuálidos brazos y piernas de alambre. Había crecido algunos centímetros, que sumados a su famélico aspecto, enlongaban aún más su enfermiza figura. Su pelo era una cascada castaña y enredada que le llegaba hasta debajo de la cintura. Y su rostro algo transformado debido al atisboabandonado en su cuerpo, era un todo un esperpento de si misma. Sus ojos enormes, relucientes destacaban acentuados por las ojeras en su menuda cara. Su mandíbula se había estirado ligeramente, y enmarcaba sus facciones haciéndolas menos pueriles. Una boca de labios secos y carnosos, le proporcionaba el único toque atractivo a su nuevo aspecto. Definitivamente, había cambiado.

Un punto más a su favor, podían mirarla como un alma fugada del psiquiátrico, pero al menos no la reconocerían como una ilegal Hinamori Momo.

Con más de unos ojos puestos en ella, se encaminó a la sala de grandes ordenadores donde supuso habrían almacenado información de la última década.

Se acercó una silla y se sentó frente a la pantalla.

-Encuentra información de los últimos dos años sobre el grupo cinco del Gotei13. - le ordenó al buscador.

Tal y como imaginaba, la mayoría de páginas de acceso requerían una clave. Así que trató de iniciar sesión desde su antiguo usuario. Sin embargo, alguien había cambiado los códigos y ella ya no existía.

Permaneció unos instantes pensativa.

Tampoco era de extrañar que hubieran remplazado los códigos para proteger la información. Sin embargo le pareció muy egoísta que la hubieran mantenido al margen, incapacitada para leer aquello.

Tendría que intentar acceder a la base de datos de otra forma.

Borró su nombre del casillero en blanco y tras cavilar unos minutos volvió a teclear:

h i t s u g a y a t o u s h i r o

ID: g1310001

Le dio al intro y cruzó los dedos por que no hubiera problemas con la pregunta secreta.

Enseguida apareció en otra nueva página las frases a completar:

L o d e m á s e r a i n v e n t a d o

Dejó escapar una carcajada, y sonriendo para sus adentros tecleó la respuesta agradeciendo la complicidad que tenía con su amigo.

Inmediatamente, todas las páginas codificadas se mostraron ante sus ojos. Su corazón palpitaba con ansioso nerviosismo en su pecho. Con manos temblorosas cliqueó en las que hacían referencia a su capitán. Tragó saliva.

Ahora le tocaba a ella averiguar la verdad.


No era posible...

¿Por qué¿Por qué lo había hecho?

No sabía cuánto rato llevaba sentada en aquel lugar, con la cabeza enterrada en sus brazos y tirando con fuerza de los mechones de pelo que le caían por la cara.

Estaba furiosa. Se sentía utilizada. Quería llorar pero por algún extraño motivo ya no conseguía derramar ni una sola lágrima. Sólo podía hundirse en su angustia y permanecer con los ojos fuertemente cerrados. Le dolía la cabeza debido a la rabia con la que apretaba la mandíbula.

De vez en cuando dejaba escapar algún grito de impotencia y los pocos shinigamis que se encontraban en la sala la observaban con discreta aprensión.

Ahora mismo no era más que un despojo, un instrumento ya inservible, las pruebas que hay que eliminar después de cometer un crimen. Toda su razón de ser, su mundo, su vida, todo se había terminado.

Nunca debió leer esas páginas.

Qué cierto es eso de que el ignorante vive feliz...

De entre todas las maneras de quitarse la vida y poner fin a su triste existencia no sabía cuál escoger. Era patéticamente inútil hasta para eso. Estaba claro lo inepta que resultaba en su cargo de teniente. No se había percatado de nada de lo que había tramado su capitán... aún teniéndolo tan cerca. Y lo peor de todo era que en ningún momento la eligió realmente para tenerla a su lado. Su cargo como teniente era una farsa. No era nadie.

La había abandonado sin darle la posibilidad de elegir marcharse con él.

Ya todo había terminado... Ojalá Aizen hubiera conseguido matarla a la primera. Después de todo había sido generoso. Sabía que sin él no podía seguir adelante.

Sollozó una vez más, preparada para quitarse la vida en cuanto saliera de allí. Ya no tenía ningún sentido continuar, y mucho menos seguir siendo shinigami

-Disculpa...

Alguien la llamó por detrás. Levantó la cabeza y se apartó de la cara el revoltijo de pelos humedecidos para mirar a aquel chico a la cara.

Era un joven vestido con el uniforme de la academia espiritual. Sostenía una pesada carpeta color verde junto a un montón más de papeles. La observaba con preocupación.

-... Te encuentras bien? -le preguntó entonces bastante tímido..

Hinamori hizo un gesto negativo con la cabeza, viéndose incapaz de pronunciar palabra.

-¿Un mal día? -insistió. - ... Yo también me he levantado con el pie izquierdo hoy. -sonrió. - Acaban de rechazarme en el Gotei 13, así que he de volver de nuevo a la academia.

El chico dejó escapar un suspiro.

-... Creía que tenía talento, pero por lo visto no sirvo para nada. -rió de nuevo.

Momo lo contempló con los ojos muy abiertos. No tenía ganas de hablar con nadie, pero había algo en el rostro de aquel muchacho que le obligó a prestarle atención. Desde luego, su caso no era en absoluto comparable con el suyo, sin embargo era una mala noticia para él, y curiosamente estaba sonriendo¿Por qué?

- ¿Y estás contento? -le dijo con un hilillo de voz. Secándose la cara con la palma de las manos.

- No es que esté contento, pero me han dado la oportunidad de volver a intentarlo. -le aseguró. - El capitán con el que he hablado era un antipático. Me ha dicho que en la vida podré ser parte de una de las trece divisiones. Pero... Volveré a la academia, mejoraré y me convertiré en shinigami para que vea lo equivocado que estaba.

- Puedo preguntarte... ¿Con quién has hablado?

- Kuchiki Byakuya, del grupo seis.

Hinamori dejó escapar una pequeña risa para sorpresa de si misma, y negó con la cabeza.

- Es muy exigente y algo estirado. Su teniente también las pasa canutas con él. No le hagas caso.

El chico asintió contento.

- Has sonreído.

Las mejillas de la chica se sonrojaron ante el comentario.

-¿Ves? Por mucho que algo te haga sufrir no tiene ningún sentido angustiarse. Solo será un rato. -le dijo el chico de golpe. - Todo tiene solución¿No es cierto? Bueno, todo menos la muerte. -rió divertido, frotándose estúpidamente la nuca. - Lo que quiero decir es que no le des muchas vueltas a lo que te atormenta. Seguro que ya ha pasado. No permitas que los demás te vean así o te creerán más débil de lo que eres. Demuéstrales a todo el mundo lo que vales realmente. Hazles ver que se equivocaban. Tú eres fuerte y puedes sobreponerte a cualquier cosa. No dejes de sonreír por nada ni nadie.

Las palabras de aquel estudiante la hicieron recapacitar. Tal vez él llevara razón.

Estaba convencida de que ni Hisagi ni Kira se habrían dado por vencidos. Seguro que ellos habían conseguido afrontar la traición de sus superiores. Izuru también admiraba mucho a su capitán... Y a él no se le habría pasado por la cabeza la idea de suicidarse.

Y un momento...

La mente de la chica capturó una de las frases de aquel joven: Hazles ver que se equivocaban.

¡Eso es¿Y si todos ellos estuvieran en un gran error¿Y si su capitán no hubiera hecho realmente nada de eso a voluntad¿Y si se había visto obligado por algún motivo? Eso no lo sabría hasta que hablara con él.

¿Volver a hablar con él? Parecía una idea tan descabellada como que la hubiera dejado vivir... Pero...

¿Por qué no darle una oportunidad a la vida? Si estaba allí en ese momento quizás fuera por algún motivo. ¿Para demostrarles a todos lo que realmente valía¿Para hacerles ver que estaban equivocados?

Tenía que ser por eso.

Aizen era el único que sabía quién era ella y de lo que era capaz. Todos los demás estaban ciegos.

Acababa de realizar un bakudou 80 en un estado lamentable! A escondidas de todos! Era una gran shinigami. Había trabajado muy duro para llegar a serlo. Y nadie excepto su capitán lo había visto...

Miró al chico y asintió con decisión.

-Muchas gracias. -le sonrió abiertamente.

- No hay de qué. -contestó éste, haciéndole una divertida reverencia. - Es un placer para mi rescatar damas en apuros. Y más aún si son tan bonitas.

La chica volvió a dejar escapar otra carcajada.

-¿Cómo te llamas?-quiso saber, mientras apagaba el ordenador para marcharse de aquel endemoniado lugar.

-Nagayama Kenichi¿Y tú?

- Hinamori Momo -respondió sincera.

No le extrañó que Byakuya lo hubiera rechazado, aquel tipo no tenía ni la menor idea que fuera una teniente. Estaba convencida de que tampoco se sabría el nombre de casi ningún capitán.

- ¿También eres una estudiante?

- No. La verdad es que no.

- Bueno, si alguna vez te animas a probar suerte con el examen de ingreso búscame¿De acuerdo? Te ayudaré encantado.

- Descuida. Ten por seguro que lo haré.

Kenichi le guiñó el ojo con complicidad antes de retirarse.

Sí, iría a buscarle para agradecérselo una vez más. Aunque eso sería después de solucionar unas cuentas pendientes. Iría en busca de Aizen y el resto de traidores y los devolvería a la sociedad de almas.

La única forma de averiguar la verdad era hablando con ellos; si alguien debía hacerlo ésa era ella.

Sabía que era la única que podía hacerlo. En parte porque había sido su subordinada más cercana durante varias décadas, era una de las personas que más lo conocía y por otro lado, si era cierto que era capaz de usar técnicas ilusorias, ella era una de los pocos shinigamis que las sabía contrarrestar con éxito. No obstante, también estaba segura de que las realizadas por alguien con el nivel de un capitán requerirían varios meses de entrenamiento.

Y aquí era cuando comenzaban los problemas...

Era obvio que no la iban a dejar partir en su busca.

Primero: porque acababa de salir de un coma, estaba muy débil y había sufrido un trauma emocional muy severo.

Segundo: porque ningún superior en su sano juicio, por mucho que le suplicara, la enviaría a ella para la misión. Menos todavía a hablar con él para traerlo de vuelta. Y en el caso de que sí lo hiciera... Sería dentro de veinte años como mínimo. No tenía tanto tiempo.

Y Tercero: porque dado que Karakura se acababa de convertir en el supuesto punto de mira de su capitán lo más lógico era seguir la investigación desde el mundo mortal... Y ella hacía cerca de un siglo que no ponía un pie allí.

La normativa del empleo de Gigais obligaba a tener al menos un año de reciente experiencia en el mundo mortal. Se realizaban prácticas acompañadas siempre de alguien superior a tu rango, y posteriormente un examen.

Su división no se encargaba ya de este tipo de cosas. Ahora era la de Ukitake quién lo hacía.

Estaba convencida de que el comandante Yamamoto ya habría enviado a algún grupo de shinigamis expertos de esta división para el asunto.

Sin embargo, ella sabía que debía ir. Fuera como fuera. Aunque eso significara desobedecer todas las leyes establecidas.

Debía salvar a su capitán.

Por eso mismo, se dirigió a hurtadillas a los sótanos de su división donde almacenaban los Gigais antiguos, descatalogados y olvidados. Una vez llegó a la sala en cuestión, comenzó a preparar su peculiar hatillo:

Un ordenador de bolsillo para estar al corriente de nuevos descubrimientos, un lote de Soul Candy de Papyrus el perro, una llave oculta-zanpakutous, un dispositivo encuentra-hollows, un catalizador de energía espiritual y por último algo de dinero.

Abrió uno de los cajones refrigeradores y desenvolvió su Gigai. Sabía que una vez se introdujera en él, ya no habría vuelta atrás. Dejaría a su verdadero cuerpo en la cama del hospital y nadie se enteraría de nada. Todos creerían que Hinamori Momo seguía en coma. Sería una misión clandestina... Y no podría regresar hasta que todo terminara: para bien o para mal.

Nadie sabría nada de su escapada a la tierra. Nadie tenía por qué enterarse ni lo harían... De lo contrario, la condena sería terrible.

Posiblemente la muerte.

Inspiró profundamente antes de tomar la decisión final.

"Lo haré."


A diferencia del despejado cielo que había visto desde las ventanas del Seireitai, el del barrio de Karakura estaba completamente blanco. No de nubes, si no que su color era frío, blanco y apagado. Tan frío como la ciudad que se abría ante sus ojos. Un lugar gris, de altos edificios de hierro y cristal. Había un sin fin de luces y carteles de colores, que por más que brillaban no conseguían animar el corazón de aquel lugar. En la vida había visto nada parecido. A su gusto era una visión horrible, pero la mantenía completamente absorta.

Justamente en ese momento una luz verdosa situada por encima de su cabeza se iluminó, y una oleada de gente venida de vete-a-saber-dónde, comenzó a arrastrarla hacia el fondo de la calle.

Quiso escapar de todas aquellas personas, pero el ir en contra dirección solo sirvió para que perdiera el equilibrio y cayera al suelo lastimándose las rodillas.

-Quita de en medio, enana. -escuchó que le decían unos chicos de apenas quince años, saltando sobre ella.

Les habría contestado, pero en aquellos instantes estaba completamente desorientada y perdida a la deriva. Sentía el Gigai agarrotado y pesado. Nunca había utilizado uno y le impedía moverse con la naturalidad con la que lo hacía normalmente. Le hubiera gustado correr, huir, escapar de allí. Pero ese cuerpo era demasiado lento.

Consiguió incorporarse y de nuevo se vio zambullida en aquella muchedumbre apresurada.

Finalmente, logró alejarse de ellos y corrió esta vez hacia un lugar más despejado. Sus sandalias de madera sonaron curiosamente sobre aquel peculiar suelo gris humo. Por fin se había librado de todos esos humanos desagradables.

¿Y ahora¿A dónde debía dirigirse?

Las luces que pendían sobre su cabeza volvieron a cambiar de color. La bombilla verde situada a su lado latía parpadeante.

Las observó con gran curiosidad hasta que la última se apagó por completo, y se iluminó una luz roja. Parecía ser que todas las calles tenían instalada esta extraña iluminación. ¿Tendría algún significado especial?

No tardó en averiguarlo. Si hacía unos momentos, habían sido personas las que la habían atropellado sin ningún reparo, ahora unos monstruosos artefactos de hierro acudían rodando hacia ella a toda velocidad.

Parecían hollows achaparrados que iban a atacarla sin piedad. Se le echaron encima.

Pero ella supo reaccionar a tiempo...

Había aprendido a defenderse bien...

"HADOU 31

ARTILLERÍA CARMESÍ!"


To be contiued...


N.A: Tengo una historia de Hitsugaya y ahora necesito una de Hinamori.

No sé si os habrá gustado este primer capítulo porque no pasa mucha cosa, la verdad. Sin embargo espero que os haya enganchado lo suficiente para leer el siguiente... Y si no, os pido que le deis una oportunidad!

Para los amantes del buen HitsuHina (como yo) tendréis vuestra dosis en futuros capítulos.

Muchas gracias por leerme! Espero vuestra opinión!

Review!