¡Primero de todo feliz año y felices fiestas! ¡Espero que hayan sido maravillosas para todos vosotros! Os traemos una nueva creación que consta de varios capítulos. Esta historia se centrará en el final de la quinta temporada de Crónicas Vampíricas y el final de la primera temporada de Los Originales.

Esta historia va dedicada con todo nuestro más sincero cariño a nuestra querida amiga (ahora no tan invisible): DOVINA

Summary: A veces no decir nada significa todo.

El placer de lo prohibido

Capítulo uno: Después de ti

Tenía que salir de allí lo antes posible. Miró hacia su derecha y contempló el rostro dormido de la pequeña, era preciosa. Vio como su pequeña manita agarraba su mantita y balbuceaba algo sin sentido. Por fin había encontrado todo aquello que una vez deseó: la libertad y una familia a la que proteger. Su hermano se lo había suplicado y la había perdonado en el mismo instante que le había confiado a su hija, su sobrina. Volvió la mirada hacia delante y sonrió al ver aquel cartel que tanto ansiaba ver. Estaba a menos de 10 kilómetros de Mystic Falls con un objetivo claro; necesitaba una bruja y para ello Matt la ayudaría. Cogió el móvil del bolsillo y puso el manos libres.

- ¿Rebekah?- preguntó en menos de un minuto una voz masculina - ¿Eres tú? ¿Ocurre algo?

- ¿Por qué tanta sorpresa? ¿Me echabas de menos? – Preguntó divertida pasandose una mano por el pelo y colocándolo detrás de la oreja – Adivina hacia donde voy...

- ¡No entres en Mystic Falls! – Gritó el chico – Los vampiros tienen la entrada prohibida, si entras morirás.

Los lloros de la pequeña no se hicieron esperar.

- La has asustado imbécil – escupió la rubia – Necesito verte, por favor.

- ¿Qué son esos berridos? – Preguntó ignorándola - ¿Has secuestrado a una niña? ¿De dónde la has sacado? ¿No estarás metida en algo peligroso?

- No puedo contártelo por aquí.

- Nos vemos en la vieja cabaña – accedió – se encuentra a las afueras del pueblo, cerca del rio – indicó suspirando.

- En media hora – sonrió la rubia – No me hagas esperar, cariño.

En la otra parte de la línea, el chico seguía completamente sorprendido por la llamada de la vampira. Hacía más de seis meses que no sabía absolutamente nada de ella y ahora irrumpía en su vida con algo seguramente peligroso y que seguro que implicaba algún que otro dolor de cabeza. Suspiró y sonrió a la otra rubia de su vida.

- Odio cuando me interrumpen – acusó la chica con el ceño fruncido - ¿Qué quería esa zorra?

- Caroline...

- ¿Qué? No me mires así que nos conocemos – dijo apresuradamente – Porque encima no me vas a decir nada de lo que te ha dicho a pesar de que por casualidades de la vida haya escuchado.

El chico la miró y sonrió. Por un momento recordó el porqué se había enamorada de aquella mujer con sus altibajos emocionales. Vio como sus mofletes se hinchaban infantilmente y se coloreaban. Adorable.

- Te quiero – pronunció mientras se levantaba – pero he de irme.

- ¡No te atrevas a dejarme con todo esto aquí tirada! – Bramó enfurecida - ¡Matt Donovan! – volvió a chillar una vez más al ver al rubio levantarse y dirigirse a su coche.

- Nos veremos pronto, de verdad.

- Eso dijiste la última vez...

- Te lo prometo.

La vampira contempló cómo se alejaba el coche de su amigo y cuando supo con certeza que él no la vería, recogió todo a velocidad vampírica con el objetivo de averiguar que quería esa arpía y porqué necesitaba a su amigo. Con ese último pensamiento piso el acelerador del coche.

Matt sabía desde siempre que era el más débil de sus amigos; por una parte estaba agradecido de ser humano pero en otras ocasiones le hubiera gustado ser de más ayuda, por eso era incapaz de denegar ayuda a alguien que se lo pidiera, a alguien que confiaba en él. Muchas veces más que ayuda había sido una carga, pero ya no. No quería volver a ser débil. Ahora había cambiado. Su cuerpo siempre había sido bastante fuerte pero no lo suficiente, por ello se apuntó al gimnasio y a la patrulla porque quería proteger aquellos que sólo él podía proteger, a sus iguales. Sabía que en esta ocasión no podría hacer mucho por la vampira pero era lo menos que podía hacer por alguien que le había enseñado tanto. En un abrir y cerrar de ojos ya estaba frente la cabaña. Observó que entre los árboles se hallaba un coche rojo pero ni rastro de la rubia. Aparcó y bajó del coche con tranquilidad.

- ¿Rebekah?

Sintió detrás suyo un suave vendaval y segundos después unas manos sobre sus ojos. El humano no pudo evitar sonreír pero antes de poder articular palabra la chica le susurró "Yo también te he echado de menos, guapo" tras esas dulces palabras le destapó los ojos, giró al chico con agilidad y le besó. Fue un beso dulce y cariñoso, un beso de bienvenida.

- ¿No me digas que lo que vienes buscando es sexo salvaje? Porque eso me cabrearía mucho – expresó con seriedad el rubio.

- Me encantaría tener sexo salvaje contigo pero dudo que sea apto para niños – sonrió con tristeza – Es un asunto muy serio, Klaus a confiado en mí y en esta ocasión no puedo fallarle.

Matt miró con extrañeza a Rebekah cuando esta empezó a andar hacia la casa dejándolo atrás. De pronto se frenó en seco antes de poner un pie en la entrada.

- Es un asunto serio y necesito tu ayuda – susurró dando media vuelta y mirándole fijamente – La hija de Klaus está muerta y necesito una bruja – tras estas palabras abrió la puerta – Entremos. Aquí podría escucharnos alguien.

El portador de ojos azules miró a su alrededor y entró a la cabaña con seguridad de que algo extraño había en sus palabras.

- ¿Cómo que la hija de Klaus está muerta? – Preguntó mirando el suelo mientras toda su cabeza daba vueltas sin parar - ¿Y para que necesitas…? – no pudo acabar la frase cuando con los ojos de par en par observó como en los brazos de la rubia se hallaba una pequeña bebé diminuta y preciosa.

- Se llama Hope - dijo con dulzura – Es mi pequeña sobrina y sería mejor que te sientes ya que esta conversación será larga, muy larga... Así que... ¿Café?

El chico se sentó aún sin poder articular palabra alguna mientras que cerca de allí la otra vampiresa se estaba volviendo loca. Tan sólo había escuchado la primera parte de la conversación donde habían dicho que Klaus había sido padre y que el bebé había muerto… Ni a su peor enemigo le deseaba eso pero no podía dejar que involucraran a su mejor amigo en algo que se le escapaba de las manos. Agudizó una vez más sus sentidos pero no pudo hallar forma de escuchar nada más. Rebekah era una chica lista aunque no lo demostraba a menudo. Tres horas más tarde observó como Matt salía de la cabaña sonriente y se despedía con un beso en la frente de la chica. Cuando se hubo alejado lo suficiente decidió llamar por teléfono a Matt.

- ¿Sigues enfadada?

- No lo sé, ¿Tú qué crees? – Ironizó la rubia- ¿Qué ha pasado con Rebekah?

- Quería recordar viejos tiempos – mintió el humano – Ya sabes que fue un verano intenso el que pasamos ella y yo.

- Me estás mintiendo.

Matt no pudo evitar reír.

- Jamás te mentiría – volvió a mentir – Te dejo que estoy en el coche y yo no tengo súper sentidos como los tuyos.

Caroline sabía que a Matt no le gustaba mentir y que si mentía era por una buena causa pero cómo amiga no podía dejar correr ni una, sobre todo si el nombre de Klaus estaba metido en el problema. Obviamente tendría que hablar con Rebekah pero estaba segura que no averiguaría absolutamente nada en claro, así que rápidamente miró hacia atrás y cogió el mapa. Era hora de unas vacaciones y que mejor sitio que Nueva Orleans.

Por primera vez en su vida no dijo a nadie a donde se dirigía. Desde que Bonnie y Damon habían muerto todos se habían convertido en fantasmas. Elena parecía que no le importase la muerte de su novio, era como si viviese en otro mundo, ¿Hacía cuánto tiempo que no hablaban? Ya ni siquiera se dirigían la palabra cuando se veían a pesar de verla bastante bien de ánimo. Stefan había desaparecido completamente, cómo si jamás hubiese existido. Le llamaba diariamente y le dejaba un mensaje que dudaba que escuchara. Matt y su madre habían sido su apoyo desde que Mystic Falls no podía ser traspasado por vampiros. Se veían poco pero mantenían un contacto casi diario.

Quería mantenerlos a todos unidos a pesar de todo lo que había ocurrido. Quería que lo superaran juntos como siempre hacían pero en algún momento algo cambió porque se quedó completamente sola. Cada una de las personas que conformaban su vida habían decidido continuar su camino lejos de ella. Todo se estaba derrumbando a su alrededor, quizás irse unos días era la solución. Notó como su móvil volvía a vibrar por décima vez e ignorándolo entró en Nueva Orleans, la tierra de la música. Se limpió las lágrimas que no había podido evitar dejar caer mientras recordaba a sus amigos, apagó el móvil y aparcó cerca de los muelles. Cuando bajó del coche, cerró los ojos y respiró hondo.

- Este lugar es hermoso – balbuceó al ver a tanta gente cantando y disfrutando de una de sus fiestas.

Al poco de estar allí averiguó que era la fiesta de las brujas. La leyenda contaba que la ciudad había sido levantada por una bruja muy poderosa a la que habían asesinado unos monstruos por el ansia del poder. Explicaba también que las brujas tanto vivas como muertas seguían allí protegiendo de indeseables la ciudad desde el más allá. La fiesta era para dar gracias a aquellas mujeres que habían dado tanto por la ciudad hasta ahora. Bonnie estaría muy contenta de formar parte de una fiesta a sus antepasados. Sonrió con tristeza y bajo la vista un momento al ver un broche precioso tirado en el suelo. Se agachó a cogerlo y cuando levantó su mirada su cuerpo se congeló inmediatamente. El hombre aún no había notado la presencia de la rubia, parecía demasiado concentrado en una conversación con una chica rubia, humana…

No pudo evitar notar como algo en su interior se rompía cuando vislumbró la sonrisa que le dedicó a la mujer. Cuando volvió a mirarle sus miradas se encontraron y fue exactamente como la última vez que se vieron. De nuevo sintió fuegos artificiales en su estómago y un gran escalofrío recorrió su cuerpo. Cuando Klaus dio un primer paso en su dirección, supo que había sido un gran error ir hacia allí. Dio un paso hacia atrás pero la gente le impedía ir lo suficientemente rápida, se giró dándole la espalda y empezó a trazar el camino de vuelta al coche pero lamentablemente no fue lo suficiente rápida. En un instante él estaba frente a ella, en esta ocasión completamente solo y su mirada se clavaba únicamente en ella.

- ¿Vas a alguna parte, amor?

Continuará…